Un análisis de la nueva teología de la prosperidad
Periódicamente, surgen en la escena secular nuevas corrientes de pensamiento, prácticas y metodologías con la promesa de mejorar el viaje humano en busca del crecimiento personal y profesional. Términos como “autoayuda”, “neurociencia aplicada” y “ley de la atracción” impregnan los mensajes de los modernos “gurús” que intentan vender la felicidad y la realización personal como si pudieran conseguirse por “arte de magia”, mientras ellos mismos lucran exponencialmente con la venta de libros, conferencias y cursos en línea.
Por citar solo un ejemplo, en 2006, Rhonda Byrne se convirtió en un fenómeno mundial tras la publicación de su libro El secreto, que en pocos meses vendió más de 34 millones de ejemplares y se tradujo a más de cincuenta idiomas. En el prólogo, la autora promete: “Conforme vayas leyendo y aprendas El Secreto, descubrirás cómo puedes tener, ser o hacer todo lo que quieras. Sabrás quién eres realmente. Conocerás el verdadero esplendor que te espera”.[1] ¿Cuál es el secreto de El Secreto? Es sencillo: “Puedes tener todo lo que quieras, siempre que apliques la fórmula pedir+creer+recibir”.
Por desgracia, esta tendencia a la autoayuda también ha entrado en las iglesias bajo la apariencia de teología del coaching. Se trata de una filosofía vacía y egocéntrica que promete el desarrollo personal mezclando enseñanzas bíblicas con técnicas empresariales. Según sus defensores, la teología del coaching consiste en un proceso o conjunto de competencias y habilidades destinadas a ayudar a las personas a alcanzar sus objetivos vitales.[2]
Es importante destacar que, en general, el coaching es una metodología que utiliza técnicas y conocimientos de diversas áreas, como la administración, la gestión de personas, la neurociencia, el lenguaje ericksoniano, entre otras, con el objetivo de lograr resultados significativos en un corto período de tiempo.
En cuanto al lenguaje ericksoniano, se trata de una referencia al psiquiatra estadounidense Milton Erickson, una de las autoridades detrás de la programación neurolingüística. Él desarrolló la “hipnosis consciente”, un proceso en el que no existe un estado de trance o adormecimiento, sino que el paciente es influido a través de mecanismos lingüísticos que le llevan a tomar decisiones. Por ejemplo, en el lenguaje ericksoniano, el interlocutor no dice “haz esto”, sino que se dirige indirectamente, como “¿tiene sentido para ti esto o aquello?”. De este modo, se siembran sugerencias en la mente de las personas.[3]
¿Podemos mezclar las técnicas de coaching con la predicación del evangelio? ¿Cuáles son los peligros de esta moda para el ministerio?
Filosofía coach y estoicismo
El profesor David Fideler, un gran entusiasta moderno del estoicismo, explica que actualmente hay un tremendo resurgimiento del interés popular por los escritos de Séneca[4] y su filosofía estoica.[5] Gran parte de este interés está relacionado con la preocupación suprema de los estoicos, así como de otras escuelas filosóficas, que era descubrir la mejor manera de vivir. Según la doctrina estoica, la búsqueda de la eudaimonia (una vida digna de ser vivida) pasa por el control de las pasiones fuertes, aquellas capaces de dominar la personalidad.
El discurso estoico es la base de gran parte del coaching moderno. Ideas como “vive de acuerdo con el propósito natural de tu existencia” y “busca el autocontrol”, por ejemplo, derivan de esta escuela. Aunque tiene su valor en la vida práctica, es importante señalar que, para el pensamiento estoico, la felicidad depende exclusivamente del individuo. Cada persona es capaz de mantener su eudaimonia en cualquier situación, si está entrenada para ello.
Por desgracia, muchos predicadores famosos, impulsados principalmente por las redes sociales, han abrazado este enfoque superficial y antropocéntrico “que trata al hombre, sus deseos materiales y/o necesidades emocionales como el centro de la predicación y el ministerio pastoral ofreciendo, a través de textos bíblicos mal utilizados, una narrativa divina que centraliza al hombre diciendo que es capaz en poder e importante en valor”.[6]
El problema es que en lugar de aliviar el sufrimiento de la gente, esta prédica ha tenido el efecto contrario. Según el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, enfermedades como la depresión y el síndrome de burnout “no están causadas por la negatividad, sino por el exceso de positividad”.[7] El deseo y la búsqueda desenfrenada de riqueza y éxito han llevado a la gente a un estado de agotamiento físico, mental y, en consecuencia, espiritual. Algunos predicadores e iglesias se han dado cuenta correctamente de que la gente está enferma por la idolatría del éxito, la productividad y la positividad. Sin embargo, en lugar de ofrecer un buen evangelio bíblico tradicional, están transformando el mensaje divino en otro evangelio, que es emocional y antropocéntrico. Por lo tanto, en lugar de que los promotores de la teología del coaching lleven a la gente a los “pastos verdes y aguas tranquilas” del evangelio puro, han llevado a sus oyentes a más preocupación y vacío.
