El espíritu de profecía se refiere en estos términos a nuestra responsabilidad hacia los servicios religiosos del sábado:

“Cada uno debiera sentir que tiene una parte que desempeñar en la obra de conseguir que las reuniones del sábado sean interesantes. No recibimos ni la centésima parte de las bendiciones que debiéramos obtener al congregarnos para adorar a Dios. A todas las reuniones religiosas debemos asistir con nuestra percepción espiritual alerta y con plena conciencia de que Dios y sus ángeles están allí, cooperando con todos los verdaderos adoradores.” —”Testimonies” tomo 6, pág. 362.

En la primera parte de este artículo que vio la luz en el número anterior, mencionamos varios factores que el ministro de Dios debe considerar para que el Señor pueda centuplicar las bendiciones de los cultos sabáticos.

En esta segunda parte hacemos referencia a otros factores que, si son tenidos en cuenta, contribuirán a que los verdaderos adoradores reciban esa gran medida de las bendiciones del Señor en los cultos de su día santo.

Preparación de los adoradores

Se debiera enseñar a los fieles que durante la semana tengan presente el culto del próximo sábado y que oren por él como también porque el Señor los guarde con corazones puros. Así, cuando acudan al templo en compañía de sus familias, lo harán con reverencia, conscientes de encontrarse en la presencia de Dios y en la seguridad de recibir bendiciones, consuelo y ánimo para continuar en la lucha cristiana.

Con el fin de realzar la solemnidad del culto cada miembro—aun los niños—debe vestir su mejor ropa para entrar en la casa de Dios. Pero, ¡cuidado! No por eso ha de caerse en ostentación mundana, que es idolatría.

Las siguientes palabras de la sierva del Señor deberían movernos a meditación:

“El gusto moral de los adoradores en el santo templo de Dios debe ser elevado, refinado y santificado. Este asunto ha sido tristemente descuidado. Su importancia ha sido pasada por alto, y como resultado han prevalecido el desorden y la irreverencia y Dios ha sido deshonrado.”—”Testimonios Selectos’ ” tomo 4, pág. 151..

Inculquen los padres en el ánimo de sus hijos amor y respeto por los cultos. Veamos lo que la inspiración declara a este respecto:

“Casi todos necesitan que se les enseñe a conducirse en la casa de Dios. Los padres no deben sólo enseñar, sino ordenar a sus hijos que entren en el santuario con seriedad y reverencia.”—Ibíd.

Todos los padres deberían enseñar a sus hijos a comportarse con reverencia en los cultos. Si esto fuera practicado cada mañana y cada tarde en los cultos matutinos y vespertinos del hogar, se vería reflejado en las reuniones de la iglesia. Pero hay otra manera como los padres pueden contribuir a que sus hijos se comporten reverentemente en la casa de Dios y es hablándoles de ello antes de ir al culto, haciéndoles ver que al Señor le agrada que se le adore con reverencia como expresión de agradecimiento por los buenos padres, la vida, el alimento, el vestido y demás.

Es verdad que en nuestras iglesias hay muchos niños pequeños que por su corta edad aún no saben portarse debidamente en la casa de Dios. Para evitar que perturben los cultos cada iglesia debería adoptar ciertas medidas de seguridad. Sería bueno que en el fondo de todo salón de cultos se construya una habitación especial dedicada a las madres que tengan hijos pequeños. La pared de esta habitación, que daría a la plataforma, debería ser de vidrio doble, mediando entre las láminas un espacio de unos 5 cms., o bien de un solo vidrio, bien grueso. Colocando un altoparlante en esta habitación, las madres podrían escuchar todo el sermón y presenciar el culto a través de la pared de vidrio, sin que los inocentes corderitos del rebaño molesten a la congregación.

