En los círculos cristianos de la época, se habla, se comenta y especialmente se especula acerca de una de las importantes fuerzas que el Señor Todopoderoso usará para terminar su obra en esta tierra: los laicos.

El Dr. James Kennedy, dice en el prefacio de su libro Evangelism Explosión:

“En estos últimos años hemos oído mucho acerca de la explosión demográfica en el mundo. . . Mientras la población del mismo ha estado multiplicándose, nosotros hemos estado agregando apenas unos pocos a la iglesia.

“La única respuesta a este problema, humanamente hablando es: multiplicación en lo espiritual. Esto involucra a los laicos.

“La explosión en el evangelismo es la respuesta de Dios a la explosión demográfica. Millares de laicos, y ministros entrenados y equipados para presentar el Evangelio proporcionarán el material para la fisión. El Espíritu Santo será el poder explosivo y el resultado no será un caos sino la creación de una hueste de nuevos cristianos que llevará adelante una reacción espiritual en cadena”.

¿Qué significa para los adventistas el evangelismo laico? Mucho.

En el libro Obreros Evangélicos, página 365, la sierva del Señor escribió: “La obra de Dios en esta tierra no podrá nunca terminarse antes que los hombres y mujeres abarcados por el total de miembros de nuestra iglesia se unan a la obra, y aúnen sus esfuerzos con los de los pastores y dirigentes de las iglesias”.

No hay duda de que como pastores hemos oído y usado infinidad de veces la cita que acabamos de leer. Sin embargo, tenemos que admitir que en más de una ocasión la hemos usado sólo para los fines del momento, quizá sin meditar en la dimensión evangelizadora que la misma encierra. Sí, quizá más de una vez la hemos leído para “enviar” a los hermanos de la iglesia al trabajo y nada más que eso.

El 3 de agosto de 1903, la sierva del Señor escribió para la revista Signs of the Times de Australia. “Vayan los ministros y los miembros laicos a los campos más duros. Hallarán una cosecha dondequiera que proclamen las verdades olvidadas de la Biblia. Encontrarán personas que acepten la verdad, y que consagrarán su vida a ganar almas para Cristo”.

Elden K. Walter, evangelista de una de nuestras uniones en Estados Unidos y autor del libro Testificando al Estilo del Nuevo Testamento, escribe: “Veo a tantos ministros cuyos esfuerzos en la ganancia de almas han sido frustrados. Muchos son eficientes en la presentación de ciclos de conferencias, pero sus resultados han sido exiguos. Casi temen iniciar un nuevo ciclo. Para colmo de males, cada nuevo esfuerzo celebrado en la misma iglesia trae menores resultados… El evangelismo público en forma continua no puede tener buenos resultados a menos que haya un programa de testimonio de parte de los laicos que traiga buenos resultados.

“La iglesia —sigue diciendo nuestro evangelista— ha sufrido durante mucho tiempo las consecuencias de un evangelismo dividido. La mano derecha del evangelismo laico no ha sabido lo que ha estado haciendo la mano izquierda del evangelismo ministerial. Observar nuestro evangelismo público ha sido como observar a un novato combatiendo contra un luchador profesional”.

Realmente, las palabras de este pastor, dado el trabajo que realiza y la responsabilidad que tiene, poseen un peso práctico contundente. Los miembros de la iglesia son situados como la principal fuerza en la evangelización. Hace años que la sierva del Señor se refirió por escrito a este asunto, pero por alguna razón nos habíamos olvidado de este consejo, o simplemente lo habíamos ignorado.

Gracias a Dios que, en nuestra época, la Iglesia Adventista está volviendo a transitar por “los senderos antiguos” en lo que a participación laica se refiere. Por todos lados, en el mundo adventista, se escucha de la necesidad de dar mayor participación a las fuerzas vivas de la iglesia. El lejano oriente, Norteamérica, Australia (menciono estas partes del mundo por ser las últimas noticias que han llegado a nuestras manos), han lanzado y están lanzando planes valientes, tratando de conseguir la cooperación de la mano derecha y de la mano izquierda en los métodos de evangelización.

Creo que es sabio el consejo dado por el Señor: “Vayan los ministros y los miembros laicos a los campos maduros. Hallarán una cosecha dondequiera que proclamen las verdades olvidadas de la Biblia. Encontrarán personas que acepten la verdad, y que consagrarán su vida a ganar almas para Cristo” (Servicio Cristiano, pág. 86).

