La ley de la aceleración dice que “los espacios recorridos son proporcionales a los cuadrados de los tiempos empleados en recorrerlos”. Esta definición un tanto abstracta, equivale a decir que un cuerpo en reposo que acelere cinco metros por segundo al cuadrado, aumentará después del segundo minuto la distancia recorrida en cuatro veces; después del tercero nueve veces y después del cuarto, dieciséis veces. (Véase Enciclopedia Barsa, artículo “Aceleración”.) Nuestro mundo parecería ser muy fiel a las leyes de la aceleración. Todo en él ha ido adquiriendo un ritmo gradualmente más apresurado. Pongamos algunos ejemplos:
COMUNICACIONES: En época tan reciente como 1840, los sistemas eran prácticamente iguales a los del Imperio Romano. En aquel tiempo los vigías de las torres del imperio, a través de luces o banderas, transmitían sus mensajes. Los griegos utilizaban los veloces corredores que, con su sistema de relevo, hacían llegar las noticias y los comunicados. Los incas lo hacían con los famosos chasquis. Pero el siglo XIX trajo una renovación total y gradual de los sistemas. Morse lo inicia con el telégrafo y su famoso código, lo sigue Graham Bell con el teléfono (1875), Marconi con la transmisión inalámbrica (1896), inaugurándose la primera línea transatlántica en 1901. Luego vino la radio (efectuándose la primera radiodifusión comercial en Pittsburg, Estados Unidos, en 1920), la TV comercial alrededor de 1935, la comunicación vía satélite iniciada solamente ayer. Todo ello fue parte de un proceso largo que de pronto dio resultados. Pero todo revolucionó el mundo en cuestión de semanas y aun días. Dos años después de la primera radiodifusión comercial había ya en Estados Unidos 400.000 receptores de radie.
Hace algunas semanas falleció el presidente francés, noticia que recorrió el mundo entero en pocos minutos y que con fotografías y amplio material fue publicada en casi todos los periódicos del mundo a la mañana siguiente de producida. En cambio, la noticia de la caída de Napoleón en Waterloo llegó a América meses después de haberse producido el acontecimiento, demora que pone de manifiesto la lenta correspondencia de la época.
CRISIS: Tal vez el pulso del mundo lo dan las Bolsas de Comercio de Nueva York, Londres, Río de Janeiro o Buenos Aires. En los centros financieros de esas ciudades repercuten al segundo los sucesos del mundo entero. En este momento están latiendo ansiosamente al mirar la situación del presidente norteamericano. Su renuncia o dimisión provocaría una sacudida inmediata en el mundo bursátil, ¡y eso al instante mismo de producirse! Por otro lado, la complejidad del sistema económico mundial hace que una simple decisión unilateral de una potencia, sea ésta política o económica, pueda sumergir en cuestión de días al mundo entero en un mar de dificultades. Ejemplo de ello es la decisión de los países árabes de elevar el precio del petróleo o de restringir las cuotas de importación. El movimiento de Bruselas, Los Ángeles, París, Roma, Lima, etc., fue alterado. ¡Estuvimos en Iquitos, ciudad situada en pleno corazón de la selva peruana, donde unas cuatro mil motocicletas estaban impedidas de circular de seis de la tarde a seis de la mañana! Todo eso motivó un descalabro en los precios de los productos, los automóviles grandes fueron depreciados y hubo una verdadera reacción en cadena.
POBLACION: Realmente impresionantes son las estadísticas del aumento de la población mundial. Según Carlos Rowan y David Mazie (véase Selecciones, enero de 1974, pág. 13) el mundo alcanzó su primer mil millón de habitantes en 1830. Pasados cien años tenía ya 2.000 millones, sólo necesitó otros treinta para lograr los 3.000 millones, y. en 1975, a los quince años de la fecha anterior, ya habrá llegado a los 4.000 millones. ¡Verdadera aceleración! Es lo que se ha dado en llamar explosión demográfica o ‘/diluvio humano”, sugestivo título dado por Claus Jacobi a su fascinante libro recientemente publicado. Pero esa aceleración no cesa: según los autores arriba mencionados, a fines del siglo se necesitarán solamente ^cinco años para ganar otros mil millones de seres humanos, llegando así a superar esta raza a la de las ratas en lo que a multiplicación se refiere, ya que ésta aún no tiene la supremacía.
La realidad es que hoy casi no se conciben crisis, problemas o luchas regionales o zonales, sino que el mundo se asusta colectivamente, se encoleriza casi en forma simultánea y se informa prácticamente al mismo tiempo. Una noticia o un hecho, pueden sacudir al mundo entero en minutos, ya que todo nos afecta en forma global.
Ahora bien, ¿qué significado tienen estos hechos dramáticos para un predicador o ministro adventista en 1974?
- Que no es necesario esperar siglos, años, ni siquiera meses para que grandes cambios sean operados en el mundo. ¡Todo, aun lo más increíble, puede suceder mañana, u hoy mismo!
