El autor propone una lectura de los diferentes sacerdocios a los que se refieren las Sagradas Escrituras.

Nuestro texto bíblico de estudio será Hebreos 7:1-3. Aquí se exalta el sacerdocio de Melquisedec y se desprecia el sacerdocio levítico, e inclusive parece confundirse a Cristo con Melquisedec. ¿Por qué sucede esto? ¿Quién era Melquisedec? ¿Cómo puede un rey pagano servir de figura para Cristo? ¿Cuáles son las razones de su superioridad sobre Leví? ¿Cuál es la importancia de esto para los cristianos? Una división del tema en tres tópicos nos facilitará el estudio y la comprensión.

1.   El sacerdocio de Melquisedec

Aquí tenemos el primer tópico, y en él debemos dar un primer paso que consiste en identificar a Melquisedec. ¿Quién era? ¿Una figura legendaria? ¿Una corporificación humana del Espíritu Santo? ¿Una manifestación teofánica de Cristo? ¿O era una persona real con una visión elevada acerca del Dios verdadero?

Veamos: con certeza no era una figura legendaria, pues Abrahán fue su contemporáneo, y quien le entregó los diezmos en ocasión de su visita (Gén. 14:18-20). Tampoco era una corporificación del Espíritu Santo, pues no tenemos ningún texto bíblico que apoye una opinión tan ridícula. Y no era una manifestación teofánica de Cristo, porque todas las manifestaciones del Antiguo Testamento (como en el caso de Abrahán, Moisés, Jacob, etc.) eran bien diferentes de lo que se puede ver en Melquisedec, una persona de carne y huesos y gobernante de una nación cananea. Para que fuera Cristo se necesitaban dos encarnaciones, y esto no se ajusta al esquema bíblico. Además, Elena de White dice: “Melquisedec no era Cristo, sino la voz de Dios en el mundo, el representante del Padre”[1] En verdad, Melquisedec era una persona real y no un mito. “Se lo presenta como un rey que tenía funciones y derechos sacerdotales”.[2] El “bendijo a Abrahán, y dio gracias al Señor, quien había obrado tan grande liberación por medio de su siervo”.[3] Y su nombre, como lo explica el propio texto de Hebreos, quiere decir “Rey de justicia”. ¿De dónde recibió este significado de justicia? Ciertamente del Dios verdadero. Esto porque “nunca hubo una extinción completa de Dios en el mundo, y aquí, de igual manera Dios tenía preservado algún conocimiento de sí mismo”.[4]

Con respecto a la expresión “sin padre, sin madre”, no quería decir que no tuviera padre y madre. Ciertamente que los tenía, pero significaba que su descendencia era desconocida, pues entre los paganos no había mucha preocupación por conservar los linajes genealógicos como entre los semitas. Incluso en el mismo Israel solían acontecer extravíos de genealogías entre familias levitas, que causaban serias dificultades para aquellos que oficiaban como sacerdotes. Así sucedió en ocasión del retorno del cautiverio (Esd. 2: 58-62). Sencillamente no pudieron oficiar como sacerdotes, eran como si no tuvieran padre y madre. Además, “este modo de hablar —sin padre, sin madre— era muy familiar para los escribas asirios y los rabinos judíos. Y también era conocido por los escritores griegos y latinos”.[5]

Del mismo modo, la expresión “que ni tiene principio de días, ni fin de vida” significaba que su historia biográfica se tornaba desconocida. “Emerge repentinamente de lo desconocido y asimismo desaparece. No se sabe de dónde vino ni a dónde va. Se ignora el día de su nacimiento y el de su muerte, y el tipo de su sacerdocio eterno”.[6]

De esta manera Melquisedec aparece abruptamente y abruptamente desaparece sin ser anunciado. Esto no tenía valor para el sacerdocio levitico, el que exigía estricta información genealógica como condición para su ejercicio. Melquisedec habría estado descalificado para tal orden y habría sido tenido como inmundo, a semejanza de aquellos levitas del tiempo de Esdras (Esd. 2: 62, 63). Sin embargo, la orden de Melquisedec tiene profundo significado como tipo de Cristo, quien es eterno y preexistente en sí mismo.

