Hace unos años, me crucé con un ejemplar del libro Servant leadership, de Robert K. Greenleaf. Me impactó su conceptualización del líder siervo. Confieso que, a primera vista, este concepto puede parecer contradictorio: ¿cómo puede uno ser un siervo y un líder a la vez? Sin duda, la mejor respuesta la encontramos en el estilo de liderazgo servicial de Jesús.

 Jesús ejemplificó un estilo novedoso de liderazgo en el modo en que organizó y entrenó a sus discípulos para el ministerio. En Lucas 6:12 y 13 se señala que Jesús dedicó una noche entera de oración y meditación antes de elegir a los Doce. Lo notable es que, a la vista humana, pareciera que el Alfarero divino había elegido arcilla sumamente frágil y común con la que forjar su equipo de trabajo. En su elección, Jesús no se dejó guiar por las apariencias externas de éxito, sino por el gran potencial que veía en la simplicidad humilde pero pronta para aprender de sus discípulos.

 Habiendo seleccionado a estas personas, Jesús las invitó a estar con él y compartir su vida (Mar. 3:14). Su primera tarea fue pasar tiempo con Jesús; este iba a ser un tiempo de relacionamiento transformador intenso. Dios estaba y está en el negocio de formar personas. Y usa a las personas para formar a otras personas. Jesús fue el método que Dios usó para transformar a gente común en líderes dinámicos para su iglesia. Jesús era un líder de personas, no simplemente un director de programas. Él invirtió en sus discípulos. Satisfacía sus necesidades humanas; comía con ellos; trabajaba con ellos; viajaba con ellos; planificaba con ellos. Jesús se identificó con su equipo y compartió su vida entera con ellos.

 Según Greenleaf, el líder ideal es aquel cuyos seguidores lo perciben primeramente como siervo.[1] Los seguidores con gusto les otorgan a tales líderes la autoridad para conducirlos, gracias a su abnegación y genuino interés en el bienestar de los demás. Estos dirigentes nunca se sienten amenazados. Saben que el poder y la autoridad de su posición no residen en signos externos de grandeza, sino en la capacidad de inspirar a su equipo. El liderazgo cristiano debe basarse en el modelo de liderazgo servicial que Jesús presentó; un modelo en el que el líder pregunta “¿Cómo puedo ayudar a mi gente?”, y no “¿Qué puede hacer mi gente por mí?” Este no es un modelo popular, ya que exige humildad y sacrificio personal por parte del líder. Además, no es probable que este modelo de liderazgo sea aclamado y bienvenido como lo que se necesita en nuestros tiempos, porque estamos tan acostumbrados a la “pompa y circunstancia” como señales externas de grandeza.

 Sin embargo, si le preguntas a cualquier hermano de iglesia sobre qué pastor recuerda más por el impacto que tuvo en su vida, sin dudas no será el pastor que mejor predicaba o el que mejores programas promovía, sino aquel que trabajaba a la par de los hermanos de iglesia, dedicando tiempo de calidad con ellos en servicio abnegado.

 Después de un tiempo, este modelo dará el fruto del compromiso amoroso y la motivación autogenerada. Significativamente, Jesús no solo propuso este modelo; él lo vivió. “En su vida y sus lecciones, Cristo dio un ejemplo perfecto del ministerio abnegado que tiene su origen en Dios. Dios no vive para sí. Al crear el mundo y al sostener todas las cosas, está sirviendo constantemente a otros. Él ‘hace salir su sol sobre malos y buenos, y […] hace llover sobre justos e injustos’ (Mat. 5:45). Dios confió este ideal de ministerio a su Hijo. Jesús fue dado para que estuviese a la cabeza de la humanidad, con el fin de que por su ejemplo pudiese enseñar lo que significa servir. Toda su vida fue regida por una ley de servicio. Sirvió a todos, ministró a todos. Así vivió la Ley de Dios, y por su ejemplo nos mostró cómo debemos obedecerla nosotros […] El mundo está lleno de personas que necesitan nuestro ministerio. Por todos lados hay pobres, desamparados e ignorantes. Los que hayan tenido comunión con Cristo en el aposento alto, saldrán a servir como él sirvió” (El Deseado de todas las gentes, pp. 604, 607).

Sobre el autor: editor asociado de Ministerio Adventista.


Referencias

[1] Robert Greenleaf, Servant Leadership (New York: Paulist Press, 1977), p. 13.