El significado de la palabra ordenación se encuentra en la Biblia. Pero la tarea no es fácil. La versión de “King James” (KJV), usa la palabra “ordain” para traducir más de 20 diferentes vocablos hebreos y griegos. Consideraremos aquí el uso griego de dicha palabra en el Nuevo Testamento, sólo donde se relaciona con el nombramiento oficial al ministerio.

            Comenzamos con el único caso hallado en los Evangelios: “Y estableció [epoiesen] a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar” (Mar, 3:14, Reina Valera, RV). La palabra griega poieo significa literalmente “hizo”, “ordain”, en la KJV en inglés. Las versiones hispanas traducen la palabra como “estableció” (Nueva Reina-Valera, NRV), “escogió” (Torres-Amat, TA), “destinó” (Bóver-Cantera, BC), “designó” (Nácar-Colunga, NC).

            Otra referencia a la palabra “ordain” es la traducción de la KJV de Hechos 1:22, que habla del reemplazo de Judas. “Empezando desde el bautismo de Juan hasta el día en que fue llevado al cielo, uno de ellos sea [genésthai] testigo con nosotros de su resurrección”. El vocablo griego aquí se deriva de gínomai, que significa “llegar a ser”. Otras traducciones emplean “sea testigo con nosotros” (NC), “se asocie a nosotros” (BC), “se elija a uno que sea con nosotros” (TA), etc.

            Una tercera mención de la palabra “ordain” en la KJV es la referencia que hace Pablo acerca de sí mismo: “De esto fui constituido [etéthen] predicador y apóstol” (1 Tim. 2:7). Aquí la palabra griega se deriva de títhemi, lo cual significa “colocar”, “fijar”, “asignar”. La palabra traducida al inglés como “ordain” en castellano reza correctamente “constituido” (NRV.BC.TA) “puesto” (RV), “hecho” (NC).

            Una cuarta referencia es la de Tito 1:5, donde Pablo le dice a su colaborador, “te dejé en Creta para que pusieras [katastéses] ancianos en cada ciudad”. El griego aquí se deriva de kathístemi, que significa “pongo o constituyo”. La palabra traducida “ordain” en inglés reza en castellano “constituyeses” (NC), “establecieses” (BC), “establecer” (TA), pero nunca “ordenar”.

            Una quinta referencia es Hechos 14:23: “Pablo y Bernabé nombraron (xeirotonesantes] ancianos en cada iglesia”. El vocablo griego es cheirotoneo, palaba que aparece también en 2 Corintios 8:19, en donde la KJV la traduce como “escogido”. Cheirotoneo viene de cheiros, “mano”, y toneo, “estirar”, significando “extender la mano”. Técnicamente, la palabra expresa nombramiento o acuerdo al levantar la mano como cuando se vota. En castellano los traductores han usado el término “constituido” (RV), “habiéndoles impuesto su mano” (BC), “constituyeron” (NC), “ordenado sacerdotes” (TA).  

            En pocas palabras, tal es el uso de la KJV de la palabra “ordain” traducida de diferentes vocablos griegos. Pero la palabra “ordenar” también tiene raíz latina. El término latín ordinare significa “poner en orden”, “arreglar”, o “regular”. Las palabras en griego y en latín tienen diferentes connotaciones: “Es evidente que existe una cierta diferencia entre el cuadro cultural no hablado del cheirotonein griego y el del latín ordo u ordinare. El Nuevo Testamento toma del antiguo término su significado secular básico de “nombramiento” (Hech. 14:23; 2 Cor. 8:19), el cual, en cambio, se deriva de su significado original de extender la mano, ya sea para designar a una persona o para dar un voto… Ordo y ordinare, por otro lado, son términos derivados de la ley romana en los que se expresa la noción de la posición especial de un grupo distinto de las plebes, como en el término ordo clarissimus para el senado romano”.[1]

            Siendo que el latín llegó a constituir la lengua de la iglesia en occidente, y con la consolidación del episcopado monarcal, es fácil notar cómo la estructura organizacional de la iglesia gradualmente siguió la del imperio. Palabras tales como ordo y ordinare, que ya estaban en uso en la sociedad romana, realzaron el poder de la jerarquía de la iglesia, y con el tiempo el concepto del sacerdocio de los creyentes y de los dones espirituales llegaron a ser obsoletos. Eventualmente una jerarquía de sacerdotes y obispos y el concepto de ordenarlos llegó a estar de moda.

            Sin embargo, crear el concepto de ordenación sobre las bases del uso de la palabra “ordenar” en la versión de KJ es bastante incierto. Más aun, la palabra “ordenación” no se menciona una sola vez en Romanos 12,1 Corintios 12, ni Efesios 4, los tres capítulos principales que hablan de los dones especiales dados a la iglesia “para desempeñar su ministerio” (Efesios 4:12, NRV). Pablo enumera apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros (vers. 11), pero no hace referencia alguna a la ordenación.

La Imposición de manos en el Antiguo Testamento

            En el rito de la ordenación la imposición de manos es una parte muy importante. ¿Hay alguna base bíblica para esto?

            La primera referencia bíblica a la imposición de manos la encontramos en Génesis 48:14: Jacob “extendió su mano derecha y la puso sobre la cabeza de Efraín, que era el menor, y su izquierda sobre la cabeza de Manasés”. Aquí la imposición de manos representaba una bendición especial. Posteriormente hay una imposición de manos en conexión con el sistema sacrificial en el cual el acto significaba que la culpa, el pecado y el castigo eran transferidos del pecador a la víctima vicaria. El Antiguo Testamento también hace referencia a dos casos en los que las manos fueron impuestas en relación a un ministerio particular: Josué y los levitas.

            El nombramiento de Josué. Moisés “puso sobre él (Josué) sus manos, y le dio el cargo, como Jehová había mandado por medio de Moisés” (Núm. 27:23). Aquí debemos resaltar varios puntos. La experiencia de Josué lo calificaba para ser el obvio sucesor. Él era un asociado cercano de Moisés. Fue ricamente dotado del Espíritu Santo. El Urim y el Tumim confirmaron el llamamiento de Dios. Su nombramiento debía ser público, a la vista de la congregación. Así que Moisés impuso sus manos sobre él. Esto sucedió una sola vez y constituyó un evento histórico específico y singular, para guiar al pueblo a la tierra prometida, y no se repitió en otros nombramientos de sacerdotes, reyes o profetas.

