El mayor proyecto fluvial de la Iglesia Adventista en el mundo cumple noventa años de servicio a la comunidad.
Las historias de superación y los logros de los trabajadores en el campo misionero tienen el poder de recordarnos algunas lecciones preciosas sobre la gran comisión de predicar el evangelio. Tales experiencias sirven de incentivo e instrucción. Nos hacen avanzar con fe y confianza, no porque la vida de esas personas haya sido fácil, sino porque la renuncia, las dificultades a lo largo del camino y los grandes resultados, a pesar de las limitaciones en los recursos, muestran lo que Dios puede hacer por medio de personas que no miden esfuerzos para atender su llamado a la obediencia y a la misión.
Las lanchas Luzeiro, que llevan noventa años operando en los grandes ríos del Amazonas, son un ejemplo de esta verdad. Más que un proyecto evangelizador, son una escuela viva para todos los que están, de alguna manera, involucrados con la proclamación del mensaje de fe y esperanza.
El sacrificio antecede al legado
A inicios del siglo XX, la Iglesia Adventista estaba en proceso de organización en Brasil. Hasta entonces, no existía una estructura como la de asociaciones y distritos pastorales que hay actualmente. A las regiones donde había iglesias y grupos evangelizadores se las llamaba “misiones”. Había una única Unión, con sede en los Estados Unidos, que organizaba a los misioneros alrededor del mundo para administrar las iglesias.[1]
No obstante, un legado iniciaba con hombres y mujeres que decidieron esparcir el mensaje adventista en la Región Norte de Brasil. Entre ellos, estaba el alemán Hans Mayr, un colportor lleno de voluntad de evangelizar la Amazonia. Sin embargo, poco imaginaba lo que le esperaba. Por ser extranjero, aparte de los desafíos culturales y climáticos, enfrentó dificultades de aceptación, pues nadie quería, siquiera, alquilarle una casa. Los desafíos parecían superiores a las fuerzas físicas; y el tamaño del campo, ciertamente, mayor que la cantidad de personas dispuestas a trabajar en él. Mayr comenzó a trabajar con André Gedrath, y juntos, frente a los desafíos, pudieron ejercitar la fe, la sabiduría y la creatividad en la planificación para ampliar la evangelización en esa región de Brasil.
Para llegar a las comunidades más distantes, los misioneros dependían totalmente de barcos comerciales, pero eso atrasaba mucho la expansión del trabajo que debían realizar. La llegada del matrimonio de Leo y Jessica Halliwell fue, entonces, un hito significativo para el equipo misionero.
Renuncia personal
En plena Primera Guerra Mundial, Leo Blair Halliwell se graduó en Ingeniería Eléctrica. No sabía que en el futuro esta carrera lo ayudaría a construir un barco misionero que sería de gran ayuda en la expansión de la Iglesia Adventista en Brasil. En ese tiempo, Leo aún trabajaba en una fábrica de armas, y este trabajo le impedía asistir a la iglesia los sábados; pero Dios ya estaba actuando por medio de las oraciones de su esposa, Jessie. Después de un accidente en la fábrica, él tuvo que alejarse del trabajo y, consecuentemente, comenzó a frecuentar la iglesia y a participar de campañas de evangelización. Motivado por los mensajes que oía, comenzó a estudiar la historia de misioneros como David Livingstone o Fernando Stahl. El tema tuvo un gran impacto en su vida y, poco a poco, el deseo de hacer más por la humanidad fue tomando el lugar del sueño de construir grandes usinas eléctricas. A causa de esta ardiente llama misionera, Leo decidió dejar el empleo y dedicar su vida totalmente a la predicación del evangelio.
No pasó mucho tiempo para que llegara un llamado. En 1922, el matrimonio Halliwell ya preparaba lo necesario para salir de la comodidad de su casa en los Estados Unidos y servir a la iglesia en el Brasil, en la antigua Misión Bahiana. Después de nueve años de trabajo, fueron transferidos nuevamente, pero esta vez para encargarse de la recién creada Misión del Bajo Amazonas, una realidad totalmente diferente de la que estaban acostumbrados. La población de esa región no tenía mucho conocimiento acerca de los principios de salud. Las enfermedades las trataban, mayormente, por medio de rituales que incluían brujerías con animales semimuertos.
