Al leer la siguiente cita del espíritu de profecía, luego de meditar en ella y observar a la luz de sus declaraciones algunos cultos sabáticos, el sermón y la conducta de la grey, nos percatamos de cuán verdaderas son sus frases inspiradas: “Cada uno debiera sentir que tiene una parte que desempeñar en la obra de conseguir que las reuniones del sábado sean interesantes. No recibimos la centésima parte de las bendiciones que debiéramos obtener al congregarnos para adorar a Dios. Debiéramos asistir a todas las reuniones religiosas, con nuestra percepción espiritual alerta, con plena conciencia de que Dios y sus ángeles están allí, a fin de cooperar con todos los verdaderos adoradores.”—“Testimonies” tomo 6, pág. 362.
Dividiremos nuestra exposición en dos partes, dedicando la primera a la relación del ministerio con los cultos sabáticos, y la segunda —si Dios quiere aparecerá en el próximo número de nuestra revista, —a la relación de los miembros de la iglesia con ellos.
El sermón y la posibilidad del orador
El factor que contribuye más eficazmente a que el pastor centuplique la magnitud de sus esfuerzos, es su personalidad. Por eso el ministro debe examinarse cabalmente cada mañana con el propósito de reavivar en su alma los más altos ideales cristianos, que han de traslucirse en toda su conducta. Una personalidad cristiana perfecta constituye uno de los factores fundamentales para lograr que los oyentes acepten y pongan en práctica en la vida diaria el mensaje que se les explica.
El predicador y su conocimiento del plan de redención
Luego, para multiplicar la bendición de un sermón, el ministro debe comprender cabalmente el plan de salvación, pues si él mismo no conoce los pasos que ha de dar el pecador para lograr la justificación y la santificación, difícilmente podrá ser instrumento de salvación para los que yerran e inducir a los indiferentes a abandonar el mundo y sus prácticas y vivir para su Salvador. Están confirmadas estas consideraciones por las siguientes palabras del espíritu de profecía:
“Los pastores necesitan tener una manera más clara y sencilla de presentar la verdad como es en Jesús. Su propia mente necesita comprender el gran plan de salvación más plenamente. Pueden entonces desviar las mentes de los oyentes de las cosas terrenales y conducirlas a las espirituales y eternas.”— Evangelismo” pág. 141.
Cien bendiciones adicionales recibirían los oyentes de su pastor si éste hiciera carne de su carne las siguientes palabras de un santo ministro del Señor, el pastor Jorge W. Truett, de cuya “Biografía” leemos lo siguiente en las páginas 270 y 271:
“El hombre de Dios debe tener un conocimiento íntimo de las cosas espirituales. Debe ser capaz de ver las montañas ocupadas por caballos y carros de fuego; de interpretar lo que está escrito por el dedo de Dios sobre las paredes de su conciencia; de comprender las señales de los tiempos en términos de su significado espiritual; de oír y contar los pasos del Omnipotente mientras camina en su jardín a la hora del crepúsculo. Debe ser capaz, de vez en cuando, de descorrer el velo de las cosas terrenales para que los mortales puedan tener una vislumbre del Trono de la Gracia. En verdad, el hombre de Dios tiene que ser un joyero que pueda transformar los metales impuros de este mundo en oro fino de valores celestiales. El hombre de Dios debe declarar el modelo que le fue dado en el monte; debe pregonar la revelación recibida; debe remover la piedra de la tumba de las esperanzas muertas de la humanidad y proclamar la resurrección a una vida nueva por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor.”
La predicación debe ser expositiva
A veces la falta de espiritualidad en las iglesias se debe a la falta de predicaciones expositivas de las Sagradas Escrituras. Muchas son las bendiciones que la iglesia pierde por ello. Los hermanos descuidan el estudio de la Biblia o manifiestan poco interés en ella por causa de que no comprenden las Escrituras. Si los oyentes recibieran más sermones explicativos de la Palabra de Dios, ésta sería mejor comprendida, se la estudiaría con mayor regularidad en los hogares y todos se beneficiarían ampliamente.
Puede predicarse esta clase de sermones tomando, por ejemplo, un libro entero de la Biblia y presentando el tema central del mismo. No se necesitan más de cuarenta minutos para ofrecer una síntesis del libro bíblico escogido, a la manera de los comentarios que aparecen en los diarios de los libros recién salidos de prensa. Con ello se lograrán tres beneficios: los oyentes sentirán el deseo de leerlo en sus propias casas; su lectura los inducirá a buscar a Dios y el perdón de sus pecados, y comprenderán que tan sólo en la Biblia hallarán paz de espíritu, consuelo y seguridad.
Otras veces podrán presentarse uno o dos capítulos de la Sagrada Biblia con un mensaje completo. A menudo serán suficientes cinco o doce versículos con un tema completo, que darán materia para un sermón integral. Y a veces bastará tan sólo un versículo.
Generalmente no se predican sermones de esta clase porque insume mucho tiempo su preparación. Desafortunadamente hay pastores que tienen por costumbre recorrer las páginas de la Biblia tal como hace un turista apresurado que recorre muchos lugares sin ver casi nada. En verdad para que un sermón explicativo llegue al corazón de los oyentes y les resulte de bendición es necesario que el ministro haya estudiado cabalmente y con profunda meditación y oración el material que va a exponer.
Si lo hace, el Señor le revelará los secretos más profundos de su significado espiritual, que penetrarán hondamente en su alma hasta formar parte de su ser.
La exposición bíblica no debe reflejar meramente la objetividad tangible del cristianismo y de la verdad presente que predicamos, sino que ha de ser instrumento para presentar en toda su gloria a nuestro Señor Jesucristo, su vida intachable y su maravilloso plan de salvación.
Los sermones en los que se desarrolla un tema a base de versículos dispersos de las Sagradas Escrituras, tienen su lugar y son beneficiosos, pero no pueden sustituir las exposiciones sistemáticas de libros y porciones de la Sagrada Biblia que inducen a los oyentes a amarla, estudiarla y considerarla como el mejor y el más valioso de todos los libros del mundo. El sistema expositivo lo logra mejor que ningún otro método, pues por su medio el oyente sigue, versículo por versículo y pensamiento por pensamiento. las ideas del escritor bíblico.
Toda vez que el predicador suba al púlpito recuerde que está allí en lugar de Cristo. Diríjase a los oyentes como lo haría nuestro mismo Señor. Sienta en toda su intensidad amor y simpatía por las almas que están esparcidas y deben ser conducidas al redil del cielo.
Ojalá que tras cada sermón expositivo preparado con unción del Espíritu Santo y espíritu de oración, y con el esfuerzo que Dios espera de cada uno, los oyentes, en vez de alabar al predicador, exclamen: “Este sermón era lo que mi corazón necesitaba. De hoy en adelante perteneceré al Señor.”
La grey recibirá bendiciones centuplicadas, esas mismas bendiciones que Dios está ansioso por derramar sobre su pueblo cada sábado a través del ministerio fiel y consagrado de sus representantes, los ministros de su iglesia.