            Imposición de manos sobre los levitas. ¿Cómo eran consagrados y colocados en sus puestos los levitas? Se le ordenó a Moisés: “Y harás llegar a los levitas delante del tabernáculo del testimonio, y juntarás toda la congregación de los hijos de Israel. Y cuando hayas hecho llegar a los levitas delante de Jehová, pondrán los hijos de Israel sus manos sobre los levitas” (Núm. 8:9,10). El papel de los levitas como representantes del pueblo fue confirmado por la imposición de las manos sobre ellos por el mismo pueblo.

Como en el caso de los sacerdotes y los sumos sacerdotes, los levitas heredaban sus funciones por nacimiento, y la imposición de manos no se repetía.

El uso de palabras hebreas. “Poniendo encima” es una traducción de tres palabras hebreas diferentes.[2] En el caso de una bendición especial, como es el caso de Jacob, se usan s’im o shith (sinónimos). Un acto de sanamiento también caería en esta categoría. Cuando se dan casos de consagración y ofrendas, se emplea el hebreo samak, como cuando Moisés consagró a Josué o cuando el pueblo impuso sus manos sobre los levitas. S’im y shith expresan un toque leve, pero samak sugiere un toque firme, como en el sentido de inclinarse hacia’. Samak también sugiere que una persona transfiere “algo” a otra (o animal de sacrificio), quien entonces llegaba a ser el representante o sustituto. Cuando la imposición de manos está relacionada con una bendición sacerdotal, se usa nasa, como cuando “Aarón alzó sus manos hacia el puebio y los bendijo” (Lev. 9:22). Se evitaría mucha confusión si esta diferencia de significado y uso fuese tomada en cuenta.

La asunción del cargo sacerdotal, de rey y profeta

La consagración del sacerdote. Dios le dijo a Moisés: “Y con ellos vestirás a tu hermano Aarón y a sus hijos. Y los ungirás, los consagrarás y santificarás, para que sean mis sacerdotes’ (Exo.28:41, NRV).

Lo que la versión New English Bible (NEB) traduce como instalar”, la versión KJV lo presenta como “consagrar”; y las versiones New American Standard Bible, y Revised Standard, como “ordenar”. La palabra hebrea mille’yadh significa literalmente “llenar las manos”. El significado más exacto dice, que las manos deberían ser llenadas con aquellos objetos que debían ofrecerse en el templo como parte del sacrificio. “En los países orientales, la investidura solía hacerse poniendo en la mano del funcionario la insignia de su cargo. Aquí se usan ciertas porciones de las ofrendas para este propósito’.[3]

            Las palabras “llenar las manos” acentúan claramente el hecho de que la “instalación” es para un servicio conectado con los ritos del templo (véase Exo. 29:20-28).

            Ungimiento del rey. El ungimiento de un rey simbolizaba la dotación del “Espíritu del Señor” (véase 1 Sam. 10:1; 16:13). El rey, como protector del Libro de la Ley, se esperaba que lo copiase todo con su propia mano (Deut. 17:18-20). El pacto era renovado como un convenio entre Dios, el rey y el pueblo. Mientras las manos del sumo sacerdote eran llenadas con ofrendas, las manos del rey se “llenaban” con la ley. Él era también coronado y entronizado (véase 1 Rey. 1:33; 2 Rey. 11:12; 1 Crón. 29:22).

            Ungimiento del profeta. Nosotros sólo tenemos el ejemplo del ungimiento del profeta: Elias ungiendo a Elíseo (1 Rey. 19:16, 9). Pareciera que “les ungidos” y los “profetas” en el Salmo 105:15 son equivalentes. El siervo del Señor (Isa. 61:1) habla de sí mismo como un ungido “para predicar buenas nuevas”.

La ordenación rabínica.[4]

            Ahora nos referiremos a la ordenación rabínica y su relación, si hay alguna, con la iglesia primitiva. De acuerdo con la tradición judía, los pasos de sucesión descendían “en línea directa de Moisés a Josué, de Josué a los ancianos, de los ancianos a los profetas, de los profetas a los hombres de la Gran Asamblea [Esdras, Nehemías y el Sanedrín, creado después del retorno del cautiverio], y demás, hasta llegar a los patriarcas [los dirigentes del Sanedrín después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d. C.] y los demás dirigentes de las escuelas rabínicas”.[5]

            La tradición codificada. La Mishna y el Talmud llegaron a ser símbolos del judaísmo después del año 70 d. C. La Mishna codificaba la tradición oral rabínica y nos proporciona información del primer siglo. Los rabinos pueden haber leído sus propios conceptos teológicos en los textos bíblicos, pero esto no difería de lo que los teólogos cristianos hicieron más adelante. De hecho, existe un paralelo entre el argumento católico para la sucesión apostólica del obispado monárquico y el papa como sucesor de Pedro, y la “prueba” Talmúdica para la sucesión rabínica del tiempo de Moisés. Este paralelo también incluye el asunto de la ordenación.

            El caso rabínico de ordenación estaba basado en la imposición de manos sobre Josué por Moisés (Núm. 27:22,23) y la selección de los 70 ancianos (Núm. 11:16,17,24, 25). Aun cuando no se menciona la imposición de manos sobre los 70, la exégesis rabínica aplicó un principio de interpretación que, en dos textos análogos, la consideración particular de uno de ellos puede ser extendida al otro como un principio general”,[6] y dieron por sentado la imposición de las manos sobre los 70 ancianos.

            La ordenación mishnaica. Según la Mishna, “la ordenación era un requerimiento tanto para los miembros del Gran Sanedrín como para los sanedrines más pequeños y colegios regulares de jueces autorizados para decidir casos legales”. El “grado más bajo de ordenación permitía al rabino tomar decisiones sobre asuntos religiosos, mientras que el grado más elevado le permitía inspeccionar las primicias, además de hacer decisiones sobre asuntos religiosos y juzgar los casos de crímenes”.[7] Así pues, la persona “ordenada” llegaba a ser importante, no sólo en lo religioso sino también en la vida civil de las personas.

