Todo estilo de culto tiene que ser evaluado a la luz de los principios bíblicos; que deben primar sobre la cultura, y no a la inversa.
En su sentido eclesiástico, la palabra “liturgia” puede ser definida como “rito o conjunto de rituales prescritos para la adoración pública”. El término, de origen griego, está dividido en dos partes: leithos, que significa “público”, con relación a las personas, y ourgía, término relativo a “trabajo”, “técnica”, “arte”, “producto” o “asunto”.[1]
No obstante, hoy, la utilización de la palabra “liturgia” en la iglesia es diferente del significado original de leitourgéo griego, que era un término totalmente secular. Su empleo era común, entre los antiguos griegos, para describir la política de tributación fija anual: impuesto pagado por los ciudadanos ricos para su Ciudad-Estado local.[2] Ese tributo también podría ser tomado por virtud de la inteligencia.[3] La transferencia de significado de la palabra, del uso secular al eclesiástico, ocurrió cuando el término leitourgia fue colocado en la versión Septuaginta, donde es empleado para describir el papel de los sacerdotes y los levitas en el culto (Núm. 18:2).[4] Desde entonces, el vocablo adquirió un uso cultural y sacerdotal. En el siglo IV d.C., la referida palabra era ampliamente usada en la literatura cristiana cultural y eclesiástica.[5]
En la iglesia primitiva, leitourgéo aparece relacionada con la separación de Pablo y Bernabé como misioneros, en Antioquía; probablemente, en la primera iglesia establecida fuera de Jerusalén, aproximadamente en el año 38 d.C.[6] En la carta a los Romanos, leitourgéo también aparece ligada al ministerio sacerdotal del Antiguo Testamento. Por lo tanto, Pablo usó el término en el sentido figurativo, al describir su trabajo como “ministro de Jesucristo a los gentiles” (Rom. 15:16).[7] El mismo sentido de ministerio referente a leitourgéo es aplicado a los ángeles ocupados en la salvación de las personas (Heb. 1:14).[8]
Eclesiásticamente hablando, el término liturgia no trabaja en el vacío; está en íntima interacción con el culto, cuya terminología se encuentra en diferentes palabras como asah, shahah, saghadh, abhadh, abundantes en el Antiguo Testamento (Gén. 24:25; Isa. 44:15, 17, 19; Éxo. 4:31; 34:8; Dan. 2:46), y cuyo significado implica “inclinarse”, “adorar”, “servir”.[9] También, incluye el significado de “postrarse en respeto a”. La Septuaginta traduce asah como latreuo, palabra encontrada veinte veces en el Nuevo Testamento, y que también describe el servicio de adoración a Dios en el corazón y en la vida (Rom. 1:9; Fil. 3:3).[10]
Proskunéuo es otra palabra que expresa la idea de “inclinarse, respetar y reverenciar”, con el significado de relacionamiento corporativo con Dios (Job 12:20; Hech. 8:27). En Romanos 1:25, sebomai se refiere al mundo pagano, que demuestra reverencia a las criaturas, en vez de al Creador. En el Apocalipsis, el término incluye el concepto de alabanza y culto.[11] Ese culto es un recordativo constante de adoración a Dios, el Creador y Salvador de la humanidad (Apoc. 5:14; 11:16; 19:4).
En el cristianismo primitivo
Los eruditos han reconocido la influencia de la liturgia en el estilo del culto a comienzos del cristianismo.[12] Fue a través del Templo y de la sinagoga que la liturgia judaica dejó su marca temporal en el comienzo de las reuniones cristianas. La Mishnah enumera cinco acciones litúrgicas en el culto, cuya secuencia no podría suceder a menos que hubiera un quórum de diez hombres presentes en la reunión. Estos eran los pasos litúrgicos: recitación de la Shemá (Deut. 6:4, 9-11); recitación en pie de la Fillah, u oración; y después la llamada Amidah, o bendición sacerdotal; lectura de la Toráh y de los profetas; y, finalmente, Kaddish, o bendición.[13]
A ese estilo de culto, los cristianos agregaron saludos, bautismo, comidas comunitarias, la comunión, el salmodio, sermones, oración y confesión.[14] Durante el Imperio Romano, los cultos cristianos tenían saludos y respuestas, salmodio, sermón, oración intercesora y despedida de los catecúmenos.[15] Una línea litúrgica semejante también es citada por Eusebio.[16]
En nuestros días, algunos autores han construido y seleccionado uno o más estilos “posmodernos”, para aplicar al concepto de culto en las iglesias.[17] Pero, cualquier estilo de culto tiene que ser evaluado por medio de una investigación bíblica consistente; especialmente, cuando los conceptos de entrenamiento son introducidos en el culto.[18] Sin duda, este es un conflicto espiritual en el que los pastores son llamados a tomar parte. Ellos desempeñan una importante función bíblica y educativa, especialmente cuando la iglesia necesita escoger una liturgia de acuerdo con el abordaje bíblico de la adoración.