Pablo y los estoicos
En Filipenses 4:10 al 13, el apóstol Pablo parece hacerse eco del pensamiento estoico cuando dice: “Aprendí a contentarme con cualquier situación” (vers. 11). Llega a decir que sabe lo que es pasar necesidad y también lo que es ser rico. Nada podría hacer tambalear su fe. Sin embargo, para los que relacionan a Pablo con los estoicos, el versículo 13 cierra el argumento afirmando explícitamente que, si consiguió mantenerse fiel en la pobreza y recto en la riqueza, fue todo gracias a la fuerza que le dio Jesucristo. Este era el secreto de Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (vers. 13).
Sin duda, este es uno de los textos más mal utilizados de toda la Biblia. A menudo se interpreta de forma triunfalista para decir que podemos hacer cualquier cosa porque Dios nos fortalece. Pero ¿es eso realmente lo que quiere decir Pablo? ¿Podemos comprar un coche nuevo porque Dios nos fortalece? ¿Es posible hacerse rico buscando la fuerza divina? ¿O podemos cambiar nuestra mentalidad porque Dios nos fortalece?
El secreto de la victoria de Pablo sobre las circunstancias más diversas y adversas no fue el resultado de un entrenamiento que le permitiera controlar emociones y pasiones extremas. Pablo no hizo un curso de coaching teológico. No alcanzó su eudaimonia por sus propios méritos, pensamientos o habilidades, sino que reconoció que su fuerza procedía de Dios. Esto demuestra que la predicación de Pablo no se centraba en la sabiduría humana, sino en el poder del Señor.[8] Su mensaje no era una conferencia motivacional dirigida al bienestar de las personas, sino una exposición del verdadero evangelio bíblico, que incluye la enseñanza, la santificación, la renuncia al yo, la amonestación y, sobre todo, la Cruz de Cristo (2 Tim. 3:16; 1 Cor. 2:1-5).
La explicación de Pablo a los filipenses llega a diversos grupos que albergan visiones equivocadas de la fe y del propio Dios. Como extensión de la teología de la prosperidad, la teología del coaching conecta, sorprendentemente, con personas de tendencia legalista (lo que representa una distorsión de la fe) y, al mismo tiempo, también se dirige a personas que buscan un Dios adaptable y flexible que adopte la forma que cada individuo desee (una distorsión del carácter de Dios).
Espiritualidad deformada
Uno de los énfasis más fuertes de la teología del coaching es la idea del desarrollo personal, que sirve de vínculo entre la retórica religiosa y la empresarial. La combinación de estas retóricas es una expresión modernizada de la antigua teología de la prosperidad, que asocia el éxito financiero y profesional con la aprobación divina.
La teología del coaching heredó de su “madre” —la teología de la prosperidad— la visión dicromática del legalismo, que resume el proceso de santificación en hacer o no hacer determinadas cosas. La lógica legalista entiende que “la relación del hombre con Dios se basa en la ley; el hombre busca ganar la justicia ante Dios y producir en sí mismo esa cualidad religiosa capaz de ganar el favor de Dios y ser aceptable para él”.[9] El enfoque del pensamiento legalista es el desarrollo espiritual basado en prácticas específicas, un libro de procedimientos que, si se siguen fielmente, llevarán al practicante a la perfección moral. Esta misma lógica funciona cuando los predicadores del coaching enseñan los pasos necesarios para una vida de éxito.
Aunque fue creada por Essek William Kenyon en la década de 1930, Kenneth Hagin se convirtió en el gran exponente de la teología de la prosperidad. Él “afirmaba haber tenido una revelación, en la que Jesús le decía: ‘Cualquiera, en cualquier lugar, que siga estos pasos o ponga en práctica estos tres principios (dilo, recíbelo y cuéntalo), esa persona siempre recibirá lo que quiera de mí o de Dios Padre’ ”.[10]
Conviene destacar que en ningún momento la Biblia devalúa el esfuerzo humano. Al contrario, Pablo dice: “Trabajo, esforzándome según su poder que obra poderosamente en mí” (Col. 1:29, LBLA). Esto significa que hay lugar para la práctica de buenas obras en la vida cristiana. Sin embargo, el apóstol deja claro que no todas las obras son buenas, especialmente “las obras de la carne (Romanos 8:3-10), fruto de la naturaleza humana pecaminosa; [y] las obras de la ley (Romanos 3:28; Gálatas 2:16; Efesios 2:9), que se realizan con la esperanza de obtener la salvación”.[11] Por tanto, la idea de que podemos hacer cosas (o dejar de hacerlas) para recibir beneficios de Dios (económicos o de éxito, como propaga la teología del coaching), en una especie de regateo, no es bíblica.