En cuanto a su identidad sacerdotal, nos causa extrañeza que sin ningún vínculo semita aparezca en el escenario como sacerdote del Altísimo. Por tanto nos preguntamos: ¿Cómo un rey pagano puede ser sacerdote del Altísimo? Sí que puede. Esto nos parece extraño por causa de nuestras dogmáticas limitaciones exclusivistas. Porque para muchos de nosotros sólo hay santos en Israel, y fuera de él nadie puede serlo. Así también solemos pensar a nivel de Iglesia Adventista. Pero Elena de White dice que “entre los habitantes de la tierra hay, dispersos en todo país, quienes no han doblado la rodilla ante Baal… En la pagana Africa, en las tierras católicas de Europa y de Sudamérica, en la China, en la India, en las islas del mar y en todos los rincones oscuros de la tierra, Dios tiene en reserva un firmamento de escogidos que brillarán en medio de las tinieblas para demostrar claramente a un mundo apóstata el poder transformador que tiene la obediencia a su ley”.[7]

A continuación necesitamos identificar quién era el Dios adorado por Melquisedec. En el texto masorético el nombre del Dios Altísimo es “ ’EI ‘Elyon”.[8] Y el Comentario bíblico adventista dice que “la primera parte de esta palabra, ‘El, de la misma raíz de ‘Elo- him, significa “el Poderoso”… El segundo término, ‘Elyon… describe a Dios como “el Altísimo”, “el Exaltado”, “el Supremo”.[9] Asimismo, John Davis nos informa que “Saturno era un dios adorado por los fenicios. Y ’EI ‘Elyon es una palabra que aparece en la teogonia de los fenicios, representando al creador de todo —cielos y tierra. Si este ’EI ‘Elyon no representa la concepción que Melquisedec tenía de Dios Unico, debe referirse al Dios Supremo, el Dios de los dioses, idea más elevada, aunque no sea el puro monoteísmo”.[10] “Ciertamente es sorprendente encontrar entre los impíos cananeos y amorreos del tiempo de Abram  a un gobernante local que no sólo era leal al verdadero Dios sino que también oficiaba sacerdotalmente”.[11] Asi fue en aquellos tiempos y lo es también hoy, porque nunca ha de faltar el conocimiento de Dios en la Tierra. Y fue sobre esta base que Abrahán reconoció a Melquisedec como sacerdote del Altísimo. “Confesando, Melquisedec, su creencia en ’EI ‘Elyon y reconociendo como Creador de los cielos y la Tierra, fue identificado por Abrahán como Jehová, o Creador”.[12]

Ahora sólo nos resta ver la identidad tipológica de Melquisedec con Cristo. ¿Qué relación tipológica hay entre él y Cristo? ¿Cuáles son las características que hacen de Melquisedec una figura de Cristo? Entre muchas, tres son las más importantes: la geográfica, la teológica y la histórica.

Geográficamente el sacerdocio de Melquisedec tiene amplitud étnica —sin limitaciones de raza; tiene amplitud genealógica —sin limitaciones de linaje; y tiene amplitud geográfica —sin limitaciones de nación. El sacerdocio de Cristo se identifica perfectamente con este perfil: no estaba limitado por raza, linaje o nacionalidad. Cristo mismo era de la tribu de Judá y no de Leví, era sin principio, sin fin…

En el terreno teológico la orden de Melquisedec tiene amplitud funcional: desempeña la doble función de Rey y Sacerdote. Tiene amplitud cronológica: era un sacerdocio eterno, sin principio ni fin. Y también tiene amplitud misiológica: representaba al verdadero Dios en un mundo pagano, sin fronteras; figuras que coinciden perfectamente con la obra redentora de Cristo, quien después de la resurrección y ascención asume el reino y sacerdocio eternos y universales.

