Carlos E. Wilbour, comerciante norteamericano y coleccionista de antigüedades egipcias, compró nueve rollos y algunos fragmentos de papiros a tres mujeres de la isla de Elefantina, en el río Nilo, Alto Egipto, a comienzos de 1893. Ocho de los rollos todavía estaban doblados y sellados con cuerdas y sellos de arcilla. Poco tiempo después mostró los fragmentos de rollos al Prof. A. H. Sayce quien le informó que estaban escritos en arameo. El dueño no hizo nada para publicar su compra o conseguir que alguien leyera los rollos, sino que los puso en unas cajas de lata en el fondo de uno de sus baúles, donde permanecieron hasta su muerte, cuatro años más tarde.

 El baúl fue enviado a los Estados Unidos y almacenado en un depósito de Nueva York, y aparentemente no fue abierto hasta que murió Teodora, la hija del Sr. Wilbour en 1947. El baúl llegó al museo de Brooklyn junto con el resto de las posesiones de Wilbour. Cuando finalmente se desenrollaron los papiros, aportaron valiosa información acerca de una comunidad judía en Egipto durante la época de Esdras y Nehemías. Los arqueólogos ya conocían esta comunidad, pero los papiros de Wilbour añadieron nuevos detalles y por primera vez proveyeron indicios en cuanto a la naturaleza del calendario que usaron los judíos del tiempo postexílico. Esta información es de especial interés para los estudiosos de 1a cronología de la Biblia debido a que provee información precisa para establecer la fecha de 457 AC como el comienzo de los 2.300 días/años de Daniel 8 así como el de la profecía de las 70 semanas de Daniel 9.

 Pero antes de estudiar el problema del calendario de los judíos antiguos y su cronología debemos descubrir cómo fue que existió una comunidad judía en Elefantina, a 950 km al sur de El Cairo y cómo, por medio de algunos descubrimientos notables de manuscritos, los eruditos supieron de su existencia.

 Esta isla yace en medio del río Nilo, un poco al norte de la primera catarata que constituye la frontera étnica y geográfica entre Egipto y Nubia, la Cus bíblica. En la orilla oriental del Nilo está Asuán, notoria ahora por la gigantesca represa que formó el enorme Lago Nasser, de más de 450 km de longitud, que se utiliza para riego y producción de energía hidroeléctrica. Los antiguos egipcios llamaban Yeb a la isla, mientras los griegos la llamaban Elefantina; y servía en primer lugar como fortaleza para proteger la frontera sur del antiguo Egipto, pero también constituía una sede comercial donde se obtenían muchos de los productos importados a Egipto como marfil, pieles de leones y otros animales exóticos.

 En esta isla el Sr. Wilbour adquirió los nueve rollos de papiro en 1893, pero desafortunadamente la forma como los obtuvo descendió con él a la tumba. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, los habitantes de la isla encontraron otros trozos de papiro que pusieron en el mercado de antigüedades. Para proteger sus ingresos no revelaron el lugar de donde los obtenían. Un agente de la Biblioteca de Estrasburgo compró los primeros tres fragmentos de estos papiros de un comerciante de antigüedades cerca de Luxor en 1898. El profesor Sayce consiguió otro rollo en la isla misma en 1900, y en 1904 Lady William Cecil compró tres rollos en Asuán, mientras Sir Robert Mond consiguió otros cinco. Cuando éstos se publicaron en 1906[1] el mundo académico se sorprendió al saber que todos ellos procedían de una comunidad de mercenarios judíos que habían protegido la isla de Elefantina durante el período persa.