            Pero el emperador Adriano, durante la revuelta judía de 132-135 d. C, procuró reducir la influencia del nuevo Sanedrín prohibiendo la ordenación. Hacia el tercer siglo la imposición de manos cesó, y el rabino era nombrado y dedicado al pronunciar su nombre. La autoridad del nombramiento descansaba sobre el patriarca y no, como en el principio, cuando un maestro imponía las manos sobre su alumno; más aún, cualquier ceremonia de la toma de un cargo efectuada por el concilio o el colegio de los jueces “sin el consentimiento del patriarca era improcedente, mientras que el patriarca obtuvo el privilegio de efectuar la ceremonia sin el consentimiento del colegio”.[8]

            Otra razón para no imponer las manos era “el creciente papel que jugaba la imposición de manos en la religión cristiana”. La nomenclatura del servicio de ordenación judío también fue cambiada de semikah o semikuta, que significa imposición de manos, a minnuy, que significa nombramiento.[9]

            La influencia mishnaica en la iglesia primitiva. Los eruditos sostienen tres opiniones importantes en cuanto a cómo la ordenación mishnaica puede haber influido en la iglesia primitiva. Hugo Mantel distingue dos ordenaciones separadas durante el período del Segundo Templo: “Primero, ellos ordenaban al estudiante (éste sentado en el primer asiento de la primera fila recibía el título oficial de Hakam [sabio}, y entonces lo nombraban juez y lo sentaban en la Corte Suprema”.[10]

            Mantel cree que “los primeros judíos cristianos, especialmente en Jerusalén, tomaron prestadas sus costumbres del judaísmo. Ellos se consideraban como una secta judía separada de los fariseos sólo por su creencia en Jesús. Es obvio que los primeros cristianos no inventaron la imposición de manos, ni la pudieron tomar prestada del mundo helénico’.[11]

            Otro enfoque es el que hace Arnold Ehrhardt, quien argumenta que la Mishnah no es históricamente confiable y no prueba la ordenación rabínica en los tiempos del Nuevo Testamento. Acerca del término “rabino”, como título que se confería a un estudiante judío ordenado, Ehrhardt declara: “No cabe duda que en los tiempos talmúdicos era ‘Rabino’, pero en el período anterior al 70 d. C. este título era otorgado libremente a los estudiantes judíos no ordenados, hecho que es confirmado por la evidencia del Nuevo Testamento”.[12]

            Ehrhardt también señala que el título otorgado a los miembros del Sanedrín fue “presbítero”, y éste no era sinónimo de “escriba” o “rabino”. En el Nuevo Testamento “los ancianos y escribas son mencionados por igual como grupos separados en Mateo 26:57 y Hechos 6:12, lo cual sugiere que los ancianos no eran escribas necesariamente”.[13]

            Ehrhardt saca tres conclusiones: “La primera y la mejor fundamentada es que el desarrollo de la ordenación judía confirma nuestra declaración de que la descripción cristiana de los ministros como presbíteros fue derivada del título de los miembros del Sanedrín de Jerusalén. La segunda es que, en el asunto de la ordenación, la iglesia y la sinagoga aparecen no en una relación de hijo y madre, sino como hermanastros, como Isaac e Ismael (Gál. 4:22), ambos apropiándose a su manera del ejemplo del Antiguo Testamento. La tercera es que sería sabio, particularmente en cuanto a los ritos de imposición de manos y entrenamiento de obispos, permitir un período de desarrollo extendiéndose hasta la mitad del segundo siglo’.[14]

            Un tercer enfoque propone un origen que es puramente cristiano, una invención neotestamentaria singular. Everett Fergusson asocia la imposición de manos, no con el samak hebreo, sino con el s’im, que expresaba la transferencia de una bendición. Él está de acuerdo en que ‘en la superficie parece haber una buena razón para ligar el uso cristiano con samak. Era usado para el nombramiento de oficiales en el Antiguo Testamento y llegó a ser el término técnico para la ordenación en el judaísmo”.[15] Pero el asunto decisivo es “a cuál categoría pertenece la ordenación”. “La idea básica en la ordenación cristiana temprana no era crear un sustituto ni transferir autoridad, sino conceder una bendición e invocar la aprobación divina’.[16]

            Aún más, Ferguson encuentra “la confirmación de que la ordenación cristiana tiene su raíz en s‘im y no en samak… [en] el hecho de que la imposición de manos en la iglesia sucede solamente como un acompañamiento a la oración. No hay indicación de que la oración fuera parte de las ordenaciones judías”.[17]

La Imposición de manos en el Nuevo Testamento

            Entre los numerosos versículos del Nuevo Testamento que tratan de la imposición de manos, solamente seis se relacionan con el ministerio: dos en Hechos (6:6; 13:3) y tres en relación con Timoteo.

Los dos relatos de Hechos se encuentran dentro del mismo contexto. Según Marjorie Watkenlin, el significado de ambos eventos radica en la evidencia de que Dios ha renovado su pacto. Las experiencias del samak de Moisés con Josué y el pueblo con los levitas, una vez más, se repiten. En Hechos 6:6 los apóstoles impusieron sus manos sobre los siete, así como Moisés impuso las suyas sobre Josué. En Hechos 13:3 la gente impuso sus manos sobre Pablo y Bernabé, como en el caso de los levitas. Warkentin recalca el significado establecido de estos eventos y deja allí el asunto.[18]

            La imposición de manos sobre los siete. ¿Quién impuso las manos sobre los siete, y por qué? La respuesta a la primera pregunta es casi obvia: “A éstos presentaron ante los apóstoles, quienes orando les impusieron las manos” (Hechos 6:6). En el griego dice “y orando les impusieron las manos”, o sea que quienes les impusieron las manos, bien podrían haber sido los mismos que los presentaron. El único manuscrito griego que al leerse define bien el hecho de que fueron los apóstoles es el Códex Bezae, también llamado Códex D, manuscrito posterior al quinto o sexto siglo, y que, de acuerdo con los eruditos, señala algunas variantes en comparación con otros.

