Toda América está terriblemente excitada en estos días, ante los nuevos milagros del hipnotismo en los campos de la medicina, odontología y psiquiatría.” Así dice Lester David en su artículo “Lo que sucede realmente cuando Ud. está hipnotizado,” publicado en la revista Coronet de agosto de 1956.
Las abundantes noticias y los bien escritos artículos destinados a informar al público sobre los experimentos relacionados con la hipnosis revisten una significación particular en vista de los consejos definidos vertidos hace tantos años por el espíritu de profecía. Estos consejos nos sirven para justipreciar los nuevos descubrimientos.
En adición a las informaciones de los periódicos populares, las publicaciones especializadas también anuncian hechos nuevos y asombrosos llevados a cabo con la ayuda del hipnotismo; y predicen el lugar destacado que pronto ocupará el hipnotismo en la práctica de las artes médicas.
La revista Time del 7 de febrero de 1955 informa en el artículo titulado “La hipnosis para las quemaduras,” acerca de los experimentos realizados por “un conjunto de cinco personas pertenecientes a la Southwestern Medical School, de la Universidad de Texas.” Enumera los resultados extraordinarios obtenidos en el tratamiento de casos de quemaduras graves, e informa que “mediante la Hipnosis se efectuó la curación de seis casos difíciles y decisivos.” El artículo finaliza con esta conclusión del psicólogo Haroldo Crasilneck, jefe del grupo de investigación: “Según vemos las cosas ahora, el hipnotismo desempeña un papel muy definido y específico en la medicina.”—Time, 7 de febrero de 1955, págs. 48, 49.
Algunos meses antes, la revista Look había publicado un artículo profusamente ilustrado ajo el título de “El hipnotismo, la Cenicienta de la ciencia,” que comenzaba con esta declaración: “Sin fanfarronería, unos pocos médicos y dentistas están practicando el hipnotismo” —Look, 29 de junio de 1954, pág. 32.
Mas adelante dice: “En años recientes los periódicos científicos han venido informando sobre el éxito creciente del hipnotismo en el campo de la medicina, la cirugía y la odontología. Se lo ha utilizado como auxiliar en los partos…. Los psiquiatras han descubierto que el hipnotismo puede acortar el largo proceso del psicoanálisis. Los odontólogos informan que es excelente para los niños y los adultos que temen la silla del dentista. Los dentistas lo utilizan no como un sustituto de la novocaína o de otro anestésico, sino más bien para relajar al paciente y para ayudarlo a vencer sus temores.”—Id., pág. 35.
El lector recordará otros artículos, demasiado numerosos para incluirlos aquí, aparecidos en la prensa pública en el transcurso de los dos últimos años; pero esta clase de publicaciones alcanzó el máximo de intensidad en el informe contenido en la revista Netvsiveek del 25 de junio de 1956, que transcribimos a continuación:
Operaciones quirúrgicas realizadas con la ayuda del hipnotismo
El primer caso de una intervención quirúrgica de importancia realizada en el pulmón con la ayuda del hipnotismo fué descripto por el Dr. Milton J. Marmer, anestesiólogo del Hospital Cedros del Líbano, Los Angeles (EE. UU.), en una reunión de médicos llevada a cabo la semana pasada en Chicago. Se extirpó un tumor del pulmón de una mujer de 25 años de edad, sumida en un estado de hipnosis profundo y previamente tratada con drogas preparatorias. En el transcurso de la operación, que duró dos horas y media, obedeció todas las órdenes, excepto la de retener la respiración; de manera que se utilizó una droga para tornar más lenta la respiración. Una semana después regresó a su hogar en “excelentes condiciones.
“La hipnosis—declaró el Dr. Marmer—constituye el único método de anestesiar que no reviste ningún peligro para el paciente.” Manejado por manos experimentadas, el proceso “le evita el miedo antes de la operación, lo libra del dolor durante ella, y lo deja en una confortable condición después de ella.”—Pág. 88.
A los adventistas no nos admira la gran importancia que se le da al hipnotismo. Hace 50 años, y aun más, cuando el hipnotismo había caído en el descrédito, Elena G. de White lo llamó “una ciencia,” y habló de su uso en la práctica de la medicina como una “ciencia” que “puede parecer una cosa admirable,” algo “de mucho valor.” (Véase “The Medical Ministry,” págs. 111, 112.) En otras declaraciones lo denomina una “así llamada ciencia.” (“El Ministerio de Curación,” pág. 229.)
La primera referencia que aparece en los escritos de la Hna. White se remonta al año 1845. Es casi innecesario mencionar que lo que hoy se denomina hipnotismo entonces se conocía como mesmerismo.
