EL AMOR POR LA OBRA DEL SEÑOR

Muchas de nosotras hemos asistido al último congreso de la Asociación General donde se nos volvió a recordar que somos parte de una gran obra en expansión. Al contemplar a los delegados de las tierras del este, del oeste, del norte y del sur nuestro corazón se estremeció y nos parecía oír el murmullo de las alas de los tres ángeles volando en medio de los a los dirigentes leer sus informes y hablar de sus planes tomamos conciencia de que todavía queda una obra enorme para ser hecha, amonestando al mundo entero de la hora del juicio que ha de venir y refiriendo el amor de Jesús.

 ¿Cómo nos relacionamos con la gran tarea de la iglesia? ¿Nos entregamos cada día a Dios para ser usadas en el lugar donde estamos e iluminar algún rincón oscuro? Somos todas frágiles y débiles y estamos en pugna, y necesitamos tolerarnos mutuamente, trabajando con armonía en la obra del Señor. Dios es muy paciente con nuestros débiles esfuerzos y se digna emplearnos en la medida en que nos consagramos a él. ¿No debiéramos, entonces, ser pacientes con los demás?

 Hay quienes encuentran difícil ser tolerante con sus compañeros de trabajo porque éstos toman medidas y decisiones que a ellos les parecen erradas. No malgastemos nuestro tiempo, energía y emociones criticando a nuestros colegas, antes bien convirtamos nuestras críticas en oraciones en favor de ellos y empleemos el tiempo en hacer con más eficiencia la obra que nos ha sido confiada. Amemos esta gran obra y a nuestros colegas y avancemos unidos hasta que todo termine.

EL AMOR POR EL ORDEN

 Siendo la esposa de un ministro no pasa mucho tiempo hasta que una descubre que se debe hacer algo con todos los papeles que llegan a la casa.

 Si la iglesia no tiene un buzón, todos los asuntos de la misma pueden llegar a su hogar en forma de esquelas y notas. Además están las numerosísimas informaciones de la asociación local con todos leer con cuidado para luego actuar en consecuencia. Hay catálogos de libros, folletos, periódicos, papeles varios, cartas, material publicitario y un cúmulo de cosas más. Pronto usted comprende que si no hace algo va a ser sepultada bajo una avalancha de papel, de modo que comienza a organizar.

 Vale la pena dedicar un momento definido de cada día para “trabajar” con esos papeles, así como disponemos de tiempo para cocinar, limpiar o hacer las compras y para cumplir con otras tareas de la casa.

 Claro que usted puede haberse casado con esa clase de hombre que abre con cuidado la correspondencia apenas la recibe, anota en seguida lo que tiene que hacer, luego la guarda en el archivo y sabe exactamente dónde la puso sin necesidad de consultarla. En tal caso puede usted considerarse de lo más afortunada y como perteneciente a una dichosa minoría.

 Manténgase animosa con el teléfono. Posiblemente haya más esposas de ministros que se sienten abatidas por las constantes llamadas del teléfono que por cualquiera otra causa. Acéptelas como parte de la vida. Algunas “pastoras” que conozco se las arreglan con mucho ingenio para que el teléfono no les interrumpa demasiado el trabajo. Pueden seguir planchando, cosiendo o aun cocinando mientras sostienen una conversación. Sea diligente y exacta al tomar nota de los mensajes telefónicos y cuando sus hijos tengan la edad suficiente para contestar las llamadas, sea aún más cuidadosa al enseñarles cómo hacerlo con cortesía y eficiencia.

 Mantenga ordenado el hogar. Aunque algunos de los miembros de su iglesia tengan hogares desordenados ellos esperan que el suyo no sea así.

 La vida debe continuar en su aspecto directivo como en todos los demás del hogar. Preparar la comida, servirla, limpiar. Coser, remendar, planchar y lavar. Se han de preparar las tareas de la casa, se ha de jugar, se han de escribir las cartas, y practicar los pasatiempos y leer los libros, revistas y periódicos y hacer los paquetes que deban hacerse. Aunque nunca tengamos hogares como los que se ven en las ilustraciones de las revistas, podemos evitar la confusión. Haga una regla de la tarea de limpiar después de cada actividad y antes de comenzar otra; y haga que su familia cumpla con esta regla. Si Juanita ha estado haciendo sus tareas escolares y desea dedicar un rato a su tejido favorito antes de acostarse, haga que primero guarde sus libros. Lave la vajilla en seguida. Si cada uno ayuda esto se hace rápidamente y así la cocina y el comedor quedan en orden,

EL AMOR POR EL MINISTRO

 La Biblia emplea la palabra “unirse” para describir la relación entre el esposo y la esposa.