El arreglo del templo y su efecto sobre el culto de adoración

Se ha comprobado que aunque el recinto de cultos sea sencillo si está bien limpio y debidamente arreglado en armonía con la enseñanza de que Dios realmente está allí presente con su Santo Espíritu, los miembros tendrán mayor respeto por la casa de Dios. Esta debe ser un lugar donde pueda respirarse la misma atmosfera de la visión que tuvo Isaías, donde los adoradores puedan percibir la voz de los serafines que dicen: “Santo, santo, santo” (Isa. 6: 3). Si el ámbito de la iglesia en vez de tener el aspecto de tal más bien parece un salón de actos o un aula de clases, no hay que extrañarse de que los miembros pierdan muchas de las bendiciones que Dios quiere impartirles.

Algo que contribuye a la solemnidad del culto es el decorado del recinto, que si bien corresponde que sea sencillo, debe no obstante predisponer el ánimo de los fieles al recogimiento. Para conseguir este efecto es importante la elección del color de las paredes y lo que en ella se fije, como asimismo el diseño de los bancos. Cuando éstos son reemplazados por sillas se produce la impresión de estar en un salón o club. Los bancos deberían tener un diseño gótico, o cualquier otro estilo apropiado que despierte sentimientos de reverencia en los concurrentes.

Los pasillos alfombrados constituyen otro factor que contribuye a aumentar la reverencia porque amortiguan el ruido de las pisadas de los que llegan tarde.

Pero sobre todo, la plataforma debería estar arreglada de tal manera que pudiera ser considerada por los adoradores como el lugar santísimo de la antigua dispensación.

El púlpito nunca debiera convertirse en depósito de objetos en desuso. Una buena alfombra y una linda decoración floral o de plantas en la plataforma contribuirán a suscitar el espíritu de reverencia que acerca la congregación al Altísimo.

Al construir las iglesias conviene dar al lugar destinado al culto una configuración arquitectónica tal que el sólo hecho de trasponer sus umbrales inspire reverencia, quietud y espíritu de adoración. A veces gastando una suma ínfima se puede conseguir este efecto, y la Hna. White dice que todo lo que se invierta en la casa de Dios para obtener estos resultados será dinero bien empleado.

La música y sus efectos sobre los adoradores

La experiencia ha demostrado que cuando los hermanos tienen una participación activa en el culto de adoración, regresan a sus hogares más reconfortados y con más celo para servir al Señor. La música instrumental y los cantos son las actividades más importantes en que los adoradores pueden tener participación directa.

Al estudiar la iglesia del Antiguo Testamento notamos que tanto el canto como la música instrumental tuvieron un papel muy importante en los cultos divinos. De esto dan testimonio muchos de los Salmos y también los libros l9 y 29 de las Crónicas.

No hay nada que eleve más el corazón humano a Dios que la música sagrada. He aquí el efecto que ella tuvo en oportunidad de la dedicación del templo de Salomón:

“Y los levitas cantores, todos los de Asaph, los de Hernán y los de Jeduthún, juntamente con sus hijos y sus hermanos, vestidos de lino fino, estaban con címbalos y salterios y arpas al oriente del altar; y con ellos ciento veinte sacerdotes que tocaban trompetas: sonaban pues las trompetas, y cantaban con la voz todos a una. para alabar y confesar a Jehová: y cuando alzaban la voz con trompetas y címbalos e instrumentos de música, cuando alababan a Jehová diciendo: Porque es bueno, porque su misericordia es para siempre, la casa se llenó de una nube, la casa de Jehová. Y no podían los sacerdotes estar para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había henchido la casa de Dios.” (2 Crón. 6:12-14.)

Leemos en 1 Crón. 16:23-28: “Cantad a Jehová, toda la tierra, y anunciad de día en día su salud. Cantad entre las gentes su gloria, y en todos los pueblos sus maravillas. Porque grande es Jehová, y digno de ser grandemente loado, y de ser temido sobre todos los dioses. Porque todos los dioses de los pueblos son nada: mas Jehová hizo los cielos. Poderío y hermosura delante de él; fortaleza y alegría en su morada. Atribuid a Jehová, oh familias de los pueblos, atribuid a Jehová gloria y potencia.”

