Las tensiones inherentes a la vida pastoral pueden lastimar algunos aspectos vitales de la vida matrimonial del ministro.
Como esposas de pastores sabemos que hemos unido nuestras vidas a un hombre que pertenece, en primer lugar, a Dios, y que además ha sido llamado a servirle y desea darle lo mejor.
Tal vez alguna de nosotras lo haya aceptado para casarse porque, además de amarlo, tenía el mismo ideal de servicio y quería compartir con él el ministerio de Cristo. O es probable que alguna otra lo aceptó porque lo amaba y se resignó a su profesión. Sea cual fuere el caso, toda esposa de pastor tiene necesidades, como toda mujer; pero además, por el tipo de trabajo del esposo, ella enfrenta más demandas que la esposa común.
Al comentar el tema, un esposo dijo: “Todos lo sabemos, pero no hacemos mucho para cambiar la situación”. Si éste es el caso, si usted ama a su esposa y desea verla feliz y satisfecha colaborando a su lado, lo invito a continuar leyendo este articulo.
1. Recuerde que su familia es, en cierto sentido, su equipo de trabajo.
Su trabajo como pastor es distinto a cualquier otro, ya que su llamado al santo ministerio incluye a su esposa. Ella desea participación en la tarea que usted realiza. Esto no quiere decir que deba compartir con ella todos los detalles de su trabajo o las confidencias que le han hecho. Sin embargo, si no comparte nada con ella, no se identificará con su tarea y hasta podría sentirse disminuida, pensando que no es capaz de comprender sus problemas o planes y que no puede contribuir para ayudarlo a enfrentar sus responsabilidades. La esposa que no se siente necesaria cultivará un sentimiento de fracaso, y tal vez querrá trabajar en otra actividad para poder realizarse.
El pastor Samuel Monnier, del departamento de Ministerios de la Iglesia de la Asoc. General, en un devocional cuyo tema era el hogar, decía que toda la familia debe participar en la ganancia de almas: salir juntos a visitar a los vecinos, llevar a los hijos a algunos estudios bíblicos y orar juntos por personas específicas que desean llevar a Cristo. Así, desde pequeños, los niños aprenderán a amar la obra y también el ministerio.
2. Valore a su esposa y acéptela como es.
Si pudiéramos unir a un grupo de esposas de pastor y analizáramos la personalidad de cada una, encontraríamos que hay una gran variedad de formas de ser, proceder y sentir. Hay mujeres extrovertidas, comunicativas, y también hay introvertidas y reservadas. Algunas son líderes naturales, otras prefieren trabajar en forma silenciosa y ser ignoradas. Incluso hay algunas más espirituales que otras.
En el ministerio todas pueden ser útiles y necesarias. Pastor, usted se casó con quien es su esposa porque le gustó como era. Acéptela como es; jamás haga comparaciones, reconozca sus virtudes y valorice todo lo que ella puede realizar.
3. Dele oportunidades de superarse.
La mujer que no tuvo oportunidad de terminar sus estudios, se sentirá insegura frente a la gran tarea que se espera de ella, y aun con sentimientos de culpa pensando que no está haciendo lo que debiera. Cuán importante es para ella que usted la ayude a descubrir sus dones y a especializarse en esas áreas. Sería bueno que tomara algunos cursos que le puedan ser útiles en el ministerio. El Dr. Rob Sheppard, en su artículo titulado “Ocho necesidades de la esposa del pastor” (publicado en el boletín de AMAF de la División Sudamericana), dice: “Ella necesita tener intereses externos que la mantengan en la perspectiva del mundo. Ella necesita tener la oportunidad de continuar su educación y proyectarse en su ministerio”.
4. Dedíquele tiempo a ella y a sus hijos.
Si usted tiene la tendencia a entregarse íntegramente a su trabajo y a dejar otras responsabilidades en segundo, tercero y cuarto lugar en la lista de prioridades, podría llegar a considerar aun las cosas del hogar como interferencias en su trabajo. Por lo tanto, necesita balancear las obligaciones de pastor, esposo, padre y vecino.
Su familia necesita tener momentos para compartir, charlar y jugar juntos. Ponga en su horario una hora por día para estar con su familia y cúmplalos como cualquier otro compromiso. Por supuesto, puede surgir algo imprevisto, pero eso sería la excepción y no la regla. Tome su día libre y lleve a su familia a algún lugar donde todos puedan disfrutar juntos.