“Un médico conocido como célebre hipnotizador me dijo que mis visiones eran producto del mesmerismo, que yo era una persona que fácilmente podía ser sumida en el trance hipnótico, y que él podía hipnotizarme y darme una visión. Le dije que Dios me había revelado en visión que el mesmerismo procedía del diablo, del abismo insondable, y que no tardaría en ir a parar allá, con aquellos que persistieran en utilizarlo. Luego lo dejé en libertad de hipnotizarme, si podía hacerlo. Se esforzó durante más de una hora y media, recurriendo, a diferentes operaciones, pero finalmente se dio por vencido. Por la fe en Dios pude resistir su influencia, de modo que no me afectó en lo mínimo.”—“Early Writings,” pág. 21.
En esta experiencia, el operador procuró controlar la mente de la Hna. White; pero ella resistió sus tentativas, de modo que no fué afectada. Para el empleo satisfactorio del hipnotismo, el factor decisivo reconocido tanto por la literatura secular como por los escritos de la Hna. White, lo constituye el sometimiento voluntario del paciente a la voluntad del hipnotizador.
Una cantidad de esmerados escritores han intentado describir lo que tiene lugar cuando se hipnotiza a una persona.
Norman Carslisle lo resume de esta manera:
“El hipnotismo causa el efecto de poner el subconsciente bajo control, sin la intervención de la mente consciente; que de ordinario supervigila los pensamientos y las acciones. De este modo, la persona en lugar de recibir órdenes del consciente, las toma de la mente del hipnotizador. Sin embargo, por alguna razón la mente influida desconoce que las instrucciones las recibe desde afuera.”—“¿Qué es el hipnotismo?” Coronet, diciembre de 1954, pág. 151.
Lester David dice lo siguiente del hipnotismo:
“En pocas palabras, consiste en la habilidad que posee una persona para sumir en una especie de trance a otra persona, durante el cual el paciente es incapaz de realizar una cosa independientemente de la voluntad del hipnotizador.”—Coronet, agosto de 1956, pág. 75.
Juan Pfeiffer explica en su artículo del New York Times:
El cerebro tiende a funcionar automáticamente tanto como sea posible, de modo que el acto de concentración requiere un esfuerzo de la voluntad. Si nuestra fuerza de voluntad se debilita, como en el caso de la hipnosis, esta tendencia obra libremente. La monotonía de las indicaciones repetidas… produce una especie de sopor o trance durante el cual podemos convertirnos en robots de alta calidad.” —págs. 43, 44.
En un artículo reciente publicado en la revista Newsxveek se habla del factor básico para la producción del trance hipnótico:
¿Puede una persona ser hipnotizada contra su voluntad?
“Nadie puede ser hipnotizado a menos que (a) desee serlo, y (b) colabore plenamente con las sugestiones del hipnotizador.”—Abril de 1956, pág. 110.
Los consejos de la Hna. White adquieren toda su importancia cuando se los considera a la luz de este principio básico de la absoluta sumisión del paciente al hipnotizador. Veamos esta señalada advertencia dada en un sermón pronunciado en uno de nuestros sanatorios en 1901:
“A nadie debiera permitírsele controlar la mente de otra persona, pensando que con ello le ocasiona un gran beneficio. La cura mental es uno de los engaños más peligrosos que puedan practicarse sobre una persona. Podrá sentirse un alivio temporal, pero la mente del que se haya sometido al control de otro nunca vuelve a ser tan fuerte y segura como lo era originalmente… No es el propósito de Dios que ningún ser humano someta su mente a otro ser humano. El Cristo resucitado, que ahora se sienta en el trono que está a la diestra de su Padre, es el poderoso Sanador. Acudid a él en busca de poder sanador. Tan sólo por su intermedio los pecadores pueden acercarse a Dios, tal como son. Nunca podrán hacerlo a través de la mente de ningún hombre.”—E. G. de White, Manuscrito N9 105, 1901. (“Medical Ministry.” págs. 115, 116.)
Para que no quede ninguna duda respecto de lo que la Hna. White quiso decir al referirse a una persona que controla la mente de otra, transcribiremos otra advertencia pronunciada algunos años más tarde, ante dirigentes de nuestra denominación.
“Los hombres y las mujeres no deben estudiar la ciencia de cómo cautivar las mentes de quienes se asocian con ellos. Esta es una ciencia que Satanás enseña. Debemos resistir cualquier cosa de esa índole. No debemos meternos con el mesmerismo y el hipnotismo—la ciencia del que perdió su posición original, y fué arrojado de las cortes celestiales.”—“Medical Ministry ” págs. 110, 111.
