1. Puntualidad. No llegar tarde a los cultos. Comenzar y terminar a tiempo las reuniones, las comisiones, etc. Su ejemplo será imitado por los miembros.
  2. Cortesía. Que agradezca a sus colaboradores. Que trate con deferencia a sus feligreses. A veces basta un gesto para demostrar que se es cortés.
  3. Delicadeza. Al hablar, al llamar a alguien, al transmitir órdenes, en fin, en el trato con todos.
  4. Afabilidad. Que tenga una sonrisa para todos.
  5. Amabilidad. Que muestre su aprecio por los que sufren, por los jóvenes y los corderitos del rebaño.
  6. Caballerosidad. Que sea atento, fino en sus modales, especialmente con las damas y las visitas.
  7. Instrucción. Que sea estudioso; que hable con claridad; que utilice buenas ilustraciones y que siempre este al día con la marcha del mundo, especialmente en lo que tiene relación con nuestra fe; que lea mucho; que sea razonador y que sepa presentar sus argumentos.
  8. Gratitud. Que muestre agradecimiento por toda colaboración recibida, aunque sea pequeña, recordando que un “muchas gracias” siempre es agradable.
  9. Dicción. Que tenga una voz educada y que sepa utilizarla adecuadamente y con eficacia.
  10. Presentación. Que se vista a la altura de su santa misión, presentándose como pastor en cualquier emergencia. Que evite la indumentaria llamativa e inadecuada a su oficio.
  11. Lealtad. Que sea sincero, recto y honrado, sin sombra de dualidad o hipocresía.
  12. Imparcialidad. En sus juicios, al elegir a los dirigentes de la iglesia, en las discusiones, en las contiendas entre los hermanos, en las comisiones. Que siempre tenga en cuenta únicamente el bienestar de la iglesia.
  13. Cooperación. Que trabaje hombro a hombro con sus colegas, dirigentes de iglesia, en los departamentos, con los superiores, recordando siempre que la obra no es suya.
  14. Discernimiento. Que sepa apreciar con sensatez todas las cosas siendo buen consejero de todos, principalmente de los jóvenes y adolescentes, aprovechando sabiamente las oportunidades de orientar.
  15. Enseñanza. Que además de predicador, sea un enseñador de la doctrina, metódico y perseverante.
  16. Liberalidad. Que por su ejemplo y sus palabras inspire a todos a ser liberales.
  17. Economía. Que administre con sabiduría el dinero sagrado de la iglesia, y también el suyo propio, para no incurrir en deudas.
  18. Tolerancia. Que sea tolerante con los que yerran, recordando el ejemplo divino.
  19. Firmeza. Con los que aman el pecado y persisten en él. Después de amonestarlos, que sea firme en la reprensión.
  20. Longanimidad. Que sea longánime con los que son tentados y los que yerran, hasta donde sea prudente.
  21. Paciencia. Que manifieste esta virtud frente a ofensas y maltratos, recordando a Cristo su ejemplo.
  22. Compasión. Que sea compasivo con las ovejas enfermas de su rebaño, con los que luchan; con los pobres y los desanimados.
  23. Amistad y compañerismo. Que sea amigo y compañero de todos, principalmente de los jóvenes y los flacos en la fe.
  24. Hospitalidad. Que ejerza esta cualidad con prudencia y amor cristiano, prefiriendo a los pobres y los que no tienen hogar.
  25. Sociabilidad. Que no viva retraído, aislado, sino que visite a los hermanos y comparta con ellos sus alegrías y sus penas.
  26. Visión. Que tenga una amplia visión al trazar planes de trabajo para la iglesia, y que emprenda grandes cosas para Dios.
  27. Confianza. Que manifieste confianza en sus superiores y auxiliares. La confianza engendra confianza.
  28. Dedicación. Que dedique todo su tiempo a su ministerio sagrado. No debe ocuparlo ningún otro interés o negocio fuera del de ganar almas.
  29. Lenguaje. Que en su vida pública y en privado tenga un lenguaje puro, elevador, carente de chistes o anécdotas livianas. Que su hablar sea siempre edificante e irreprensible.
  30. Consecuencia. Debe ser consecuente y vivir lo que predica. Que nunca exija a nadie lo que él mismo no está dispuesto a hacer.
  31. Política. Que su única política sea la de la buena vecindad.
  32. Influencia. Que sea agradable en su influencia para que atraiga a la gente a la verdad. Que sea una fuente de vida para vida.
  33. Discreción. Que sea reservado en sus actos y palabras; que sepa guardar un secreto; que sea discreto en las cuestiones familiares de sus miembros; que esté más dispuesto a oír que a hablar.
  34. Apoyo. Que apoye todo buen plan, no importa de dónde venga. Que a cada uno reconozca sus méritos, y esté dispuesto a trabajar con los demás.
  35. Doctrina. Que sea un defensor de las doctrinas y las normas de la iglesia, contribuyendo a la unidad de la fe. Que no vaya a los extremos, sino que sea equilibrado. Que siempre realce la bienaventurada esperanza de la segunda venida de Cristo.
  36. Evangelismo. Que sea un ardoroso evangelista y no solamente pastor de gabinete. Que sepa inflamar a la iglesia en favor de la salvación de las almas, manifestando profunda preocupación por el mundo que perece sin el conocimiento de la verdad. Que sienta compasión por las almas.
  37. Devoción. Que no descuide, a pesar del mucho trabajo y de las campañas, su vida de comunión con Dios. Que sea un hombre de oración.