El Espíritu Santo desea acompañarlo durante la preparación del sermón y también en su presentación.

¿Le gustaría llevar su ministerio de predicación a un nivel más alto de efectividad? Intente predicar sin anotaciones. Charles Koller reconoce que determinados predicadores presentan sus sermones con efectividad a partir de un manuscrito o bosquejo. Pero, “esos mismos predicadores serían más efectivos si, en el púlpito, pudiesen librarse de las anotaciones”.[1]

Además, muchos predicadores están convencidos de que, al estar libres de las anotaciones, se habilitan para vincularse más eficazmente con sus oyentes. De hecho, predicar sin anotaciones, en la opinión de Joseph M. Webb, también maximiza la participación de la audiencia y transmite un testimonio auténtico, que parte del corazón del predicador.[2] Ante esto, la gran cuestión ya no es: “¿Por qué debería intentar predicar sin anotaciones?”, sino: ¿Cómo hacerlo?

Quiero sugerirle un proceso de cinco pasos, debidamente probados en una iglesia. Estoy seguro de que eso podrá ayudarlo a predicar eficazmente sin anotaciones.

Primer paso: Prepárase con anticipación

La sabia preparación de largo plazo debería incluir el desarrollo de un calendario homilético. La adopción de este hábito lo ayudará a evitar el desperdicio de tiempo. Al comienzo de cada semana, habiendo definido y seleccionado el texto en que el sermón estará fundamentado, estará seguro de que tendrá tiempo suficiente para preparar el sermón.

Sin una planificación, la tiranía de la urgencia tomará lugar. Todos hemos escuchado historias de predicadores que preparan su mensaje la noche anterior al compromiso de presentarlo; o incluso más tarde. Tal falta de planificación no honra a Dios ni contribuye a la salud espiritual, física y emocional del predicador. Para no convertirse en una víctima más de esa condición, deberá comenzar temprano a preparar el sermón.

Estudie cuidadosamente y con mucha oración el texto de su mensaje, y reúna los datos y las informaciones acerca de él, al comienzo de la semana. No comience a elaborar el manuscrito de su sermón hasta que haya identificado su idea central, decidido su forma y captado su resumen.

Segundo paso: Escriba el primer esbozo del sermón

No más de tres días antes de presentar el mensaje, escriba el primer esbozo de su sermón. Tal vez haya pensando que el acto de predicar sin anotaciones elimina la necesidad de un manuscrito. No es así. Predicar sin bosquejo no es un sustituto de la disciplina de escribir, ni se trata de un atajo. Por el contrario, predicar sin bosquejo es un paso más allá del sermón escrito. Aquí está la importancia de escribir el primer bosquejo del manuscrito al comienzo de la semana.

Su sermón no debería ser clasificado como un ensayo o un artículo, sino como una conversación creativa y agradable con los oyentes. Vocalice el sermón mientras lo escribe. De acuerdo con William Shepherd, “realmente cuando escuchamos las palabras es que notamos las diferencias sutiles entre el lenguaje escrito y el oral”.[3] Entonces, “escriba en voz alta”. No se preocupe por escribir un sermón perfecto en el primer esbozo; ese es solo el comienzo, no el final. Ore mientras escribe ese primer esbozo. El Espíritu Santo desea estar a su lado tanto en la fase de preparación como en la presentación del mensaje. Ese antecedente de “gestación” del sermón brinda tiempo para el próximo paso, que es crucial en este proceso.

Tercer paso: internalice el sermón

Durante los últimos dos días de preparación, camine a través del sermón como en un viaje turístico, familiarizándose con cada nueva atracción. Use el manuscrito como un mapa. Su blanco no es la memorización de las notas, sino la internalización. Shepherd señala que “aprendemos nuestros sermones como los actores aprenden sus textos; pero, a diferencia de los actores, tenemos la libertad de mejorar nuestro texto a medida que lo repetimos, y aun cuando presentamos el sermón”.[4]

La caminata por el sermón probará su estructura y revelará la necesidad de agregar o suprimir algo. Al comienzo, esa caminata exige atención total. Tome notas y revise el manuscrito después de cada caminata. Posteriormente, puede continuar su trayectoria mientras realiza otras actividades como, por ejemplo, bañarse, dirigirse a un compromiso, esperar a alguien. Emprender tal caminata justamente antes de dormir contribuye a acomodar el sermón en su memoria, siempre que no esté física ni mentalmente cansado.

El proceso de internalización del sermón también capacita al predicador para abordar cuestiones de interpretación y de comunicación no verbal.