En “El Ministerio de Curación,” publicado en 1905, después de escribir acerca de la verdadera “cura mental,” la Hna. White describe los peligros del hipnotismo, como sigue:
“Hay, sin embargo, una forma de curación mental que es uno de los agentes más eficaces para el mal. Por medio de esta así llamada ciencia, una mente se sujeta a la influencia directiva de otra, de tal manera que la individualidad de la más débil se funde en la de la más fuerte. Una persona pone en acción la voluntad de otra. Preténdese así que el curso de los pensamientos puede modificarse, que impulsos saludables pueden ser comunicados, y que los pacientes pueden ser hechos capaces de resistir y vencer la enfermedad.
“Este método de curación ha sido empleado por personas que desconocían su verdadera naturaleza y su efecto, y que creían que fuera un medio útil al enfermo. Pero la así llamada ciencia está fundada en principios falsos. Es ajena a la naturaleza y al espíritu de Cristo. No conduce hacia Aquel que es vida y salvación. El que atrae a las mentes hacia sí mismo, las lleva a separarse de la verdadera fuente de su fuerza.
“No es propósito de Dios que ningún ser humano someta su mente y voluntad al gobierno de otro, viniendo a ser instrumento pasivo en sus manos. Nadie debe sumir su individualidad en la de otro. Nadie debe considerar a ningún ser humano como fuente de curación. Debe depender sólo de Dios. En su dignidad varonil, concedida por Dios, debe dejarse dirigir por Dios mismo, y no por inteligencia humana alguna.”—“El Ministerio de Curación,” pág. 229.
Otra fase interesante de este estudio la constituye el vuelco que se observa en las declaraciones concernientes al grado en que una persona sometida al trance hipnótico puede ser inducida a cometer una mala acción. En un artículo de la revista Newsiveek se declara lo siguiente:
“¿Puede forzarse a un hipnotizado a cometer actos criminales?
“No. Una persona hipnotizada nunca hará o dirá ninguna cosa que esté en contraposición con sus principios morales o éticos.”— Newsweek, 9 de abril de 1956, pág. 110.
Juan Pfeiffer disiente de esta opinión. Sostiene:
“Generalmente se cree que una persona no cometerá delitos durante el trance hipnótico, y que hará únicamente aquello que no contravenga sus normas de rectitud. Pero esta creencia no es del todo verdadera. En efecto, se han realizado experimentos en la Universidad de Siracusa y en el Colegio Brooklyn que indican que el juicio moral es susceptible de suspenderse en tales casos.”—Science Digest, septiembre de 1956, pág. 44.
Lester David también declara que “se ha demostrado experimentalmente que una persona hipnotizada puede cometer una mala acción que sea contraria a su personalidad.”—Coronet, agosto de 1956. pág. 78.
Pero los adventistas estábamos enterados de esto desde hace un siglo:
“Temible es el poder que así se da a hombres y mujeres mal intencionados. ¡Qué facilidades no proporciona este poder a los que viven explotando la flaqueza o las locuras ajenas! ¡Cuántos hay que, merced al gobierno que ejercen sobre mentes débiles o enfermizas, encuentran medios para satisfacer sus pasiones licenciosas o su avaricia!”—“El Ministerio de Curación,” pág. 230.
Son notables estas declaraciones de la Hna. White, que con muchos años de anticipación describen lo que hoy vemos con toda claridad, y al mismo tiempo lanzan un mensaje definido de advertencia que proporciona una guía segura en estos problemas que, de otro modo, serían objeto de gran confusión. También es notable el hecho de que, adelantándose en varias décadas a los descubrimientos científicos, haya establecido afirmativamente el lugar que le corresponde a la medicina psicosomática. La mensajera del Señor escribió en 1872—y sus palabras tienen hoy un significado mucho mayor que hace ocho décadas:
“Tratar con hombres y mujeres cuyas mentes y cuerpos están enfermos es un trabajo delicado. Los médicos del Instituto [el Sanatorio de Battle Creek] necesitan gran sabiduría a fin de curar el cuerpo a través de la mente. Pero pocos comprenden el poder que la mente posee sobre el cuerpo. Una gran parte de las enfermedades que afligen a la humanidad tienen su origen en la mente, y pueden curarse únicamente restaurando la salud de la mente.”—“Testimonies,” tomo 3, pág. 184
Sobre el autor: (Secretario de la Sección de las Publicaciones de Elena G. de White, Asociación General).