Sobre el autor: Acuerdos tomados por el Concilio Anual de la Asociación General y aprobados por la Junta Plenaria de la División Sudamericana el 5 de junio de 1973.
Acordado, Que se adopten las siguientes normas en cuanto a la filosofía adventista de la música:
La Iglesia Adventista del Séptimo Día surgió en cumplimiento de la profecía y con el propósito de ser un instrumento de Dios para la proclamación mundial de las buenas nuevas de salvación por la fe en el sacrificio expiatorio del Hijo de Dios y por la obediencia a sus mandatos como preparación para el regreso de nuestro Señor. Las vidas de quienes aceptan esta responsabilidad deben ser tan distintivas como lo es su mensaje. Esto exige que cada miembro esté totalmente consagrado a los ideales y objetivos de la iglesia. Tal dedicación afectará a todos los departamentos de la iglesia, y ciertamente influirá en la música usada por la iglesia en el cumplimiento de la misión que Dios le ha señalado.
La música es uno de los mayores dones que Dios le ha dado al hombre y uno de los elementos más importantes de un programa espiritual. Es una de las avenidas de comunicación con Dios. “Es uno de los medios más eficaces para grabar en el corazón la verdad espiritual” (La Educación, pág. 163). Tratándose de asuntos de importancia eterna, es esencial que se tenga claro el concepto del tremendo poder de la música. Tiene poder para elevar o degradar; puede ser usada al servicio del bien o del mal. “Tiene poder para subyugar naturalezas rudas e incultas; para avivar el pensamiento y despertar simpatía; para promover la armonía de acción y desvanecer la melancolía y los presentimientos que destruyen el valor y debilitan el esfuerzo” (Ibíd.).
Por lo tanto, aquellos que seleccionan la música para cumplir con los propósitos singulares de esta iglesia, deben ejercer el mayor discernimiento en su selección y uso. Para alcanzar estos ideales, necesitarán sabiduría más que humana. La revelación nos proporciona como guía los siguientes principios generales:
La música debiera:
- Glorificar a Dios y ayudarnos a adorarle en forma aceptable (1 Cor. 10:31).
- Ennoblecer, elevar y purificar los pensamientos del cristiano (Fil. 4:8; Patriarcas y Profetas, pág. 645).
- Influir de manera efectiva sobre el cristiano para lograr el desarrollo del carácter de Cristo en su propia vida y en la de otros (Manuscrito 57, 1906).
- Poseer una letra que esté en armonía con las enseñanzas bíblicas de la iglesia (Review and Herald, 6 de junio de 1912).
- Revelar compatibilidad entre el mensaje expresado por las palabras y la música, evitándose una mezcla de lo sagrado y lo profano.
- Evitar los efectos teatrales y la ostentación vanidosa (Evangelism, pág. 137, Review and Herald, 30 de noviembre de 1900).
- Dar preeminencia al mensaje del texto, el cual no debería verse disminuido por los elementos musicales (Obreros Evangélicos, págs. 370, 371).
- Mantener un equilibrio juicioso entre los elementos emocionales, intelectuales y espirituales (Review and Herald, 14 de noviembre de 1899).
- Nunca comprometer los elevados principios de la dignidad y la excelencia por querer alcanzar a la gente en el nivel donde se encuentra (Testimonies, tomo 9, pág. 143; Evangelism, pág. 137).
- Ser apropiada para cada ocasión, cada lugar y cada público (Evangelismo, págs. 333, 334).
En la música de los diversos grupos culturales y étnicos se encuentran elementos de valor religioso que pueden elevar espiritualmente; sin embargo, el gusto musical y las prácticas de todos deberían conformarse al valor universal de un carácter semejante al de Cristo, y todos debieran luchar por alcanzar esa conformidad. Deben evitarse cuidadosamente todos aquellos elementos mundanos en la música que no expresen los elevados ideales de la fe cristiana.