            El cambio efectuado en Hechos 6:6 del Códex Bezae refleja un desarrollo histórico a partir del tercer siglo, cuando solamente el obispo en sucesión apostólica podía ordenar, seguido por la pretensión de que los obispos son los vicarios de Cristo, una concesión aplicada más tarde al papa.[19] Esto no significa necesariamente que los apóstoles no podrían haber impuesto las manos sobre los siete, pues el texto puede ser interpretado de ambas maneras. Eduard Schweitzer afirma que la imposición de las manos, en ambos casos, tanto sobre Saulo y Bernabé (Hech. 13:1-3), como sobre los siete, era para un servicio especial y la impartición de una “bendición”. El entonces declara: ‘No es un asunto de ordenación, siendo que ambos pertenecían a la compañía de los ‘profetas y maestros’. Es, pues, entonces, una ‘instalación’, esto es, colocándolos en una esfera de servicio en particular, la cual difiere en ciertos aspectos de la anteriormente ocupada”.[20]

            La comisión de Pablo y Bernabé. La imposición de manos sobre Pablo y Bernabé (Hech. 13:1-3) es claramente un servicio de consagración para la realización de una tarea misionera especial. Ellos eran como cualquier otro miembro del grupo de profetas y maestros de Antioquía, pero mientras el grupo se encontraba orando y ayunando, el Espíritu Santo los impresionó de apartar a Pablo y Bernabé para realizar un trabajo misionero.

            El lenguaje utilizado aquí corresponde a la consagración de los levitas (quienes por el samak representaban al pueblo). Dios le comunicó a Moisés: “Aparta a los levitas de entre los israelitas” (Núm. 8:6,14). En Hechos el Espíritu Santo ordenó a la iglesia de Antioquía: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la cual los he llamado” (Hech. 13:2). Los levitas también fueron apartados para una obra especial (Núm. 8:11,15; la Versión de los Setenta usa la misma palabra para “obra”, ergon, como en el Nuevo Testamento).

            Torrance sugiere que Pablo y Bernabé “no fueron ordenados como alumnos o discípulos ’rabínicos’, sino en lugar de ello fueron enviados como ‘apóstoles’ o mensajeros autorizados de la comunidad en una misión limitada… Esto no parece referirse a la ordenación en el sentido correcto”.[21]

            La imposición de manos en las epístolas a Timoteo. En las epístolas a Timoteo encontramos tres referencias sobre la imposición de manos. Dos hablan de la imposición de manos sobre Timoteo: “No descuides el don que está en ti, que te es dado por profecía, con la imposición de las manos del presbiterio” (1 Tim. 4:14); “Por eso te recomiendo que avives el don de Dios, que está en ti por la imposición de mis manos” (2 Tim. 1:6).

            La tercera es un consejo dado a Timoteo: “No impongas con ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos. Consérvate limpio” (1 Tim. 5:22).

            El significado obvio del primero es que el presbiterio impuso sus manos sobre Timoteo; en el segundo, fue Pablo. Otra explicación verosímil para la primera es que el presbiterio ordenó a Timoteo, mientras que Pablo presidía el evento. Timoteo no era el único converso de Pablo, sino un asociado ministerial cercano por casi 20 años.

            El acto de la imposición de manos sobre Timoteo, sin lugar a dudas, tuvo lugar al comienzo de su ministerio. Su carrera siguió a la de Pablo y no era la de un anciano local o superintendente (obispo). El último era “nombrado”; no se menciona la imposición de las manos sobre los ancianos locales. El hecho de que Pablo haya ordenado a Timoteo, quien como obispo años más tarde ordenara a otro, estableciendo así la sucesión apostólica, no corresponde a la realidad histórica.

            En la singular situación histórica y el trabajo de Pablo en la iglesia temprana, cuando Timoteo estaba íntimamente relacionado con Pablo y a menudo lo representaba personalmente, Pablo puede haber impuesto las manos sobre Timoteo, aun como el rabino lo hace sobre su alumno (si es que esa era la costumbre en los tiempos de Pablo). Una cosa es cierta: Timoteo representaba a Pablo y a la iglesia universal; el presbiterio en su totalidad había impuesto las manos sobre él, y Pablo, sin duda entre ellos, presidió posiblemente el ritual. Este es el trasfondo de 1 Timoteo 4:14. Es posible que 2 Timoteo 1:6 se refiera al mismo evento. Ya sea que hubiera en una o dos ocasiones imposición de manos, no tiene la menor importancia; el hecho significante es que Timoteo fue escogido por el Espíritu Santo, comisionado por Pablo, y enviado como un mensajero (apóstol) por el pueblo.

            El mandato de 1 Timoteo 5:22. Entre los muchos mandatos que Pablo le dio a Timoteo, éste es uno de ellos: “No impongas con ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos. Consérvate limpio” (1 Tim. 5:22). Este pasaje es a menudo interpretado para decir que Timoteo podía ordenar a otro obispo. De hecho, la iglesia en años posteriores fundó sus casos de ordenación sobre esta base y otros pasajes de 1 ¡moteo y Hechos.

            Algunas traducciones no ayudan a aclarar la confusión. La versión de la New English Bible (Nueva Biblia en inglés) dice: “No seas demasiado rápido en imponer las manos en la ordenación”; la versión de The Living Bible (La Biblia viviente): “Nunca tengas prisa al ordenar a un hombre imponiendo tus manos sobre él”.

