Las distinciones entre el sello del evangelio y el sello escatológico.

    La biblia habla de dos sellos de Dios. La carta del apóstol Pablo a los Efesios menciona el primero, y el libro de Apocalipsis habla del segundo. Estos dos sellos son diferentes, pero se complementan. Solamente aquellos que reciben el primero podrán recibir el segundo. El primer sello nos brinda la seguridad de la redención. El segundo es nuestra garantía escatológica. Un estudio de estos dos sellos puede darnos una nueva dimensión, una nueva percepción, un compromiso renovado y una profunda alegría.

El primer sello: El sello del evangelio

    La Carta a los Efesios menciona el primer sello dos veces. La primera mención está registrada en Efesios 1:13 y 14: “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación [esphragisthēte],[1] y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria”.

    El apóstol Pablo declaró que en el momento en que alguien se entrega a Cristo y lo acepta como Salvador, el Espíritu Santo sella a esa persona en Cristo para el día de la redención. Yo llamo a ese proceso “Sello del evangelio”.

    La secuencia del pensamiento en el pasaje de Efesios debe ser analizada en detalle: 1) escuchamos la Palabra de verdad, el evangelio de la salvación; 2) creemos en Jesucristo; 3) fuimos sellados por el Espíritu Santo; y 4) el Espíritu Santo nos es dado como garantía, o arras (arrabon, Efe. 1:14; 2 Cor. 1:22), o como primicia (aparchē, Rom. 8:23, 24). El “sello” aquí se refiere a aquel acto divino por el cual el Espíritu Santo se transforma en el fiador y la garantía de nuestra salvación y nuestra redención. De esta manera, el Espíritu Santo garantiza nuestra herencia. Asegura nuestra redención siempre que permanezcamos fieles a nuestro llamado hasta el tiempo del fin, cuando seremos propiedad de Dios por completo y tendremos una perfecta relación con el Señor cara a cara.[2]

    El don del Espíritu es como un “pago anticipado” de la herencia que tenemos en Dios. Esta primera recompensa garantiza el pago completo en el futuro. El Espíritu es la cuota inicial en nuestra salvación. También es nuestra garantía de que la plena herencia futura y la salvación nos serán entregadas. La salvación no depende de nuestras realizaciones, de nuestro desempeño o de nuestros actos, pues es únicamente obra de Dios. La palabra griega arrabōn significa “depósito, empeño, garantía de aquello que está por venir”. Esta palabra se usa también en 2 Corintios 1:22, donde el sellamiento y la garantía se mencionan juntos; y en 5:5, donde la actividad toda señala hacia Dios, quien “nos preparó para ese propósito, dándonos al Espíritu como garantía de lo que está por venir”.

    En el segundo pasaje, el apóstol Pablo advierte a los creyentes con relación a su relación con el Espíritu Santo: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados [esphragisthēte] para el día de la redención” (Efe. 4:30).[3] La expresión griega aparece solo dos veces en el Nuevo Testamento, en este versículo y en Efesios 1:13, y siempre está en relación con la fe en Cristo. Nota que, en la vida de un creyente, la afirmación del apóstol Pablo sobre el sellamiento efectuado por el Espíritu Santo, según ambos textos, es un evento pasado: “fueron sellados”. Los creyentes en Cristo son sellados por el Espíritu Santo para el evento escatológico de la redención total.

    La vida de obediencia es resultado natural de una fe viva. El sello es un don de Dios; es su respuesta a nuestra reacción a su amor. Siendo que el Espíritu Santo habita en nosotros, no lo debemos chasquear ni entristecer por medio de acciones y conductas equivocadas. “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia” (Efe. 4:31). El consejo del apóstol Pablo en el sentido de no entristecer al “Espíritu de Dios” (4:30) es un llamado directo: no hagan como hizo el pueblo de Israel en el pasado (ver Isa.63:10). ¿Por qué vivir en oposición a aquel de quien recibimos el sello? ¿Por qué poner en riesgo nuestro destino eterno?

