¿Qué hacen los verdaderos cristianos cuando se encuentran con un mundo espiritualmente caído?

¡Son rudos, lujuriosos y obscenos! -me dijo un amigo cristiano refiriéndose a los homosexuales que hacían una marcha de protesta por las calles de la ciudad.

Uno de los miembros me dio un videocasete de los homosexuales que se manifestaron en la vía pública con el propósito de llamar la atención de la ciudadanía a sus demandas.

Un líder político me invitó a que le ayudara a “limpiar la sociedad” de los “desperdicios homosexuales”.

Visité una iglesia en Texas hace poco. El boletín decía que la iglesia era “inclusiva” y defensora de la “diversidad”: combinación mesurada de dos palabras para indicar que allí se les daba una bienvenida libre de espíritu de crítica a los homosexuales. Yo comprendí inmediatamente el mensaje.

Leo diariamente las cartas que los lectores envían a nuestro periódico local. La guerra sigue adelante: se disparan cartas pro homosexuales contra aquellas que los rechazan. A veces siento como si esa página del periódico fuera a arder.

Un primo mío está muriendo de SIDA en estos días. Contrajo la enfermedad a través de una transfusión de sangre, pero algunas personas se preguntan seriamente si no la contraería de otra manera.

El párroco de una catedral de nuestra ciudad se presenta en televisión para endosar las agendas pro -homosexuales delante de los electores.

Un coro de homosexuales es invitado a un popular santuario del vecindario. Una mujer que es miembro del clero hará la invocación en el evento.

Me perturba toda la agitación que hay en torno a este problema. Yo soy cristiano. Puedo comprender esto. No necesito un seminario para entender claramente mi ética. No necesito escuchar a un orador californiano para que me aclare las ideas al respecto. Y tampoco necesito esos libros que formulan posiciones morales.

Y mientras tanto, me pregunto: ¿Refunfuña la comunidad religiosa contra otros con quienes también estoy en desacuerdo? ¿Volvemos nuestros puños contra los alcohólicos, los promiscuos, los adolescentes, el tipo que se ha divorciado tres veces y que se sienta en la quinta banca delantera de la iglesia? ¿Nos deshacemos del chico que trae la melena atada como cola de caballo o del tipo que trae todos los brazos tatuados?

El cristiano no rechaza a esta gente. El amor no es “grosero” (1 Cor. 13:5, NBE). Al contrario, lo que hace el cristiano es poner la alfombra para que regresen los perdidos y fatigados, los pecadores y los descarriados.

¿Por qué entonces no los homosexuales?

De modo que cuando el periódico atacó a la comunidad religiosa por su indiferencia ante el problema de los homosexuales, yo inmediatamente escribí que nosotros les dábamos la bienvenida. ¿Por qué? Porque tenemos un estilo de vida alternativo que quizá a ellos les gustaría considerar. No todos ellos, por supuesto, están totalmente convencidos de la bondad de su forma de ser. Algunos hasta se sienten avergonzados por todo el escándalo que se hace en su nombre. Y hay otros que se sienten totalmente confundidos y solitarios. Incluso puede ser que se sientan hastiados de su estilo de vida.

Los cristianos no pueden darse el lujo de poner barreras o pasarse al otro lado del camino. No pueden simplemente negar el problema: “Yo no veo a ningún homosexual; ¿ve usted a un homosexual?” “El amor es paciente y bondadoso” (1 Cor. 13:4. NBE).

Sabemos que hay pecados por todos lados: chismografía, pleitos y divisiones en las iglesias, intemperancia en el comer y el beber, fornicación homosexual y heterosexual, maledicencias en la junta de la iglesia, pornografía, y sexo ilícito en colegios cristianos.

¿Qué hacen, entonces, los verdaderos cristianos cuando se ven confrontados con un mundo espiritualmente caído? Ponen el anuncio de bienvenida: “Vengan todos los que están trabajados y cargados. Hay otro camino. Cristo es el que lo ha abierto. Jesús ha venido para revelar el camino de la luz, del amor, de la paz y la santidad”.

¿Significa esto que comprometemos el mensaje del evangelio? Pienso que no.

Sobre el autor: es el pastor de la Iglesia del Nazareno, Windham, Maine.