El asunto de la proporción de cizaña en la cosecha siempre estuvo delante de mí, pero estos representantes del buen trigo que se había juntado me hicieron sentir feliz de que la cosecha se estuviera llevando a cabo con prontitud.
El termómetro marcaba más de 32 grados dentro del | templo. Pero lo que verdaderamente hizo arder mi corazón fue la emoción que brillaba en los rostros de docenas de jóvenes adventistas que habían abarrotado el altar del templo de la Universidad Adventista de Haití, un sábado por la mañana del mes de agosto pasado. Estos jóvenes, procedentes de los campos de habla francesa de la División Interamericana, habían respondido a la invitación del pastor Samuel Monier a pasar al frente si deseaban dedicar sus vidas al servicio del Señor y prepararse para el ministerio evangélico.
Este llamamiento cerraba con broche de oro mi viaje de cuatro semanas a través de toda la División Interamericana. Durante ese tiempo conocí y hablé con decenas de jóvenes y señoritas cuyas vidas están consagradas a la difusión del Evangelio.
Viajé a la División Interamericana para asistir a las reuniones del Tercer Festival de Laicos. El Departamento de Ministerios de la Iglesia de la División, bajo el liderazgo del pastor Sergio Moctezuma y la Asociación Ministerial, dirigida por el doctor Salim Japas, patrocinan estos festivales cada cinco años para honrar, alentar e instruir a los laicos y a los pastores que hayan logrado las mayores victorias en la ganancia de almas durante el quinquenio.
Cuando salí de Norteamérica tenía muchas preguntas en mi mente: ¿Qué ha hecho esta división para motivar a sus laicos y ministros a ganar tantas almas? (su blanco para Cosecha 90 de 400.000 bautismos se alcanzó mucho antes de la fecha). ¿Será posible que el fuerte énfasis en los blancos bautismales esté dando como resultado bautismos apresurados y apostasías del mismo tipo? ¿Se siente la hermandad abrumada por los blancos elevados, o crece su entusiasmo a medida que comprende la enormidad de la tarea? ¿Existe el peligro de que surja entre ellos el triunfalismo que conduce a la complacencia propia? ¿Por qué tantos miembros se dedican a la ganancia de almas en esta división? ¿Será que sólo se convierten campesinos pobres y analfabetos?
En mi búsqueda de respuestas a éstas y otras preguntas programé entrevistas con los más destacados ganadores de almas, sostuve charlas informales con delegados escogidos al azar, escuché atentamente veintenas de informes y relatos misioneros y obtuve cuanto pude de los administradores de la división, las uniones y los campos locales. Mi investigación me llevó a los cuatro festivales de este quinquenio. En México me encontré con unos 3.500 delegados de las dos uniones mexicanas. En Guatemala se reunió un número similar de representantes del resto de los países hispanohablantes de la división. Un momento emocionante de este festival lo constituyó la llegada de cinco delegados de Cuba. Aproximadamente 1000 delegados de las áreas de habla inglesa se reunieron en Trinidad y otro tanto de las de habla francesa en Haití.
Regresé con muchas respuestas, muchas preguntas pendientes y un concepto esencialmente positivo de lo que está sucediendo en la División Interamericana. También regresé con una visión de lo que podría lograrse si yo y otro Norteamérica pudiéramos captar el espíritu ganador de almas que sopla desde nuestra frontera sur.
La clave del éxito
Algo que comprendí claramente en Interamérica fue esto: Aquí hay un grupo de personas que todavía cree que ser un cristiano adventista del séptimo día es importante, y este hecho constituye una clara diferencia en la calidad de vida de los individuos.
