- Puntualidad. No llegar tarde a los cultos. Comenzar y terminar a tiempo las reuniones, las comisiones, etc. Su ejemplo será imitado por los miembros.
- Cortesía. Que agradezca a sus colaboradores. Que trate con deferencia a sus feligreses. A veces basta un gesto para demostrar que se es cortés.
- Delicadeza. Al hablar, al llamar a alguien, al transmitir órdenes, en fin, en el trato con todos.
- Afabilidad. Que tenga una sonrisa para todos.
- Amabilidad. Que muestre su aprecio por los que sufren, por los jóvenes y los corderitos del rebaño.
- Caballerosidad. Que sea atento, fino en sus modales, especialmente con las damas y las visitas.
- Instrucción. Que sea estudioso; que hable con claridad; que utilice buenas ilustraciones y que siempre este al día con la marcha del mundo, especialmente en lo que tiene relación con nuestra fe; que lea mucho; que sea razonador y que sepa presentar sus argumentos.
- Gratitud. Que muestre agradecimiento por toda colaboración recibida, aunque sea pequeña, recordando que un “muchas gracias” siempre es agradable.
- Dicción. Que tenga una voz educada y que sepa utilizarla adecuadamente y con eficacia.
- Presentación. Que se vista a la altura de su santa misión, presentándose como pastor en cualquier emergencia. Que evite la indumentaria llamativa e inadecuada a su oficio.
- Lealtad. Que sea sincero, recto y honrado, sin sombra de dualidad o hipocresía.
- Imparcialidad. En sus juicios, al elegir a los dirigentes de la iglesia, en las discusiones, en las contiendas entre los hermanos, en las comisiones. Que siempre tenga en cuenta únicamente el bienestar de la iglesia.
- Cooperación. Que trabaje hombro a hombro con sus colegas, dirigentes de iglesia, en los departamentos, con los superiores, recordando siempre que la obra no es suya.
- Discernimiento. Que sepa apreciar con sensatez todas las cosas siendo buen consejero de todos, principalmente de los jóvenes y adolescentes, aprovechando sabiamente las oportunidades de orientar.
- Enseñanza. Que además de predicador, sea un enseñador de la doctrina, metódico y perseverante.
- Liberalidad. Que por su ejemplo y sus palabras inspire a todos a ser liberales.
- Economía. Que administre con sabiduría el dinero sagrado de la iglesia, y también el suyo propio, para no incurrir en deudas.
- Tolerancia. Que sea tolerante con los que yerran, recordando el ejemplo divino.
- Firmeza. Con los que aman el pecado y persisten en él. Después de amonestarlos, que sea firme en la reprensión.
- Longanimidad. Que sea longánime con los que son tentados y los que yerran, hasta donde sea prudente.
- Paciencia. Que manifieste esta virtud frente a ofensas y maltratos, recordando a Cristo su ejemplo.
- Compasión. Que sea compasivo con las ovejas enfermas de su rebaño, con los que luchan; con los pobres y los desanimados.
- Amistad y compañerismo. Que sea amigo y compañero de todos, principalmente de los jóvenes y los flacos en la fe.
- Hospitalidad. Que ejerza esta cualidad con prudencia y amor cristiano, prefiriendo a los pobres y los que no tienen hogar.
- Sociabilidad. Que no viva retraído, aislado, sino que visite a los hermanos y comparta con ellos sus alegrías y sus penas.
- Visión. Que tenga una amplia visión al trazar planes de trabajo para la iglesia, y que emprenda grandes cosas para Dios.
- Confianza. Que manifieste confianza en sus superiores y auxiliares. La confianza engendra confianza.
- Dedicación. Que dedique todo su tiempo a su ministerio sagrado. No debe ocuparlo ningún otro interés o negocio fuera del de ganar almas.
- Lenguaje. Que en su vida pública y en privado tenga un lenguaje puro, elevador, carente de chistes o anécdotas livianas. Que su hablar sea siempre edificante e irreprensible.
- Consecuencia. Debe ser consecuente y vivir lo que predica. Que nunca exija a nadie lo que él mismo no está dispuesto a hacer.
- Política. Que su única política sea la de la buena vecindad.
- Influencia. Que sea agradable en su influencia para que atraiga a la gente a la verdad. Que sea una fuente de vida para vida.
- Discreción. Que sea reservado en sus actos y palabras; que sepa guardar un secreto; que sea discreto en las cuestiones familiares de sus miembros; que esté más dispuesto a oír que a hablar.
- Apoyo. Que apoye todo buen plan, no importa de dónde venga. Que a cada uno reconozca sus méritos, y esté dispuesto a trabajar con los demás.
- Doctrina. Que sea un defensor de las doctrinas y las normas de la iglesia, contribuyendo a la unidad de la fe. Que no vaya a los extremos, sino que sea equilibrado. Que siempre realce la bienaventurada esperanza de la segunda venida de Cristo.
- Evangelismo. Que sea un ardoroso evangelista y no solamente pastor de gabinete. Que sepa inflamar a la iglesia en favor de la salvación de las almas, manifestando profunda preocupación por el mundo que perece sin el conocimiento de la verdad. Que sienta compasión por las almas.
- Devoción. Que no descuide, a pesar del mucho trabajo y de las campañas, su vida de comunión con Dios. Que sea un hombre de oración.
Lo que un miembro espera de su Pastor