 La excitación originada por el descubrimiento de estos documentos condujo a un equipo de arqueólogos alemanes a la isla para realizar excavaciones bajo la dirección de Otto Rubensohn del museo de Berlín, de 1906 a 1908. Rubensohn ganó la confianza de los habitantes de la isla y consiguió averiguar el lugar del descubrimiento de los papiros que habían aparecido entre 1898 y 1904. Sorprendentemente, la expedición de Rubensohn logró descubrir otros 62 rollos arameos en papiro, muchos fragmentos de papiros inscriptos, y además numerosos trozos de cerámica con inscripciones. Este tesoro de material con inscripciones fue publicado en forma magistral en 1911[2] y abrió delante del mundo académico casi una nueva disciplina, a la par que lo familiarizó con una fase de la historia judía de la cual poco o nada se sabía hasta ese tiempo.[3]

La comunidad judía de Elefantina

 Entre los rollos de papiro escritos en arameo hay documentos oficiales -referentes a casamientos, ventas de propiedades, contratos comerciales, decretos gubernamentales y liberación de esclavos- así como cartas privadas y oficiales, y aún algunos trozos literarios. Estos documentos fueron de enorme importancia para una mejor comprensión del arameo, la lengua oficial del imperio persa, puesto que constituyen el mayor grupo de documentos arameos que ha sobrevivido desde tiempos precristianos. A la luz del hecho de que varios capítulos de los libros postexílicos de Daniel y Esdras están escritos en arameo, cualquier porción relativamente grande de documentos arameos originados en la misma época tendría gran significación para los estudios de las lenguas bíblicas. (Una comparación de los papiros de Elefantina con las porciones arameas de Daniel hacen más plausible una fecha en el siglo VI para este libro que la del siglo II AC. Aquella fecha para Daniel ha recibido apoyo reciente de los rollos del Mar Muerto. Véase G. Hasel, “Daniel Survives the Critics’ Den”, en Ministry de enero de 1979.) Además estos papiros proveyeron informaciones adicionales con respecto a la historia, cultura y religión de la comunidad judía que produjo esos valiosos documentos.

 Por medio de éstos los eruditos llegaron a saber que en la dinastía 26a (663-525 AC) algunos judíos de Palestina habían sido obligados a establecerse en la isla de Elefantina como mercenarios para defender la frontera austral de Egipto. Estos soldados judíos habían construido un templo que dedicaron a Yahveh, aunque también servían a otros dioses, tal como lo habían hecho sus compatriotas preexílicos en Judá. Cuando el rey persa Cambises conquistó Egipto en 525 AC, destruyó el templo egipcio en honor a Khnum en Elefantina, pero no tocó el templo judío a Yahveh en la misma isla, probablemente porque como monoteísta zoroastriano que era, se sentía favorablemente dispuesto hacia los judíos que por lo común eran considerados monoteístas. Este favoritismo hacia la colonia judía debe de haber creado tensiones serias entre los egipcios y los judíos de la región, o tal vez, aumentado las tensiones ya existentes.

 Además descubrimos por estos documentos que los judíos controlaban sus propios asuntos civiles y comerciales. Sin embargo, ocupaban los últimos peldaños de la escala militar, pues eran tan sólo soldados rasos, mientras sus oficiales eran invariablemente babilonios o persas.

 De acuerdo con estos papiros arameos, los soldados egipcios estacionados en Asuán cruzaron el río y destruyeron el templo judío en el año 410 AC en momentos en que Arsames, el gobernante persa de país estaba de visita en la corte del rey de Persia. Aparentemente tenían el permiso tácito de Widrang, el comandante local. Cuando volvió Arsames, los judíos de Elefantina se quejaron ante él por el ataque, y éste castigó a Widrang por su complicidad en el acto violento. Pero para desilusión de los judíos no les dio permiso para reconstruir su templo. Exigió en cambio que obtuvieran permiso de las autoridades de Jerusalén para poder darles la autorización pedida. Posiblemente Arsames tenía conocimiento de que algunos judíos conservadores tales como Esdras y Nehemías se oponían a la existencia de santuarios a Yahveh fuera del de Jerusalén. Por lo tanto pudo haber estimado que el plan más seguro era que las autoridades judías llevaran la responsabilidad de negar el permiso de reconstrucción del templo.

