Debido a una información insuficiente, hay quienes tienen inquietudes acerca de lo que escribió Elena G. de White en cuanto a una “amalgama” de hombre y bestia. Amalgama que habría sido fructífera en descendientes.

Las preguntas y problemas que surgen se concentran en torno de dos factores. La imposibilidad de que haya una unión fértil entre el ser humano y los animales, no importa a qué especie pertenezcan, y los resultados de esa mezcla en la forma de subespecies en las que haya características humanas y animales.

En primer lugar, diremos que lo que ella escribió al respecto se publicó en la obra Spiritual Gifts (edición de 1864) y se volvió a publicar en Spirit of Prophecy (edición de 1870).

La traducción más literal de esos pasajes es la siguiente:

 “Si hubo un pecado por encima de otro que demandó la destrucción de la raza humana por el diluvio, fue el crimen vil de amalgama de hombre y bestia que mutiló la imagen de Dios y ocasionó confusión por doquiera. Dios se propuso destruir por un diluvio aquella poderosa y longeva raza que había corrompido sus caminos delante de él” (Spiritual Gifts, tomo 3, pág. 64). “Todas las especies de animales que Dios había creado fueron preservadas en el arca. Las especies confusas que Dios no creó, que fueron el resultado de la amalgama, fueron destruidas por el diluvio. Desde el diluvio, ha habido amalgama de hombre y bestia, como se puede ver en las casi infinitas variedades de especies de animales, y en ciertas razas de hombres” (Id., pág. 75).

UN ANÁLISIS CUIDADOSO DE LOS PASAJES

Antes de llegar a ninguna conclusión, es imprescindible analizar con todo cuidado lo que realmente dicen los renglones citados. A primera vista y sin un detenido examen, pareciera que se habla de una unión de hombres con animales que hubiera dado como fruto la aparición de nuevas especies confusas (o híbridas). Hay quienes han llegado a esta conclusión prematura y eso ha provocado su desconcierto y perplejidad.

El pastor Francis D. Nichol, en su obra Ellen G. White and her Critics,[1] dedica un capítulo a este asunto y lo enfoca principalmente en la palabra “amalgama” (amalgamation, en inglés).

Comienza por informarnos que no hay ningún diccionario en inglés, ni siquiera los más completos como el Oxford English Dictionary, que presente como una acepción de la palabra amalgamation una unión entre hombre y animal con resultados fructíferos. Añade que la palabra amalgamation, a través de muchos años, se usó para describir la fusión de ciertos metales entre sí, particularmente del mercurio con otros cuerpos metálicos y, por extensión (con un sentido derivado) para denotar la fusión de razas de hombres.

Tiene mucha importancia advertir que, a mediados del siglo XIX (es decir por la época cuando se escribieron los pasajes que crean perplejidad) esa palabra clave se empleaba en Estados Unidos para indicar la unión matrimonial de individuos de raza blanca con otros de raza negra.[2]

Resulta, pues, muy difícil aceptar que la Sra. de White hubiera dado a esa palabra un sentido diferente del que tenía en sus días, precisamente en el país en que ella nació y donde actuó principalmente. Lo natural es tomar ese vocablo en el sentido que tenía. De allí tendríamos el primer indicio bien claro de que se habla de uniones matrimoniales efectuadas entre hombres y mujeres de razas, o linajes diferentes.

¿Existían tales razas en los días inmediatamente anteriores al diluvio? La Biblia nos dice de “los hijos de Dios” que se unieron con “las hijas de los hombres” (Gén. 6:2). La pluma inspirada por el espíritu de profecía nos explica que los descendientes de Set constituyeron el linaje que preservó el respeto por la voluntad de Dios y aun “el culto de Dios en toda su pureza” (Patriarcas y Profetas, pág.68). Por el contrario, las generaciones que procedieron de Caín se apartaron más y más del sometimiento al Eterno y a su voluntad. Con el correr del tiempo se hizo “más visible la distinción entre las dos clases en que se dividían” (Id, pág. 66). Para mayor información, léase el comienzo del capítulo de Patriarcas y Profetas titulado “Set y Enoc”.

La unión de ambas familias produjo “los peores resultados” nos informa la pluma inspirada. Ahora bien, considerando que la Sra. De White se ocupa claramente de esos dos linajes en el comienzo del capítulo del tomo 3 de Spiritual Gifts en que trata este hecho de la “amalgama”, y puesto que ella pone tanto énfasis en la desgracia que se produjo debido al entrelazamiento matrimonial de los descendientes de Set y Caín, no podemos menos que comenzar a inclinarnos por aceptar un hecho que se va perfilando con claridad: La autora habla de amalgamation para referirse a la unión inconveniente de hombres y mujeres que nunca debieran haberse fusionado.

