Las excavaciones de Jericó, recientemente reiniciadas. no se han terminado todavía, y se proseguirán por algún tiempo más. Pero los descubrimientos que se han hecho hasta ahora han cambiado de tal manera nuestra comprensión de la historia de Jericó, que es conveniente que presentemos para los lectores de el ministerio adventista algunos de estos descubrimientos.
Los artículos recientes que describen los descubrimientos de la última expedición arqueológica a Jericó (realizada en el año 1953), han puesto fuera de moda mucho de lo escrito anteriormente acerca de dicha ciudad, incluso mi presentación de la caída de Jericó hecha en la Conferencia Bíblica celebrada en septiembre de 1952 y que se publicó más tarde en el libro “Our Firm Foundation,” tomo 1, págs. 73-75, y que se tradujo para el ministerio adventista de julio-agosto y septiembre-octubre de 1953. Lo expuesto se basaba en todo el material publicado hasta la fecha y disponible en ese entonces, pero actualmente resulta del todo anticuado.
Visité Jericó dos veces en noviembre de 1953, durante mi permanencia en el Cercano Oriente, y en una de esas ocasiones pasé la mayor parte del día en el montículo que domina esa ciudad en ruinas. Con la ayuda de los informes, fotografías y dibujos publicados, hice un estudio cuidadoso de los restos arqueológicos de la antigua ciudad de Jericó salidos a luz como resultado de las recientes excavaciones.
Además del trabajo que realicé en el montículo mismo, tuve oportunidad de entrevistar en Londres a la Dra. Catalina M. Kenyon, la directora de la expedición llevada a cabo en Jericó. Me ayudó muchísimo al responder a mis preguntas y al aclararme una cantidad de problemas que tenía en mente. No obstante, las líneas que siguen acerca de los resultados de las excavaciones se basan únicamente en los informes publicados y no en la información recibida en la entrevista personal. Sin embargo, este artículo resulta beneficiado, por así decirlo, debido al conocimiento de primera mano que obtuve de las evidencias arqueológicas estudiadas en Jericó mismo, y en la conversación que sostuve con la directora de la expedición.
La moderna Jericó es una ciudad floreciente que se encuentra en el valle del bajo Jordán. En el extremo norte se encuentra Tell es-Sultán, que se ha señalado durante siglos como el lugar en que se encontraba la Jericó del Antiguo Testamento. En el año 1858, Charles Warren hizo algunas excavaciones preliminares que no aumentaron materialmente nuestro conocimiento de la historia antigua de Jericó [1]. Entre los años 1907 y 1909 Ernst Sellin y Cari Watzinger excavaron parte del montículo, pero encontraron que las ruinas allí sepultadas se hallaban en sumo desorden y habían sufrido las perturbaciones resultantes de construcciones posteriores y de la erosión. Debido al hecho de que la arqueología palestiniana se encontraba en su infancia, las conclusiones finales de esta obra, publicada en un amplio tomo [2], resultaron muy insatisfactorias y más tarde tuvieron que ser revisadas por los excavadores cuando las exploraciones practicadas en otros sitios demostraron que sus interpretaciones de ciertas evidencias no podían mantenerse.
Debido al estado insatisfactorio de estos asuntos, el profesor John Garstang comenzó nuevas excavaciones, en 1930, y trabajó en el antiguo montículo, durante seis períodos consecutivos, hasta el año 1936 [3].
Garstang era un hombre de mucha experiencia en la ciencia arqueológica. Había trabajado muchos años en Egipto y Turquía antes de que se lo nombrara director del Departamento de Antigüedades Palestinianas, después de la primera guerra mundial.
Cuando Garstang comenzó sus excavaciones descubrió que las ruinas de la antigua colina resultaban nuevamente muy confusas. No obstante, el afortunado descubrimiento del cementerio de la antigua ciudad lo capacitó para aclarar una serie de problemas oscuros. El contenido de las tumbas, inclusive una cantidad de sellos egipcios, llamados escarabajos, probó que la población de la ciudad había existido hasta la última parte de la edad de bronce (1600-1200 a. de J. C.) [4]. Siendo que no se descubrieron más escarabajos que los de Amenhotep III (1412-1375 a. de J. C.), concluyó que la existencia de la ciudad había cesado durante el reinado de aquel monarca.