    El sello tiene varios significados, y entre ellos hay tres que deben ser observados: 1) señal o prueba de autenticidad; 2) señal de propiedad; y 3) señal de aprobación. Por medio de su sello, Dios declara que pertenecemos a él, que somos de él, y que aprueba y acepta nuestra fe para que podamos crecer en él y tener una vida auténtica de amor, fe y esperanza (2 Cor. 13:13, 14; 2 Ped. 3:18). Todos estos matices son relevantes para el sellamiento divino de aquellos que creen en él.

    Como señal de propiedad, el sello indica pertenencia, así como aprobación de un producto. Eso trae un sentido de validez y autenticidad: “Dios es el que nos mantiene firmes en Cristo, tanto a nosotros como a ustedes. Él nos ungió, nos selló como propiedad suya y puso su Espíritu en nuestro corazón como garantía de sus promesas” (2 Cor. 1:21, 22, NVI). “Es Dios quien nos ha hecho para este fin y nos ha dado su Espíritu como garantía de sus promesas” (5:5, NVI).

    Mediante nuestra unión con Cristo pasamos nuevamente a pertenecer al Señor, y el Espíritu Santo coloca su sello en nosotros para ratificar esta nueva relación (Efe. 1:13;2:11). No hay ninguna duda en cuanto a la salvación porque el Espíritu Santo es el fiador de esta experiencia (ver Juan 5:24; Efe. 2:4-10). Es significativo que el sellamiento realizado por el Espíritu Santo es mencionado en dos fragmentos de la Epístola a los Efesios. En la primera parte (capítulos 1 al 3), que es la más doctrinal, el apóstol Pablo presenta el indicativo del evangelio o la raíz de nuestra salvación, y nos recuerda nuestro llamado y las riquezas de la gracia de Dios. En la segunda parte (capítulos 4 al 6), el apóstol describió las consecuencias y las demandas de una vida salva; es decir, el imperativo del evangelio y del comportamiento ético, exhortando a los seguidores de Cristo a que vivan de manera apropiada a su llamado.

    Ninguno de nosotros puede sellarse a sí mismo. El sellamiento es un acto de Dios para con nosotros en el que no hay “Pero”, “Tal vez” ni “Puede ser”. Permaneciendo en Cristo, tenemos la seguridad de la salvación.

El segundo sello: el sello apocalíptico

    El segundo sello de Dios se describe en el libro de Apocalipsis. Ese sello no contradice al primero, sino que se concede a los redimidos como señal de pertenencia al Señor. Ellos viven en el tiempo del fin, un poco antes del cierre de la puerta de la gracia. El propósito de este segundo sello no se refiere a la salvación o la redención, sino que expresa la protección final y la vindicación redentora. Si el primero es el sello del evangelio, el segundo puede ser llamado “sello escatológico”, o “sello apocalíptico”.

    Este sello apocalíptico (sphragis) se menciona en el libro de Apocalipsis, donde los fieles seguidores de Dios lo reciben cerca del final de los tiempos para que sean capaces de atravesar los eventos finales y sean protegidos de las siete últimas plagas (Apoc.7:2, 3; 9:4; 14:9). Este sello es lo opuesto a la marca (charagma) de la bestia. Se advierte al mundo para que no reciba la marca de la bestia (13:16, 17; 14:9, 11; 16:2; 19:20; 20:4), porque será colocada sobre aquellas personas que rechacen la gracia salvífica de Cristo y se coloquen del lado de Satanás.

    En el libro de Apocalipsis, aquellos que tengan el sello de Dios en su frente serán protegidos del derramamiento de la ira divina y podrán quedar en pie en aquel gran día (Apoc. 6:17; 7:3). El sello de Dios protegerá a sus hijos en el tiempo del derramamiento de la condenación divina. Por lo tanto, no es por casualidad que el mensaje de los tres ángeles contiene la declaración del Espíritu para los hijos de Dios: “Ellos descansarán de sus fatigosas tareas, pues sus obras los acompañan” (14:13). Estos fieles son la herencia de Dios, que descansan en el Señor hasta el día de la redención.