            Pero el contexto aclara el significado. Pablo está hablando acerca de una persona que ha estado bajo la disciplina de la iglesia. Kenneth S. Wuest escribe: “Las palabras ‘imponer las manos repentinamente’ tienen que ver con la restauración de un miembro de iglesia pecador que es reintegrado a la membresía de la iglesia local… En el versículo 19, vemos la acusación; en el versículo 20, la convicción y la sentencia; y en el versículo 22, la restauración a la comunidad de la iglesia. Los expositores dicen: ‘Se le ordena a Timoteo restringir con deliberada prudencia los impulsos de tenerle lástima. Una precipitada reconciliación tienta al ofensor a suponer que su agravio no puede haber sido tan grave después de todo; y prepara así el camino para una repetición del pecado… Aquellos que otorgan cartas de recomendación con suma facilidad caen bajo la condenación apostólica”.[22]

            De modo que los pasajes de Timoteo y Hechos no tratan con la ordenación en la iglesia como se cree generalmente. No los podemos utilizar como precedentes para validar un concepto que se desarrolló en el tercer siglo, estableciendo un obispado monárquico y su papel al efectuar el rito de ordenación. Como Birger A. Pearson aclara: “La situación eclesiológica en las iglesias de Pablo… aparenta ser una expresión libre, carismática, y no encontramos evidencia concreta de organización jerárquica, o nada en realidad con respecto a la ‘ordenación’ de oficiales de iglesia”.[23]

Secuela histórica temprana

            La primera descripción de un servicio de ordenación puede ser rastreada hasta el tercer siglo, y está registrada en The Apostolic Tradition (La tradición apostólica), de Hipólito (236 d. C.), un presbítero de la iglesia de Roma. Su descripción de la ordenación confirma el cambio de concepto acerca del ministerio que se produjo durante el tercer siglo y se refleja en los escritos de Tertuliano y Cipriano. Una diferencia entre el obispado y el presbiterio se establece claramente. Un nuevo obispo puede ser ordenado solamente por otros obispos, quienes “imponen sus manos sobre él, y el presbiterio se presenciará en silencio”. En la oración de ordenación el obispo es llamado “sumo sacerdote” de Dios; la ordenación le otorgaba “el Espíritu del sumo sacerdocio”, en virtud del cual él tenía ‘autoridad para remitir pecados’.

            La diferencia entre el obispo y el presbítero se acentuaba por el hecho de que sólo el obispo podía ordenar a los últimos. “Pero cuando el presbítero es ordenado, el obispo habrá de imponer sus manos sobre su cabeza, mientras los presbíteros lo tocan”.[24]

            En el caso de la ordenación del diácono, sólo el obispo impone las manos sobre él, pues “no se lo ordena al sacerdocio, sino para servir al obispo y para ejecutar las órdenes de éste. El no participa en el concilio del clero; debe realizar sus propias tareas e informarle al obispo acerca de las cosas que se necesitan. El no recibe el Espíritu que posee el presbítero y que los presbíteros comparten; recibe solamente lo que se le confía bajo la autoridad del obispo. Por esta razón, el obispo solo podrá hacerlo diácono’.[25]

            Constituciones de los santos apóstoles. En el siglo cuarto apareció un manual de iglesia, la Constitución de los santos apóstoles,[26] el cual pretende decirnos lo que los apóstoles dijeron e hicieron. “Pero habiéndonos enseñado el Señor las cosas sucedidas, distribuimos las funciones del sumo sacerdocio a los obispos, las del sacerdocio a los presbíteros, y la ministración de ambos a los diáconos, para que la divina adoración pueda ser realizada con pureza. Porque no es legal que un diácono ofrezca el sacrificio, o bautizar, o impartir ya sea la bendición mayor o la menor. Ni tampoco puede un presbítero efectuar la ordenación”.[27]

            Las Constituciones enfatizan la diferencia entre el laicado y el sacerdocio: “Dejen que el laico lo honre [al obispo], lo ame, lo reverencie como a su señor, como su dueño, como el sumo sacerdote de Dios, como un maestro de la piedad. Pues quien lo escuche a él, escucha a Cristo; y el que lo rechaza, rechaza a Cristo’.[28] Aún más, el obispo es “el mediador entre Dios y usted en las diversas partes de su culto de adoración. Él es el maestro de piedad; y, después de Dios, él es su padre, quien le ha brindado de nuevo la adopción de hijo por agua y por el Espíritu. Él es su dirigente y gobernador; él es su rey y potentado; él es, después de Dios, su dios terrenal, quien tiene el derecho de ser honrado por usted… Deje que el obispo presida sobre usted como uno que es honrado con la autoridad de Dios, y por el cual él ha de gobernar a todo el pueblo”.[29]

            El obispo es ordenado “por tres obispos” en la presencia de presbíteros, diáconos, y la gente que “dan su consentimiento”. Cuando se trata de un presbítero o diácono, ellos son “ordenados por un obispo’.[30] También se hace provisión para la ordenación de las diaconisas. Los diáconos y las diaconisas sirven al obispo.[31]

            Agustín de Hipona. Agustín (396-430 d. C.) siguió los principales dogmas de la eclesiología cipriana, pero amplió el desarrollo del así llamado sacerdocio cristiano por “su concepto sacramental del ministerio en el que la validez de la acción sacramental de un clérigo era vista como independiente de su carácter personal”. Los católicos romanos se adhieren a este principio cuando afirman que por el sacramento de la ordenación el sacerdote es marcado por un carácter indeleble. En cuanto a la ordenación, Agustín lo hizo “enteramente una posesión permanente del individuo aparte de la comunidad en la cual y a través de la cual era conferido”.[32]

            El aspecto sacerdotal del nuevo sumo sacerdote cristiano cambió el concepto del Nuevo Testamento relativo al ministerio y su nombramiento. Eric G. Jay lo expresa bien: “Este enfoque del ministerio, al ganar aceptación, ayudado sin duda por el uso común de la terminología sacerdotal, inevitablemente condujo a una nueva eclesiología que ve a la iglesia esencialmente como un cuerpo jerárquico. Perdió terreno el concepto de la iglesia como el conjunto total del pueblo de Dios, y la diferencia entre el clero y el laicado fue altamente agudizada, relegando al último al papel de dependiente pasivo. Esta eclesiología había de sufrir un ataque formidable en el siglo XVI’.[33]

El concepto de ordenación de Lutero y Calvino.

