Una revisión de la evidencia bíblica y de los escritos de Elena de White al respecto.

Luego de escribir un libro de 850 páginas que respondía las objeciones sobre la Trinidad,[1] recibí un correo electrónico con la acusación de que los adventistas éramos triteístas. Aunque había dedicado seis páginas de mi libro para argumentar en contra de esta opinión, me desafiaban porque usé la palabra “ser” en relación con cada miembro de la Deidad. Lo hice así porque sentí que el uso desmedido de la palabra “persona” podía conducir a una descripción demasiado humanizada respecto de Dios.

Por ejemplo, escribí: “Ya que hay dos Personas o Seres que son Dios, no existe ninguna razón, en principio, para que no exista una tercera Persona o Ser que también haya existido eternamente como Dios”.[2]

¿Es esto triteísmo?

El problema consiste en que, aunque el estudio bíblico cuidadoso nos presenta los conceptos básicos de la unicidad y la “triplicidad” de Dios, la lectura de la Escritura no ofrece alguna palabra que describa estos conceptos aparentemente paradójicos. Una posibilidad, presente en Hebreos 1:3, se refiere a Cristo como “la imagen misma de su sustancia”. La palabra traducida como sustancia es hupostasis. Sin embargo, este es el único lugar en el Nuevo Testamento en que se traduce de esta manera. Hupostasis no tiene una palabra que logre ser traducida de forma satisfactoria, lo que resulta evidente por las diferentes traducciones que recibe (persona, sustancia, naturaleza, ser).

De acuerdo con Robert Letham, Basilio el Grande fue el primer autor cristiano que usó hupostasis para enfatizar la distinción entre las personas de la Deidad. El uso que le da Basilio denota que “Dios es tres, por lo cual se abre un camino para hablar de la Trinidad con un lenguaje más claro”.[3]

Esta terminología fue adoptada por otros y fue usada en el Primer Concilio de Constantinopla (381 d.C.), en donde se formula la siguiente declaración: “De acuerdo a esta fe, hay una Deidad, Poder y Sustancia del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo; su dignidad es igual, y la majestad es igual en las tres perfectas hupostasis, esto es, tres personas perfectas”.[4]

Al traducir, el concepto de “tres hupostasis ha figurado tradicionalmente como “tres personas”. Así, tenemos un himno que dice: “Dios en tres personas”. Por razones que luego presentaremos, la mayoría de los autores trinitarios no se refieren a “tres seres”, pero al menos un defensor del trinitarismo estuvo dispuesto a argumentar que “el reconocimiento de tres seres infinitamente perfectos no implica la existencia de más de un Dios”.[5]

Aunque el griego poseía un término que podía expresar la triplicidad de Dios, no posee uno que logre explicar su unicidad. En su lugar, los cristianos griegos parecen haber tomado prestado un término de los gnósticos,[6] homoousios, que está compuesto por dos partes, homo y usios, literalmente, significa “misma sustancia”, o “misma esencia”.

Este término se usó de forma notoria en el Primer Concilio de Nicea (325 d.C.), y Eusebio, el historiador de la iglesia, que estaba presente, consideró necesario explicar la adopción de ese término a la iglesia en Cesárea.[7]

Aunque los griegos justificaron el uso de hupostasis y homoousios al referirse a la triplicidad y la unicidad de Dios, la Escritura no nos informa si estaban en lo correcto al usar estos términos de la forma en que lo hicieron.

Otros cuestionamientos surgieron cuando se hicieron intentos para traducir estas palabras en otros idiomas Tradicionalmente, se ha usado “persona” para hupostasis, y la frase “de una sustancia” para homoousios. ¿Son estas las mejores palabras para describir a Dios, y corresponde usar la palabra “ser”?

La Biblia nos da suficiente información como para tener una postura definitiva.

El problema con el uso del término ser se puede rastrear al tiempo de Agustín, quien escribió un libro bastante reconocido sobre la Trinidad. Él explica el uso de la palabra personas al decir que: “Sin embargo, al preguntar: ‘¿Tres qué?’, la voz humana se esfuerza debido a la escasez de palabras. Es por eso que decimos tres personas, no a fin de decir específicamente eso, sino para no quedamos en silencio”.