Los principios enunciados servirán como criterios efectivos para la selección e interpretación de la música usada para cumplir las diversas finalidades de la iglesia. Ciertas formas musicales, tales como el “jazz”, el “rock” y sus formas afines, son consideradas por la iglesia incompatibles con estos principios. Las personas responsables de las variadas actividades musicales de la iglesia, ya sea como directores o ejecutantes, no encontrarán problema alguno en la aplicación de estos principios en ciertas áreas. Otras áreas son mucho más complejas, por lo cual se hace la siguiente presentación detallada de los factores involucrados.
- MÚSICA SACRA.
La Música en el Servicio de Culto
La adoración debería ser la actividad primaria y eterna del hombre. El propósito más elevado del hombre es glorificar a Dios. Cuando el adorador se acerca a la casa de Dios para ofrecer un sacrificio de alabanza, debe ofrecerlo con la mejor música posible. Es esencial hacer una planificación cuidadosa de cada elemento musical del culto a fin de que los miembros de la congregación no sean meros espectadores sino participantes.
Los himnos usados en el servicio de culto deberían ser mayormente alabanzas dirigidas a Dios. Se debieran usar los grandes himnos de la tradición cristiana. Los himnos deben tener melodías sólidas, aptas para el canto y una letra digna. El pastor debería preocuparse de aumentar la calidad y el fervor del canto congregacional. “El canto no siempre ha de ser entonado por unos pocos” (Evangelismo, pág. 333). La experiencia cristiana será grandemente enriquecida por el aprendizaje y el uso de nuevos himnos.
Donde sea posible, un coro formado por músicos consagrados y bien preparados podrá ayudar a crear un mejor clima de adoración, cantando himnos y corales de hondo significado espiritual y de alta calidad musical.
La música instrumental, ya sea de piano o de órgano, debiera armonizar con los elevados ideales del culto. Los números que se interpretan deberán elegirse entre los mejores materiales, siempre teniendo en cuenta la capacidad del ejecutante. La persona que acompaña musicalmente al canto congregacional tiene la pesada responsabilidad de mantener una elevada norma en sus interpretaciones, tanto cuando acompaña, como cuando toca los preludios, interludios y pos ludios. Su posición la capacita de manera especial para elevar las normas musicales del culto dentro de su iglesia. Si en el transcurso del culto se usaran solos vocales u otros números musicales, se debieran preferir los cantos cuya letra tenga base bíblica. Estos solos deberán estar dentro del alcance de las habilidades del intérprete y se presentarán al Señor sin despliegue de recursos técnicos. La comunicación del mensaje debiera ser lo primordial.
La Música en el Hogar
- La educación musical debe comenzar cuando el niño es aún pequeño, mediante:
- La presentación de los grandes himnos y cantos sacros dentro del marco alegre e informal del culto familiar.
- La formación del hábito de oír buena música, ya sea en la radio familiar o en cualquier equipo de reproducción de sonido que haya en la casa.
- La asistencia de la familia a conciertos cuyas normas estén de acuerdo con las expuestas en este documento.
- El debido ejemplo y la influencia correcta de los padres.
- Debiera estimularse a los miembros de la familia a participar juntos en los cantos y en la ejecución de instrumentos musicales.
- Debiera estimularse a experimentar con la composición de poesías y música.
- Debiera establecerse una discoteca familiar muy bien seleccionada.
- Debe reconocerse que Satanás está empeñado en conquistar la mente, y que en forma imperceptible pueden efectuarse cambios de mentalidad que podrían alterar las percepciones y los valores tanto para el bien como para el mal. Por lo tanto, debe ejercitarse muchísimo cuidado en el control de lo que se escucha en la radio y la televisión, evitando especialmente todo aquello que pudiera ser vulgar, seductor, barato, inmoral, teatral o que pudiera relacionarse con la rebeldía.
La Música en el Colegio
- En la preparación y la presentación de música en las funciones religiosas, los administradores y profesores debieran trabajar con los estudiantes a fin de mantener en alto las normas musicales de la iglesia.
