Las corrientes eléctricas

Ocasionalmente han aparecido en los periódicos artículos que hacen referencia a la electroencefalografía—la ciencia que tiene que ver con las corrientes eléctricas del organismo humano. El adventista que haya hojeado la revista Scientific American de junio de 1954, sin duda habrá leído con interés particular el artículo de W. Grey Walter, titulado “The electrical activity of the brain” (La actividad eléctrica del cerebro); y hasta es probable que recuerde declaraciones familiares de la Hna. White, algunas de ellas formuladas hace mucho. Anotaremos a continuación algunos puntos interesantes propuestos por el Dr. Walter:

“Hace 25 años, Hans Berger, psiquiatra alemán nacido en Jena, comenzó a publicar unas extrañas figuras cuyo contenido no era otra cosa sino líneas onduladas. Debieron haber causado gran excitación entre sus colegas, porque él afirmaba que mostraban la actividad eléctrica del cerebro humano. Pero nadie las tomó en serio. Durante años nadie se preocupó por repetir sus experimentos.

“En el cuarto de siglo subsiguiente, esas líneas onduladas crecieron en importancia hasta I originar un nuevo departamento de la ciencia, denominado “elcctrocncefalografía.” En la actualidad varios cientos de laboratorios de los Estados Unidos y de Europa están registrando e interpretando los diagramas trazados por las descargas eléctricas del cerebro humano. La cantidad total de gráficos que se producen en un año bastaría para circuir la tierra. Los hospitales en todo el mundo han acumulado miles y miles de impresiones cerebrales.”—Pág. 54.

Posteriormente el autor analiza estas corrientes eléctricas, las cuales no sólo pueden registrarse en forma de gráficos, sino también pueden medirse en términos de voltios.

“Las señales generalmente se clasifican por la frecuencia de las pulsaciones eléctricas que hay en ellas. Las oscilaciones originales de Berger, que él denominó períodos alfa, se registran en una banda de frecuencia cuyas oscilaones varían de 8 a 13 por segundo—esto es casi tan rápidamente como puede moverse un dedo. Su dimensión o amplitud es de unas 30 millonésimas de voltio. Ni la frecuencia ni la amplitud son constantes. Cada persona tiene su propio sistema característico de variaciones de frecuencia y amplitud; de modo que las impresiones cerebrales son tan distintivas como su firma.”—Id., pág. 55.

El Sr. Walter publicó su artículo en 1954. Si retrocedemos 25 años, hasta la fecha en que Berger realizó sus experimentos, nos situaremos en el año 1929, catorce años después de la fecha en que la múltiple escritora, Elena G. de White, depuso su pluma. Sesenta años antes de que Berger iniciara su obra, ella escribió:

“Cualquier cosa que perturbe la circulación de las corrientes eléctricas del sistema nervioso, disminuye la fuerza de las potencias vitales, y como resultado se atenúa la sensibilidad de la mente.”—Joyas de los Testimonios, tomo 1, págs. 306, 307.

Y en 1872, tres años después, volvió a referirse a la electricidad del organismo, al escribir acerca de las personas que no hacen uso adecuado de sus facultades mentales:

“Esta clase cae más fácilmente si la ataca la enfermedad, porque el organismo es vitalizado por la fuerza eléctrica del cerebro para resistir a la enfermedad.”—Testimonies tomo 3, pág. 157.

Declaraciones similares aparecieron en su libro “La Educación,” págs. 193 y 205, escrito en 1903. En los años en que la Hna. White escribió esto, la idea de la existencia de corrientes eléctricas en el organismo era totalmente extraña al pensamiento de los hombres de ciencia. De hecho, en aquel tiempo se conocía poquísimo acerca de la electricidad. Pero ahora, 85 años después de que la Hna. White escribiera acerca de “la corriente eléctrica en el sistema nervioso,” encontramos que el mundo científico está registrando las imperceptibles pulsaciones de las corrientes eléctricas que proceden del cerebro, cuya frecuencia y amplitud varían con la persona que las emite. Aquellas afirmaciones que pudieron haber parecido extrañas cuando la Hna. White escribió acerca de las corrientes eléctricas del cerebro, hace tantos años, en la actualidad han quedado comprobadas por los descubrimientos de hombres de ciencia serios y estudiosos.

La influencia prenatal

El 3 de junio de 1953 apareció en la prensa la siguiente declaración: “Las criaturas en gestación pueden ser ‘marcadas’ por las emociones de la madre.”