Lamentablemente en algunos lugares de América latina todavía se persiste en practicar la evangelización por separado. O se escucha solamente el estribillo de “los laicos”, “los laicos”, pero no se los reaviva espiritualmente, no se los instruye, y por ende no se los lleva a la acción, causando con esto atraso en lo que a la terminación de la obra de Dios se refiere.

En Historical Sketches, página 291, leemos: “Los pastores no deben hacer la obra que pertenece a la iglesia, cansándose ellos mismos, e impidiendo que otros desempeñen su deber. Deben enseñar a los miembros a trabajar en la iglesia y en la comunidad”.

Y en Obreros Evangélicos, página 211: “Enseñen los predicadores a los miembros de la iglesia que, a fin de crecer en espiritualidad, deben llevar la carga que el Señor les ha impuesto —la carga de la verdad”.

Recordemos que como ministros tenemos una grande responsabilidad al hablar de los laicos y la terminación de la obra. Es nuestra sagrada responsabilidad “predicar las verdades que inducirán a los hermanos a trabajar personalmente en favor de los que están lejos de Cristo”.

Deberíamos “preparar a los miembros de la iglesia para que presten una cooperación aceptable” (Servicio Cristiano, pág. 89), y deberíamos hacerlo en forma individual.

Durante 1973 las iglesias y los pastores que aplicaron el plan de “acción coordinada” usando como base el plan de las “unidades evangelizadoras” han tenido éxitos sorprendentes. El espacio no nos permite relatar todos los incidentes animadores que han llegado a nuestro conocimiento. Pero podemos afirmar que este plan presentado por Uno que no puede errar puede ayudarnos eficazmente en la unificación de los miembros de iglesia y en la instrucción y preparación práctica periódica de éstos, para transformarlos en predicadores e instructores bíblicos laicos, y por qué no decirlo, mis hermanos, colocarnos en la recta final para una grande cosecha y la terminación de la obra de Dios en esta tierra.

Hermanos, las cartas y noticias que recibimos en nuestra oficina ponen de manifiesto que algunos campos que no pertenecen a nuestra división, en sólo seis meses han podido añadir a la iglesia el 10% del total de su feligresía. ¿Cómo lo lograron? Con la participación de los laicos. De ahí que ocupen lugares destacados en contactos por miembro, en estudios bíblicos, etc. El éxito en la predicación del Evangelio y en la terminación de la obra les sonríe. En nuestra división sucede otro tanto con aquellos campos que están comenzado a aplicar métodos semejantes. Oigamos lo que dicen dos de nuestros dirigentes:

“El trabajo en nuestra asociación avanza como nunca antes y hay gran despertar para el trabajo misionero en nuestras iglesias. Acabo de visitar una de éstas que tiene solamente 70 miembros y atiende 120 escuelas sabáticas filiales”.

El segundo: “El 75% de los que se han bautizado hasta aquí no recibieron del pastor los estudios bíblicos, sino que fueron adoctrinados por los hermanos”.

Toca a esta división también marcar rumbos en lo que a evangelismo laico se refiere.

Hermanos, la hora ha llegado para “conseguir que todos los miembros de la iglesia se empeñen activamente en los distintos departamentos de la obra de la iglesia” (Servicio Cristiano, pág. 90). Transformemos nuestras iglesias en escuelas prácticas para obreros cristianos y preparémonos finalmente con nuestros hermanos para un servicio más eficaz y para terminar la obra que nos ha sido confiada.

No nos olvidemos de aplicar en medio de nuestras tan variadas ocupaciones los consejos dados por el Señor:

“Ministros… estimulad el esfuerzo personal en toda forma posible” (Id., pág. 89).

“No debiera haber demora… para educar a los miembros de la iglesia” (Id., pág. 74).

“Vayan los ministros y los miembros laicos a los campos maduros. Hallarán una cosecha dondequiera que proclamen las verdades olvidadas de la Biblia. Encontrarán personas que acepten la verdad y que consagrarán su vida a ganar almas para Cristo” (Id., pág. 86).

Aplicando estos principios lograremos que los miembros de nuestra iglesia se unan a la obra, y sumen sus esfuerzos con los pastores y dirigentes de las iglesias. Entonces, sólo entonces, la gran cosecha será una realidad y la obra de Dios será terminada.

Concédanos el Señor el privilegio de ser parte activa e importante de este grandioso y maravilloso evento.

Sobre el autor: Director de los Deptos. de Escuela Sabática y Actividades Laicas de la División Sudamericana.