 Como no tenían otra salida los judíos enviaron una carta a los dos oficiales más altos de Judea, a Bigvai gobernador persa, y a Johanán el sumo sacerdote (mencionado en Nehemías 12:22, 23) solicitándoles permiso para reconstruir el templo. Esta carta fue evidentemente ignorada por las autoridades de Jerusalén, ya que los judíos de Elefantina nunca recibieron respuesta. Después de esperar dos años despacharon otra carta, esta vez dirigida sólo a Bigvai en la que repetían su pedido. Le ofrecieron también una suma de dinero a manera de soborno para que les autorizara la construcción y mencionaron que habían puesto el asunto en conocimiento de los hijos de Sanballat, gobernador de Samaría y antiguo archienemigo de Nehemías. (Véase Neh. 6:1 y siguientes.) Sin decirlo en forma explícita, indicaron que si las autoridades de Jerusalén no estaban dispuestas a conceder el permiso, los samaritanos rivales podrían estar dispuestos a permitirles construir en Elefantina un templo, filial de su propio santuario.

 Esta segunda carta consiguió el resultado deseado. Bigvai se reunió con Delaiah, hijo de Sanballat, para no ser sorprendido por los judíos de Elefantina, y después de esta consulta, les otorgó el permiso para reconstruir el templo con la limitación de que en el sólo se podrían presentar ofrendas sin sangre. Desafortunadamente los documentos que se conservan no nos informan si después de recibir esta autorización de Jerusalén, Arsames les dio permiso para construir el templo, o si el templo se construyó. Tampoco se ha descubierto todavía el sitio donde estuvo una vez este templo. Por medio de otras fuentes históricas sabemos, sin embargo, que los egipcios se rebelaron contra sus gobernantes persas pocos años más tarde y los expulsaron del país. No se conoce la suerte que corrieron los judíos de Elefantina después de esta rebelión, y no se sabe si fueron masacrados o se les permitió abandonar el país.[4]

El calendario de los judíos de Elefantina

 Los papiros arameos de Elefantina contribuyeron en forma significativa a una mejor comprensión del calendario judío postexílico y de la cronología durante el periodo persa. De los datos cronológicos presentados en los libros de Reyes y Crónicas sabemos que el reino del sur, Judá, poseía dos calendarios antes del exilio babilónico. El primero era el calendario religioso que comenzaba en la primavera, en el cual los meses estaban numerados del uno al doce. El otro era el calendario civil que comenzaba en el otoño. El día de Año Nuevo del calendario civil era el primer día del mes séptimo del año religioso. De este modo los meses del año civil se contaban primero del siete al doce y luego del uno al seis. El mes duodécimo, el último del año religioso, caía en la mitad del año civil.[5]

 También sabemos que los judíos preexílicos contaban los años del reinado de los reyes extranjeros, incluyendo los de la vecina Israel, de acuerdo con su propio calendario civil, aún si esto significaba que su cómputo fuera diferente de la numeración que utilizaban los países extranjeros. Los registros nos dan un ejemplo en el caso de la captura de Jerusalén bajo el rey Joaquín en el año 597 AC. Los babilonios fecharon este evento en sus propios anales como el año séptimo del reinado de Nabucodonosor. Pero el compilador hebreo del libro de los Reyes ubicó el mismo acontecimiento en el año octavo. (Véase 2 Rey. 24:12.) Esto no representa una discrepancia entre registros hebreo y babilónico, sino refleja solamente el uso de dos calendarios diferentes y de dos maneras diferentes de calcular las fechas.[6] En realidad, si se reconoce y aplica esta regla, se obtiene una total armonía de todos los datos cronológicos preexílicos que aparecen en la Biblia.[7]