Al comparar Garstang la alfarería de las tumbas cuyas fechas se pueden fijar con bastante exactitud, con la que encontró en el montículo, y al estudiar los muros de la antigua ciudad, llegó a la conclusión de que Jericó había pasado por cuatro períodos principales. En cada uno de ellos había tenido murallas defensivas que habían sido destruidas otras tantas veces. Las ciudades primera y segunda, representadas por las partes más bajas del muro descubierto, habrían existido, según él, en la primera Edad de Bronce y datarían de los años 3000-2000 a. de J. C. Las murallas de la tercera ciudad, que abarcaban una zona mucho más amplia, serían, según Garstang, de los años 1900-1000 a. de J. C. La cuarta ciudad fue reducida al tamaño de las primeras dos ciudades de la Edad de Bronce, de acuerdo con este arqueólogo. Las ruinas de sus muros se encontraban sobre las de la primera Edad de Bronce, y según los arqueólogos pertenecerían a la ciudad de la última Edad de Bronce. Según ellos habrían existido entre los años 1575 y 1400 a. de J. C.
Puesto que los muros de esta cuarta ciudad evidentemente habían sido destruidos por un terremoto, Garstang concluyó que esta destrucción era la mencionada en Josué, capítulo 6 [5]. Estos descubrimientos parecían corroborar la historia bíblica a tal punto que los estudiosos de la misma se sentían felices al comprobar cómo la pala del excavador demostraba, aparentemente, la exactitud de una historia bíblica que todo cristiano conoce desde la infancia. No hacemos más que cumplir con nuestro deber cuando decimos que la exactitud y la seguridad de los informes de las excavaciones de Garstang nunca han sido puestos en tela de juicio por ningún arqueólogo. Su declaración de que el doble muro de la cuarta ciudad pertenecía a la última Edad de Bronce también resultó incontrovertible hasta que comenzaron las excavaciones de la Dra. Kenyon. Lo único que no tenía aceptación general era la fecha que él fijaba para la caída de los muros de la cuarta ciudad. La fecha que él fijaba era de 1400 a 1385 a. de J. C. Según él, la ciudad habría caído en ese entonces, mientras que el profesor W. F. Albright fijaba la ocasión entre los años 1375-1325, y el padre H. Vincent como en 1250 a. de J. C. o poco después [6].
Los descubrimientos realizados en recientes excavaciones
Una de las razones para reiniciar las excavaciones en Jericó se debió a la divergencia de opinión que existía entre los eruditos acerca de la fecha de la caída de la cuarta ciudad. La Fundación para las Exploraciones Palestinianas, y la Escuela Norteamericana de Investigaciones Orientales, reunieron sus fuerzas en esta nueva empresa, y tuvieron la suerte de tener como director a uno de los arqueólogos más capaces de nuestro tiempo.
Esta expedición acaba de terminar dos períodos de trabajo en los inviernos de 1952 y 1953, y recientemente ha publicado sus informes preliminares [7].
Con respecto a la expedición 1953 fueron publicados los siguientes informes preliminares:
La tercera campaña comenzó en enero de 1954. La Dra. Kenyon y sus ayudantes han abierto algunas de las antiguas excavaciones de Garstang y han practicado nuevas excavaciones en la mitad occidental de la colina. Al observar cuidadosamente todas las evidencias arqueológicas, corroboran las conclusiones de Garstang con respecto a las diez primeras ciudades, pero descubrieron que los muros de la cuarta ciudad de Garstang pertenecían a la primera Edad de Bronce y no a la última Edad de Bronce como éste pensaba [8]. De aquí resulta que los muros de la ciudad que, de acuerdo con las evidencias descubiertas por Garstang, habrían sido destruidos por un terremoto, y que eran considerados por los estudiosos de la Biblia como los muros que cayeron en Jericó, habían sido destruidos siglos antes.
Durante las nuevas excavaciones no se ha descubierto ningún resto más de la última ciudad. Las tumbas, no obstante, comprueban que Jericó existió hasta la octava dinastía, de acuerdo con la conclusión de Garstang. Las porciones superiores de la colina, en apariencia han sido tan plenamente destruidas que parece que no ha quedado nada allí que sea posterior a más o menos el año 1600 a. de J. C. No hay seguridad ninguna acerca de si el material arqueológico que se descubra en esta colina en el futuro será de ayuda para explicar la caída de Jericó tal como nos la presenta el libro de Josué, aunque existe la posibilidad de que excavaciones futuras, que se han planeado para otras campañas más, hagan surgir eventualmente algo de las ruinas de la última ciudad. Que este montículo estuvo poblado hasta el siglo IV resulta evidente por el contenido de las tumbas.