Una atribución del pastor
La liturgia del culto debe ser planificada con cuidado y oración. Algunas congregaciones pueden encontrar útil la creación de una comisión, para analizar sus realidades internas y externas sobre el asunto. En cuanto a todas esas realidades, es necesario encontrar apoyo bíblico para las decisiones que deben ser tomadas. Eso es fundamental en cualquier situación, pero es obligatorio cuando la iglesia confronta situaciones de división en cuanto a la adoración.
El verdadero significado de la liturgia es llevar al pueblo a adorar a Dios y a encontrarse con él, dentro de los principios bíblicos; que deben primar sobre la cultura, y no a la inversa. A fin de cuentas, “la adoración no es una cuestión de gusto o preferencia cultural, sino un estado de la mente y la actitud del corazón. Los pastores y los creyentes deben entender la clara distinción bíblica entre adoración y estilos litúrgicos”.[19] El pastor puede ser un valioso moderador, consejero y ecualizador espiritual, en este esfuerzo.
Al comenzar la programación, las palabras de Cristo deben ser el centro hacia el que toda la liturgia del culto debe ser direccionada. Ese es el principal motivo por el que los creyentes y los no creyentes van a la iglesia. Por otro lado, la Palabra también puede ser expuesta a través de varias y bien planificadas formas de liturgia. Lo importante en la planificación de la liturgia es renunciar a la exaltación propia y al deseo de popularidad, que perjudican y destruyen el objetivo de la adoración. Una de las señales del final de los tiempos, que debe ser combatida, es la creación de cultos antropocéntricos, fundamentados en el entretenimiento y en un abordaje centrado en el yo (2 Tim. 3:1-5).
Tome nota
Al analizar y estructurar el orden litúrgico de su congregación, el pastor debe tener en mente lo siguiente:
• La liturgia debe servir como medio, no como fin en sí mismo.
• Debe ser planificada de acuerdo con los principios bíblicos.
• El culto no es mero entretenimiento. Fue planificado para influir sobre el crecimiento del cristiano en la comunión, el servicio, el conocimiento de la Biblia y el amor.
• El adventismo no es un movimiento congregacionalista, sino con representatividad mundial. Eso significa que algunos de los programas deben incluir a la iglesia mundial, con su culturas sometidas a los principios bíblicos.
• La liturgia no puede ser vista como oportunidad para extensas promociones y divulgaciones de programas. En su lugar, debe estar centrada en Cristo y buscar la intimidad con él.
• Muchos asuntos periféricos a la liturgia robarán el tiempo que debe ser dedicado a la exposición de la Palabra de Dios.
• El tiempo debe estar bien distribuido entre alabanza, oración, predicación, enseñanza y promoción del Reino de Dios.
• Algunas tradiciones culturales locales socavan los principios bíblicos.
• El culto no puede ser tratado como sistema de marketing, sino como oportunidad de encuentro con Dios, y obtención de esperanza y fuerza a través de las enseñanzas de Cristo.
Considerando que la iglesia se acerca al final de los tiempos, la esfera de atribuciones del pastor, en muchas áreas, requerirá cada vez más tiempo y desafíos. Encontrar y usar el equilibrio cristiano en la liturgia es una delicada responsabilidad pastoral, que debe ser abrazada. Para el pastor, el objetivo principal debe ser el mantener la sensibilidad a la presencia de Dios en las iglesias. Eso es posible solamente cuando las iglesias tienen los principios bíblicos como centro de la planificación del culto de adoración. Así, la Deidad es honrada y exaltada. A fin de cuentas, “puede existir adoración sin liturgia, pero la liturgia no tiene sentido sin la adoración”.[20]
Sobre el autor: Profesor en la Facultad Adventista de Teología del IANE, Cachoeira, Rep. del Brasil.
Referencias
[1] Webster, New Collegiate Dictionary (1981), p. 667.
[2] Gerhard Kittel, Theological Dictionary of the New Testament (2006), pp. 215-232.
[3] Oseas O. P. Spicq, Theological Lexicon of the New Testament (1994), p. 379.
[4] Ibíd.
[5] Napthali Lewis, Greek, Roman and Byzantines Studies (1960), t. 3, pp. 175-184; (1965), t. 6, pp. 226-230.
[6] B. Williams y H. Anstall, Ortodox Worship (Mineápolis: Light and Life, 1990).
[7] O. Lawrence Richards, Expository Dictionary of Bible Words (1985), pp. 639, 640.
[8] Oseas Spicq, ibíd., p. 382.
[9] O. Lawrence Richards, ibíd., p. 640.
[10] Ibíd.
[11] Ibíd.
[12] E. George Laurence Saint, Journal of Early Christian Studies, nº 4 (1993), t. 1, pp. 443, 444.
[13] Megiloth, pp. 4, 3.
[14] Gergory Dix, The Shape of the Liturgy (Nueva York: Salisbury, 1982), pp. 20-22.
[15] Ibíd.
[16] Eusébio, Ecclesiastic History, t. 1, p. 18,
[17] Wagner Nick, Modern Liturgy Answer (1996).
[18] Keith Pecklers, Liturgy in Postmodern World (Londres: Blomsbury Academies, 1996).
[19] Fernando Canale, Principles of Worship and Liturgy, Perspective Digest (Theological Adventist Society), t. 16.
[20] Ibíd.