Supongo que la razón por la cual este punto me impresionó tanto es porque en la zona donde vivo y trabajo es más común oír a la gente criticar a la iglesia por su posición en este o aquel asunto, que oírla hablar positivamente de lo que la iglesia ha hecho en sus vidas. Un ejemplo típico que caracteriza vívidamente el ambiente donde vivo lo constituye la graduación de un colegio secundario a la cual asistí. El lema de la clase se basaba en palabras de una película de moda. Los miembros de la clase que se distinguieron y recibieron aplausos y honores no fueron los que decidieron dedicar sus vidas al servicio del Señor, sino aquellos que habían sido aceptados en prestigiosas universidades no adventistas para proseguir carreras muy remunerativas económicamente. De hecho, no se mencionó mucho a Dios, excepto en el sermón de graduación: que fue pronunciado por un ministro no adventista.
Comparto esto con los lectores no para criticar al colegio, aunque sentí pena por los jóvenes adventistas que habían pasado algunos de los años más importantes de su formación rodeados de esa influencia, sino simplemente para destacar el marcado contraste y desprender las lecciones que enseña. El contraste brilló en los rostros de aquellos fervientes jóvenes de Haití.
Me parece que la verdadera clave del éxito del programa para la ganancia de almas en la División Interamericana no está en los blancos, la promoción o la presión. Se funda en la creencia. Esta gente todavía cree en el antiguo mensaje adventista. Todavía cree que sus vecinos necesitan oír el mensaje. Todavía cree que Jesús vendrá otra vez. Todavía cree que la segunda venida de Cristo es la mayor esperanza de la humanidad. Los jóvenes todavía creen que servir al Señor es más honroso que manejar un Porsche.
Por supuesto, generalizar la actitud de todos los miembros de la división después de conversar sólo con los ganadores de almas más destacados sería como ver las cosas a través de un cristal color de rosa. Hay lugares donde el crecimiento es lento y otros donde la obra se ha estancado a causa de los problemas administrativos. Pero yo fui allá para averiguar por qué la obra tiene éxito en esa parte del mundo. Y hay muchos lugares donde esa es la realidad.
Calidad y cantidad
Una de las mayores preocupaciones que me invadían cuando salí rumbo a Interamérica era la calidad del trabajo que estaba produciendo el rápido crecimiento de la división. ¿Sería posible que se estuvieran introduciendo dentro de la iglesia personas inadecuadamente preparadas con el sólo propósito de alcanzar los blancos? Si así fuera, ¿podría esto conducir a los mismos problemas que tuvo la iglesia de los primeros siglos por introducir gente inconversa en sus filas?
Algunas personas han sido bautizadas prematuramente en Interamérica, pero no vi nada que me indicara que la práctica fuera aquí más común que en otros lugares. Escuché algunas historias de terror de pastores que celebraban cruzadas evangelistas masivas, seguidas de bautismos masivos que a su vez eran seguidos por apostasías masivas. Pero escuché que son más las historias de consagrados laicos que van de casa en casa hasta lograr reunir a un pequeño grupo para estudiar la Biblia. Hablé con laicos, hombres y mujeres que dedicaban una, dos, tres o más noches por semana a preparar, con mucho trabajo, a los interesados al bautismo, antes de una campaña de cosecha.
Estos laicos se preocupan genuinamente por las almas por quienes han trabajado, y aunque admiten que Satanás trabaja más arduamente con los nuevos conversos, la mayoría parece interesarse por seguir ayudándolos hasta que se integran a la vida de la iglesia. Sin embargo, pueden surgir problemas si se estimula a estos laicos a trabajar para alcanzar blancos cada vez más altos. Los blancos irreales pueden llevar a la gente a preocuparse más por la ganancia de almas que por la salvación de ellas.
Durante las reuniones hispanas dediqué mucho tiempo a seguir de un lugar a otro al pastor Salim Japas, secretario ministerial y evangelista de la división. Pero ir de un lugar a otro con Salim resultaba excesivamente lento, no porque este activo “joven” que se jubilará el próximo año caminara despacio. El problema era que difícilmente podía dar un paso sin encontrarse con alguien que se había unido a la iglesia como resultado de sus campañas y que ahora asistía al festival como un gran ganador de almas. A mí me pareció que un buen porcentaje de las personas que es evangelista trae al Señor permanece en la iglesia y comparte su fe con otros.