En el campo histórico la orden de Melquisedec se mezcla con la geografía y la historia, formando una perfecta tipología del sacerdocio de Cristo. Sobre este particular existe una amplitud geográfico-cósmica en el nombre de Jersusalén. Originalmente, según Davis, SALEM “es una abreviatura natural de la palabra Jerusalén o Jebús (Jos. 18: 28; Juec. 19:10, 11; 1 Crón. 11:4). Salem significa completo, pacífico, paz. Jerusalén significa lugar de paz, habitación segura”. En los días de Abrahán era gobernada por los amorraos, pero en la conquista de Canaán sus dueños eran los jebuseos, y de allí el nombre de Jerusalén; según algunos: Jebús + Salem. En la conquista de Canaán su rey era Adonisedec, que quiere decir: Señor de justicia. Ya en los días de David, después de su captura, aquel lugar pasó a ser llamado el “Monte Sion”, que quiere decir “Tierra seca bañada por el sol” (2 Sam. 5: 7; 1 Crón. 11:5). Al llevar David el Arca sagrada hacia aquel lugar, el monte adquirió carácter sagrado; un lugar que apenas era “la ciudad de David”, se tornó entonces en un “Monte Santo” (2 Sam. 6:12, 13). Además, del otro lado de la Ciudad de David, o Monte Santo, estaba el Monte Moriah, en donde Abrahán sacrificó a Isaac, y donde, más tarde, Salomón construyó el Templo. En aquella oportunidad el Arca dejó el Monte Sion y vino a habitar en el Monte Moriah, en el Templo. Con esto, Sion ya no era apenas una fortaleza de los jebuseos, la antigua Salem, sino también el Moriah. Y más tarde toda la moderna Jerusalén, que ahora abarcaba no sólo sus dos colinas sino también todas las otras que formaban parte de la cordillera, pasó a llamarse de Sion, o Monte Sion (Sal. 76:2; 2 Rey. 19:21; Sal. 48; 69: 35; 133; Isa. 1:8; 3:16; etc.). Esta imagen sagrada de Jerusalén y Monte Sion llegó hasta el Nuevo Testamento y pasó al mundo de las tipologías cósmicas y universales de la Ciudad eterna de Dios y del Reino y Sacerdocio universal de Cristo con su Pueblo (Heb. 12:22; Apoc. 14:1-5; 21; 22:1-5; etc.).

“Cuando Dios estableció a Israel en Palestina, planeó que Jerusalén fuera, finalmente, la capital de toda la tierra, que fuera una nación y un pueblo, una hermandad unida, feliz y apacible, unificada por el culto al Dios del cielo”.[13] En este sentido Melquisedec fue el instrumento original con quien se iniciaron estos propósitos divinos, que por fallas de Israel fueron bloqueados. Pero luego pasaron a los cristianos, y han de cumplirse finalmente en el reino y sacerdocio de Cristo en la Tierra Nueva.

Resumiendo las relaciones tipológicas entre Cristo y Melquisedec tenemos lo siguiente: Melquisedec fue rey y sacerdote de Salem, Cristo es rey y sacerdote de Jerusalén (y lo ha de ser también de la Nueva Jerusalén); Melquisedec no tenía linaje sacerdotal, tampoco Cristo (ya que era de Judá, cuando debía ser de Leví); Melquisedec no tenía fronteras étnicas ni geográficas en su sacerdocio, tampoco Cristo (pues su función era de carácter universal); finalmente, Melquisedec, sin principio ni fin, no estaba limitado en el tiempo, como acontecía con la orden de Leví. Y Cristo, eterno y preexistente, sin límites cronológicos en su función redentora, ejerce un sacerdocio cósmico y universal.

  1. El sacerdocio levítico

Esta nueva orden sacerdotal surgió después del cautiverio egipcio. ¿Y por qué fue organizada? Por causa de la fundación de Israel como Nación teocrática, donde las funciones de reino y sacerdocio estarían provisoriamente divididas. Este sacerdocio satisfaría una necesidad temporal del pueblo elegido, hasta que llegara su verdadero Príncipe (Cristo), la única persona en quien habrían de concentrarse las dos funciones.

