¿Qué significa evangelismo total? En realidad significa más que programar el evangelismo en los más altos niveles denominacionales. Para los expertos es relativamente fácil organizar la estrategia, pero el éxito de cualquier campaña evangelística depende de cómo se comprometen los componentes de cada sector de la iglesia.
Con demasiada frecuencia se interpreta el evangelismo total como que significa la inclusión plena del grupito selecto, que por la instrucción y la experiencia está calificado para dirigirse a grandes auditorios. Esta es una idea errada.
En buena medida, como en el caso del espectador deportivo, nos inclinamos a gustar de alguna superestrella en evangelismo y vamos en masa a verla actuar. Esto genera un falso sentido de haber logrado algo, al paso que quedamos a la espera de la actuación de la próxima estrella, cuando por causa de nuestra propia alma y por causa de los demás nosotros debiéramos estar incluidos en la actividad. Cuando se actúa como espectador deportivo, la experiencia enseña que por ubicarse a un costado y vitorear a un equipo favorito puede subir la presión sanguínea, pero que si se persiste en eso, la falta de participación también contribuye maravillosamente a la flaccidez muscular. ¿Podría ser que nuestra debilidad de espíritu evangelístico se deba a una obsesión de contemplar cómo otros realizan lo que nosotros debiéramos estar haciendo?
La ocupación principal de la iglesia
Evangelismo total significa que toda la iglesia está poseída de una pasión ardiente por la proclamación del Evangelio, de un celo consumidor por persuadir a los hombres a que lo acepten, y de un misericordioso interés que constriñe a los miembros a permanecer firmes al Evangelio. Si ésta no es la principal ocupación de cada asociación, de cada departamento, de cada iglesia, cada institución, cada ministro, cada administrador, cada oficial de iglesia, ¿cuáles son, entonces, sus ocupaciones particulares en la iglesia?
La iglesia de Jesucristo, con sus departamentos e instituciones relacionadas entre sí tiene sólo una comisión: la que aparece en Mateo 28:18-20. Allí se descarta toda idea de la iglesia considerada como un confortable lugar de reposo en los suburbios, o un centro urbano recreativo y cultural o, todavía más, como una sociedad filosófica de debates que pasa el tiempo discutiendo lo que en materia de religión es más o menos importante en nuestros días.
Las instituciones y departamentos de la iglesia tampoco están organizados con el propósito de competir con sus semejantes del mundo. Cuando cualquier organización dentro de la iglesia sucumbe a la tentación de acomodarse a las filosofías y prácticas actuales, podemos estar seguros que la adaptación se hará a expensas de la contribución que dicha organización estaría efectuando al programa de evangelismo total de la iglesia.
Consideremos el hecho de que la denominación adventista dirige 437 colegios superiores y secundarios; 4.411 escuelas primarias, 137 hospitales y sanatorios, 175 clínicas y dispensarios y 44 casas editoras. ¿Por qué existen esas instituciones? Dejando a un lado nuestras opiniones personales permitamos que responda esta pregunta una voz autorizada. Dice la sierva de Dios: “Dios ha de ser reconocido en las instituciones establecidas por los adventistas del séptimo día. Por su medio la verdad para este tiempo ha de ser representada ante el mundo con poder convincente” (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 478).
No importa lo que pueda deducirse de esa declaración; lo que resulta claro es que las instituciones establecidas por los adventistas del séptimo día son medios para el evangelismo. Constituyen una prolongación del programa evangelístico de la iglesia y a través de ellas la verdad para este tiempo ha de ser presentada al mundo con poder convincente.
Identificación con las instituciones de la Iglesia
Al asumir la defensa de esas instituciones permítaseme decir que antes que ubicarse a un costado y criticar su funcionamiento, ha llegado el momento para que los miembros capaces se identifiquen con las instituciones de la iglesia. Es una tragedia y una repulsa a los fundadores que iniciaron esas instituciones el descubrir que en algunas el personal está integrado con un gran número de personas que no pertenece a nuestra fe.
¿Cómo podemos esperar que esas instituciones cumplan el propósito establecido por Dios para ellas mientras los miembros de la iglesia se niegan a comprometerse porque aman las prácticas fáciles y placenteras de una sociedad opulenta? ¿No debieran nuestros pastores animar más a nuestro pueblo a trabajar en esas instituciones? Con seguridad el “poder convincente” se reavivará cuando tanto la administración como el personal palpiten con el gran designio que Dios tiene para sus instituciones. Hagamos nuestra parte para que esto se lleve a cabo, porque sin esas instituciones es imposible el evangelismo total.