            El ataque temprano de Lutero al sistema de los sacramentos romanos incluye su crítica a la ordenación como sacramento. Lutero declara: ‘La iglesia de Cristo no sabe nada [acerca de la ordenación como sacramento]; es un invento de la iglesia del papa. No solamente no existe en ninguna parte alguna promesa de gracia inherente a ella, sino que no hay una sola palabra dicha al respecto en todo el Nuevo Testamento. Ahora bien, es ridículo exponer como sacramento de Dios algo que no se ha comprobado que haya sido instituido por Dios’.[34] Por consiguiente, para Lutero, ‘la ordenación, si es que tiene algún significado, no es nada más que un cierto rito en el cual uno es llamado al ministerio de la iglesia”.[35] Para Lutero, el “carácter indeleble” de la ordenación es una “ficción”. Los ministros pueden ser suspendidos temporalmente, o permanentemente privados de su posición’.[36]

            De la misma forma, Calvino ataca la idea sacramental católica romana de la ordenación, la cual se supone que otorgue a quien la recibe, el poder de “ofrecer sacrificios para apaciguar a Dios”. Por consiguiente, “todos aquellos que se llaman sacerdotes van contra Cristo en el sentido de ofrecer víctimas expiatorias’.[37]

            La ordenación y el sacerdocio de todos los creyentes. El llamamiento al ministerio está vinculado con la doctrina del sacerdocio de los creyentes. Por medio del bautismo y la fe “todo cristiano posee la Palabra de Dios y es enseñado y ungido por Dios para ser sacerdote”[38], escribió Lutero en 1523, y ese concepto él nunca lo cambió. En 1535 introdujo la ordenación ceremonial en Wittenberg, pero aun después de eso escribió (1539): “Basta con que usted haya sido consagrado y ungido con la sublime y santa unción de Dios, con la Palabra de Dios, con el bautismo, … a partir de entonces usted tiene ya altura y gloria suficientes, y está lo suficientemente investido con la indumentaria sacerdotal”.[39]

            A través del bautismo se le asegura a todo cristiano “que todos somos igualmente sacerdotes, esto es, tenemos el mismo poder con respecto a la Palabra y a los sacramentos”. Sin embargo, nadie debe usar ese “poder” por iniciativa propia, porque “lo que es propiedad común de todos, ningún individuo se lo puede adjudicar, a menos que haya sido llamado’.[40] He aquí el puente que une a Lutero con un ministerio público y oficial.

            El concepto de Lutero en cuanto al sacerdocio de los creyentes se derivaba de su Cristología y soteriología: ‘Porque todos tenemos un solo bautismo, un Evangelio, una fe, y todos somos igualmente cristianos; pues el bautismo, el Evangelio y la fe sólo nos hacen personas espirituales y cristianas”.[41] En cambio, siendo que la iglesia es el sacerdocio de los creyentes, el ministerio oficial es un ministerio representativo, al cual también se le conoce como ministerio delegado o transferido.

            El enfoque común de los reformadores respecto del sacerdocio de los creyentes fue introducido en la práctica de manera especial por Calvino en su forma presbiteriana de organizar la iglesia. Calvino acentuó el hecho de que como creyentes en Cristo “todos somos sacerdotes”. Aquí los pastores y ancianos (que excedían en número a los pastores) ejercían una crítica paternalista, aconsejamiento y disciplina. El nombramiento de un nuevo ministro procedía de una sugerencia de parte de los ministros, quienes tenían su propio concilio, pero su consentimiento tenía que ser obtenido del cuerpo de creyentes y finalmente de las autoridades de la ciudad. El pastor era entonces instalado o comisionado por su gente, sus concilios de iglesia y el gobierno civil.[42]

            La importancia del llamamiento y la comisión. Para Lutero, el llamamiento, en vez de la ceremonia de imposición de manos, es decisivo en el ministerio. Schoenleber comenta: “Lutero negó la idea de que el ritual de la ordenación en manos de un obispo sea un prerrequisito necesario para retener y ejercer el ministerio. Un llamamiento, no la ordenación ritual, es el único prerrequisito teológico para ejercer el ministerio. Una ceremonia en la que intervienen la oración y la imposición de manos, puede ser empleada para establecer a los ministros en sus congregaciones (como una afirmación pública de su llamamiento), pero es opcional y se repite cada vez que el ministro cambia de congregación’.[43]

            Para Calvino, el llamamiento también es importante, no el rito de la ordenación: ‘Así, pues, si alguno fuere juzgado como un verdadero ministro de la iglesia, él primeramente deberá haber sido llamado adecuadamente’. Junto con “el llamamiento externo y formal que se relaciona con el orden público de la iglesia”, también tenemos ’el llamamiento secreto del cual cada ministro es consciente ante Dios’.[44]

            Calvino sigue diciendo: “Vemos, entonces, que los ministros son legítimamente llamados de acuerdo con la Palabra de Dios, cuando aquellos que aparentan ser aptos son elegidos con el consentimiento y la aprobación del pueblo. Otros pastores, sin embargo, deberán presidir la elección, no sea que el cuerpo en general cometa un error, ya sea por liviandad, malas pasiones o tumultos’.[45]

            La ordenación ritual. En los esfuerzos de Lutero por establecer una iglesia evangélica antes de 1535, ’la ordenación ritual no era un requisito para ser un ministro, y ningún método regular de ordenación fue introducido en la nueva iglesia, sino hasta 1535’.[46] Aun cuando esto sucedió, ‘no hay evidencia para indicar que antes del 1535 Lutero haya intentado persuadir al elector para que autorizara las ordenaciones, o que haya dicho que la ordenación fuera necesaria para ejercer el ministerio”.[47] En verdad, Melanchton, el sistematizador de la teología protestante, fue un teólogo laico.

            Calvino encontró apoyo bíblico para la imposición de manos al establecer a un ministro. Lulero hizo lo mismo. Sin embargo, tanto Calvino, como Lulero, lo consideraban como un mero ritual o ceremonia, “conveniente al orden y la belleza”, pero no teniendo “en sí mismo fuerza o poder alguno”.[48]

            La ordenación formal. En la primavera de 1535, el elector de Sajonia ordenó que la ordenación formal fuese un prerrequisito para ejercer el ministerio en su territorio. Los candidatos al mismo debían ser examinados y ordenados por la facultad de teología de Wittenberg. “Parecía ser que el elector dudara acerca de la capacidad verdadera de las personas no ordenadas para tener el cargo y ejercer el ministerio. El evidentemente la vio como una necesidad teológica para la ordenación ritual, y así finalmente decretó que fuese una precondición legal para ejercer el ministerio”.[49]