Fue escogida una tribu de entre las doce para el ejercicio sacerdotal: Leví. Pero, ¿quién era Leví? El tercer hijo de Jacob, un asesino que junto con su hermano Simeón causaron aquella brutal masacre de los siquemitas (Gén. 34). ¿Cómo accedió al ministerio un asesino de esta calaña? Por la misericordia de Dios, pues habla sido maldecido con una sentencia de esparcimiento y división: “Yo los apartaré en Jacob, y los esparciré en Israel” (Gén. 49: 7). En la zona norte, Jacob dividió la primogenitura de Rubén entre tres hermanos: José, Judá y Leví. José se quedó con los bienes materiales, Judá con la primogenitura del Mesías y Leví con el sacerdocio (1 Crón. 5:1, 2; Deut. 33:8-11). Así, la maldición de Leví resultó en bendición. Fue esparcido en Israel, sin herencia territorial, pero con el sacerdocio en la mano.[14]

Pero surge una pregunta: ¿Por qué Leví se torna en una figura imperfecta para el sacerdocio de Cristo? Porque estaba cercado de limitaciones humanas. Tenía limitaciones étnicas, genealógicas, geográficas, cronológicas, misiológicas y funcionales. Étnicas —una tribu sacerdotal, sirviendo a once tribus de la misma raza; genealógicas —sólo los levitas y ningún otro; geográficas —sólo en Palestina y desde allí al resto del mundo; cronológicas —”La muerte de Aarón hace resaltar la imperfección del sacerdocio levítico respecto a su mutabilidad”.[15] Mientras que Melquisedec aparece y desaparece sin pasar a nadie su sacerdocio, Leví lo va pasando de padre a hijo. Misiológicas —el mundo tenía que ir a Jerusalén, y no Jerusalén ir al mundo; funcionales —sólo se ocupaba del sacerdocio (otros debían hacerlo del reinado).

Con todo, a pesar de estas limitaciones y en términos de identidad tipológica, tenía algo que era inigualable: el servicio sacerdotal levítico era la más perfecta representación humana de la obra redentora de Cristo. Desde el vestuario hasta los adornos; desde los muebles del patio hasta los del lugar Santísimo; desde el culto diario hasta el culto anual, todo era el Evangelio de la salvación en miniatura, la obra redentora de Cristo en figuras y símbolos.

  1. El sacerdocio de Cristo

Con las dos exposiciones anteriores, ahora estamos más preparados para entender el sacerdocio cristiano, pues recibe características de los dos sacerdocios ya mencionados y establece sus propias peculiaridades. ¿Cuáles son los vínculos de herencia con la orden levitica? Varios y especialmente tres: teológico, histórico y escatológico. Teológico —toda la doctrina del santuario sobresale por completo en el celestial. La obra redentora de Cristo, simbolizada en el servicio diario y anual del santuario terrenal, se transfiere hacia el santuario celestial. Histórico —en la nación de Israel las doce tribus forman un reino teocrático, una nación santa y un pueblo elegido con una tribu al cuidado del sacerdocio (Exo. 19:5, 6); en la Iglesia cristiana los doce apóstoles forman las bases de un nuevo reino espiritual, donde toda la Iglesia pasa a asumir el sacerdocio en servicio al mundo entero, como un pueblo escogido, una nación santa, un pueblo peculiar (1 Ped. 2: 9).

Escatológico —porque teniendo como esquema profético la reunión de toda la familia de Dios en la Patria celestial, después de la batalla del Armagedón y la erradicación del pecado del universo, el sacerdocio cristiano se constituye en una esperanza escatológica donde los redimidos serán organizados en un nuevo reino y sacerdocio eternos (Apoc. 5: 9, 10).[16]

¿ Y qué vínculos existen entre el sacerdocio cristiano y la orden de Melquisedec? Ahora estamos en condiciones de formular por lo menos cinco: geográfico, étnico, genealógico, cronológico y misiológico. Geográfico —por su universalidad, esto es, sin fronteras nacionales; étnico —por su no compromiso con castas y razas específicas, siendo, por tanto, de todos; genealógico —por su apertura en aceptar sacerdotes del mundo entero, esto es, sin haber linaje especial; cronológico —por no estar limitado al tiempo, esto es, comenzó en la era apostólica y continuará por la eternidad sin fin; y misiológico —por involucrarse con la historia de la salvación en Cristo en una dimensión cósmica y universal, esto es, una proclamación del Evangelio eterno en este mundo y los efectos de su proclamación en el mundo venidero, con nuevos horizontes de conocimientos a nivel de eternidad.

