Vislumbres de los profetas del Antiguo Testamento sobre el papel de hombres y mujeres en el liderazgo del pueblo de Dios

Los profetas del Antiguo Testamento (AT) anunciaron que, en el escatológico Día del Señor, en conexión con la venida del Mesías, habrá cambios radicales en el statu quo. La sociedad patriarcal y otras disposiciones reparadoras de los tiempos del AT darán lugar a un nuevo orden social que retornará al ideal divino para las relaciones hombre-mujer, según eran en el Edén antes de la Caída. Varias previsiones sorprendentes nos llevan a pensar de este modo.

Jeremías 31:22

Jeremías hizo una declaración enigmática, pero impresionante, acerca del escatológico Día del Señor: “Jehová ha creado una cosa nueva sobre la tierra: ¡la mujer cortejará al varón!” (Jer. 31:22, RVR 95). La última parte dice, literalmente: “hembra [neqebah] rodea [Poel impf. de sabab] (fuerte) hombre/guerrero [geber]”. El sustantivo neqebah, “hembra”, que es el término genérico para todas las mujeres que se utiliza en Génesis 1:27, aquí es “un referente inclusivo y conclusivo” que “abarca poéticamente todas las imágenes femeninas específicas del poema […] y es diferente de todas esas imágenes, pues es creación de Yahweh de una cosa nueva en la Tierra”.[1]

Kathleen M. O’Connor resumió las posibles interpretaciones y las profundas implicaciones: “Tal vez se refiera a futuras relaciones sexuales en las que las mujeres serán agentes activos en la procreación de un nuevo pueblo restaurado. Tal vez hable de una sociedad en paz en la que las mujeres sean capaces de proteger a los guerreros. O, tal vez anticipe el cambio de roles de un tipo diferente. Lo que queda claro es que el sorprendente nuevo papel de las mujeres simboliza un cambio en el orden de las relaciones en una sociedad reconstituida y alegre”.[2]

¿Podría este pasaje, por sus alusiones terminológicas a la narración de la Creación en Génesis 1 (por ejemplo, el uso de los términos clave neqebah, “hembra”; bara’, “crear”; y erets, “tierra”), prever la reversión de la “maldición” de Génesis 3:16 en relación con el “gobierno” del marido sobre su esposa? ¿Es posible que anuncie el retorno total al modelo edénico anterior a la Caída, en el que no hay relaciones jerárquicas y la mujer asume nuevamente una posición igualitaria, incluyendo un recíproco “rodear” al hombre con protección y cuidado activos, tanto en casa como en la comunidad del Pacto (iglesia)?[3]

¿Es posible que este texto prevea la reversión de otras estructuras de género reparadoras de la sociedad, establecidas por Dios como provisiones “menos que ideales” para una humanidad decaída, como el patriarcado y posiciones de liderazgo dominadas por hombres, y un retorno a la reciprocidad plena como era en el Edén, cuando Adán y Eva oficiaban como sacerdotes en el Santuario del jardín?

Isaías 61:6; 66:18-21

Isaías 61 es un retrato poderoso del Mesías que viene, al anunciar su misión salvífica. Jesús escogió los primeros cuatro versículos de este capítulo para anunciar su ministerio público (Luc. 4:16-22). En el versículo 6, Isaías anunció al pueblo de Sion (vers. 3) que, en el Reino mesiánico, ellos serán “llamados sacerdotes del Señor” (LBLA). Aquí se encuentra el anuncio inequívoco y sorprendente del “ideal hasta entonces no realizado de Éxodo 19:6”.[4] El plan de Dios para el futuro escatológico no incluía solamente a algunos sacerdotes hombres, sino a todo Israel, hombres y mujeres, como “sacerdotes del Señor”.

Además, en el último capítulo, Isaías describió la reunión escatológica de todas las naciones (Isa. 66:18) en el momento en que Dios hace “los cielos nuevos y la nueva tierra” (vers. 22). La gloria del Señor se revelará a los gentiles (vers. 19), y ellos irán a Jerusalén, el santo monte de Dios (vers. 20). Luego, viene el “shock”. El Señor anuncia: “Tomaré también de ellos para sacerdotes y levitas” (vers. 21). El sacerdocio ya no estará limitado a una única familia o tribu de Israel. El sacerdocio incluirá a los gentiles. Y no hay indicación de que todos esos gentiles serán hombres.