¿Qué diremos sobre los laicos y su parte en el evangelismo total? Vivimos en días en que un número cada vez mayor de laicos participa en el estudio y la formulación de la política de la iglesia. Esto es excelente y repara un largo retraso, pero en el mejor de los casos incluye sólo a unos pocos. No podemos ser todos caciques, debe haber algunos indios para que se gane la batalla. A nivel de la iglesia local más feligreses debieran asumir responsabilidades eclesiásticas y ejecutarlas con efectividad a fin de que el pastor quede libre para dedicarse a un bien planeado programa evangelístico.
¿Y qué pensar de las iglesias donde cientos de miembros se reúnen cada sábado para ser alimentados a cucharadas sólo para volver a sus hogares y aguardar Ja cucharada del sábado siguiente? Cuán lejos estamos de las palabras del viejo himno que se refiere a la iglesia de Dios como a un poderoso ejército que marcha por la misma senda que los santos han transitado.
¿Cómo podemos cambiar la dirección del gran ejército de Dios para hacer que se mueva por donde los santos han transitado? Nuestra hermandad laica constituye el más grande potencial evangelístico de la iglesia. Consideremos que durante un sábado alrededor de 2.240.000 miembros se reúnen en 15.000 iglesias y 28.400 escuelas sabáticas. Así tenemos más hijos de Dios reunidos en el mismo lugar y con el mismo propósito que en cualquier otro día de la semana. No se requiere mucha fe para imaginar lo que sucedería si esas iglesias, escuelas sabáticas y miembros de iglesia – fuesen excitados para dedicarse a una total acción evangelística.
Organización de los miembros
El consejo de Dios es: “Si hay muchos miembros en la iglesia, organícense en pequeños grupos para trabajar no sólo por los miembros de la iglesia, sino en favor de los incrédulos. Si en algún lugar hay solamente dos o tres que conocen la verdad, organícense en un grupo de obreros. Mantengan íntegro su vínculo de unión, cerrando sus filas por el amor y la unidad, estimulándose unos a otros para progresar y adquiriendo cada uno valor, fortaleza y ayuda de los demás. Revelen la tolerancia y paciencia que manifestó Cristo y evitando las palabras apresuradas, usen el talento del habla para edificarse unos a otros en la santísima fe. Trabajen con el mismo amor que Cristo en favor de los que están en el redil, olvidándose del yo en su esfuerzo por ayudar a otros. Mientras trabajen y oren en el nombre de Cristo, aumentará su número; porque el Salvador dice: ‘Si dos de vosotros se convinieren en la tierra, de toda cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos’ (Mat. 18:19)” (Id., tomo 3, págs. 84, 85). Aquí está el consejo que, llevado a cabo, nos ayudará a alejarnos del punto muerto y a colocarnos frente a la perspectiva de una tarea concluida en nuestros días.
Hay aún otro aspecto donde un presidente de asociación y pastor debiera incluir a sus laicos. En el territorio de toda asociación tenemos distritos “oscuros”. En las distintas juntas de la iglesia se votan resoluciones concernientes a esos distritos, pero a pesar de los acuerdos, aún permanecen en tinieblas.
¿Cómo pueden iluminarse esas regiones de la tierra? Dios nos da la respuesta. “Ciertas familias deben establecerse con humilde confianza en Dios en los lugares desolados de su viña. Se necesitan hombres y mujeres consagrados para que se destaquen como árboles de justicia que fructifiquen en lugares desiertos de la tierra. Como recompensa de sus esfuerzos abnegados por sembrar las semillas de verdad, cosecharán una rica mies. Mientras visiten una familia tras otra y expliquen las Escrituras a los que están en tinieblas espirituales, muchos corazones serán conmovidos” (Id., pág. 85).
¿Y qué hay con la juventud de la iglesia? El evangelismo total no es posible si la juventud no está incluida. Si el mensaje de la iglesia ha de hacer impacto en el mundo, se necesita de su fuerza, de su energía y de su entusiasmo. El congreso mundial de la juventud celebrado en Zurich, Suiza, concentró nuevamente el tremendo potencial que encierra la juventud de la iglesia. Mientras la juventud del siglo exige que el mundo haga algo por ella, la juventud adventista se presenta a la iglesia diciendo: “Aquí estamos; ¿qué podemos hacer por la iglesia?” Sea este compromiso juvenil utilizado para el programa del evangelismo total de la iglesia.
Medios de comunicación de masas
El evangelismo total necesita de estos medios para alcanzar a los incrédulos. Los métodos convencionales empleados años atrás son completamente lentos e ineficaces. La radio, la televisión y los periódicos de la actualidad ofrecen vastas posibilidades para el evangelismo en cooperación. En toda circunstancia, la obra por cualquier medio de comunicación de masas debe ser culminada con contactos de persona a persona, llevados a cabo por la cooperación de iglesias y miembros de las mismas.