            Lutero aceptó el mandato del elector sin cambiar su concepto teológico del ritual de la ordenación siempre que la predicación de la Palabra pudiera ser realzada. El pragmatismo parece haber sido el motivo impelerte en Lutero. El vio el mandato como una oportunidad por la cual un ministerio necesario pudiera ser desarrollado con una moral más elevada, una mejor educación, un salario más razonable, y un prestigio profesional y social mejor reconocido en la sociedad; una meta digna, pero lograda con la ayuda de los poderes seculares. En el otoño de 1535, Lutero predicó un sermón sobre la ordenación en el cual explicó las nuevas disposiciones para la ordenación. “Lutero notó que Sajonia enfrentaba una importante amenaza de parte de enseñanzas falsas en sus iglesias y que el mandato de ordenación era un paso correcto hacia la extirpación de las enseñanzas falsas siendo que le otorgaba control a Wittenberg sobre la calidad de los nuevos pastores”.[50]

            Mientras tanto en Ginebra, Calvino descubrió que era mejor abstenerse de la imposición de las manos. Cuando Calvino regresó de Estrasburgo a Ginebra en 1541, el concilio de la ciudad había prometido cooperar con él, pero como François Wendel lo ha señalado, sólo bajo “la condición de que ello no usurpara ninguna de las prerrogativas del poder civil, o que afectara ciertas costumbres que la iglesia en Ginebra observaba junto con las iglesias bernesas, y que tenían que ser mantenidas por razones políticas”. Una de estas condiciones era que “la instalación de nuevos pastores no podía ser acompañada por la imposición de las manos de acuerdo con el ejemplo de Estrasburgo; ellos tenían que ser simplemente iniciados con una oración y un sermón acerca de sus funciones pastorales. Estos eran, después de todo, detalles de menor importancia, y Calvino los prefirió”.[51]

            Así, pues, Lutero introdujo el rito de la imposición de las manos bajo la influencia del poder civil, mientras que Calvino lo eliminó por causa de dicho poder. Pero éste volvió al asunto de nuevo. En la última edición del libro Institutes (latín, 1559, y francés, 1560), Calvino aprobó la imposición de manos al hacer referencia al Nuevo Testamento. Él dice que los pastores, maestros y diáconos eran consagrados de esta forma. Admite que “no hay un precepto fijo concerniente a la imposición de manos”, pero lo consideró un símbolo práctico merced al cual “la dignidad del ministerio debe ser recomendada a las personas, y a quien es ordenado, recordándole que ya no se pertenece, sino que está ligado en servicio a Dios y a la iglesia. Además, esto no resultará ser un símbolo desprovisto de significado, si es restaurado a su origen genuino. Pues si el Espíritu de Dios no ha instituido nada en la iglesia sin conocimiento de causa, no vamos a sentir que esta ceremonia aprobada por él sea innecesaria, siempre que no se abuse de ella supersticiosamente’.[52]

            Desarrollo temprano en las iglesias reformadas- J. L. Ainslie, en su estudio intensivo del ministerio en las iglesias reformadas de los siglos XVI y XVII. dice: “Las opiniones difieren en la mayoría de las iglesias, tanto las reformadas como las otras, respecto al rito (de la imposición de manos), siendo esencial en la ordenación o en cosas semejantes. Algunos sostienen que debe ser absolutamente esencial, mientras que otros consideran que es mejor omitirlo, o al menos que no es esencial, que sólo debe ser usada como una indicación externa de la ordenación”.[53]

            Ainslie cita varios ejemplos para ilustrar los diferentes conceptos. El Scottish First Book of Discipline (Primer libro escocés de disciplina) habla en contra de la imposición de manos.[54] En 1581 el Second Book of Discipline (Segundo libro de disciplina) ‘definitivamente autorizó el rito, aunque… la forma en que está escrito no indica que deba ser impuesto en la ordenación. Y no lo fue. Los ministros fueron libremente admitidos’.[55]

            La Iglesia Reformada en Holanda también sintió que el rito era innecesario. En los cánones de 1577, ‘la omisión de la imposición de manos en la ordenación” fue decretada, pero en el Sínodo de Bort, en 1619, la imposición de manos fue estipulada.[56]

            En los lugares donde se practicaba la imposición de manos había discrepancias en cuanto a quién debía imponerlas: un ministro, varios ministros o ministros y laicos.[57]

            Estos ejemplos ponen de relieve dos asuntos: primero, que el llamamiento y el nombramiento, no el rito ceremonial, son de significado básico, y segundo; que Dios, bajo circunstancias específicas, llama a las personas a desempeñar tareas singulares a través del Espíritu Santo (como Melanchton y Calvino, quienes nunca fueron ordenados).

            La historia nos dice que la ordenación ha sido realizada teniendo en mente diversos conceptos acerca de las relaciones entre la iglesia y la sociedad. Como lo escribe Warkentin: ‘La iglesia de Jesucristo ha buscado sus propios patrones, para los puestos eclesiásticos, en la sociedad en la cual se halla establecida, a pesar de las advertencias de nuestro Señor de que él está comenzando una nueva sociedad con su propia estructura de autoridad singular”. Aún más, “si estuviéramos convencidos de que el creyente individual está siendo o puede ser transformado por el Espíritu de Dios, entonces la iglesia también debe demostrar al mundo que esta es la comunidad de los redimidos. Sus estructuras políticas deben reflejar el carácter transformado de la comunidad en su totalidad, si es que el mundo ha de recibir el Evangelio seriamente”.[58]


Referencias

[1] Baptism, Eucharist and Ministry (Bautismo, eucaristía y ministerio), (Génova: World Council of Churches, 1982), p. 31.

[2] David Daube, The New Testament and Rabbinic Judaism (El Nuevo Testamento y el Judaísmo Rabínico), (Londres: Universidad de Londres, 1956), págs. 224-246.

[3] Cometario bíblico adventista (Mountain View California: Publicaciones Interamericanas, Pacific Press Publishing Association), tomo 1, pág. 665.

[4] Véase la Enciclopedia judaica, tomo 14 (1972 ed.), págs. 1139-1147, s.v. “Semikhah: The Jewish Encyclopedia, tomo 9 (1905), Ethics, ed. James Hastings (1960), págs. 552-554, s.v., “La Ordenación (judía)’.