Si fomentáramos más los cantos: coros, cuartetos, dúos, etc. en nuestros cultos, los ojos de la fe verían cómo “la gloria de Jehová” ha henchido la casa de Dios, y ello redundaría en aumento de espiritualidad y de asistencia a los cultos. No tenemos prescrita ninguna liturgia para nuestros cultos sabáticos, pero cada iglesia puede dar un mayor énfasis a los preludios, doxologías, interludios y postludios.

Cuando Jorge F. Haendel, el gran compositor alemán, presentó su oratorio “El Mesías” en Dublín, alguien le preguntó cómo se había sentido al componer el coro “Aleluya” perteneciente al mismo. El artista replicó: “Creo que vi el cielo abierto delante de mí, y también al mismo Altísimo.”

Al hacerle un cumplido alguien en la misma ocasión, contestó con las palabras: “Me daría pena si sólo les hiciese pasar una hora agradable. Deseo conseguir que el público se eleve, que sea mejor.”

La entonación de los himnos constituye casi la única parte del culto en que la congregación tiene participación directa. Por eso es casi un pecado suprimir estrofas de los himnos a fin de que el orador tenga cinco minutos más para predicar. ¡Cántense todas las estrofas de los himnos y la grey será elevada a las alturas de la santidad!

La lectura de la Biblia en el culto de adoración

Al estudiar las prácticas de la iglesia del Antiguo Testamento encontramos que la lectura de las Escrituras era la parte más importante del culto. Sin embargo en nuestros días esta costumbre casi ha desaparecido de los cultos. La lectura de la Palabra de Dios debería ser revivida, pues no hay nada que produzca mayores bendiciones para la congregación que unos pasajes escogidos de las Escrituras, leídos con reverencia, como si el mismo Señor estuviese pronunciando cada palabra.

La experiencia ha demostrado que muchas iglesias han mejorado su condición espiritual al tener lecturas dialogadas de las Escrituras, antes de la oración pastoral. En estas lecturas, los versículos impares pueden ser leídos por el pastor y los pares por la congregación. Al anunciar la lectura se deberá dar tiempo a los miembros para que busquen los pasajes respectivos. El ministro debe quedar quieto durante ese tiempo, y la organista puede tocar un brevísimo interludio. Conviene que haya dos o tres hermanos en el coro que hayan leído el texto muchas veces en sus casas durante la semana, para guiar a la congregación en la lectura.

En los tiempos de la dispensación judaica, cuando se leía la Palabra de Dios en las sinagogas, toda la congregación permanecía de pie en señal de reverencia, porque era Dios quien hablaba por su Palabra. Después de la lectura todos se sentaban, y aun el orador explicaba sentado las Escrituras.

Nuestro Señor Jesús siguió observando la misma costumbre. Cuando entró en la sinagoga de Nazaret, según San Lucas 4:16, “conforme a su costumbre, el día del sábado en la sinagoga se levantó a leer.” Luego en los versículos 20 y 21 hallamos las palabras: “Y rollando el libro, lo dio al ministro, y sentóse… y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos.”

Sería loable que cada sábado de mañana antes de la oración pastoral se leyera una porción de las Escrituras, con preferencia algo que tenga relación con el sermón. A veces se pueden leer las bienaventuranzas, un salmo o alguna porción del mismo que encierre un pensamiento completo, o la ley de Dios. Si esta última es presentada conviene que el ministro lea el primer mandamiento, la congregación el segundo, y así sucesivamente hasta terminar.

Recomendamos que cada mes o cada dos meses se lea la ley de Dios. Pero, para que ello sea provechoso y produzca espíritu de adoración y deseo de recibir bendiciones de Dios, el pastor debe ser capaz de leer los pasajes respectivos como lo hacían los ministros en tiempos de Nehemías y Esdras:

“Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura” (Neh. 8:8). El versículo siguiente nos dice que la congregación quedó tan conmovida por la lectura que lloró.