“Nueva York (A. P.): Las emociones de la mujer grávida pueden realmente ‘marcar’ a la criatura en gestación, haciendo que el niño sea un neurótico, dijo hoy el Dr. William S. Kroger, de Chicago. El niño puede adquirir predisposición a las dolencias psicosomáticas, es decir, males ocasionados por trastornos emocionales más bien que por verdadera perturbación física, agregó el Dr. Kroger. Esta clase de efecto no es el mismo que el de las creencias de las comadres de antaño, quienes sostenían que si una mujer se asustaba de una araña, por ejemplo, su hijo vendría al mundo con marcas de nacimiento.”

Estas palabras le recuerdan al adventista mucho acerca de una cantidad de declaraciones procedentes de la pluma de la Hna. White concernientes a la influencia prenatal. Citamos la primera de éstas tomada de un artículo escrito en 1865:

“En las generaciones pasadas, si las madres se hubieran informado respecto de las leyes que rigen la vida, habrían comprendido que su fortaleza constitucional, tanto como el tono de su conducta, y sus facultades mentales, estaban en gran medida representados en su hijo. Su ignorancia respecto de este asunto, de alcances, tan vastos, es criminal.”—How to Live, No. 2, pág. 37.

La afirmación del Dr. Kroger ha llamado la atención porque durante generaciones se ha aceptado en forma general en los círculos científicos, que el hijo en gestación no es afectado por los hábitos y el estado mental de la madre. Esto ha parecido poner las declaraciones de la Hna. White acerca de la influencia prenatal en discrepancia con el mundo científico. Particularmente en “El Ministerio de Curación,” publicado en 1905, ella pone el énfasis en este punto con términos claros y enérgicos:

“Según sean los padres, así también serán, en gran medida, los hijos. Las condiciones físicas de los padres, sus disposiciones y apetitos, sus aptitudes intelectuales y morales, se reproducen, en mayor o menor grado, en sus hijos.

“Cuanto más nobles sean los propósitos que animen a los padres, cuanto más elevadas sean sus dotes intelectuales y morales, cuanto más desarrolladas estén sus facultades físicas, tanto mejor ha de ser el armamento que le proporcionen a sus hijos para desempeñarse en la vida…

“Esta responsabilidad recae en forma especial sobre la madre. Ella, mediante cuya sangre se alimenta el hijo, y forma su estructura física, también lo hace participante de influencias mentales y espirituales que tienden a la formación de la mente y el carácter…

“Muchos padres consideran las influencias prenatales como un asunto de poca importancia; pero el Cielo no las considera así…

“Pero si la madre se atiene invariablemente a principios rectos, si es templada y abnegada, bondadosa, dulce y desprendida, puede transmitir a su hijo estos mismos preciosos rasgos de carácter.”—“The Ministry of Healing” págs. 371-373.

De estas consideraciones generales, la Hna. White pasa a analizar el problema del régimen. En este sentido escribe:

“Muchos insisten en que debe satisfacerse lodo antojo de la madre; pretenden que si desea un alimento cualquiera, por nocivo que sea, debe satisfacer ampliamente su apetito. Esta creencia es falsa y peligrosa. Las necesidades físicas de la madre no debieran descuidarse por ningún motivo…. Pero en este período más que en ningún otro, debiera evitar, en su alimentación y en los demás aspectos de su vida, todo aquello que pudiera menoscabar su fortaleza física o mental.”—Id., pág. 373.

La Hna. White, del régimen pasa a referirse a la actitud de la madre y a la importancia de las manifestaciones de amor y de aprecio del esposo y padre.

“La madre debiera cultivar un genio alegre, contento y feliz. Todo esfuerzo hecho en este sentido será ampliamente recompensado, tanto en el bienestar físico como en el carácter moral de sus hijos. Un espíritu alegre fomentará la felicidad de su familia y mejorará en alto grado su propia salud.

“Que el marido ayude a su mujer con su simpatía y su cariño constante.”—Id., pág. 374.

Estas declaraciones de “El Ministerio de Curación,” que no estuvieron a tono con el pensamiento científico durante muchos años, pero que fueron confirmadas por el Dr. Kroger, han sido objeto de una atención aún más directa por la aparición de un artículo en la publicación Ladies Home Journal (La revista para las damas y el hogar), de febrero de 1954, que llevaba este atrevido título: “Existe la influencia prenatal.” Lo acompañaba una nota concebida en los siguientes términos:

“Durante años los científicos han creído que vuestro hijo en gestación vive una existencia aislada, protegida de toda influencia externa; pero esto no es verdad. Se ha hecho saber la excitante noticia de que podéis controlar el desarrollo de vuestro futuro hijo.”