El asunto de la proporción de cizaña en la cosecha siempre estuvo delante de mí, pero estos representantes del buen trigo que se había juntado me hicieron sentir feliz de que la cosecha se estuviera llevando a cabo con prontitud. Sin ese énfasis en la ganancia de las almas no se habría juntado ni trigo ni cizaña.
Un factor que contribuye a facilitar que los nuevos conversos se involucren en la actividad de la iglesia es el grado en que la vida de esos hermanos, especialmente los de zonas rurales, se centra en la iglesia. La mayoría de las iglesias adventistas de la división celebra varias reuniones durante la semana, además de los servicios del sábado. Es común tener actividades en la iglesia los domingos, miércoles y viernes por la noche, además de todo el día sábado.
Visión del futuro
George W. Brown, presidente de la división, vibra de entusiasmo cuando habla acerca del futuro. “Difícilmente puedo imaginar cómo será el futuro”, dice, refiriéndose a la forma en que el porcentaje de aumentos se ha acelerado.
Yo había albergado el temor de encontrar un espíritu de triunfalismo en la división: quizá estos festivales podrían dar a los laicos una sensación de complacencia propia. Pero mis temores eran infundados. La nota tónica de todos los festivales se basaba en las palabras de Josué 13:1: “Queda aún mucha tierra por poseer’’, y este lema estaba escrito en un gran lienzo y colocado al frente en todos los lugares de reunión.
Los administradores de la división están conscientes de que, aunque en algunas asociaciones y misiones de su territorio hay un adventista por cada dieciséis habitantes, existen también lugares como la Ciudad de México, donde la presencia adventista es, en el mejor de los casos, poco notable. Están conscientes de los lugares fértiles así como de los improductivos de la división. Están conscientes de la secularización que hará la obra cada día más difícil aun en las zonas rurales.
Los laicos están al tanto de estos problemas también, y continuamente buscan nuevas formas de traer a sus vecinos a Cristo. Como un laico me dijo, en las regiones prósperas no sólo es cada vez más difícil lograr que los interesados vengan a las reuniones, sino también más difícil que los miembros asistan a cualquier reunión fuera de los sábados por la mañana. Son las zonas rurales y las menos prósperas las que están produciendo, pero se hacen esfuerzos definidos para alcanzar a otras clases sociales también. El énfasis adventista en la educación está ayudando a la segunda generación a entrar en círculos más prósperos.
El método más popular para ganar almas en las zonas hispanas de Interamérica parece ser el estudio de La fe de Jesús, que es el manual bautismal. Pero los seminarios de Apocalipsis también se están haciendo populares, por eso la división trajo a un representante de Concerned Communications a las reuniones hispanas, para enseñar a la gente a usar un curso de vida familiar para el evangelismo. En Trinidad me enteré del uso de un método muy creativo de evangelismo que consiste en formar grupos de discusión bíblica por medio de radio-aficionados de onda corta, que ha producido muchos bautismos. El trabajo en las cárceles y con los enfermos de SIDA también está dando buenos resultados en muchos lugares.
Evaluación personal
En suma, la experiencia de asistir a estos festivales fue realmente positiva. Yo sabía que me invitarían a predicarles a estos exitosos ganadores de almas, y me preguntaba qué podría decirles uno cuyos resultados evangelísticos no pueden compararse con los de ellos. Sin embargo, al tratarlos, comprendí que son personas sencillas cuyas necesidades de oír la predicación del Evangelio no queda anulada por su propio éxito en la predicación.
Pero esta gente sencilla cree firmemente en lo que está haciendo. Y también cree firmemente en el Dios al cual sirven. Y lo que ellos creen marca una extraordinaria diferencia en sus vidas y en las vidas de sus vecinos.