Es recomendable que el pastor o el encargado de la lectura de la Sagrada Escritura lea los textos con oración de 20 a 50 veces durante la semana para que pueda descubrir su sentido y transmitir a la congregación en forma clara lo que Dios quiere revelarle por ellos. Al leer la Santa Biblia es Dios mismo quien nos habla.

Las oraciones y su influencia sobre el orador

La forma de orar y el espíritu de las oraciones también tienen que ver con la medida de las bendiciones que la grey recibe.

La invocación debería concretarse a ser nada más que eso, en vez de transformarse en una oración que habla de todo.

La oración pastoral hecha de rodillas, debería limitarse en su contenido al propósito de la hora y las necesidades de la iglesia. Debería ser corta y no tener más de 1 minuto a 1 V2 duración, y a continuación toda la congregación podría repetir el Padrenuestro al unísono. Esto daría otra oportunidad a la grey de tomar parte activa en la adoración, lo que elevaría más su espíritu al Señor.

La oración final debe ser una bendición para los fieles que se retiran a sus hogares. Sin embargo, muchas veces sucede que esta oración se convierte en un pequeño sermón dirigido a Dios para darle cuenta de lo que se acaba de predicar, como si el Señor no hubiese estado presente para enterarse de todo lo que se dijo allí.

La Biblia está llena de oraciones que se prestan para el fin de culto. Tenemos por ejemplo la preciosa bendición que Dios mismo le enseño a Moisés y que se encuentra en Números 6:24-26:

“Jehová te bendiga y te guarde: haga resplandecer Jehová su rostro sobre ti, y haya de ti misericordia: Jehová alce a ti su rostro, y ponga en ti paz.” Amén.

A continuación, van otros textos que se pueden usar a cambio del precedente para no repetir todos los sábados la misma bendición:

Rom. 16:27; 2 Cor. 13:13; Gál. 1:3-5; Efe. 6:23, 24; 1 Tes. 5:23, 28; Heb. 13:20, 21; 2 Juan 3.

Conviene que después de la bendición la congregación se siente para elevar una oración silenciosa, mientras el coro entona un himno adecuado de despedida.

Las ofrendas y el culto de adoración

El dar ofrendas es una parte importante del culto divino. Es un acto de agradecimiento a Dios y debería ser considerado como tal. os diáconos debieran recoger la colecta de manera que la congregación se dé cuenta de que es una parte importante del culto y que acompañe con una oración silenciosa la entrega de las ofrendas.

En 1 Crónicas 16:29 leemos: “Tributad a Jehová la gloria debida a su nombre: trae ofrenda, y venid delante de él; postraos delante Jehová en la hermosura de su santidad.

En este artículo no hemos tratado de escribir una liturgia para los cultos sabáticos a seguir en todas las iglesias, sino solo hemos dado algunas sugestiones que podrán ser a adaptadas por cada ministro y su junta de iglesia a las necesidades locales. Al hacerlo, se deberá tener presente que cada una de las partes del culto: las oraciones, el canto, la música, la lectura bíblica, el sermón, la ofrenda y la bendición final, forma parte integrante de él y sirve para elevar a Dios el espíritu de la grey y despertar en los presentes el deseo de confesar sus pecados y entregar sus vidas al Señor. En resumidas cuentas, todo el servicio debe tender a que la congregación reciba las bendiciones que Dios está deseoso de derramar y que le ayudarán a hacer frente con éxito a las luchas de la vida y a las tentaciones del enemigo de las almas.

Que Dios bendiga a todos los ministros en su estudio, trabajo y oración tendientes a conseguir que los cultos sabáticos sean cien veces más bendecidos que hasta ahora, según la promesa del Señor.

Nota. —Próximamente nos ocuparemos de cómo centuplicar las bendiciones de la reunión de oración.