Hay todavía otro hecho que nos ayudará a completar el cuadro que estamos delineando. Se trata de la reiterada aseveración hecha por la Sra. de White de que se dejaron sentir los efectos del pecado en el linaje de Caín en forma más pronunciada que en los descendientes de Set.

Dice en cuanto a los que se apartaron más y más de la obediencia a Dios que “sintieron los efectos de la maldición más pesadamente, especialmente en estatura y nobleza de formas” (Spiritual Gifts, tomo 3, pág. 60).

Por la declaración anterior se ve claramente que se reflejaron en el físico de los pecadores las consecuencias de sus males.

En cuanto a los tristes resultados de la “amalgama” de los servidores de Dios con los que se apartaron de él, leemos: “A medida que los hijos de D os se mezclaron con los hijos de los hombres, se corrompieron y por las uniones matrimoniales perdieron su carácter santo y peculiar, debido a la influencia de sus esposas, y se unieron con los hijos de Caín en su idolatría” (Id., págs. 60, 61).

La pluma inspirada presenta luego una descripción de sus prácticas idolátricas, particularmente del empleo del oro y de la plata para fines pecaminosos. Dice: “Se corrompieron con aquellas cosas que Dios había colocado en la tierra para beneficio del hombre” (Id. pág. 63). Después de hacer una descripción de esa idolatría, se refiere a la poligamia y presenta esta declaración: “Mientras más multiplicaron los hombres las mujeres que tenían, más aumentó su impiedad y más aumentó su desgracia” (Ibid.).

Respecto a la práctica de la poligamia y sus funestas consecuencias, se pueden leer con sumo provecho las páginas 67 y 68 de Patriarcas y Profetas (la numeración corresponde con la edición en formato pequeño de la Pacific Press).

Respecto a los resultados que esa práctica tuvo en la eliminación de “la imagen de Dios” en el hombre, leemos: “La poligamia se practicó desde tiempos muy antiguos. Fue uno de los pecados que trajo la ira de Dios sobre el mundo antediluviano y sin embargo, después del diluvio esa práctica volvió a extenderse. Hizo Satanás un premeditado esfuerzo para corromper la institución del matrimonio, debilitar sus obligaciones y disminuir su santidad; pues no hay forma más segura para borrar la imagen de Dios en el hombre, y abrir la puerta a la desgracia y el vicio” (Patriarcas y Profetas, pág. 350).

Si bien es cierto que la práctica de la poligamia es una cosa y la unión matrimonial de dos linajes que no debieran unirse es otra, resulta significativo comprobar que una de las consecuencias de la poligamia fue “borrar la imagen de Dios en el hombre”. No es pues extraño que la otra práctica produjera efectos similares.

UNA PEQUEÑA DIFERENCIA DE PALABRAS

Volviendo al pasaje inicial, el que presenta las dificultades que han sido objeto de nuestro estudio, nos encontramos con una palabrita que resulta clave para comprender lo que quiso decir la Sra. de White cuando se refirió a la “amalgama”.

Habla de “amalgama de hombre y bestia”. Esto podría entenderse de dos maneras: de hombre con bestia. O de hombre con hombre y de bestia con bestia. En el segundo caso, no se necesita repetir la preposición de. Muy bien puede decirse “de hombre y bestia”.

Aceptamos la segunda interpretación no porque necesariamente lo requiera así el idioma, tal como lo leemos hoy en su traducción castellana, sino por dos razones fundamentales.

La primera es porque, como ya lo hemos expuesto, la palabra “amalgama” (amalgamation) se usaba en los días cuando se escribió el pasaje precisamente para indicar la unión inconveniente de razas humanas entre sí.

La segunda es porque de haberse referido la autora a una unión fructífera de hombres con animales, necesariamente tendría que haberse explayado en cuanto a ella. Deberían existir páginas y más páginas, o por lo menos algunas, para describir esa unión antinatural, horrenda y tristemente pecaminosa. Por eso, la orden de Dios se presentó terminante ante los hijos de Israel: “Cualquiera que tuviere ayuntamiento con bestia, morirá” (Exo.22: 19). (“Cualquiera que cohabitare” dice la Versión Revisada.) Véanse también Lev. 20: 15, 16 y Deut.27:21.) Y, por cierto, no se trata de uniones ilícitas fructíferas (pues eso es biológicamente imposible), sino sencillamente del acto de cohabitar.

