Uno de los grandes desafíos del liderazgo espiritual es no permitir que las técnicas de gestión estén por sobre el carácter espiritual del ministerio. En esta entrevista, el pastor Marcos Bomfim habla sobre algunos puntos importantes para el fortalecimiento de la espiritualidad pastoral.
Hijo de pastor, Marcos Bomfim tiene amplia experiencia ministerial: fue pastor de distrito en San Pablo; director del departamento de Mayordomía Cristiana, Comunicación, Familia y Salud a nivel de Asociación y Unión; y secretario ministerial asociado y director del departamento de los Ministerios de Familia, Salud y Mayordomía Cristiana de la División Sudamericana. Actualmente es director del departamento de Mayordomía Cristiana de la sede mundial adventista, en los Estados Unidos.
Es magíster en Teología, especialista en Terapia Familiar Sistémica y candidato al Doctorado en Ministerio por la Universidad Andrews. Casado con Mariluz Bomfim, son padres de dos hijas y abuelos de la pequeña Emília.
¿Cómo definirías a una persona espiritual?
Por haber sido creados a semejanza de Dios, incluso después de la Caída, tenemos la capacidad de relacionarnos con otros seres espirituales, que normalmente no son visibles para nosotros. Además, la Biblia enseña que nuestro cuerpo puede ser lleno del Espíritu Santo o ser poseído por espíritus malos. Por lo tanto, creo que la persona espiritual es aquella que es consciente de esta realidad y de forma intencional busca una relación con el Espíritu de Dios.
A lo largo del tiempo noté que esa condición no es opcional, porque “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo”, si alguno no refleja sus atributos por andar en él, “no es de él” (Rom. 8:9). Y si no pertenece a Dios, ya está automáticamente “del otro lado”.
¿Qué elementos prácticos son fundamentales para que las personas puedan desarrollar bien su espiritualidad?
Todo tiene que ver con nuestros hábitos. Creo que la mayor lucha está en el proceso de formación del hábito de buscar a Dios. Desarrollamos un hábito cuando hacemos algo a la misma hora, en el mismo lugar y del mismo modo. Es fundamental establecer una rutina fija de tiempo devocional que incluya tiempo en oración, estudio de la Biblia, de la lección de Escuela Sabática y del Espíritu de Profecía.
También es importante aprender a sacrificar apetitos y preferencias personales, mientras formamos hábitos de cuidado físico que estén de acuerdo con las leyes naturales. Sabemos que el estado del cuerpo puede afectar la calidad, o hasta bloquear, la búsqueda y la recepción del Espíritu Santo. Ya que todas las experiencias espirituales ocurren a través del cuerpo, cualquier cosa que disminuya su energía vital limitará la capacidad de mantener una relación íntima con Dios.
La iglesia desea desarrollar una espiritualidad que contagie al mundo y que sea capaz de enfrentar las complejidades de la vida. ¿De qué manera puede ayudarla el pastor a alcanzar ese propósito?
Pienso que solo existe un medio para alcanzar ese propósito: estar llenos del Espíritu Santo. De ese modo podemos convertirnos en “ejemplos de la grey”, conforme dice Pedro (1 Ped. 5:3). La iglesia necesita de ejemplos de personas que anden con Dios en medio de los desafíos de la vida. Los miembros observan cómo son mis rutinas devocionales, si hago o no el culto familiar, cómo enfrento mis desafíos en el matrimonio, cómo manejo mis finanzas, si soy fiel en los diezmos y en el pacto, cómo vivo la reforma pro salud, cómo encaro mi sexualidad o cuál es mi comprensión práctica de la justificación por la fe.
De hecho, el texto de 1 Pedro me ayudó mucho cuando, a pesar de considerar que mi ministerio era un fracaso, fui llamado a liderar un importante distrito. El ministerio no es algo muy complicado. En primer lugar, el Señor me llama a ser un “ejemplo de la grey”, a fin de enseñar a las personas a andar con Dios y a ser revestidas del Espíritu Santo. Después de que definimos ese objetivo, todo el resto se encamina.
¿De qué manera los conceptos equivocados de liderazgo pueden afectar negativamente la espiritualidad del trabajo pastoral?
Nuestro estilo de liderazgo refleja los conceptos que adoptamos. La Biblia indica que el liderazgo es una prerrogativa divina, concedida en préstamo a los seres humanos, con el propósito de glorificar a Dios y cumplir sus designios en la Tierra, y por el que daremos cuenta. Este podría considerarse un concepto de liderazgo teocéntrico.
A su vez, algunos interpretan equivocadamente la idea del liderazgo servicial, por ejemplo, infiriendo que la prioridad del pastor debiera ser servir a los miembros y satisfacer sus necesidades, lo que parece algo bastante simpático y políticamente correcto. Queda claro que debemos tratar bien a los miembros, oírlos y servirlos siempre que sea posible, pero si eso se vuelve una prioridad, removemos a Dios del lugar que debería tener.
En realidad, el pastor sirve de una manera semejante a la de Cristo cuando en primer lugar sirve a Dios, cuando su primer compromiso es oír de parte de Dios lo que debe hacer, especialmente por medio del estudio profundo de la Biblia y del Espíritu de Profecía. Cuando el asunto es el culto y la adoración, por ejemplo, antes de consultar las preferencias de los miembros y dirigentes de la iglesia, el pastor debe consultar lo que está revelado sobre el asunto. Después, debe oír a los miembros e intentar conducirlos adonde Dios espera que estén, y no viceversa. Sin ese compromiso, el pastor no es más que un siervo de los hombres, una imitación de Aarón y Elí, con resultados funestos para la salud espiritual suya y de la congregación.
Si, por ejemplo, los miembros no lo desean, y a veces nos quieren hacer creer que no pueden recibir visitas, es mi deber encontrar un modo de visitarlos, porque Dios así lo ordena. Si no quieren oír acerca de temas impopulares, como la reforma pro salud, el yugo desigual, la santidad en la vida sexual, el diezmo y las ofrendas, en oración debo pedir habilitación para hablar justamente acerca de lo que están necesitando, no solo de lo que quieren oír.
Otros infieren erróneamente que cualquier tipo de jerarquía o estructura de organización es naturalmente opresora y contraria al modelo de Cristo. Sin embargo, la Biblia, desde Génesis hasta Apocalipsis, está repleta de modelos jerárquicos y de estructuras organizativas, y tendremos esos modelos también en el cielo. A quien no le guste la organización aquí, tampoco la apreciará en el Reino de Dios.
Cuando nos movemos de forma organizada, podemos realizar mucho más y cumplir más rápidamente la Gran Comisión. Evidentemente, una posición de liderazgo nunca servirá de disculpa en el día del Juicio para quien se aprovechó de ella para revelar rasgos de carácter autoritarios, despóticos, arrogantes u orgullosos, ya sea en casa, en el distrito o en cualquier instancia. Pero aprendí con mi padre, pastor de experiencia, que ganamos poco al irritarnos cuando las circunstancias nos fuerzan a trabajar con personas así. Él decía que, un día, seremos llamados a dar cuentas tan solo por la manera en que hemos tratado a otros, por lo que hicimos en nuestra vida y ministerio. ¡Y poner cuidado en ello ya es bastante arduo!