Siempre escucho a las personas decir lo siguiente: cuando Dios llama a alguien, lo capacita. Y, al pensar en la historia de Israel y en los hombres escogidos para liderarlo en diversas circunstancias difíciles vividas por ellos, percibo cuán verdadera es esta afirmación. Al escoger a sus discípulos, Jesús no eligió a los más talentosos según los criterios humanos. Sin embargo, él vio el interior de estos hombres ¡letrados, rudos y pobres. Él necesitaba personas dispuestas a trabajar y a ser moldeadas, a fin de ser capacitadas según la voluntad de Dios.

Las cosas no han cambiado. En general, tendemos a criticar a las personas elegidas para ejercer una función. Siempre consideramos que no fue la mejor elección, olvidando que lo que importa es lo que está en la mente de Dios. Muchos sinsabores en el trabajo pastoral podrían evitarse si no impusiéramos nuestra voluntad u opiniones en situaciones que deben ser dejadas en las manos de Dios.

Aceptando los cambios

Por ejemplo, es frecuente que los dirigentes de los campos se reúnan para planificar o hacer ajustes en la ejecución de sus planes de trabajo. Muchas veces, estos ajustes se traducen en cambios que Involucran a personas. Algunos cambios son necesarios, y otros son consecuencia de los anteriores.

No siempre son recibidos con gusto por los afectados. Sin ver el aspecto global del proyecto, y olvidando que son colaboradores en la misión de Cristo, los disconformes ven solo el lado personal de la cuestión.

Al confiar plenamente en la dirección divina en toda y cualquier situación, se hace más fácil aceptar los hechos. Aunque nuestra tendencia natural sea reclamar, enumerando una serie de motivos personales, Cuando confiamos absolutamente en la dirección de Dios, toda experiencia, aun aquellas que no comprendemos, indudablemente se convertirá en una victoria.

En las manos de Dios

Una actitud que nos ayudará a evitar resentimientos y amargura es habituarnos a ver el lado positivo de las cosas, aunque inicialmente no sea perceptible. Por ejemplo, podemos tener en mente que, si los hombres toman decisiones autoritarias, contrarias a la voluntad de Dios para nosotros, Dios mismo se encargará de la situación y de nosotros. No necesitamos desesperamos. ¿Por qué debiéramos preocuparnos o temer, si tenemos un Dios que trabaja incansablemente y sin interrupción en favor de nuestro bienestar?

Si en algún momento usted no consigue entender el motivo de un traslado o la remoción de una función por otra, recuerde que Dios tiene un plan para su vida. Puede ser que necesite aprender algo más, o que aún falle un ingrediente especial para la construcción de su carácter en función de la eternidad; algo que solamente la experiencia vivida en aquel momento le puede brindar. Dios sabe y ve todas las cosas.

Aprendizaje personal

Soy esposa de pastor. Me esposo y yo completamos 24 años de ministerio. Ya vivimos diversas situaciones y aprendimos a dejar todo en las manos de Dios. Siempre que nos encontramos con una nueva situación, aunque inicialmente sea incomprensible, terminamos admirados con las gratas sorpresas que el Señor nos había preparado.

Hemos vivido en lugares muy buenos, con casas lindas en ciudades grandes y bonitas; pastoreamos iglesias animosas y con un liderazgo fuerte. Pero, también hemos vivido en casas modestas y en lugares pequeños; en ciudades sin mucha infraestructura, pastoreando distritos pequeños, que tenían hermanos con un liderazgo más débil. En contraparte, fuimos ricamente bendecidos. Vivimos periodos que dejaron huellas preciosas en nuestro ministerio, construimos amistades fantásticas, y experimentamos situaciones que aún enriquecen nuestra vida pastoral.

Tempranamente aprendimos que el lugar en que vivimos y trabajamos debe ser el mejor lugar del mundo. La función que ocupamos es la mejor y la actividad que desempeñamos es la más necesaria, tanto para nosotros como para la iglesia. Aprendimos que no permaneceremos allí para siempre y debemos extraer lo mejor que podamos. Un día, de aquella función o lugar nos quedarán solo los recuerdos. Nosotros decidiremos qué tipo de recuerdos serán.

Al llegar a un nuevo lugar, o al asumir una nueva función y descubrir una aparente montaña infranqueable de problemas, no se quejen ni se detengan a murmurar. Tampoco intente mover la montaña con sus propios recursos. Entréguese a Dios y deje que él dirija la situación. Él nos puede ayudar a escalar con seguridad cualquier montaña. Nos dará sabiduría y valentía para que podamos seguir nuestro camino. Nos dará fuerza y disposición para avanzar con firmeza hasta el otro lado de la montaña. O, sencillamente, la removerá. Él hará lo que sea necesario para protegernos y darnos la victoria.

“Y usted, ¿por qué no?”

Si algún día siente que recibió un trato injusto, y que está siendo perseguido, ignorado o herido, no permita que estos sentimientos amargos estorben en su vida pastoral ni, especialmente, en su crecimiento espiritual. Recuerde: Usted trabaja para el Señor de los señores, y él puede revertir la maldición en bendición.

Usted fue llamado por Dios, aceptó el llamado y se preparó para esto. Necesita actuar como pastor. Las ovejas del rebaño que le fue confiado esperan que su voz, como pastor, sea segura, para que así las pueda orientar. Si tienen a un líder amargado, inseguro, quejumbroso y descontento, ellos quedarán desorientados. Mi suegro acostumbraba decir: “Alguien tiene que ir; alguien tiene que hacerlo. Entonces, ¿por qué no puede usted?”

Finalmente, recuerde las palabras del Pastor de los pastores: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé” (Juan 15:15,16).

Cuando Dios ordena que usted vaya, él siempre irá a su lado.

Sobre la autora: Esposa de pastor de la Asociación Amazonas Occidental.