Sin duda era un gran campo por trabajar. A pesar de parecer totalmente improbable, la idea del matrimonio de estadounidenses de servir en Brasil sin siquiera dominar el idioma portugués nunca restó. Al contrario, a fin de fortalecer el trabajo evangelizador iniciado por los colportores en toda Amazonia, Leo tuvo la idea de construir una lancha que sirviera de clínica y lo llevase a las comunidades más alejadas. Entonces, sus conocimientos en ingeniería eléctrica resultaron en la construcción de la primera lancha Luzeiro. Nacía, pues, un ministerio que propagaría luz hasta las regiones más distantes de la Amazonia.
Ministerio médico-misionero
Este barco fue conocido como Ángel Blanco, debido a la intensa obra de salud y esperanza que realizó en su ministerio. Sobre la importancia de la obra médico-misionera, Elena de White resalta que, “en el curso de su ministerio Jesús dedicó más tiempo a la curación de los enfermos que a la predicación”.[2] Como respuesta a ese ejemplo, los misioneros estacionaban el barco en las márgenes de las comunidades ribereñas, y atendían a los adultos y a los niños. Se realizaban unas seis mil atenciones por año. Los métodos orientados por el Espíritu de Profecía para cuidar y curar las enfermedades ganaban espacio en el corazón de las personas. Esto proporcionaba la oportunidad de hablar de la verdad eterna. “Nuestro Salvador iba de casa en casa, sanando a los enfermos, consolando a los que lloraban, calmando a los afligidos, hablando palabras de paz a los desconsolados”.[3]
Cristo atraía a las personas, y el matrimonio Halliwell puso en práctica esa actitud por medio de la lancha Luzeiro. El pastor Jorge Lobo afirmó: “No hay, en todo el Amazonas, un barco semejante a la Luzeiro. Algunos han ofrecido mucho dinero por ella. ¡Pero no tiene precio! Vale por lo que hace y no por lo que costó o aparenta. Su valor es incalculable y aumenta a medida que pasan los años. No es posible describir, con palabras ligeras, lo que ha hecho la Luzeiro”.[4]
Hasta los confines de Amazonia
Cuando el matrimonio Halliwell comenzó el trabajo con los colportores, había 53 miembros en la Misión del Bajo Amazonas. Con el pasar de los años, ese número se fue multiplicando como los granos de arena. Los grupos pequeños se transformaron en iglesias, y estas, reunidas, formaron asociaciones. Al momento de la escritura de este artículo, la Unión Noroeste Brasileña tiene más de 167.000 miembros bautizados. Este número testifica que el objetivo principal de la Luzeiro, propagar la luz del evangelio, se ha cumplido a lo largo de los años.
Actualmente, a pesar de la realidad pandémica, la fórmula no cambió. Aún existen comunidades que necesitan el mensaje de esperanza, salud y servicios asistenciales, y este “Ángel Blanco” continúa trabajando en la línea de frente por medio de misioneros que realizan un verdadero servicio de sacrificio y abnegación. Hoy, la Unión Noroeste y la Unión Norte del Brasil administran cinco barcos: Las Luzeiro XXVI y XXX (actúan en los ríos Negro y Solimões), las Luzeiro XXIX y XXXI (atienden los alrededores de la ciudad de Belém) y la Iglesia que Navega (IQN), un barco misionero que tiene el objetivo de fundar iglesias en regiones donde aún no hay presencia adventista.
Lecciones para la misión
Es grande la necesidad de misioneros para los campos de esta región. Algunas lecciones de esta historia sirven como guía para todos aquellos que deseen aventurarse en la maravillosa experiencia de ser misionero.
Comienza, aunque sea poco a poco
Hans Mayr y André Gedrath hicieron las dos primeras lanchas misioneras de Brasil. En Belém, con el motor de un auto abandonado, Mayr construyó un pequeño barco. Los recursos eran pocos; provenían del trabajo en el colportaje y de su esposa, que criaba gallinas y vendía los huevos para invertir el dinero en el proyecto. A pesar de ser pequeña, la embarcación era funcional. El barco a vapor de Gedrath, por otro lado, no era tan eficiente, y fue necesario cambiarlo. A partir de esas dos humildes iniciativas, surgió la Luzeiro, el mayor proyecto misionero fluvial de la Iglesia Adventista en el mundo. Al considerar esta realidad, es posible afirmar que, cuando Dios nos separa para una misión, no importa cuán pequeña parezca al inicio, si trabajamos con el espíritu correcto, los resultados serán grandes; su Palabra nos invita a no menospreciar los pequeños comienzos (Zac. 4:10).
