“Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas” Lucas 11: 35
Vivimos en tiempos muy peligrosos para la iglesia remanente, la que profesa guardar los mandamientos de Dios y dice tener la fe de Jesús. Y estos tiempos se tornarán más difíciles al acercarnos más a la segunda venida de Jesús. El pueblo que profesa ser de Dios será probado paso a paso, y cada día las pruebas serán más difíciles.
Una de las pruebas que la iglesia tendrá que enfrentar será aquella de la nueva luz, puesto que se levantarán individuos aquí y allá que, de manera muy convincente, presentarán sus teorías de una nueva luz, y lo triste del caso es que muchos de los miembros de iglesia los seguirán, y las iglesias quedarán divididas.
¿Por qué sucede esto? ¿Será porque la nueva luz que se les presenta tiene algo que no tiene la luz verdadera? No, no es éste el caso. En Lucas 11: 35, aconsejándonos sabiamente sobre este tema, se nos dice lo siguiente: “Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas”. En otras palabras, “tengan cuidado y examínense bien para que tomen nota de si en realidad hay luz en ustedes, pues la luz que pretenden tener puede ser sólo tinieblas”.
Bien dice la pluma inspirada: “Me ha sido mostrado que muchos de los que profesan tener un conocimiento de la verdad presente no saben lo que creen. No comprenden las pruebas de su fe. No tienen justo aprecio de la obra para este tiempo…
“Y son muchos los que en la iglesia dan por sentado que entienden lo que creen, pero antes de presentarse la controversia, no conocen su propia debilidad. Cuando estén separados de sus correligionarios y se vean obligados a permanecer solos para explicar su creencia, se sorprenderán al ver cuán confusas son sus ideas de lo que aceptaron como verdad. Lo cierto es que ha habido entre nosotros un apartamiento del Dios viviente, un retorno a los hombres, para poner la sabiduría humana en lugar de la divina” (Obreros evangélicos, pág. 313).
Dice nuevamente la pluma inspirada: “No trate nadie de deshacer los cimientos de nuestra fe, los cimientos que fueron echados al principio de nuestra otra, por oración y estudio de la Palabra de Dios y por revelación… Los hombres pueden suponer que han encontrado un camino nuevo, que pueden echar un cimiento más fuerte que el que fue echado; pero éste es un gran engaño. Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto’ (1 Cor. 3: 11)” (ibid., pág. 322, la cursiva es nuestra).
Teniendo presentes las palabras de Lucas 11: 35, que dicen: “Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas”, y el consejo inspirado que nos amonesta a saber lo que creemos y a no poner otro fundamento, examinemos si estamos en la nueva luz o en tinieblas.
El mayor problema y peligro ante la iglesia y el mundo no son los que no tienen la luz, sino aquellos cuya luz es tinieblas. En ellos, la luz se ha desvirtuado y se ha convertido en una luz destructora y activa. Cuando la Biblia se refiere a esta energía la califica como la “potestad de las tinieblas” que hace que sus enseñanzas parezcan luz cuando en realidad son tinieblas. Ocurre como con los que profesan tener la luz pero atribuían la obra y los milagros de nuestro Señor Jesucristo a Satanás.
¿Por qué preocuparse si es nueva luz?
Hay una expresión conocida que dice: “No todo lo que brilla es oro”. Más aún, hay un mineral que tiene casi todas las semejanzas del oro, pero no lo es. Se lo conoce en inglés como “fool’s gold” o “el oro del necio”. Muchas personas incautas creyeron que lo que encontraron era oro y que tenían una fortuna, cuando solamente tenían una imitación de lo verdadero.
De igual manera, hay una gran diferencia entre la luz verdadera y la luz falsa. Dios es el originador de la luz verdadera, y quien la sigue, siempre andará en la luz y no en las tinieblas. De allí ese sabio consejo que dice: “Hemos de orar en procura de instrucción divina, pero al mismo tiempo debiéramos ser cuidadosos en cuanto a la forma de recibir todo lo que es llamado nueva luz. Debemos estar alerta, no sea que bajo la apariencia de escudriñar en procura de nueva luz, Satanás aparte nuestra mente de Cristo y de las verdades especiales para este tiempo. Se me ha mostrado que el artificio del enemigo es orientar las mentes para que se ocupen de algún punto oscuro o sin importancia, algo que no está plenamente revelado o que no es esencial para nuestra salvación. Esto se convierte en el tema absorbente, la verdad presente’, cuando todas sus investigaciones y suposiciones tan sólo sirven para oscurecer las cosas más que antes y para confundir la mente de algunos que debieran estar procurando la unidad por medio de la santificación de la verdad” (Mensajes selectos, t. 1, págs. 187, la cursiva es nuestra).
La así llamada nueva luz puede descarriar al creyente de la verdad, puesto que se asemeja mucho a la verdad y se la presenta con mucho fervor, con entusiasmo y muchas veces, con el pseudo-apoyo de la Biblia. Los que la presentan no se dan cuenta de que el enemigo ha entenebrecido sus entendimientos con la luz de las tinieblas. Por lo tanto, hay que cuidarse de la llamada nueva luz que tiende a desviar la mente de la verdad puesto que ésta, tarde o temprano, trae disensión y confusión (Testimonies for the Church, t. 5, pág. 292).