Y este artículo no lo escribió un novicio, o alguien que procuraba realizar una aparición sensacional en la prensa, sino el Dr. Ashley Montagu, una autoridad en la materia. Al comienzo de este artículo, un párrafo estampado en cursiva da cuenta de los numerosos cargos de responsabilidad ostentados por este doctor, a quien se conoce como antropólogo, biólogo, conferenciante y escritor de fama mundial. Como el artículo del caso es muy extenso, citaremos sólo algunos párrafos. Sin embargo, resulta interesante notar que este doctor—en lo que se considera un asombroso descubrimiento— traza los mismos puntos puestos de relieve por la Hna. White hace muchos años. El doctor Montagu escribe:

“Ahora existen evidencias suficientes que proceden de numerosas fuentes, que autorizan a afirmar que el niño en gestación puede ser afectado de diversas maneras por los cambios físicos ocurridos a la madre, y que aunque una mujer no puede ‘marcar’ a su niño a causa de algo desagradable que haya visto antes de su nacimiento, ni hacer de él un poeta ¡jorque lea a Keats y Shelley durante el embarazo, hay maneras en las que puede influir definidamente sobre su conducta futura. Está en gran medida en las manos de la madre y de quienes la rodean durante el embarazo, determinar si el niño será un individuo feliz, saludable y de temperamento afable, o si será un neurótico mal adaptado.”

Prosigue luego, en un intento de infundir confianza a los lectores:

“Si esto parece algo ficticio o caprichoso, tened la seguridad de que es tan científico como cualquier otra declaración hecha en este lugar. La mujer que durante el período de gestación está preocupada, que se angustia indebidamente, que no vive en paz ni está segura del amor de su esposo y su familia, puede hallarse en un estado ele tensión emocional de tal gravedad, que desequilibre la economía de su nutrición.”

Después de hacer una ilustración documental de este punto, el Dr. Montagu declara:

“En éste, como en los demás aspectos de la existencia humana, el amor es la mejor garantía para el crecimiento saludable. Si se ama lo suficiente a la madre, probablemente se asegurará su bienestar; y el bienestar de la madre significa el bienestar del hijo que alimenta.”

Luego el Dr. Montagu se refiere a la cuestión del régimen. Acerca de ésto afirma osadamente:

“Ciertamente en la cuestión del régimen de una mujer grávida, nunca podrá insistirse demasiado. Es obvio que el feto puede ser afectado por la clase ele alimento que la madre consume.”

A continuación trata de la complacencia del apetito de la madre:

“Otra de las ‘historias de las comadres de antaño,’ todavía muy en boga, es que los deseos peculiares de la mujer embarazada por ciertos alimentos pueden ser dañinos para el hijo en gestación. Los hombres de ciencia en un tiempo desdeñaron esta necedad, pero en esto pareciera que una vez más las comadres de antaño estaban en lo cierto, y que los sabios no estaban suficientemente informados.

“Ahora hay evidencia de que muchos casos de niños alérgicos a ciertos alimentos, tienen su origen en los hábitos de alimentación de la madre durante el embarazo. El Dr. Bret Ratner, de Nueva York, y varios otros investigadores han aportado abundantes pruebas en este sentido.”

Al resumir sus descubrimientos hechos a través de un período de varios años, el Dr. Montagu declara:

“De modo que las futuras madres pueden contribuir al desarrollo saludable de sus hijos si evitan la complacencia excesiva del apetito acerca de cualquier alimento en particular. Una fuerte alergia puede afectar toda la vida física y emocional de una persona. … La salud mental y física de un niño comienza con la salud del feto. Su cuidado comienza con el cuidado del loto. En este respecto, nada es más importante que la salud y el bienestar de la madre que lo alimenta.

“Un niño debe ser amado aun antes de haber nacido, por una madre que es amada. Esto es, realmente, todo lo que en resumen podemos decir acerca de este tema; ¿y qué podría ser más sencillo?

Para nosotros, estas palabras son muy semejantes a las declaraciones de “El Ministerio de Curación” leídas anteriormente, y que fueron escritas medio siglo antes de este descubrimiento científico. Una vez más las investigaciones de cuidadosos hombres de ciencia de la actualidad proporcionan evidencias que corroboran los consejos dados por la mensajera especial del Señor.