[5] Hastings, tomo 9, pág. 5.

[6] Marjorie Warkentin, Ordination: A Bibiical Historical Wew (La ordenación: un enfoque bíblico histórico), (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans, 1982), pág. 17.

[7] Enciclopedia judaica, tomo 14, págs. 1140, 1141.

[8] Enciclopedia judaica, tomo 9, pág. 4.

[9] Ibíd.

[10] Véase Hugo Mantel, “Ordination and Appointment in the Period of the Temple’ (La ordenación y nombramiento en el período del templo), Harvard TheologicalReview57 (1964): 325-346.

[11] Id., pág. 341.

[12] Arnold Ehrhardt, “Jewish and Christian Ordination” (Ordenación judia y cristiana), Journal of Ecclesiastical History V (1954): 131.

[13] Ibíd.

[14] Id., pág. 137, 138.

[15] Everett Ferguson, “Laying on of Hands: Its Significance in Ordination’ (La imposición de las manos: su significado en la ordenación), Journal of Theological Studies XXVI (abril 1975): 2.

[16] Id., págs. 1,2.

[17] “Jewish and Christian Ordination’, Journal of Theological Studies XXVI (abril, 1975): 15.

[18] Warkentin, págs. 109-152

[19] H. Bum-Murdoch, The Development of the Papacy (El desarrollo del papado), Londres: Faber and Faber, 1954), págs. 76,77.

[20] Eduard Schweizer, Church Order in the New Testament (orden eclesiástico en Nuevo Testamento), (Londres: SCM Press, 1961), pág. 208.

[21] T. F. Torrance, ’Consecration and Ordination’ (Consagración y ordenación), Scottish Journal of Theology (1958; págs. 235,237.

[22] Kenneth S. Wuest, The Pastoral Epistles in the Greek New Testament: For the English Reader (Las epístolas pastorales en el Nuevo Testamento Griego: Para el lector de habla inglesa), (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans, 1953), págs. 87,88.

[23] Birger A. Pearson, “Ministry and Ordination in the Early Church” (Ministerio y ordenación en la iglesia temprana), en Ecclesia Leiturgia Ministerium (Helsinki, 1977), pág. 133.

[24] R. Newton Flew, Jesús and His Church: A Study of the Idea of the Ecclesia in the New Testament (Jesús y su Iglesia: un estudio de la idea de la iglesia en el Nuevo Testamento), Londres: Epworth Press, 1938), pág. 38.

[25] The Apostolic Tradition of Hippolytus (La tradición apostólica de Hipólito), trans. Burton Scott Easton (Archon Books, 1962), pág. 38.

[26] “Constitutions of the Holy Apostles” (Las constituciones de los santos apóstoles), en Ante-Nicene Fathers, eds. Alexander Roberts and James Donaldson (Grand Rapids: Wm. B. Eerd- mans, 1951-56), Vil, págs. 391-505.

[27] Ibíd., Book VIII, Secc. V, xlvi.

[28] Book II, Secc. III, par. xx.

[29] Book II, Sec. IV, par. xxvl.

[30] Book III, Sec. II, par. xx; Book VIII, Sec. II, par. iv.

[31] Book II, Sec. IV, pars. xxvi, xxix=xxxi; Book VIII, Sec. III, pars. xvi=xx.

[32] George H. Williams, “Ministry in Late Patristic Period” (El ministerio en el período patrística tardío), The Ministry in Historical Perspectives, eds. H. Richard Niebuhr y Daniel D. Williams (New York: Harper Brothers, 1956), págs. 74,75.

[33] Eric G. Jay, The Church: Its Changing Image Through Twenty Centurias (La iglesia: su imagen cambiante a través de veinte siglos), (Atlanta: John Knox Press, 1978), pág. 58.

[34] Luther’s Works (Las obras de Lutero), (St. Luis, Concordia Publishing House, 1958-1967), tomo 36, págs. 106,107.

[35] Id., pág. 116.

[36] Id., pág. 117.

[37] John Calvin, Institutes of the Christian Religión (Institutos de la religión cristiana), trans. Henry Beveridge (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans, 1957), Book IV, cap. XiX, Sec. XXVIII.

[38] Luther’s Works (Las obras de Lutero), tomo 39, pág. 309.

[39] Id., tomo 41, pág. 152.

[40] Id, tomo 36, pág. 116

[41] Id., tomo 44, pág. 127.

[42] Phillip Schaff, History of the Christian Church (Historia de la iglesia cristiana), (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans, 1910), tomo VIII, págs. 480-484.

[43] Richard W. Schoenleber, The Sovereign Word: The Office of the Ministry and Ordination in the Theology of Martin Luther (La palabra soberana: los oficios del ministerio y la ordenación según la teología de Martín Lutero), Ph.D. diss., Universidad de lowa, 1983), págs. 169,170.

[44] Calvino, Institutes (Institutos), X, XI Book IV, cap. III, Seccs. X, XI.

[45] Id, IV, iii, 10, XV, Secc. XV.

[46] Schoenleber, págs. 194,195.

[47] Id., pág. 198.

[48] John Calvin, Commentary Upon the Acts of the Apostles (Comentarios sobre los hechos de los apóstoles), ed., Henry Beveridge, (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans, 1957), tomo 1, pág. 238.

[49] Schoenleber, págs. 240,241.

[50] Id., págs. 246,247.

[51] François Wendel, Calvin: The Origins and Development of His Religious Thought (Calvino: origen y desarrollo de su pensamiento religioso), trans. Philip Mairet (Londres: Wm. B. Collins, 1963), pág. 71.

[52] Calvino, Institutes, Libro IV, cap. III, secc. XVI.

[53] James L. Ainslie, The Doctrines of Ministerial Order in the Reformed Churches of the 16th and 17th Centuries (Las doctrinas del orden ministerial en las iglesias reformadas de los siglos XVI y XVII), (Edinburgo: T. & T. Clark, 1940), pág. 150.

[54] Id, pág. 177.

[55] Id, pág. 176.

[56] Id, pág. 177.

[57] Id, pág. 185.

[58] Warkentin, pág. 186.