Hay una inclusividad que extiende el sacerdocio mucho más allá de los hijos de Aarón y de todo el pueblo de Israel (Isa. 61:6). Tanto Isaías 61:6 como 66:18 al 21 “anticipan el ‘sacerdocio de todos los creyentes’ del Nuevo Testamento”.[5] El Nuevo Testamento anuncia el cumplimiento de estas profecías al restablecer el “sacerdocio de todos los creyentes”, en el cual se considera a todo el pueblo de Dios “sacerdotes para nuestro Dios” (Apoc. 5:10, LBLA; cf. 1 Ped. 2:5, 9; Apoc. 1:6; 20:6).

Joel 2:28, 29

En el contexto del escatológico Día del Señor (Joel 2:11-27), Dios hace una promesa sorprendente con relación a su pueblo contrito: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días” (Joel 2:28, 29).

Esta profecía se remonta al incidente de Números 11:24 al 30, cuando el Espíritu Santo se posó sobre los setenta ancianos de Israel, y ellos profetizaron. En aquella ocasión, dos de los setenta ancianos no estaban presentes, pero también recibieron el don del Espíritu. Cuando Josué expresó su desagrado por este acontecimiento, Moisés respondió: “¿Tienes tú celos por mí? Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos” (vers. 29). Parece que Joel vislumbró el derramamiento futuro del Espíritu Santo como el cumplimiento de la oración de Moisés.[6]

Joel no estaba prediciendo que todos serían profetas a tiempo completo. Los setenta recibieron una primera señal de su don espiritual de liderazgo cuando “en cuanto se posó sobre ellos el espíritu [haruakh], profetizaron; pero no volvieron a hacerlo” (Núm. 11:25, RVR 95). Lo mismo ocurrió cuando, en Pentecostés, Pedro anunció el cumplimiento de la profecía de Joel: el Espíritu se posó sobre todos los que estaban en el Aposento Alto, como prueba inicial de su derramamiento.

“Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hech. 2:4). El hecho de que Joel tuviera en mente la concesión del Espíritu a los ancianos del Antiguo Testamento (Núm. 11) puede indicar la aplicación del cumplimiento especial de esta profecía a la concesión del Espíritu a los ancianos del Nuevo Testamento. En ese caso, no hay dicotomía entre los dones del Espíritu y el oficio de anciano, para el cual los creyentes (tanto hombres como mujeres) deben estar dotados del Espíritu. Distinguir nítidamente y separar dones de oficios es artificial, y no bíblico.

Del mismo modo, la referencia a los hijos y las hijas que profetizan, a los jóvenes que tienen visiones y a los ancianos que sueñan no limita estos dones únicamente al segmento de la sociedad al que se atribuyen en el pasaje poético. “El significado de esta individualización retórica es simplemente que sus hijos, hijas, ancianos y jóvenes recibirían el Espíritu de Dios con todos sus dones”.[7]

El énfasis principal de este pasaje es la inclusión universal y la democratización del don del Espíritu. No se excluirá a nadie por razones de género, edad o posición social.

“La característica principal del derramamiento del Espíritu es su universalidad. Todo el pueblo de Dios recibe el Espíritu. El texto elimina las principales distinciones sociales del mundo antiguo: género, edad y situación económica. En una época en la que los hombres (no las mujeres), los ancianos (no los jóvenes) y los propietarios de tierras (no los esclavos) gobernaban la sociedad, Joel rechazó todas esas distinciones como criterios para recibir el Espíritu Santo. Para Pablo, el cumplimiento de este texto es que en Cristo no hay judío ni griego, ni hombre ni mujer, ni esclavo ni libre (Gál. 3:28)”.[8]

En el versículo 30, así como en el versículo anterior, se destaca a los hombres y a las mujeres: “Es, tal vez, digno de notar que Joel, al extender la promesa del Espíritu a los esclavos, nuevamente afirme que ambos, hombres y mujeres, recibirán el don. Es como si él quisiera garantizar que no haya posibilidad de que un segmento de la sociedad sea excluido”.[9]