En cuanto a las peculiaridades del sacerdocio cristiano, se destacan tres: profética, apostólica y cristológica. Profética —porque se fundamenta en el Salmo 110, donde David, por inspiración del Espíritu Santo, anuncia el surgimiento del sacerdocio cristiano, según el orden de Melquisedec (Sal. 110:4); apostólica —porque los santos apóstoles entendieron, desde muy temprano, que con ellos se iniciaba una nueva orden centralizada en Cristo (Heb. 7:5); cristológica —por el hecho de ser la humanidad y la divinidad de Cristo la razón y el centro de este nuevo sacerdocio, donde el propio Cristo muestra las obligaciones del sacerdocio con el “Id, y haced discípulos a todas las naciones..(Mat. 28:19, 20).

Conclusiones

Hay por lo menos dos motivos principales que explican el enaltecimiento de Melquisedec por sobre Leví en el libro de Hebreos. Primero, justificar delante de la nación judía la legitimidad del sacerdocio de Cristo, quien siendo del linaje de Judá estaría descalificado para un ministerio según la ley; segundo, establecer el sacerdocio de todos los creyentes —derribando las barreras étnicas, genealógicas, geográficas, cronológicas, etc.

Si existe algo emocionante en toda historia y también algo muy importante en todo esto, está en el hecho de que usted y yo somos privilegiados con nuestra inclusión en este sacerdocio divino. Aquí, yo particularmente, me siento extasiado, boquiabierto con sólo pensar que Jesuino Gómez, un nordestino sin profesión, sea ahora ministro de este Evangelio y sacerdote del Altísimo.

Usted también pertenece a este sacerdocio. ¿Cómo puede ser esto? Por la misericordia de Dios. Pero todo privilegio tiene sus responsabilidades, y esto también. Ahora necesitamos asumir nuestras funciones sacerdotales. Como los apóstoles, precisamos salir de Jerusalén e ir a Samaría, Decápolis, Alejandría y al mundo entero. No podemos continuar acurrucados entre las cuatro paredes de nuestra iglesia local; tenemos que salir afuera en el cumplimiento de nuestra misión.

Hermanos cristianos, ¿cómo va nuestro sacerdocio? O ¿qué estamos haciendo para transmitir el conocimiento del verdadero Dios al mundo? ¿Qué se ha hecho del Evangelio eterno que Cristo nos confió para predicar a todas las naciones? Que el Señor nos bendiga y nos de fuerzas para realizar esta obra.

Sobre el autor: Jesuino Gomes S. trabaja en la Unión Norte del Brasil.


Referencias

[1] Francis D. Nichol, ed., Comentario bíblico adventista del séptimo día (Mountain View, Publicaciones Interamericanas y Pacific Press, 1980), t. 1, pág. 1107 (en adelante, CBA).

[2] Russel Norman Champlin, O Novo Testamento Interpretado (Sao Paulo, Milénium Distribuidora Cultural, 1982), t. 1, pág. 527.

[3] Elena G. de White, Patriarcas y Profetas (Buenos Aires, Asoc. Casa Editora Sudamericana, 1985), pág. 131.

[4] F. Davidson, ed., O Novo Comentário da Biblia (Sao Paulo, Alianca Bíblica Universitária (Ed. Vida Nova], 1963), t. 1, pág. 98.

[5] John D. Davis, Diccionário da Biblia (Río de Janeiro, Junta da Educacao Religiosa e Publicacoes, 1970), pág. 388 (en adelante, DB).

[6] Ibíd.

[7] Elena G. de White, Profetas y reyes (Buenos Aires, Asoc. Casa Editora Sudamericana, 1987), pág. 140.

[8] Jay P. Green, Interlinear Bible. Hebrew, Greek and English (Grand Rapids, Baker Book House, 1982), pág. 11.

[9] 1 CBA: 321, 322.

[10] DB: 388.

[11] 1 CBA: 322.

[12] D. Guthrie y A. M. Motyer, eds., The New Bible Commentary Revised (Grand Rapids, Wm. B. Eerdmans, 1973), pág. 94.

[13] 2 CBA: 893

[14] Véase Stephen N. Haskel, The Cross and Its Shadow (South Lancaster, The Bible Training School, 1970), págs. 300, 301.

[15] 1 CBA: 907.

[16]. Véase Hans K. La- Rondelle, Urna Luz Maior sobre o Armagedom (IPae, Curso de Extensao da Andrew University, 1976). pág. 47.