 Los hebreos tenían nombres y números para sus meses. Antes del exilio los nombres parecen haber sido idénticos a los nombres que los cananeos daban a sus meses. Tres de los cuatro meses mencionados por nombre en los libros preexílicos de la Biblia –Ziv, el segundo mes, Ethanim, el séptimo mes, y Bul, el mes octavo – también aparecen en textos cananeos antiguos. Pero durante el exilio los judíos adoptaron los nombres de los meses babilónicos, como se ve claramente por el hecho de que en todos los libros postexílicos de la Biblia -Esdras, Nehemías, Hageo, Zacarías y Ester- los nombres de los meses son las variantes hebreas de los babilónicos: Nisan por Nisanu, Sivan por Simanu, Elu por Ululu, Chislev por Kislimu, Tebet por Tebetu, Shebat por Shabatu y Adar por Addaru. Parece seguro que los judíos adoptaron los nombres de los meses del calendario babilónico durante su estadía en Babilonia, pero los eruditos bíblicos han estado divididos en cuanto a si los judíos también adoptaron el calendario babilónico en ese período y cambiaron su día de Año Nuevo civil del otoño a la primavera. La mayoría de los eruditos piensa que es lógico suponer que los judíos tomaron no sólo los nombres de los meses sino también su calendario, de modo que tuvieran sólo un calendario después del exilio, específicamente el babilónico, que sirviera para los propósitos civiles tanto como para los religiosos.

 Hay dos pasajes en Nehemías, sin embargo, que no están en armonía con esta opinión de la mayoría. En Nehemías 1:1-3 se registra un acontecimiento que se dice que ocurrió en Chislev, el noveno mes, del vigésimo año del rey Artajerjes, mientras que un acontecimiento posterior que aparece en Nehemías 2:1-8 se registra como habiendo ocurrido en Nisán, el primer mes, del mismo año vigésimo. Aquí el noveno mes claramente precede al primer mes en un año dado. Hay solamente dos interpretaciones posibles: 1) uno de los pasajes de Nehemías contiene un error, como lo sugieren algunos intérpretes de la Biblia,[8] o 2) el autor del libro de Nehemías contaba los meses de los años del reinado de Artajerjes no de acuerdo con el calendario babilónico de primavera a primavera[9] sino más bien con el antiguo calendario civil judío preexílico, de acuerdo con el cual el día de año nuevo caía en el otoño.

 Para determinar cuál de las interpretaciones es correcta es necesario encontrar documentos religiosos antiguos de los judíos que tengan doble datación -una fecha que siga el sistema judío y otra expresada en la forma utilizada por los reyes extranjeros-. En los papiros de Elefantina hay documentos tales, en los que varios textos legales tienen las dos fechas, una egipcia y la otra judía.

 Un ejemplo puede aclarar lo que queremos decir. El documento Sayce-Cowley J contiene la renuncia a una demanda y procede del año 415 AC como lo muestra la primera línea que indica la fecha. La línea dice: “El tercer día de Chislev, año octavo, que es el duodécimo día de Thoth, año noveno de Darío el rey”. La primera de estas fechas está expresada de acuerdo con el calendario judío como lo indica el nombre del mes, Chislev La segunda fecha usa el calendario egipcio con el nombre egipcio del mes Thoth. Evidentemente los judíos de Elefantina tenían que usar el sistema oficial de datación del país en el que vivían para poder dar fuerza legal a sus documentos. Sin embargo, aparentemente sentían también la necesidad de añadir, en muchos de los papiros de Elefantina, una fecha computada de acuerdo con su propio sistema y calendario. Nótese en este ejemplo que el número del año del rey varía en un año de uno a otro sistema.

 Desafortunadamente, los documentos existentes antes de 1947 que tenían doble fecha procedían de aquella parte del año en la que no había diferencias entre el calendario babilónico de primavera a primavera y el calendario judío de otoño a otoño. De ese modo no era posible determinar si los judíos de Elefantina usaron un calendario diferente del babilónico.