La mención de “toda carne” (kol basar) en el versículo 28 se refiere, principalmente, a la nación del Pacto (“vuestros hijos y vuestras hijas”, “vuestros ancianos”, “vuestros jóvenes”), lo que significa que se han abolido los límites de género, edad y estatus. Pero, observa que la referencia a los siervos y las siervas (vers. 29) no tiene el pronombre posesivo “vuestros” y puede haber incluido a los no judíos. De hecho, en todo este pasaje, “no debemos restringir la expresión ‘toda carne’ a los miembros de la nación del Pacto, como lo han hecho la mayoría de los comentaristas […] dado que no se puede demostrar que la especificación [en el vers. 28] pretenda limitar la idea de ‘toda carne’ ”.[10] El clímax de Joel 2:32 incluye a creyentes de todas las naciones, como lo reconoció Pablo en Romanos 10:13.

Raymond Dillard destaca el carácter radical de esta profecía: “Es importante que el lector moderno no pierda el carácter radical de lo que anuncia Joel. En el mundo antiguo de Israel, el hombre judío más anciano, libre, estaba en la cima de la estructura social: la mayoría de los profetas de Israel pertenecía a ese grupo. Joel previó una reconstrucción sociológica: quedan de lado las distinciones entre ancianos y jóvenes, esclavos y libres, hombres y mujeres. Esta declaración de Joel debe contrastarse con la antigua oración matinal del hombre judío: ‘Agradezco a Dios por no haber nacido gentil, esclavo o mujer’ ”.[11]

Hans Wolff habla del derramamiento profetizado del Espíritu como la introducción de “un elemento de revolución social”. Se refiere específicamente a la concesión del Espíritu a los esclavos y a las esclavas. No hay ningún caso en el Antiguo Testamento en el que un esclavo haya recibido el don de la profecía. Pero, “en el siglo venidero serán incorporados plenamente a la comunidad de los libres, siendo dignos de la más alta distinción con todos los demás. […] Yahvé, con su poder, quiere establecer la vida en plena comunidad entre los desarraigados y débiles. […] Ante la riqueza de este derramamiento, todas las distinciones de sexo y edad retroceden por completo, incluso los contrastes de posición social. Este es el futuro hacia el que se dirige Israel”.[12]

El Nuevo Testamento anuncia y describe la realización inicial de esta visión inspirada del Antiguo Testamento de revolución social, “de retorno al inicio”, con la venida de Jesús y la iglesia apostólica. Así, el reconocimiento de que el Espíritu Santo capacita a hombres y mujeres para ocupar posiciones de liderazgo en la iglesia local se relaciona con esta realidad.

Sobre el autor: profesor de Antiguo Testamento en el Seminario Teológico de la Universidad Andrews.


Referencias

[1] Phyllis Trible, God and the Rhetoric of Sexuality (Filadelfia: Fortress, 1978), pp. 48, 50.

[2] Kathleen M. O’Connor, “Jeremiah”, en The Woman’s Bible Commentary, Carol A. Newsom y Sharon H. Ringe (orgs.) (Londres: SPCK, 1992), p. 176.

[3] Ver Deborah F. Sawyer, “Gender-Play and Sacred Text: A Scene from Jeremiah”, Journal for the Study of the Old Testament 83 (1999), pp. 99-111; William L. Holladay, “Jeremiah XXXI 22b Reconsidered: ‘The Woman Encompasses the Man”, VT 16 (1966), pp. 236-239.

[4] J. Alec Motyer, The Prophecy of Isaiah: An Introduction and Commentary (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1993), p. 502.

[5] Ibíd.

[6] Raymond B. Dillard, “Joel”, en The Minor Prophets: An Exegetical and Expository Commentary, Thomas E. McComiskey (org.) (Grand Rapids, MI: Baker, 1992), t. 1, pp. 294, 295.

[7] C. F. Keil, “Joel”, en Commentary on the Old Testament in Ten Volumes, C. F. Keil y F. Delitzsch, t. 10: The Minor Prophets, C. F. Keil (reimpresión, Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1977), t. 1, p. 211.

[8] Duane A. Garrett, Hosea, Joel (Nashville: Broadman & Holman, 1997), p. 369.

[9] Ibíd.

[10] Keil, “Joel”, p. 211.

[11] Dillard, “Joel”, p. 295.

[12] Hans Walter Wolff, Joel y Amos (Filadelfia: Fortress, 1977), p. 67.