La esposa también necesita que alguien la escuche. Ella ve que usted tiene paciencia con otros y puede pasar horas escuchando los problemas ajenos. Aunque puede ser que al fin del día, al regresar a casa, esté cansado y tal vez hasta agobiado con todo lo vivido en la jornada, al punto de no querer hablar con nadie. Hasta podría suceder que el movimiento de los niños lo perturbe. Tal vez con cierta “justicia” deseará que los demás miembros de la familia lo atiendan y sirvan porque trabajó mucho durante el día. Es natural que necesite ser atendido y encontrar un lugar placentero donde llegar para descansar. Lógicamente, tampoco le gustará escuchar un recitado de problemas del día, pero su esposa también trabajó mucho, hizo todas las tareas de la casa y tuvo que “tranquilizar” a los niños todo el día, y necesita desahogarse con alguien. Dedique tiempo a escucharla y a compartir su día con ella. Eso les hará mucho bien.
5. Comparta la enseñanza de los hijos.
Muchas mujeres tienen toda la responsabilidad en el cuidado de los hijos. El criar niños es una tarea realmente cansadora, aun cuando se haga en equipo de dos, como debiera ser. La personalidad masculina y femenina son necesarias para modelar el carácter de los niños. Cada padre hace su contribución en el desarrollo de esa pequeña mente y la madre sabe que ella no está preparada para hacer las dos partes. “Sin duda, el criar niños como una ‘madre sola’ (sea casada o no) es el trabajo más solitario en el mundo” (James Dobson, Lo que las esposas desean que sus esposos sepan acerca de las mujeres, pág. 159).
La Sra. de White también recalca la idea de que la responsabilidad de la crianza de los hijos es de ambos. “ No hay tiempo — dice el padre—; no tengo tiempo para dedicar a la educación de mis hijos, ni a sus placeres sociales y domésticos’. Entonces usted no debiera haber asumido la responsabilidad de una familia. Al no concederles el tiempo que les toca en justicia, los priva de la educación que deberían recibir de usted. Si tiene hijos, tiene una obra que hacer, en unión con la madre, en lo que se refiere a la formación del carácter de esos hijos” (Hogar sin sombras, pág. 62).
6. Respete las diferencias.
Por último, recuerde que el hombre y la mujer son diferentes. El hombre es más objetivo, más práctico, se guía por la lógica. La mujer es más subjetiva, más sensible, se guía más por las emociones y los sentimientos. “El hombre y la mujer no fueron unidos por Dios en el matrimonio para que, intelectualmente hablando, lleguen a las mismas conclusiones frente a las mismas cosas. Fueron unidos por Dios para que se amen. El amor cubrirá multitud de diferencias… Esposo, no trate de entender racionalmente todas las reacciones de su mujer. No pretenda que ella responda siempre igual ante los mismos hechos. No le exija que sea una máquina lógica. Acepte sus reacciones aunque usted no entienda los porqués. Sobre todo ¡ámela!” (Mario Veloso, Libres para amar, pág. 152).
“En los últimos años se ha querido comprobar que el hombre y la mujer son iguales, excepto en la habilidad de criar hijos. Nada puede negar la verdad, el hombre y la mujer son diferentes, biológica, anatómica y emocionalmente. En verdad, en cada célula de su cuerpo el hombre tiene diferentes modelos de cromosomas que la mujer. Es también una evidencia de que la región del hipotálamo, localizada abajo de la glándula pituitaria en el cerebro central, es diferente en cada sexo.
“Además, el deseo sexual femenino tiende a ser cíclico, relacionado con el calendario menstrual; en el hombre es acíclico. Por esto y por otros factores, la sexualidad masculina y femenina están muy lejos de ser iguales. No entendiendo estas diferencias se producen continuas frustraciones matrimoniales” (J. Dobson, ibíd., pág. 159).
Decía el pastor Juan Lozano, en una charla acerca del sexo en el matrimonio: “El hombre llega a lo afectivo por lo sexual, y la mujer llega a lo sexual por lo afectivo. Para la mujer es muy importante sentirse amada, de lo contrario se sentirá usada, se sentirá como una prostituta. El sexo debe ser una expresión de amor y no una satisfacción personal, y ese amor debe manifestarse en todos los momentos de la vida y no sólo cuando lo necesitamos”.
Pero aunque somos diferentes no somos opuestos, sino complementarios, y esa es la gran maravilla del matrimonio, de la maternidad y de la paternidad. ¡Y una de las más grandes maravillas del mundo!
Pastor, recuerde que su esposa es una mujer. Ella es un tesoro para usted así como usted lo es para ella. Su ministerio, su vida, la felicidad de su núcleo familiar y hasta su destino eterno podrían depender directa o ir. directamente de la forma como usted se relacione con ella. Transforme esa tarea en una ventura y verá los resultados.
Sobre el autor: Eliana C. de Pereyra es esposa de pastor y presidenta de AMAF-Unión Austral.