 El panorama cambió en 1953 cuando Emil C. Kraeling publicó los documentos que habían permanecidos ocultos desde 1893 hasta 1947 en el fondo del baúl de Wilbour.[10] Entre los tesoros publicados había algunos documentos con doble fecha. En uno de ellos (Kraeling 6), las fechas judías y egipcias pueden armonizarse solamente si suponemos que el escriba cometió un error,[11] o que usó el calendario que comenzaba en el otoño y contaba los años del reinado de los reyes persas de acuerdo con ese calendario de otoño a otoño.[12] Tenemos aquí una situación similar a la de los dos pasajes de Nehemías que ya mencionamos, en los que también existen esas dos posibilidades: Nehemías cometió un error o usaba un calendario de otoño a otoño.

¿Cuándo regresó Esdras?

 Estos puntos de vista divergentes tienen importancia con respecto a la fecha del regreso de Esdras de Babilonia en el séptimo año del reinado de Artajerjes I (Esdras 7:1-9). Por medio de los registros antiguos, mayormente documentos cuneiformes fechados, se ha establecido que el primer año del reinado de Artajerjes I comenzó en la primavera del año 464 AC y terminó en la primavera del año 463 AC de acuerdo con el cómputo persa. En consecuencia, su séptimo año fue el año 458-457 AC, primavera a primavera. Si Esdras contó los años del reinado de esta manera, habría regresado en la primavera del 458 AC, porque se nos dice que salió de Babilonia durante el mes de Nisán del año séptimo de Artajerjes, y llegó a Jerusalén cuatro meses más tarde (véase Esdras 7:9). Siguiendo este razonamiento, muchos comentadores ubican los acontecimientos descritos en Esdras 7 en el año 458 AC.[13]

 Por otro lado, si Esdras usó el calendario judío de otoño a otoño, como aparentemente fue el caso de Nehemías, su contemporáneo, y también el de los judíos de Elefantina, el primer año de Artajerjes habría comenzado de acuerdo al cómputo judío en el otoño del 458 AC. De ese modo su séptimo año habría comenzado en el otoño del 458 AC y terminado en el otoño del 457 AC. El mes de Nisán, en el que Esdras y su grupo salieron de Babilonia, habría caído en la primavera del año 457 AC y su llegada a Jerusalén habría ocurrido en el verano del 457 AC. De aquí que los papiros de Elefantina apoyan firmemente nuestra conclusión de que el decreto de Artajerjes fue emitido y llevado a cabo en el año 457 AC.

 Los adventistas han tomado en forma consistente la fecha del retorno de Esdras de Babilonia como el comienzo del período más largo de la historia -la profecía de los 2.300 días/años de Daniel 8:14. En los tiempos de Guillermo Miller y los pioneros de nuestra iglesia, las fechas de la historia antigua se basaban enteramente sobre el canon de Tolomeo del siglo segundo de nuestra era. Su confiabilidad había sido verificada por varios datos astronómicos que registró Tolomeo en relación con sus datos cronológicos. Una dificultad de este canon es que los años del reinado de diversos reyes de la lista (comenzando con los reyes babilonios del siglo octavo AC y siguiendo con los reyes persas, y los gobernadores helenísticos y romanos) están expresados en términos del año solar egipcio que era diferente de los calendarios de las demás naciones. Descubrimientos posteriores, especialmente las numerosas tabletas cuneiformes fechadas de la Mesopotamia han corroborado los datos de Tolomeo en forma general, y al mismo tiempo nos han provisto fechas más precisas en relación con algunos detalles. En ciertos casos, estos descubrimientos más recientes han mostrado que las fechas AC y DC que se habían adoptado para los antiguos gobernantes sobre la base del canon de Tolomeo necesitaban algunas correcciones. Algunas de estas correcciones se han aplicado también a Artajerjes I.

 Sin embargo, la evidencia de los registros judíos de Elefantina como las del libro de Nehemías, de que en ambos casos usaron el calendario de otoño a otoño y contaban los años de reinado de los reyes persas de acuerdo con su propio calendario, proveen amplio apoyo al año 457 AC como el año en que Esdras regresó a Babilonia y no al año 458 AC.[14]


Referencias:

[1] A. H. Sayce y A. E. Cowley, Aramaic Papyri Discovered at Aswan (Londres, 1906).