 Si los esposos y esposas siguieran este consejo y estuvieran más juntos, cuántos problemas se resolverían. Sin embargo hay cada vez menos unidad y por consiguiente más infelicidad en la relación matrimonial. El matrimonio del pastor debiera ser una demostración de lo que ese vínculo debe ser en el sentido que Cristo le asignó: un compañerismo pleno de amor. Se sentirán atraídos mutuamente porque cada uno disfrutará de la compañía del otro. Manténganse en el compañerismo. Trabajen juntos, oren juntos, hagan planes juntos, conversen juntos, caminen juntos, avancen juntos, descansen juntos.

 Dos estudiantes fueron a entrevistar a mi esposo en su oficina en uno de nuestros colegios. Estaban pensando en terminar con su matrimonio después de apenas dos años. Unas pocas preguntas revelaron por qué las cosas no estaban yendo como se esperaba. La esposa se iba al trabajo temprano por la mañana y regresaba a eso de las cinco de la tarde. A esa hora su esposo estudiante ya se había ido a su trabajo nocturno de ocho horas y no volvía hasta pasadas las once de la noche, y para entonces ella ya se había acostado y dormido. Durante el fin de semana se sentían tan cansados que se dedicaban a dormir y no podían disfrutar de los cultos, ni de los paseos del sábado a la tarde, ni de las visitas a los amigos ni de ninguna de las demás actividades que hacen del sábado un día feliz para una joven pareja.

 Mi esposo habló de esa situación con ellos, que terminaron admitiendo que no era necesario que ganaran tanto como habían pensado, y que con menos podían arreglarse y aun ahorrar. Así pues, convinieron en probar un plan por el cual el esposo trabajaría la mitad de las horas que hasta entonces, de modo que pudiera estar en el hogar para compartir una cena agradable con su esposa, charlar de ¡as clases y del trabajo y disponer de más tiempo para estudiar.

 Después se tomaron una semana de descanso durante las vacaciones de Navidad para aprender a conocerse nuevamente y emprender mejor la nueva etapa. ¡El plan resultó!

 Algunas esposas necesitan dedicar más tiempo a sus esposos, para escuchar sus planes y sus anhelos y vigilarles la salud.

 Cuidemos bien de ellos, protejamos su reputación y respetemos su momento de estudio. Reunámosles materiales e ideas. En una palabra, mimémoslos. Si no lo hacemos nosotras, alguien se encargará de hacerlo, ¡y no nos va a gustar!

 Trabajemos juntos tanto como sea posible. Por supuesto que usted no podrá ir a todas partes con él, pero en la medida en que pueda hacerlo acompáñelo a las reuniones (claro que no a las de juntas o comisiones a las que usted no pertenece), como también al hacer las visitas. El goza de su compañía por el mero hecho de que usted vaya en el auto. Llévese siempre algo para hacer mientras espera que él termine con sus asuntos.

 Trabajemos juntos por las almas. “Ella [la esposa del predicador] debe trabajar con fervor y fidelidad, y en unión con su esposo, para salvar almas. Nunca debe imponer sus deseos, ni expresar falta de interés en la obra de su esposo, ni espaciarse en sentimientos de nostalgia y descontento” (Obreros Evangélicos, pág. 213).

EL AMOR POR EL SEÑOR

 He dejado este punto para el final porque es el más importante de los seis amores.

 El hecho de ser esposa de un ministro no la dota a una de bondad automáticamente, como a veces se piensa; más, existe el peligro real de que como los judíos que dijeron “tenemos a nuestro padre Abrahán” nosotras también nos escudemos tras la excusa: “Tenemos al pastor Fulano por esposo”. Para tener éxito tanto a la vista de Dios como en calidad de esposas de ministros debemos ser hijas de Dios por nuestra cuenta, gracias a nuestro propio renacimiento espiritual.

 En una reunión femenina adventista se nos dijo que cuando Satanás veía a un hombre joven encaminarse hacia el ministerio desplegaba una especial solicitud para poner en su camino a una mujer joven calculada para perturbarlo. Sea nuestra constante oración que nunca nos constituyamos en estorbo de alguien llamado al servicio de Dios a causa de nuestra tibieza, mundanalidad o descontento.

 Necesitamos proveernos diariamente del maná espiritual por nosotras mismas a fin de ser fortalecidas. Asistimos a muchas reuniones, realizamos con regularidad en el hogar el culto de familia pero necesitamos de esos preciosos minutos pasados completamente a solas con Dios. “Las esposas de los predicadores deben vivir una vida de consagración y oración” (Id., pág. 213).

 “En el lugar secreto de oración, donde ningún ojo puede ver ni oído oír sino únicamente Dios, podemos expresar nuestros deseos y anhelos más íntimos al Padre de compasión infinita: y en la tranquilidad y el silencio del alma, esa voz que jamás deja de responder al clamor de la necesidad humana hablará a nuestro corazón” (El Discurso Maestro de Jesucristo, pág. 72).

Sobre la autora: Esposa de un docente, Colegio de la Unión del Pacífico, California