Las propias palabras son solo una pequeña parte del proceso de la comunicación. ¿Cómo desea expresarlas? ¿Qué gestos y expresiones faciales usará?   Dedíquese al proceso de internalización por lo menos en un 25% de la preparación del sermón. Este es el tiempo de revisión y de repetición. Al final de este proceso, estará familiarizado con todos los matices de su viaje. Como un competente guía turístico, estará preparado para conducir a sus oyentes a un territorio bien conocido.

Cuarto paso: la última caminata

Inmediatamente antes de predicar, haga una rápida caminata a través del sermón. Eso no debe pasar de sesenta segundos. No hay necesidad de entrar en pánico. No se preocupe por todos los detalles del sermón; la mayoría de esos detalles será recordado mientras esté hablando. No se ponga ansioso en relación con los detalles que pueden ser omitidos.

Joseph M. Webb enfatiza que “ahora que todo está bien preparado, el predicador se levanta ante el pueblo literalmente pensando en alto. Las ideas fueron trabajadas, consciente e inconscientemente; pero aun después de haber sido esbozadas y memorizadas, son refinadas y repensadas poco antes y hasta durante la entrega del mensaje”. [5]

Esa estructura inductiva del discurso aumenta el sentido de anticipación y de descubrimiento, tanto para los oyentes como para el predicador. Así que, no se ponga ansioso. Lo que eventualmente pueda perder al no usar el sermón manuscrito, será poco en relación con la ganancia en la comunicación efectiva. Concluya su última caminata revisando las primeras sentencias. Sepa exactamente a partir de dónde comenzará, cuando se levante a hablar. Con una introducción clara y convincente, sus oyentes se interesarán y lo acompañarán, mientras usted los guía en ese viaje maravilloso.

Quinto paso: Escuche mientras predica

Durante la predicación, pida que Dios lo ayude a recordar el mensaje importante y olvidar lo innecesario. Pídale que lo ayude a atender a sus oyentes; déle permiso para insertar nuevas vislumbres en su mente, que lo ayudarán mucho en la conducción del sermón. Predicar sin anotaciones lo capacitará para estar más atento a las respuestas verbales y no verbales de los oyentes. Así, escuche mientras habla. Escuche las respuestas verbales y responda a ellas. No mire a los oyentes solo para “establecer buen contacto visual”. Permanezca atento a sus respuestas no verbales. Como un habilidoso guía turístico, repita puntos importantes si percibió que no fueron bien escuchados. Acelere el paso del viaje o agregue una ilustración, si percibe que los oyentes están perdiendo el interés. Su objetivo no es repetir todas las palabras del manuscrito, sino ayudar a los oyentes a recibir el máximo beneficio del viaje.

Esté preparado para experimentar algún traspié, al predicar sin anotaciones por primera vez; eso es normal. No entre en pánico ni se desespere. Reconozca que toda habilidad requiere práctica, antes de que se convierta en una respuesta natural. Recuerde cuando aprendió a andar en bicicleta. ¿Fue fácil? Se sintió inestable, vacilante, ansioso. Pero, con la práctica, aprendió la habilidad. Hoy, puede tomar la bicicleta y disfrutar de la libertad.

Predicar sin anotaciones requiere mucha práctica. Por lo tanto, sea paciente consigo mismo. Permítase algún tiempo para desarrollar la habilidad de escuchar la respuesta de los oyentes. Recuerdo mi primer sermón sin anotaciones. Luego de veinte sermones predicados con manuscrito, estaba muy estresado. ¿Qué sucedería si llegaba a perder el equilibrio? ¿Qué sucedería si fallaba? Después de la primera vez, ni i esposa observó que todavía predicaba como si estuviera usando el manuscrito. Estaba en lo correcto. Me quedaba estancado detrás del púlpito, intentando desesperadamente encontrar todas las palabras del documento invisible. Su consejo fue: “Sencillamente, levántate y predica”. Seguí su consejo, y mi segunda experiencia fue totalmente diferente. Me sentí libre; ahora, pude centrarme en mis oyentes. Eso fue hace diez años, y nunca más volví atrás.

Deseo animarlo a probar estos cinco pasos. Si nunca predicó sin anotaciones o si le gustaría hacerlo más eficazmente, este proceso puede ayudarlo en su propósito. Respire profundamente. Es solo cuestión de comenzar.

Sobre el autor: Pastor de iglesia en Apopka, Florida, Estados Unidos.


Referencias

[1] Charles W Koller, Expository Preaching Without Notes (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1962), p. 34.

[2] Joseph M. Webb, Preaching Without Notes (Nashville, TN: Abingdon Press, 2001), pp. 25-30.

[3] William H. Shepherd, Without a Net: Preaching in a Paperless Pulpit (Lima, OH: CSS Publishing Company, 2004), pp. 100- 121.

[4] lbid. p. 123.

[5] Joseph M. Webb, Ibíd., p. 28.