- Los grupos musicales que salgan de los colegios para dar testimonio de su fe y cantar música folklórica, debieran ser patrocinados y aconsejados por personas que la administración designe para ello, ya sean profesores de música o de alguna otra asignatura.
- Los profesores de música, tanto en los conjuntos musicales, como en las clases particulares, debieran esforzarse por enseñar literatura musical adecuada y música sacra, para el uso en las diversas actividades de la iglesia y en la conquista de almas.
- Las iglesias y la asociación debieran unirse al colegio para trabajar por la elevación del nivel musical en las iglesias. El personal preparado de los colegios debería cooperar en la presentación de actividades y cursillos musicales a fin de promover los altos ideales de la música sacra.
- Las presentaciones musicales realizadas en los colegios adventistas deberán estar de acuerdo con las normas de la iglesia. Esto se aplica a los intérpretes locales, los artistas visitantes, los conjuntos y la música en las películas presentadas.
- MÚSICA SECULAR
La música, “debidamente empleada… es un precioso don de Dios, destinado a elevar los pensamientos a temas más nobles, a inspirar y elevar el alma” (La Educación, pág. 163).
El estilo de vida de los adventistas del séptimo día exige que cada cristiano practique un alto grado de discernimiento y de responsabilidad individual en la selección de música secular para su uso personal o para la presentación pública. Tal música debe evaluarse a la luz de la instrucción de Filipenses 4:8: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”. También tendrá en cuenta la admonición dada por Elena G. de White en Testimonies, tomo 1, pág. 497:
“Se me mostró que los jóvenes deben adoptar una posición más elevada y hacer de la Palabra de Dios su consejera y guía. Sobre los jóvenes reposan solemnes responsabilidades que ellos tienen en poca estima. La introducción de música en sus hogares, en lugar de incitarlos a la santidad y a la espiritualidad, ha sido el medio de distraer sus mentes de la verdad. Las canciones frívolas y las músicas populares de la época parecen congeniar con su gusto. Los instrumentos musicales han tomado el tiempo que debiera haberse dedicado a la oración. Cuando no se abusa de ella, la música es una gran bendición; pero cuando se la emplea mal, es una terrible maldición”.
El cristiano no cantará canciones incompatibles con sus ideales de verdad, honestidad y pureza. Evitará todo aquello que haga que el mal parezca deseable o que el bien parezca de poca importancia. Procurará evitar las composiciones cuya letra tenga frases de poco contenido, mala poesía, palabras sin sentido, sentimentalismo o frivolidad, elementos todos éstos que pueden alejarlo del consejo y de las enseñanzas que se encuentran en la Biblia y en el espíritu de profecía.
Estimará que los “blues”, el “jazz”, el “rock”, la música “beat”, así como otros estilos similares, no contribuyen al desarrollo del carácter cristiano, pues abren la mente a pensamientos impuros y llevan a una conducta impía. Tales músicas tienen una relación muy clara con las costumbres liberales de la sociedad contemporánea. La distorsión del ritmo, de la melodía y de la armonía, tal como se la usa en estos estilos, combinada con la excesiva amplificación embota la sensibilidad y finalmente destruye el aprecio por lo que es bueno y santo.
Debiera tomarse cuidado especial al usar una melodía secular con letra sacra a fin de que la connotación profana de la música no menoscabe el mensaje del texto. El cristiano juicioso aplicará a toda música que elija, ya sea para oír o para interpretar, los principios presentados en esta filosofía de la música.
El, verdadero cristiano tiene la posibilidad de dar testimonio de su fe ante otros por la selección de música secular que realiza en ocasiones sociales. Por el estudio diligente y la selección cuidadosa, buscará esos tipos de música que sean compatibles con sus necesidades sociales y sus principios cristianos.
“Debe haber una relación viviente con Dios en oración, una relación viviente con Dios en cánticos de alabanza y acción de gracias” (Evangelismo, pág. 328).