Sin duda el lector se preguntará por qué me adherí a las explicaciones del profesor Garstang hasta una fecha tan avanzada como 1953, cuando se publicó el tomo 1 de “Our Firm Foundation” y se comenzó a imprimir el tomo 1 del “Comentario Bíblico Adventista” [9], aunque ya se habían publicado los resultados de la primera etapa de la nueva expedición realizada allí bajo la dirección de la Srta. Kenyon. El hecho es que los informes publicados antes de esas fechas no tenían indicación alguna de que la caída de los muros de la cuarta ciudad de Garstang hubiera sido fechada erróneamente. La Srta. Kenyon declara con mucha cautela que en la sección excavada por ella no se han descubierto señales de la ciudad de la última Edad de Bronce y destruida por Josué [10].
Algunas anotaciones en este sentido fueron incluidas al publicar mi declaración [11]. Sólo en noviembre de 1953, durante mi permanencia en Jerusalén y mi estudio del material descubierto en Jericó, pude darme cuenta de los resultados reales de las recientes excavaciones, tal como han sido publicados desde entonces, especialmente por el profesor Tushingham, en lo que concierne a la cuarta ciudad de Garstang.
Si por un lado tenemos que admitir, por lo tanto, que las excavaciones no han arrojado ninguna luz en la historia de la Jericó de los tiempos de Josué—que es lo que a los estudiosos de la Biblia les interesa más, —por otro se han hecho descubrimientos de naturaleza sensacional en los niveles elevados de la antigua ciudad. Han sido descritos en un informe preliminar mencionado en la nota 7, y no necesitamos discutirlo en este artículo, que tiene el único propósito de rectificar declaraciones previas hechas por el autor y advertir a los pastores que no usen más declaraciones acerca de Jericó formuladas antes de que dispusiéramos de los informes relativos a las excavaciones practicadas en 1953.
Advertencia contra las primeras fechas señaladas por los excavadores
No obstante, podemos añadir una palabra de explicación concerniente a las fechas de la era precristiana dada por los excavadores para los niveles superiores que salieron a luz en las ruinas de Jericó. No hay duda de que en los niveles que yacen debajo de los restos de la Jericó del segundo milenio, son mucho más antiguos; pero, cuán antiguos son, es un asunto que no se puede precisar. Esto fue admitido francamente por los excavadores en uno de sus más recientes artículos, en los cuales declararon: “Cuán antiguos son, rio podemos saberlo; una fecha aproximada sería 5.000 años a. de J. C.” [12]. De allí que cualquier fecha que se dé para los niveles elevados de Jericó no necesita perturbar a nadie que crea que los comienzos de la historia no pueden hacerse retroceder a fechas tan lejanas.
El Sr. D. H. K. Amiran, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, ha señalado que aun en los tiempos modernos los diferentes niveles de construcción se pueden suceder rápidamente en Palestina. De esta observación deduce la siguiente importante advertencia: “De la historia reciente surge una lección definida para la arqueología: la desintegración de aldeas o la formación de un tell (montículos formados por las ruinas de una antigua ciudad) no es de ninguna manera un proceso lento o gradual que se produce después de generaciones. Muy por el contrario, es un proceso rápido que se efectúa en unos pocos años [13].
Nadie necesita preocuparse, por lo tanto, a leer que Jericó era una ciudad amurallada en la cual se han encontrado cabezas esculpidas hace “siete mil años.” Tal fecha es, de acuerdo con las palabras de los arqueólogos, mera “conjetura”.
Sobre el autor: Profesor de Teología e Historia Antigua del Seminario Teológico Adventista.
Referencias:
[1] C. Warren. “Notes on the Valley of the Jordan and Excavations at Ain es-Sultan” (Londres, 1869).
[2] Ernst Sellin y Cari Watzinger, “Jericho: die Ergebnisse der Ausgrabungen” (Leipzig, J. C. Heinrich, 1913), págs. 190 en adelante.