    La salvación nunca fue un emprendimiento antropocéntrico, sino que siempre fue una iniciativa y una realización teocéntricas. Nosotros no podemos tomarla en nuestras manos, no poseemos la salvación; viene a nosotros como un don preparado por Dios, que podemos aceptar o rechazar. Dios nos posee, nosotros pertenecemos a él. Necesitamos permanecer “en Cristo”, como el apóstol Pablo lo diría.[4] Cristo es el fiador del sellamiento porque recibió un sello de aprobación por su obra en nuestro favor cuando vivió aquí, en la Tierra. “Sobre este [Jesús] ha puesto Dios el Padre su sello de aprobación” (Juan 6:27).

Los dos sellos comparados

    Tanto en el sello del evangelio como en el sello apocalíptico, el Espíritu Santo es quien realiza la obra. El primero, el sello del evangelio, se coloca sobre todos los que aceptan a Jesús como su Salvador y en el momento en que lo aceptan (2 Cor. 1:22; Efe.1:13; 4:30; 2 Tim. 2:19). El segundo, el sello apocalíptico, se aplica sobre aquellos que sean fieles y que recibieron el primer sello, y que estarán vivos al momento de su llamado durante los días finales, que tiene lugar poco tiempo antes de la segunda venida de Jesús (Apoc. 7:3, 4, 14-17).

   El primero es un sello de salvación, que declara que la persona es salva por Cristo y forma parte de la familia de Dios, manteniendo este estatus mientras permanezca fiel a Cristo. El segundo es un sello de protección, que guarda a los fieles durante el tiempo de persecución, que ocurre durante el período final de la historia de este mundo.

    El primero es un sello de aceptación; y el otro, de confirmación final. El primero es una declaración inicial que señala que la persona pertenece a Cristo y se aplica en el momento en que acepta a Jesús. El segundo confirma la fidelidad en el seguimiento del Cordero y el liderazgo de Dios en su vida, haciendo su voluntad, guardando sus mandamientos y viviendo de acuerdo con su Palabra, revelada durante las horas finales de la Tierra (Apoc.7:14-17; 12:17; 13:10; 14:4, 5, 12; 17:14; 19:10). El primer sello se coloca en el momento de la aceptación de Jesús como Salvador, y los redimidos permanecen sellados mientras se mantengan fieles a su llamado. El segundo sello se aplica sobre aquellos que recibieron el primero y se mantengan fieles, y estén con vida durante los días finales de la historia humana. Aunque el sello del evangelio pueda ser quebrado por el abandono de la fe, el sello apocalíptico es permanente.

El tiempo de recibir el sello apocalíptico

    A medida que la historia del mundo llega a su final, habrá circunstancias tan apremiantes que las personas tendrán que decidir de qué lado estarán: con Dios o con las fuerzas del mal, representadas en el libro de Apocalipsis por el dragón, las bestias del mar y de la tierra, el falso profeta y la imagen de la bestia (ver Apoc. 13-18). El libro de Apocalipsis menciona que durante este tiempo del fin Dios colocará su sello apocalíptico sobre su pueblo (7:1-4).

    Sobre la base de la enseñanza bíblica, apoyada por los escritos de Elena de White, se puede afirmar que el sello apocalíptico se da solamente a los fieles seguidores de Dios después de la crisis final global, e inmediatamente antes de que se cierre la puerta de la gracia. En ese tiempo, la imagen de la bestia también surge con sus demandas vigorosas. Elena de White dice: “La imagen de la bestia será formada antes de que termine el tiempo de gracia, porque constituirá la gran prueba para el pueblo de Dios, por medio de la cual se decidirá su destino eterno […].

     “Esta es la prueba por la que deben pasar los hijos de Dios antes de ser sellados. Todos los que demuestren su lealtad a Dios mediante la observancia de su Ley y negándose a aceptar un falso día de reposo se alistarán bajo la bandera del Señor Dios Jehová y recibirán el sello del Dios viviente. Los que renuncien a la verdad de origen celestial y acepten el descanso dominical recibirán la marca de la bestia”.[5]

    Además de esto, explica cuándo será recibida la marca de la bestia: “Nadie hasta ahora ha recibido la marca de la bestia. El tiempo de prueba no ha llegado aún. Hay cristianos verdaderos en todas las iglesias, sin exceptuar la comunidad católica romana. Nadie es condenado hasta que haya tenido la luz y haya visto la obligación del cuarto Mandamiento. Pero, cuando se ponga en vigencia el decreto que ordena falsificar el sábado, y el fuerte clamor del tercer ángel amoneste a los hombres contra la adoración de la bestia y su imagen, se trazará claramente la línea entre lo falso y lo verdadero. Entonces los que continúen aún en transgresión recibirán la marca de la bestia.