Concluimos que la “amalgama” referida debe haber implicado uniones matrimoniales inconvenientes de los descendientes de Set con los descendientes de Caín; así como uniones (de las cuales no tenemos más indicaciones) de animales que no deberían haber dado lugar a especies (o si se quiere usar el término “familias”) intermedias.

“DESDE EL DILUVIO”

En nuestro pasaje inicial citamos las palabras de la Sra. de White: “Desde el diluvio, ha habido amalgama de hombre y bestia, como se puede ver en las casi infinitas variedades de especies de animales, y en ciertas razas de hombres” (Spiritual Gifts, pág. 75) Reconocemos que no tenemos mucha información al respecto, correspondiente a los días postdiluvianos. No hay pasajes bíblicos que nos narren de uniones matrimoniales efectuadas entre dos linajes, uno de hijos fieles de Dios y el otro de rebeldes. Tampoco hay citas de la pluma inspirada por el espíritu de profecía en las que se nos hable de un fenómeno tal.

Tenemos sí el relato del linaje de patriarcas, a partir de Noé y hasta Abrahán, que fueron los fieles depositarios de la verdad divina, aunque se registran también sus equivocaciones y pecados. Tenemos también el relato de las desobediencias y rebeldías manifiestas de los que no formaron parte de ese linaje. En los días de la terminación del Éxodo, a unos 900 años del diluvio, la orden terminante de Dios para su pueblo, en cuanto a posibles uniones con las naciones pagana^, se proclamó así: “No emparentarás con ellas; no darás tu hija a su hijo, ni tomarás a su hija para tu hijo” (Deut.7:3).

Queda, pues, en pie el principio general del desagrado de Dios en cuanto a las alianzas matrimoniales con los pueblos entregados al paganismo.

Reconocemos que el pasaje resulta difícil a primera vista. Comprendemos que más de una persona puede confundirse al leerlo y puede concluir que hubo uniones de hombres con animales que dieron lugar a seres intermedios.

Sin embargo, el estudio cuidadoso de Spiritual Gifts nos lleva a una conclusión muy diferente. La unión de los “hijos de Dios” con las “hijas de los hombres” resultó en un verdadero desastre para la raza humana, no sólo en lo moral sino también en sus consecuencias físicas, dolorosa secuela del pecado.

También es imprescindible tener muy en cuenta el uso que se daba a la palabra “amalgama” (amalgamatiori) en los días cuando se escribió el pasaje.

Un cuidadoso examen del empleo tácito de la preposición “de” (de hombre con hombre, y de bestia con bestia) nos permitirá llegar al resultado final de que no se habla de uniones fructíferas de hombres y animales. Insistimos en que la Sra. de White tendría más explicaciones si hubiera afirmado que hubo descendientes intermedios de hombres y animales.

Algunas grandes verdades para nuestros días, que fueron tan explícita y claramente presentadas por la pluma inspirada por el espíritu de profecía (resurgimiento del papado, unión de las iglesias cristianas, auge del espiritismo, papel de Estados Unidos en cuanto a intolerancia religiosa: leyes dominicales por ejemplo) debieran asegurarnos, debido a su fiel cumplimiento, en la certeza plena de que los escritos de la Sra. de White no fueron movidos por voluntad humana. Hubo sabiduría más que humana en sus declaraciones.

Que estos hechos categóricos e inconfundibles nos den la serenidad suficiente para estudiar con tranquilidad algunos pasajes menores que puedan producir ciertas dudas o perplejidades en nosotros.


[1] Obra publicada por la Review & Herald, en 1951. Consta de 34 capítulos y 17 apéndices.

[2] El pastor Nichol cita tres obras fundamentales: The Century Dictionary, New Standard Dictionary y A Dictionary of American English. En el primero de esos libros se hace notar que la palabra amalgation, en el sentido de unión de razas humanas entre sí, perdió ese significado en inglés con la aparición del término hybridization (hibridación). El segundo diccionario hace notar que amalgation se usa específicamente en

el sur de Estados Unidos cuando se habla de la unión matrimonial entre personas blancas y negras. El tercer diccionario dice que el verbo to amalgamate (amalgamar) se usa universalmente en Estados Unidos para indicar la unión de las razas blanca y negra. Y amalgamation también para indicar la fusión de las razas blanca y negra por medio del matrimonio.