[2] Eduard Sachau, Aramaische Papyrus und Ostraka aus Einer Jüdischen Militar-Kolonie zu Elephantine (Leipzig, 1911), 2 vols.

[3] A. E. Cowley publicó todos los papiros árameos conocidos hasta 1923 con rigurosos estudios lingüísticos e históricos en su obra Aramaic Papyri of the Fifth Century B. C. (Oxford, 1923).

[4] Se puede encontrar un estudio detallado de la historia, la religión y la vida de la colonia judía en Elefantina en Emil G. Kraeling, The Brooklyn Aramaic Papyri (New Haven, Connecticut, 1953), págs. 1-119.

[5] El año lunisolar de los babilonios y los judíos agregaba un 13er. mes en algunos años a intervalos regulares para hacerlo concordar con las estaciones, pero en este breve trabajo no se toma en cuenta este 13er. mes intercalar para no complicarlo. Para un estudio del problema del calendario y otros afines pueden consultarse los artículos “Mes” y “Año” en el Seventh-day Adventist Bible Dictionary (edición revisada; Washington, D. C., 1979).

[6] Siegfried H. Horn, “The Babylonian Chronicle and the Ancient Calendar of the Kingdom of Judah,” AUSS 5 (1967): 12: 27.

[7] 8 Edwin R. Thiele, The Mysterious Numbers of the Hebrew Kings (edición revisada; Grand Rapids, Michigan, 1965); Comentario Bíblico Adventista, tomo 2 (Mountain View, California 1980), págs. 147, 148.

[8] Wilhelm Rudolph, Esra und Nehemia (Tübingen, 1949), pág. 102, corrige el año 20 de Neh. 1:1 y pone año 19. Roland de Vaux, Ancient Israel (Londres, 1961), pág. 192, considera que Neh. 1:1 es un texto “corrompido”. Loring W. Batten, The Books of Ezra and Nehemiah, “International Critical Commentary” (New York, 1913), pág. 182, llama a las fechas de Neh. 1:1 y 2:1 “interpolaciones del cronista”, y piensa que el cap. 1:1 tiene equivocadamente 20 en lugar de 19, “a menos que, como sugiere Wellhausen, el año sea computado a la manera siria comenzando con el otoño (Is.-Jüd. Gesch. 173).” Peter R. Ackroyd, I & II Chronicles, Ezra and Nehemiah (Londres, 1973), pág. 264, comenta con respecto a Neh. 1:1: “Parecería que aquí hay un error (debería leerse ‘decimonoveno’).” Raymond A. Bowman en The Interpreter’s Bible, Vol. 3 (Nash- ville, 1954), pág. 663, considera el año 20 de Neh. 1:1 un “error… en vez de ‘decimonoveno’ año”.

[9] Los persas adoptaron el calendario babilónico, como lo atestiguan numerosas tabletas cuneiformes fechadas del período persa.

[10] Acerca de la publicación de Kraeling, ver la Nota 4.

[11] Richard A. Parker, “Some Considerations on the Nature of the Fifth- Century Jewish Calendar at Elephantine,” JNES 14 (1955): 274.

[12] 13 Siegfried H. Hom y Lynn H. Wood, “The Fifth-Century Jewish Calendar at Elephantine,” JNES 13 (1954): 14-16.

[13] Martin Noth, The History of Israel (segunda edición; Nueva York, 1960), pág. 320; John Bright, A History of Israel (segunda edición; Filadelfia, 1972), pág 380.

[14] Para un estudio completo de todos los problemas cronológicos y de calendario relacionados con el regreso de Esdras de Babilonia, véase Siegfried H. Hom y Lynn H. Wood, The Chronology of Ezra 7 (edición revisada; Washington, D. C., Review and Herald Publishing Association, 1970).