Él también explica por qué no se refiere a “tres seres”. Entre otras cosas, él señala: “Por ‘ser’ me refiero a ousia en el griego, la que normalmente traducimos como sustancia”.[8] Establecida esta definición, él aclara que “no nos referimos a estos tres, juntos, como una persona como lo hacemos como un ser o un solo Dios, sino que decimos tres personas, al mismo tiempo que no decimos tres Dioses o tres seres”.[9]

Aunque se puede justificar el proceder de Agustín en el latín, el uso que le dio a “ser” en lugar de “sustancia” ha causado gran confusión. Por ejemplo, un libro publicado recientemente señala. “Sin embargo podemos -y con toda seguridad debemos- decir que tres Personas están integradas en un Ser, y este Ser está integrado en las tres Personas divinas, tal como no hay un Ser aparte de las tres Personas, y no hay tres Personas divinas aparte del Ser”.[10]

Este tipo de expresiones, en donde se refiere a la Trinidad como “un Ser”, es confusa para el lector común, ya que la palabra “ser” puede ser usada como verbo o como sustantivo (que muchas veces tiene una connotación abstracta). Cuando se usa como sustantivo, y señala a una forma de vida, su significado es mucho más cercano a “persona” que a “sustancia”, u ousia.

Ahora, cuando se usa un numeral antes de la palabra “ser”, como “un ser”, o “tres seres”, habitualmente, el lector entenderá que se refiere a un sustantivo común. El resultado es que, cuando un autor escribe que las tres Personas de la Deidad son “un Ser”, el lector tiende a interpretar esto con un sentido modalista. Esta herejía, una de las más tempranas en la iglesia cristiana, enseña que solamente existe un Ser divino, que se revela secuencialmente en uno de tres modos: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

La evidencia parece indicar que la visión trinitaria se habría beneficiado si la declaración del credo, “de una sustancia”,[11] se hubiese respetado, en vez de seguir la senda que dejó Agustín. Letham observa que “hoy, la mayoría de los cristianos occidentales son modalistas en la práctica”.[12] Además, señala que “Colin Gunton ha argumentado que la tendencia hacia el modalismo, heredada de Agustín, se halla en el propio fundamento del ateísmo y el agnosticismo que han confrontado a la iglesia occidental de una manera no vista en Oriente”.[13]

Vislumbres desde Elena de White

Tristemente, no existe una solución definitiva en las Escrituras para este dilema, pues no se nos ofrecen las palabras con las cuales expresar la triplicidad y la unicidad de Dios. Como adventistas, podemos estar agradecidos porque los escritos de Elena de White nos asisten en áreas en donde la Escritura no están explícita. Es precisamente lo que ella hace en cuanto a la triplicidad y la unicidad de Dios. En primer lugar, presentaremos la declaración más clara sobre la unicidad, escrita en 1893: “ ‘Yo y el Padre uno somos’. Las palabras de Cristo estaban llenas de profundo significado cuando esgrimió el argumento de que él y el Padre eran una sola sustancia y poseían los mismos atributos”.[14]

Sin duda, Elena de White siguió con la declaración “de una sustancia” a la expresión “los mismos atributos”, y nada indica que la última expresión limite el significado de la primera. Es verdad que poseer los mismos atributos debe ser parte del significado de “la misma sustancia”, pero es solo una parte, tal como ella misma lo indica con la primera expresión, “llenas de profundo significado”.