Por eso el siguiente consejo: “Si Dios tiene alguna nueva luz que comunicar, permitirá que sus escogidos y amados la comprendan, sin necesidad de que su mente sea iluminada oyendo a aquellos que están en tinieblas y error” (Primeros escritos, pág. 124).
“Satanás espera envolver al pueblo remanente de Dios en la ruina general que está por sobrevenir a la tierra. A medida que la venida de Cristo se acerque, será más resuelto y decidido en sus esfuerzos para vencerlo. Se levantarán hombres y mujeres, profesando tener alguna nueva luz o alguna nueva revelación que tenderá a conmover la fe en los antiguos hitos. Sus doctrinas no soportarán la prueba de la Palabra de Dios, pero habrá almas que serán engañadas” (Joyas de los testimonios, t. 2, pág. 107, la cursiva es nuestra).
Características de la nueva luz
La auténtica nueva luz debe tener los siguientes elementos identificadores: 1) Estará en total armonía con la Palabra de Dios, y no responderá a alguna interpretación antojadiza, o carente de fundamento bíblico. 2) No contradecirá ninguna de las verdades básicas y sólidamente establecidas como pilares inconmovibles en la organización del pueblo de Dios. “Dios no da a un hombre una nueva luz contraria a la fe establecida del cuerpo. En todas las reformas se han levantado hombres que aseveraban esto” (Joyas de los testimonios, t. 2, pág. 103). 3) Quienes proclaman la nueva luz no estarán infatuados con la idea de que son superiores a sus hermanos, y de que Dios los ha elegido pasando por alto a su pueblo. “Dios no ha pasado por alto a su pueblo ni ha elegido a un hombre solitario aquí y otro allí como los únicos dignos de que les sea confiada su verdad” (Joyas de los testimonios, t. 2, pág. 103). 4) Generalmente, los que profesan tener la nueva luz, tienden a desprenderse de la organización de la iglesia, y llevan miembros tras sus propias enseñanzas. 5) Estos traen un espíritu de discordia, de descontento y de desafío hacia las autoridades eclesiásticas y, a su debido tiempo, se apartan por completo de la luz verdadera.
¿Qué hacer entonces?
¿Cómo puedo saber si lo que tengo yo es luz o tinieblas? ¿Hay algún consejo a seguir para saber si estoy andando en la luz verdadera? En primer lugar, hay que notar que la luz verdadera, la luz que ilumina auténticamente el entendimiento, viene de Dios. De ella habla Juan 1: 6-9: “Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo”.
Esto no quiere decir que todo hombre es iluminado por la luz, sino que, si los hombres son iluminados en alguna manera, deben ser iluminados por Dios y por la luz que de Él emana. Y para ser iluminados por esta luz hay que cumplir con el requisito de Juan 1:12, que dice: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (la cursiva es nuestra).
Para tener la luz verdadera debo reconocer que Dios es luz, debo tener comunión con Él y andar como Él anduvo. Notemos lo que dice 1 Juan 1:5-7: “Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en la luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros”.
Debo amar a mi hermano y, juntamente con él, debo permanecer en la luz. “El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo” (1 Juan 2: 9, 10). Además, “…el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios” (Juan 3: 21). Es decir, el que dice practicar la verdad, al profundizar en su estudio, al buscar su significado más amplio, permanecerá bajo la luz de la verdad y no buscará otras luces ni verdades, pues sencillamente, no las hay.
“Hay mil tentaciones disfrazadas preparadas para engañar a aquellos que tienen la luz de la verdad; y nuestra única seguridad está en no recibir ninguna nueva doctrina, ninguna interpretación de las Escrituras, sin antes someterla ante los hermanos de experiencia. Sea puesto ante ellos con un espíritu humilde, dispuesto a aprender y con oración sincera; y si ellos no ven luz en ella debe someterse el criterio personal pues que en la ‘multitud de consejeros hay sabiduría’ ” (Testimonies for the Church, t. 5, pág. 293, la cursiva es nuestra).
“Vi que los pastores del rebaño deben consultar a aquellos en quienes tienen motivo de confiar, a aquellos que han estado en todos los mensajes, y son firmes en toda la verdad presente, antes de abogar por nuevas ideas importantes que ellos creen sostenidas por la Biblia. Entonces los pastores estarán perfectamente unidos, y esta unión de ellos será sentida por la iglesia. Vi que una conducta tal evitará divisiones inconvenientes, y que no habría peligro de que el precioso rebaño se dividiese, ni que las ovejas se dispersasen sin pastor” (Primeros escritos, págs. 61, 62).
Los tiempos en que vivimos son difíciles, y se tornarán más difíciles al aproximarnos al tiempo de la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo. Nuestra única salvaguardia está en un sabio escudriñamiento de las Sagradas Escrituras y en asumir una actitud humilde, cristiana y coherente al enfrentarnos con la verdad, como también con la así llamada nueva luz.
Dios es el Autor de la verdad, y su Palabra es la verdad. Por lo tanto, todo lo que aparente ser verdad, pero se desvíe de la verdad, no es verdad ni es luz.
La verdadera luz une y no divide; ilumina y no entenebrece; no pasa por alto los antiguos hitos de la luz verdadera establecidos por Cristo. Por lo tanto, “mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas”.
Sobre el autor: es director de la Escuela de Teología de la Universidad Adventista Dominicana.