Repasemos algunos de los acontecimientos finales detallados en. El Conflicto de los Siglos: Leyes dominicales, persecución, la triple alianza, el cambio brusco en la naturaleza y actitudes de la “bestia que subía de la tierra” de Apocalipsis 13, todo, absolutamente todo, puede suceder en semanas o aun días.
El mundo marcha con rapidez cada vez mayor al encuentro de los dramáticos acontecimientos finales. Lo anunciado con tanta anticipación por Elena G. de White al respecto, ha sido calificado por un escritor protestante como “locuras”, pues ella hablaba a principios del siglo de eventos que la mayoría consideraba como algo totalmente absurdo y que jamás podrían llegar a producirse. Sin embargo, hoy se están cumpliendo ante nuestros ojos.
La mensajera del Señor declaró en cierta ocasión: “Grandes cambios están a punto de producirse en el mundo, y los movimientos finales serán rápidos” (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 280; la cursiva es nuestra).
- Que junto con esta declaración del espíritu de profecía, hay otra bíblica cuyo cumplimiento debe ser realidad en la misma época: “Porque palabra consumadora y abrevia- dora en justicia, porque palabra abreviada, hará el Señor sobre la tierra” (Rom. 9:28, versión Valera). La versión Popular rinde ese pasaje así: “Porque el Señor cumplirá su palabra sobre la tierra de modo completo y rápido”.
¿Será nuestro crecimiento, tanto numérico como en la influencia que ejercemos, paralelo al de la población mundial, las crisis, el surgimiento de las potencias mundiales y las otras “explosiones” analizadas? Veamos nuestro crecimiento numérico en el mundo: el primer medio millón de miembros fue alcanzado en 1940 (ochenta años), el segundo en 1955 (quince años), el tercero en 1965 (diez años) y el cuarto en 1970 (cinco años). El de la División Sudamericana es como sigue: la marca de 100.000 miembros fue alcanzada en 65 años, la de 200.000 en ocho y la de 300.000 en solo cinco años. Gracias a Dios estamos entrando en nuevos países y en nuevos territorios constantemente, lo cual es señal de progreso acelerado.
- ¿Estaremos como iglesia, como ministros, hoy actualizados en cuanto a las necesidades del mundo en que nos corresponde actuar? ¿No serán nuestro enfoque o nuestros métodos apropiados a épocas ya pasadas y que necesitamos ponerlos al día a fin de ganar interés de las masas necesitadas de hoy? ¿Por qué el espiritismo, la magia y lo esotérico cautivan hoy a tantos millares? ¿Será que, aunque ellos no tienen ni pan ni remedio para el mundo, están presentando lo falso que tienen como si fuera verdadero mientras que nosotros teniéndolo no lo estamos presentando como deberíamos? Ignacio Vergara, sacerdote chileno, en su libro El Protestantismo en Chile, publicado en 1962, divide a éste en tres “reformas”. La primera incluye a luteranos y anglicanos, la segunda a metodistas, bautistas, presbiterianos y adventistas entre otros. La tercera incluye a los pentecostales. Al analizar los tres movimientos, llega a la conclusión de que las primeras dos reformas ya han sido superadas pues “el impulso religioso – social que en un principio movió a sus fundadores en Chile y a sus misioneros no está hoy día al nivel de la gran inquietud social y aun espiritual del mundo… Son movimientos de una época ya superada. Son iglesias en cierto modo tradicionales, su ‘avivamiento’ en el seno del protestantismo ya pasó” (págs. 106 y 225). Agrega más adelante que los de la tercera reforma, han llegado al alma del pueblo (pág. 226).
Aunque creemos que es un grave error incluir a la Iglesia Adventista entre algunos de estos movimientos y atribuirle tal destino, su declaración nos debe hacer pensar. Eso fue escrito en 1962. En 1969 en el libro El Crecimiento de la Iglesia en América Latina, sus autores dicen lo siguiente al analizar la Iglesia Adventista en Chile: “La Iglesia Adventista ha descubierto la manera de atraer a los chilenos” (pág. 84). El aumento numérico durante los años 1962-1969 no fue tan grande, pero se vio un fortalecimiento respetable.
¿Tendremos que aprender más a “atraer a la gente”, a llegar al alma de este mundo que se precipita peligrosa y velozmente a un callejón sin salida? Cuando el desarrollo de los acontecimientos finales se agiliza, la obra que el Señor nos ha encomendado, debe también ser “abreviada” para ser rápidamente “consumada”. Elena G. de White escribió: “La carga de las necesidades de nuestras ciudades ha pesado tanto sobre mis hombros que algunas veces parecía que iba a morir. Que el Señor dé sabiduría a nuestros hermanos, para que ellos sepan cómo llevar adelante la obra en armonía con la voluntad de Dios” (Evangelism, pág. 34).
¿No le parece, estimado lector, que bien valdría la pena gastar algunas horas en meditación y oración, analizando estos pensamientos?