Avanza, aun con pocos recursos
Desde el punto de vista financiero, el proyecto comenzó en un período en el que las inversiones de la iglesia limitaban el avance hacia los nuevos campos misioneros. Esto era así porque el presupuesto había disminuido en virtud de la crisis económica mundial provocada por la gran depresión de 1929. Sin embargo, el amor del matrimonio Halliwell por los ribereños tocó el corazón de gobiernos y empresarios que comenzaron a donar suministros para los viajes.
No faltaron recursos para que el barco, en sus primeros diez años, recorriera más de doscientos mil kilómetros y atendiera aproximadamente a cuarenta mil personas.[5] Cuando se trata de misión, recuerda: “Desde el punto de vista mundano, el poder está en el dinero; pero desde la perspectiva cristiana, el poder procede del amor”.[6]
Utiliza el mejor método: el amor
En la mayoría de las comunidades ribereñas, la tripulación de la Luzeiro encontraba una población con grandes necesidades, especialmente en el área de la salud. Desde el principio, el objetivo era predicar el evangelio; pero para eso, los misioneros pasaban el día cuidando a las personas y tratando enfermedades tropicales como la malaria, la fiebre tifoidea y la viruela. Atendieron casos desafortunados de lesiones de serpientes y caimanes, y ofrecieron toda la ayuda posible. Por la noche, aun estando exhaustos, utilizando el generador del barco para encender un proyector de diapositivas, hacían reuniones evangelizadoras, con temas de salud y religión. Las personas que habían sido aliviadas del dolor y el sufrimiento venían con el corazón abierto para oír a aquellos que, durante el día, demostraban tanto amor por ellas.
Comparte tu influencia
No es posible medir con exactitud el trabajo que los pioneros realizaron por la predicación del evangelio en la Región Norte de Brasil con las lanchas misioneras. Este ministerio construyó decenas de barcos, atendió una multitud de enfermos y acercó la alegría de la salvación a millares de personas. Pero, su mayor servicio a la proclamación del evangelio fue inspirar a obreros hasta el día de hoy para dejar la comodidad del hogar y enfrentarse a las selvas del campo misionero. Innumerables personas se han dedicado a la misión después de escuchar o leer relatos inspiradores de historias relacionadas con la Luzeiro y el matrimonio Halliwell. Elena de White escribió: “El testimonio silencioso de una vida sincera, abnegada y piadosa tiene una influencia casi irresistible”.[7]
Conclusión
Como las olas provocadas por un humilde barco mueven toda la serena superficie hasta llegar a la orilla, la historia de las lanchas viajó en el gran lago del tiempo por nueve décadas y su influencia aún es notable en los días actuales. En la literatura profética, los ríos simbolizan multitudes, y las multitudes son la razón de la mayor y más urgente necesidad de la existencia de las Luzeiros: mover las aguas de muchos corazones por medio del poderoso motor del amor.
Sobre el autor: periodista voluntaria del Instituto de Misiones Noroeste, Manaus, Brasil; director del Instituto de Misiones Noroeste, Manaus, Brasil.
Referencias
[1] Ana Paula Ramos, Desafio nas Águas (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2009), p. 21.
[2] Elena de White, El ministerio de curación (Florida, Bs. As.: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2008), p. 12.
[3] Elena de White, El ministerio de la bondad (Florida, Bs. As.: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2010), p. 63.
[4] Abdoval Cavalcanti, Luzeiro (Niterói, RJ: Editora Ados), p. 33.
[5] Floyd Greenleaf, Terra de Esperança (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2011), p. 361.
[6] Elena de White, Testimonios para la iglesia (Asociación Publicadora Interamericana, 2007), t. 4, p. 139.
[7] Elena de White, Mensajes para los jóvenes (Florida, Bs. As.: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2013), p. 413.