De un modo semejante, el rubro del libro y del periódico es como un gigante dormido que aguarda que se lo utilice efectivamente en el evangelismo total. Para ser efectivas, nuestras publicaciones necesitan dejar de hablarse a sí mismas en lo que publican. Necesitamos publicar material sólido en forma de apologías cristianas y afirmaciones proféticas dirigidas a los no cristianos, y luego realizar cualquier esfuerzo para hallar mercado a lo que imprimimos, de modo que pueda llegar a los incrédulos.
Adicionalmente, se necesita un ejército mucho mayor de colportores evangelistas para que vayan de puerta en puerta y persuadan a la gente a aceptar nuestras publicaciones. Sin el uso adecuado y efectivo de este poderoso medio concebido por Dios no habrá tal cosa como evangelismo total. En esencia, los colportores evangélicos componen las tropas de comandos que establecen cabezas de puentes para cualquier tipo de evangelismo que siga después. Dondequiera que los administradores y pastores de un campo animan a sus hombres y mujeres a que emprendan esta noble y excitante obra, se producen excelentes resultados evangelísticos.
Un poderoso ejército
Esto nos lleva hasta los obreros que están empleados por la denominación. Los datos estadísticos revelan que la iglesia ha otorgado credenciales a 61.274 de tales obreros. ¡Qué ejército poderoso! ¡Qué tremendas oportunidades están encerradas en su despliegue efectivo!
¿Por qué han recibido credenciales? ¿Solamente para obtener un empleo rentable, prestigio o posición? Si eso es lo que buscamos, estoy seguro que hay mejores caminos para alcanzar esas metas superficiales que estar estorbando en las filas de un ejército preparado para la guerra. Si el reavivamiento y el evangelismo total han de posesionarse alguna vez de la iglesia, deben hacerlo primero con los dirigentes de la iglesia. Nadie que porte credenciales denominacionales puede pedir que se lo exima del movimiento evangelístico. Nuestra misión no consiste en una tarea confortable sino en una dinámica pasión —la pasión por alcanzar a los hombres dondequiera se hallen con el último mensaje de Dios para la humanidad.
Tal vez no podamos traer el reavivamiento y el evangelismo total a la existencia nada más que por resoluciones de juntas, pero estemos seguros de una cosa: todos podemos trabajar en ello. Desafortunadamente, demasiados de nosotros creemos que si oramos bastante Dios intervendrá de alguna manera y atraerá milagrosamente hacia el mensaje del tercer ángel la atención de los pecadores mientras nosotros permanecemos muy cómodos.
A muchos les gustaría que sucediera eso, pero convenzámonos ahora mismo de que no será así. Aunque la oración y la presencia del Espíritu Santo son indispensables, esos dos poderosos agentes de Dios no operan en el vacío. Todavía es el propósito de Dios utilizar agentes humanos —ministros, laicos, maestros, médicos, colportores, obreros de instituciones y jóvenes— para producir la mayor confrontación espiritual y el más grande reavivamiento de la historia.
¿Aceptarán el desafío los 61.274 obreros con credencial de la Iglesia Adventista? ¿Se levantarán juntos y conducirán a la iglesia organizada de Dios al evangelismo total? ¿Dará cada uno el ejemplo ocupándose en evangelismo público y personal?
Pregone así todo dirigente, todo ministro y todo administrador institucional la orden para la poderosa iglesia remanente de Dios de que se levante y proclame nuevamente, bajo el estandarte de “los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”, la gracia salvadora del Salvador crucificado, resucitado y próximo a venir.
Con toda seguridad, el enemigo y sus agentes se opondrán a esa orden. Cuando eso suceda, recordemos que la mejor defensa es una fuerte acometida en favor de Dios, y nunca nos pongamos a preguntar si tal movimiento será exitoso. Para nuestro ánimo, Dios ha declarado lo siguiente:
“No nos faltarán los recursos si tan sólo queremos avanzar confiando en Dios. El Señor está dispuesto a hacer una obra en favor de los que creen verdaderamente en él. Si los miembros laicos de la iglesia se despiertan para hacer la obra que pueden hacer, y mirando cada uno cuánto puede hacer en la obra de ganar almas para Jesús, emprenden la guerra a su propio costo, veremos a muchos abandonar las filas de Satanás para colocarse bajo el estandarte de Cristo. Si nuestro pueblo decide actuar de acuerdo con la luz dada en estas pocas palabras de instrucción, veremos por cierto la salvación de Dios. Se producirán reavivamientos admirables. Se convertirán pecadores, y muchas almas serán añadidas a la iglesia. Cuando pongamos nuestro corazón en unidad con Cristo y nuestra vida en armonía con su obra, el Espíritu que descendió sobre los discípulos en el día de Pentecostés, descenderá sobre nosotros” (Id., pág. 250).
¡Por la gracia de Dios avancemos en 1970 hacia el evangelismo total!
Sobre el autor: Vicepresidente de la Asociación General.