    “Con pasos rápidos nos aproximamos a este período. Cuando las iglesias protestantes se unan con el poder secular para sostener una falsa religión, a la cual se opusieron sus antepasados soportando la más terrible persecución, entonces el día de descanso papal será hecho obligatorio por la autoridad combinada de la Iglesia y el Estado. Habrá una apostasía nacional, que determinará tan solo la ruina nacional”.[6]

    La misma autora inspirada afirma: “La observancia del domingo no es aún la marca de la bestia, y no lo será sino hasta que se promulgue el decreto que obligue a los hombres a santificar este falso día de reposo. Llegará el tiempo cuando este día será la prueba; pero aún no ha venido”.[7]

    Una vez más, ¿cuándo ocurrirá el sellamiento apocalíptico? Sobre la base de los escritos de Elena de White, podemos afirmar lo siguiente: 1) Este sellamiento ocurrirá solamente después de que el protestantismo apóstata se una con el catolicismo para imponer la observancia del domingo; 2) La ley dominical entrará en vigor, y servirá como catalizador para llevar a las personas a que escojan entre la Ley de Dios y las exigencias humanas, para tomar su decisión final a favor o en contra de Dios, de su Ley y de su pueblo; 3) Recién en ese momento comenzará el tiempo para el sellamiento de Dios y la marca de la bestia.

    El sellamiento apocalíptico, entonces, comenzará recién después de que la ley dominical sea promulgada. La controversia final entre la santificación del sábado o del domingo distinguirá a aquellos que son leales de aquellos que opten por aliarse con el enemigo de Dios.

    Elena de White está en lo correcto, cuando asevera: “El sábado será la gran prueba de lealtad, pues es el punto de verdad especialmente controvertido. Cuando la prueba final les sea aplicada a los hombres, entonces se trazará la línea de demarcación entre quienes sirven a Dios y quienes no lo sirven. Mientras que la observancia del falso día de reposo (domingo) –en obediencia a la ley del Estado y en oposición al cuarto Mandamiento– será una declaración de obediencia a un poder que está en oposición a Dios, la observancia del verdadero día de reposo (sábado) –en obediencia a la Ley de Dios– será una evidencia de lealtad al Creador. Mientras que una clase de personas, al aceptar el símbolo de la sumisión a los poderes terrenales, recibe la marca de la bestia, la otra, por haber elegido el signo de obediencia a la autoridad divina, recibirá el sello de Dios”.[8]

Sobre el autor: Profesor de Exégesis del Antiguo Testamento y rector del Seminario Teológico Adventista de la Universidad Andrews, Berrien Springs, MI, Estados Unidos.


Referencias

[1] Esphragisthēte es un verbo en aoristo del indicativo pasivo, segunda persona del plural, que significa “ustedes fueron sellados” o “marcados” (del verbo sphragizō, “sellar, lacrar con un sello”).

[2] La presencia del Espíritu Santo en la vida de los creyentes no es solamente evidencia de su presente salvación en Cristo, sino también una garantía de su herencia futura, y el pago anticipado de esa herencia.

[3] La referencia al “día de la redención” es el énfasis especial paulino en Efesios, y su contexto señala hacia la segunda venida de Cristo (ver Efe. 1:14).

[4] La expresión “en Cristo” muy probablemente sea el tema central en las epístolas del apóstol Pablo. Vern Klyne Snodgrass, The NIV Application Commentary: Ephesians (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1996), p. 57.

[5] Elena de White, Maranata: El Señor viene (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana,

 1976), p. 162.

[6] ______________, El evangelismo (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2015), pp. 236, 237.

[7] ______________, Eventos de los últimos días (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2015), p. 228.

[8] _____________, El conflicto de los siglos (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2015), p. 591.