La frase “de una sustancia” era muy común entre los comentaristas bíblicos en los días de Elena de White. Una búsqueda avanzada en Google Books arrojó diecinueve mil aciertos en libros publicados entre 1700 y 1893 con la frase exacta “de una sustancia”. En la mayoría de los casos, eran descripciones de la Deidad. Bastarán cuatro ejemplos:

El Libro anglicano de la oración común: “Y en unidad con la Deidad hay tres personas, de una sustancia, poder y eternidad”.[15]

M’Gavin, al citar al reformador escocés presbiteriano John Knox, dijo: “Me ofrezco sin más demora para probar que Jesucristo es de una sustancia con el Padre”.[16]

William Robinson, sobre la frase “de una sustancia con el Padre”, escribe: “Esta frase fue adoptada por el Concilio de Nicea. Los que la aceptaron fueron considerados ortodoxos, los que la rechazaron fueron considerados herejes”.[17]

En el último ejemplo, el autor adventista A. T. Jones provee detalles adicionales en cuanto al Concilio de Nicea:

“Eusebio, obispo de Nicomedia, fue el líder de los arrianos presentes en el concilio [de Nicea]. En ese momento se presentó una carta que él había escrito previamente, en la que declaraba que “afirmar que el Hijo no había sido creado equivalía a decir que era ‘de una misma sustancia’ -homoousion- con el Padre, y decir que ‘Él era de la misma sustancia’ era una proposición evidentemente absurda.

“Esto le dio al grupo de Alejandro y Atanasio la oportunidad que buscaban; les proveyó, desde el otro bando, la palabra sobre la cual habían insistido por tanto tiempo, y uno de los líderes de ese grupo había declarado que el uso de esa palabra en ese contexto era absurdo. Por lo tanto, si ellos insistían en el uso de aquella palabra, naturalmente excluiría al partido arriano”.[18]

Las observaciones hechas por Jones formaban parte de un tratado mayor, publicado en 1891, en el cual él entregó detalles de los eventos teológicos relacionados con el surgimiento del Papado, y también entregó un informe literal de sus planteamientos frente a una comisión gubernamental, en la que logró evitar la introducción de una ley dominical nacional en los Estados Unidos. Estos asuntos debieron haber sido de sumo interés en aquella época, y la publicidad negativa que recibió la frase “de una sustancia” debió de haber sido bastante conocida.

Que Elena de White haya publicado sus declaraciones sobre “de una sustancia” tan solo dos años después que las de Jones es significativo. Ella difícilmente podría estar al tanto de que sus lectores reconocerían la frase “de una sustancia” como el sello del trinitarianismo ortodoxo. Debemos estar muy agradecidos de que ella escribiera la maravillosa declaración “de una sustancia”, y que la haya colocado en una revista de tanta divulgación como la Signs of the Times en 1893, pues se erige como un bastión en contra del triteísmo.

Hasta donde sé, es la única declaración, en una forma tan resumida, sobre la unicidad de la Deidad, que nos ha sido revelada. Aunque con esta declaración basta, existen otras declaraciones además de esta.

Mientras podemos estar agradecidos por esta declaración clásica de Elena de White, también podemos estar agradecidos por sus declaraciones de la triplicidad de la Divinidad que le fueron reveladas. Una cantidad de este tipo de declaraciones se hizo en 1900:

“Las tres grandes Potestades del cielo son testigos, son invisibles, pero están presentes [ ] la promesa que procede de las tres Personas de la Deidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”.[19]

“Hicisteis una promesa en la presencia del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo: los tres grandes Dignatarios personales del cielo”.[20]

“Los tres grandes y gloriosos Caracteres celestiales están presentes en la ocasión del bautismo”.[21]

“Hay tres Personas vivientes en el trío celestial […] el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”.[22]

“Has nacido para Dios, y estás bajo la aprobación y el poder de los tres Seres más santos del cielo, que son capaces de sostenerte para que no caigas”.[23]

“Tan solo clamo a los tres grandes Notables y digo: Sabes que no puedo hacer este trabajo con mi propia fuerza”.[24]

Qué maravillosa variedad de palabras -que se refieren a la triplicidad de la Deidad- nos son reveladas en los escritos de Elena de White: Potestades, Dignatarios, Personas, Caracteres, Seres y Notables.

Al comparar las fechas de estas citas, podemos observar que pasaron más de seis años entre su declaración distintiva “de una sustancia”, antes de que comenzara a enfatizar de manera tan específica la naturaleza tiple de la Deidad. Esto es significativo.