La otra cara de esta moneda es el modo en que la teología del coaching flexibiliza las normas morales de Dios. El liberalismo se refleja en el pensamiento empresarial que impregna la espiritualidad del coaching, lo que implica que es posible personalizar a Dios al gusto de cada individuo. En este enfoque, Dios es el que tiene que adaptarse a la realidad de las personas —sus placeres, sus hábitos, sus preferencias— en lugar de que ellas acepten la transformación que él tiene que llevar a cabo. En el centro de la espiritualidad del coaching no está el Dios trino, sino el ser humano.
Una vez que Dios y su Palabra dejan de estar en el centro, se deja espacio al humanismo cristiano, una forma de cristianismo en la que todo gira en torno al ser humano. En este contexto, el mensaje del evangelio, que “es poder de Dios para salvación a todo el que cree” (Rom. 1:16), cede el paso al discurso terapéutico de la autoayuda. Tomar la cruz de Cristo y seguirlo se convierte en un mensaje impopular. La obediencia y el Juicio se terminan alegorizando. Lo importante, según esta lógica, es ser una buena persona que hace buenas obras. El liberalismo teológico, por tanto, está en el corazón de la teología del coaching, ya que se basa en una lectura distorsionada de la doctrina del pecado para apoyar una ética no bíblica.
Conclusión
La teología del coaching predica lo contrario a lo enseñado por Pablo y por eso debemos tener cuidado con esta moda que pervierte las Escrituras, que enseña que la fuerza viene de nosotros, que somos los campeones, el centro, el punto débil de Dios. En realidad, somos pecadores que necesitamos desesperadamente la gracia divina y la sangre redentora del Cordero. El poder viene de arriba, no de la autoayuda. Elena de White escribió: “Hay fuerza para todos ustedes en Dios. Pero ustedes nunca sentirán su necesidad de esa fuerza, que es la única que puede salvarlos, a menos que sientan su debilidad y pecaminosidad”.[12]
No somos coaches, somos predicadores del evangelio. Nuestros miembros no son clientes, son ovejas que necesitan ser pastoreadas. El contenido de nuestro mensaje no busca entretener a las personas o hacerlas mejores, sino conducirlas a la transformación al pie de la Cruz. Pablo escribió: “Me propuse no saber nada entre ustedes sino a Jesucristo, y a él crucificado” (1 Cor. 2:2). Oro para que tengamos el valor de practicar este “secreto” de Pablo.
Sobre el autor: Pastor educativo en el Colegio Adventista de Padre Miguel, Río de Janeiro
Referencias
[1] Rhonda Byrne, El Secreto (Ediciones Urano, 2007), p. 11.
[2] Citado por Valmir N. M. Santos, “A Teologia Coaching e Seus Perigos”, Jornal Mensageiro da Paz 1638 (2021), p. 16.
[3] Alan R. Alexandrino, “Teologia do Coaching”, Teologia Brasileira. Disponible en: link.cpb.com.br/48bf4e; consultado el 10/4/2024.
[4] Séneca, Epicteto y Marco Aurelio son los tres escritores estoicos más conocidos.
[5] David Fideler, Estoicismo e a Arte da Felicidade (Nascente, 2022), p. 9.
[6] Yago Martins, Pedro Pamplona y Guilherme Nunes, Voce é o Ponto Fraco de Deus (Mundo Cristão, 2023), p. 26.
[7] Byung-Chul Hang, Sociedade do Cansaço (Vozes, 2015), p. 3.
[8] Al exaltar el poder de Dios y su sabiduría en 1 Corintios 2:1 al 5, Pablo se opone al estoicismo, una de las principales líneas filosóficas de su época, ya que los estoicos tienen por finalidad justamente la sabiduría.
[9] Gustaf Aulen, A Fé Crista (Aste, 1965), p. 252.
[10] Kenneth E. Hagin, citado por Luis A. S. Rossi, Origem do Sofrimento do Pobre: Teologia e Anti-teologia no Livro de Jó (Paulus, 2017), p. 54.
[11] George R. Knight, Yo solía ser perfecto: Un estudio del pecado y la salvación (Pacific Press, 2013), p. 45.
[12] Elena de White, Mente, carácter y personalidad (ACES, 2013), t. 1, p. 315.