Los huevos

Otra cuestión que ha sido científicamente confirmada muchos años después de que la Hna. White hiciera algunas declaraciones acerca del régimen desde el punto de vista científico, está representada por los huevos como agentes de curación. En 1901, uno de nuestros médicos que prestaba servicio en ultramar padecía de anemia perniciosa, provocada por un régimen inadecuado. Había descuidado el uso de los productos lácteos en la alimentación. Este médico vivía en un país donde resultaba difícil obtener los elementos que requiere el organismo, sin hacer uso de algunos productos lácteos, especialmente en un régimen sin carne. La Hna. White le dió un consejo que sirvió para salvarle la vida. Es el siguiente:

“Su devoción a los principios rectos lo está induciendo a someterse a un régimen de alimentación que lo está haciendo pasar por circunstancias que no hablan en favor de la reforma pro salud… Es indispensable que Ud. realice algunos cambios de inmediato. Devuelva a su régimen algo que ha descartado. Es su deber hacerlo. Consiga huevos procedentes de aves sanas, y utilícelos cocidos o crudos. Mézclelos crudos con el mejor jugo de uva sin fermentar que pueda conseguir. Esto le proporcionará lo necesario para su organismo. En ningún momento suponga que no será correcto hacer esto… Los huevos contienen propiedades que son agentes de curación que contrarrestan los venenos.”—“Counsels on Diet and Foods” pág. 204.

El doctor, que en ese tiempo estaba en la juventud, siguió este consejo. Consumió huevos con jugo de uva, y salvó la vida. Al escribir este artículo, este apreciado doctor, bien entrado en años, todavía vive, como testigo de la verdadera, reforma pro salud. La mencionada declaración hecha por la Hna. White fué repetida por ella cuando habló de la reforma pro salud, ante la Asociación General, en 1909. En esa ocasión afirmó:

“No debe considerarse como, violación de nuestros principios el consumo de huevos provenientes de gallinas bien cuidadas y convenientemente alimentadas. Los huevos contienen ciertos principios que obran eficazmente contra determinados venenos.’—Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 362.

Los adventistas leían y releían esta declaración; y a pesar de que la aceptaban por formar parte del conjunto de los escritos de la Hna. White acerca del tema de la salud, no tenía ninguna significación particular. No fue sino hasta 30 años más tarde que Mellanby demostró mediante sus trabajos de experimentación que en los regímenes en que predominan los cereales había una deficiencia de vitamina A, o carotina, que provocaba la desmielinización de las fibras nerviosas (la pérdida de la cubierta aisladora de la fibra nerviosa). La yema del huevo contiene vitamina A, y así el testimonio concerniente a las propiedades de los huevos que contrarrestan ciertos venenos, escrito antes de que se conocieran las vitaminas, fué corroborado científicamente por una cuidadosa investigación. Y el Dr. G. K. Abbott, quien discute este asunto extensamente en un artículo publicado en el libro “The Testimony of Jesús” (edición de 1934), por F. M. Wilcox, señala posteriormente que también se ha descubierto que algunos cereales no sólo carecen de ciertas vitaminas, sino que contienen “alguna sustancia anticalcificante definida.” Esta situación se agrava en un régimen deficiente en vitamina D. El Dr. Abbott cita lo siguiente del Journal of the American Medical Association (Revista de la Asociación Médica Americana)

“Mellanby fué el primero en demostrar que el efecto anticalcificante de los cereales o de los extractos de cereales, puede anularse por completo si se suplementa el régimen con cantidades adecuadas de vitamina D en la forma de aceite de hígado de bacalao, yemas de huevos, o mantecas irradiadas; o si se irradian el animal o el cereal directamente.”

De modo que la caita escrita por la Hna. White a uno de nuestros médicos, en 1901, establece dos hechos: que los huevos contienen propiedades terapéuticas, y que contrarrestan ciertos venenos. Treinta años después, una cuidadosa investigación científica proporcionó una evidencia para estas declaraciones basadas en la revelación.

Con toda seguridad podemos decir que la Hna. White escribió anticipándose mucho a la ciencia médica. Y al tener conocimiento de estos hechos, ¿no se confirma en nuestros corazones la confianza en el mensaje de la pluma profética, ya sea que trate de teología, de la administración de la iglesia, de la vida cristiana, de la preparación para encontrarse con el Señor, o acerca de temas científicos?

Pero de todos los temas científicos a que se refieren las declaraciones de la Hna. White, el que es de mayor actualidad en nuestros días es el hipnotismo. Este será el objeto del análisis presentado en un próximo y último artículo.

Sobre el autor: Secretario de la Sección de las Publicaciones de Elena G. de White, Asociación General.