[3] Los siguientes informes preliminares fueron publicados junto con algunos otros en el Quarterly Statements of the Palestine Exploration Fund: John Garstang. “Jericho: City and Necrópolis,” “Annals of Archaeology and Anthropology” 19 (1932), págs. 2-22, 35-54; 20 (1933), págs. 3-42; 21 (1934), págs. 99-136; 22 (1935), págs. 143-184; 23 (1936), págs. 67-100. Un resumen popular fue publicado en el libro de John Garstang y J. V. E. Garstang, titulado “The Story of Jericho” (Londres: Hodder y Stoughton, 1940, 200 págs; igualmente la nueva edición revisada: London: Marshall, Morgan y Scott, 1948).
[4] Los arqueólogos tienen la costumbre de fechar los restos de las antiguas ciudades de Palestina de acuerdo con los períodos que llevan los nombres que mencionamos más adelante y a los cuales adjudican las siguientes fechas aproximadas en el período precristiano, lo que no significa que son correctos ni que los acepta el autor de este artículo:
Primera Edad de Bronce I, 3200-3000 a. de J. C.
Primera Edad de Bronce II, 3000-2600 a. de J. C. Primera Edad de Bronce III, 2600-2300 a. de J. C. Primera Edad de Bronce IV, 2300-2000 a. de J. C. Edad Media de Bronce, 2000-1600 a. de J. C. Ultima Edad de Bronce I, 1600-1400 a. de J. C. Ultima Edad de Bronce II, 1400-1200 a. de J. C.
[5] Véase Garstang, “The Story of Jericho” 2a. ed., pág. 133 y sig.
[6] Se han propuesto las siguientes fechas para la caída de la cuarta ciudad: (1) J. Garstang: entre 1400 y 1385 (“Story of Jericho, 2a. ed., pág. 130.) (2) W. F. Albright: entre 1375 y 1300 (“Bulletin of the American Schools of Oriental Research.’’ No. 58, abril, 1935), págs. 11-13; No. 74 (abril, 1939), págs. 18-20. (3) H. Vincent: 1250 en adelante (“Quarterly Statements of the Palestine Exploration Fund,” 1931, págs. 104, 105; “Revue Biblique,” 44 (1935), págs. 583 y sig.).
[7] Han’ aparecido los siguientes informes preliminares acerca de las excavaciones de 1952: Catalina M. Kenyon, “Excavations at Jericho, 1952,” Palestine Exploration Quarterly, 1952, págs. 4-6, 62-82; Kenyon, “Early Jericho,’’ Antiquity, No. 103 (sept.), 1952, págs. 116-122; A. Douglas Tushingham, “The Joint Excavations at Tell es- Sultan (Jericho).” Bulletin of the American Schools of Oriental Research, No. 127 (Oct. 1952), págs. 5-16.
[8] Tushingham, The Biblical Archaeologist Magazine, 16 (Sept. 1953), pág. 57.
[9] Las correcciones con respecto a los descubrimientos de la Dra Kenyon se han hecho en las págs. 124, 125, y en la nota 8, pág. 124, de la tercera edición del tomo 1 del “Comentario Bíblico Adventista.
[10] Una cita del informe de la Srta. Kenyon publicado en 1952 nos dará una idea de las palabras cautelosas que ella emplea para expresar sus conclusiones: “Hay pues un vacío cronológico de unos 900 años en los restos descubiertos en el área excavada. Este vacío abarca, desgraciadamente, el período de Josué, cuya fecha se ha fijado entre los años 1400 y 1260 a. de J. C. Resulta prematuro decir cuál es la explicación de este hecho sorprendente. Es evidente, sin embargo, que ha habido luna destrucción tremenda de las partes superiores del montículo. Como ya ha sido dicho, sólo las partes inferiores de los muros de la Edad Media de Bronce subsisten en el área excavada este año.” — “Palestine Exploration Quarterly,” 1952, pág. 71.
[11] “Our Firm Foundation,” tomo 1, pág.75
[12] Kenyon y Tushingham, National Geographic Magazine, 104 (Dic. 1953), pág. 870
[13] D. H. K. Amiran, “Palestino: Pattern Settlement,” “Israel Exploration Quarterly,” (1953), pág. 209.