Resultaba importante que el pueblo de Dios estuviese establecido sobre la unicidad de la Deidad como una barrera contra el triteísmo, antes de que empezara a destacar la otra cara de esta paradoja -su triplicidad- como una protección frente al unitarianismo, el modalismo y, de paso, mucho del antitrinitarianismo actual.

Tampoco significa que ella se olvidó de su unicidad al escribir de su naturaleza triple, pues, de forma intercalada, ella todavía tiene declaraciones sobre su unicidad, como la siguiente:

“Los que son bautizados en el triple nombre [singular] del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en el mismo comienzo de su vida cristiana, declaran públicamente que han aceptado la invitación”.[25]

“Después de que hemos formado una unión con el gran triple poder, [singular], consideraremos nuestro deber para con los miembros de la familia de Dios con un temor reverente, mucho más sagrado que el que hemos sentido antes”.[26]

¡Cuán bien ha expresado el concepto básico de la Trinidad, la unión de la unicidad y de la triplicidad, en estos dos pasajes!

Conclusión

Mientras los adventistas del séptimo día se mantengan firmes a la declaración clásica de Elena de White, de que las Personas de la Deidad son de “una sustancia”, no podrán ser acusados de triteístas. Tampoco existe una razón válida por la cual no deben usar la palabra Seres como un sinónimo de la palabra Personas cuando se refieren a los tres miembros de la Deidad.

Otros teólogos cristianos, creo yo, alcanzarían mayor credibilidad entre sus lectores si abandonaran su terminología agustiniana y dejaran de usar la palabra ser para expresar la unicidad de Dios.

Sobre el autor: Profesor retirado de Matemáticas y Ciencias. Vive en Queensland, Australia.


Referencias

[1] Glyn Parfitt, The Trinity: What Has God Revealed: Objections Answered (Warburton, Victoria, Australia. Signs Publishing Company, 2008).

[2] Ibid. p. 367

[3] Robert Letham, The Holy Trinity. in Scripture, History, Theology and Worship (Philipsburg: P8R Publishing, 2004), p. 149.

[4] Synodical Letter of the First Council of Constantinople: Christian Classics Ethereal Library, 189, tal como aparece en http://www ccel org/ccel/schaff/npnf214.ix.ix.html/ (27 de diciembre de 2010).

[5] Timothy Dwight, Theology. Explained and Defended in a Series of Sermons (Nueva York: G. and C Carvill, 1830), t. 2, p. 8.

[6] La página de Internet, http//www.answer.com/topic/homoousian/, pie de página 1, cita a varios eruditos sobre el tema (19 de diciembre de 2010).

[7] Augustine, The Trinity, ed. Edmund Hill y John E. Rotelle (Nueva York: New City Press, 1991), p. 197.

[8] Ibíd.

[9] Ibíd, p. 232.

[10] Thomas F. Torrance, The Christian Doctrine of God, one Being three Persons (London: T 8 T Clark, 1996), p. 24.

[11] Philip Schaff, The Creeds of Christendom, t.1, p. 456.

[12] Letham, p. 5.

[13] Ibíd, p. 7 (se refiere a Colín E. Gunton, “Augustine, the Trinity, and the Theological Crisis of the West,” en Scottish Journal of Theology, 43 [1990]. pp- 33-58).

[14] CBA, t.7-A, p. 435.

[15] The Book of Common Prayer, Church of England, 1716, 1765, 1838, 1892, etc.

[16] John Knoxy William M’Gavin, The History of the Reformation of Religion in Scotland (Glasgow: Blackie & Son, 1832), p. 568.

[17] William Robinson, Biblical Studies (London: Longmans, Green, and Co., 1866), p. 127.

[18] A. T. Jones, The Two Republics. or Rome and the United States of America (Battle Creek, MI: Review and Herald, 1891), pp. 348, 349.

[19] CBA, t. 6, p. 1.074.

[20] Ibíd., t. 7, p. 971.

[21] Elena de White, Manuscrito 45, 14 de mayo de 1904,10 (Manuscript releases, 6:389).

[22] El evangelismo, p. 446.

[23] Manuscript Releases, 7:276.

[24] Ibíd.

[25] CBA, t. 6, p. 1.075

[26] Ibíd., p. 1.102.