Si el sistema educacional adventista aceptara implementar el consejo divino en todas sus consecuencias y se comprometiera con la totalidad de sus posibilidades, presenciaríamos una renovación positiva y muy saludable en nuestros colegios. El consejo divino al cual nos estamos refiriendo puede sintetizarse en siete declaraciones simples pero esenciales:

  1. Objetivos de la educación: “El verdadero objeto de la educación es formar hombres y mujeres idóneos para servir”.[1]
  2. Enseñanza de la evangelización: “El Señor ordena a los que están relacionados con nuestras escuelas, sanatorios y casas editoras que enseñan a los jóvenes a hacer obra evangélica”.
  3. Organizados en grupos: “Hay que organizarlos y educarlos cabalmente en grupos para que trabajen como enfermeros, visitadores evangélicos, obreros bíblicos, colportores, ministros y evangelistas médico misioneros”.
  4. Hay que facilitarles el tiempo: “Es necesario para su completa educación que los estudiantes tengan tiempo para hacer obra misionera… No deben estar tan recargados de estudio como para que no tengan tiempo para usar el conocimiento que han adquirido”.
  5. Estudio y obra misionera: “Donde quiera que sea posible, los estudiantes deben participar durante el año escolar en la obra misionera hecha en las ciudades”.
  6. Los maestros y los alumnos: “Maestros, id con vuestros alumnos. Llevadlos a las casas de la gente, lejos y cerca, y enseñadles a hablar de tal manera que proporcionen beneficio”
  7. La obra misionera y la bendición divina: “Si se estimula el espíritu misionero, aun cuando quite algunas horas al programa de los estudios regulares, se recibirá mucha bendición del cielo”.

            La implementación de estos principios en el Colegio de las Antillas durante los últimos diez años, ha sido ocasión para grandes bendiciones. Nuestro programa de acción incluyó campañas de evangelización mayores como las de Río Piedras y Santo Domingo en 1972, y la de Cayey en 1976; y campañas medianas como las de San Sebastián y San Franciso de Macoris en 1980, todas ellas conducidas por el autor.

            Las campañas menores a razón de seis a diez cada año fueron realizadas por los estudiantes ministeriales. La combinación de campañas mayores y menores permitió al estudiante ministerial observar de cerca y a la vez practicar los principios teóricos enseñados en las clases. Para el año 1981 se planearon dos campañas mayores a cargo del autor con la participación de decenas de estudiantes ministeriales. Los resultados inmediatos consistentes en la creación de una docena de nuevas congregaciones y el bautismo de más de mil quinientas almas han sido estimulantes. Aunque damos gracias a Dios por las victorias obtenidas, anticipamos para el futuro otras mayores. Esta obra que es divina avanza en dirección a su final y gloriosa culminación.


Referencias

[1] Las citas de las siete declaraciones que se mencionan en este artículo son tomados de La Educación Cristiana, págs. 465-495.