Desde 1967 el movimiento carismático —con su don de hablar en lenguas y sus milagros— ha estado penetrando en el catolicismo romano. En la actualidad traspone barreras denominacionales y sociales. ¿Es este neopentecostalismo, que de pronto ha saltado a un sitio prominente, el medio por el cual el Espíritu Santo está preparando al mundo para el regreso de Cristo? ¿O se trata del falso reavivamiento de señales y prodigios que precederían a la venida del Señor? Se trate de un precursor de la lluvia tardía o del “poder engañoso” enviado a los que “no recibieron el amor de la verdad”, este movimiento plantea serias preguntas al ministerio adventista.

En la Primera Parte el autor hizo la primera de cuatro observaciones concernientes al neopentecostalísmo: El movimiento carismático debe su crecimiento a las iglesias que han frustrado y continúan frustrando a sus miembros.

Mi segunda observación no está centrada en los miembros sino en una verdad de las Escrituras:

2. Los milagros, sanamientos, lenguas desconocidas, fenómenos físicos, no son signos seguros de que Dios está obrando.

Juan el revelador habla de “hechicerías” por las que todas las naciones serán engañadas. Pablo afirmó que el anticristo obraría en los últimos días “con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad” (2 Tes. 2:9, 10). En preparación para el Armagedón, “espíritus de demonios, que hacen señales”, irán “a los reyes de la tierra en todo el mundo” (Apoc. 16:14). Estos espíritus, de un modo muy significativo, desempeñan una parte decisiva en fomentar el prestigio de aquel falso movimiento ecuménico que tiene “un mismo propósito” y le entrega “su poder y su autoridad a la bestia” (Apoc.17).

Hermanos, si ustedes aún están predicando sobre las hermanas Fox y otros precursores, ¡el mundo del espiritismo se les ha adelantado! Los demonios obradores de milagros le están hablando hoy a la cristiandad con un poder nuevo y apremiante. El testimonio más sofisticado, sutil y convincente en favor del espiritismo que he encontrado, lo he oído predicar desde el púlpito de la histórica Iglesia Metodista Foundry, en Washington D. C., hace apenas unos meses. Fue presentado por un ministro, Arthur Ford, el espiritista que puso al obispo Pike en contacto con su difunto hijo.

    Por lo general el hombre sofisticado no cree en milagros. La ciencia física no tiene lugar para lo sobrenatural. Pero hay milagros y Satanás puede falsificarlos o producirlos. La Biblia revela que cuando llegue el momento, el diablo empleará su poder sobrenatural de una manera especial para engañar.” Lo que se predice aquí no es una simple impostura”.[1] Los hombres, incapaces de explicar los milagros satánicos, los atribuirán al poder de Dios. Y todo el mundo será llevado cautivo.

DOS PELIGROS PARA EL ENGAÑO

Hay dos clases de cristianos especialmente vulnerables al engaño. Primero están aquellos que no creen más en ángeles malos y que por lo tanto atribuyen a Dios todo acontecimiento sobrenatural. Muchos católicos y protestantes liberales se hallan en esta categoría. En segundo lugar están los que viven para los milagros, cuya religión ve un milagro detrás de cada zarza, esté en llamas o no. Esta clase se apoya en el sentimiento: se sienten salvos, sienten la paz, sienten la mano de Dios sobre ellos.

El entusiasta que ha vivido una profunda experiencia emocional-espiritual encuentra virtualmente imposible dudar de la verdad de la misma. Cuestionarla parecería blasfemo.

Pero marque esto en su hermenéutica: El Nuevo Testamento correlaciona doctrina y experiencia, y la dirección de la corriente principal es siempre de la verdad a la experiencia, no de la experiencia a la verdad. La verdad nunca es porque sí, ni la experiencia porque sí, sino que la verdad es por causa de la experiencia. La teología se da para nuestra experiencia. El gran error del entusiasta, del neopentecostal, es que se mueve de la experiencia a la verdad.

Su argumento —como lo ha señalado Bernard Ramm— es casi invariablemente el mismo: 1) He tenido esta tremenda experiencia; 2) encuentro experiencias como ésta registradas en el Nuevo Testamento; por lo tanto 3) mi experiencia es verdadera.

Pero el entusiasta yerra en dos puntos—continúa Ramm.

“En primer término, no comprende una gran contradicción. Si el proceso es de la experiencia a la verdad, luego debo aceptar como válidas todas las experiencias que la gente pretende haber tenido. Sin embargo esas experiencias son contradictorias. Yo no puedo experimentar todas las experiencias. Existe una babel de experiencias: y si nos movemos de la experiencia a la verdad, debemos pasar por la escala completa. Así pues, el argumento ‘de la experiencia a la verdad’ no me libera sino que me paraliza, porque no sé si seguir a Mary Baker Eddy o a la Una. Macpherson.

“En segundo lugar, aunque las experiencias emocionales son emotivamente fuertes y constrictivas, son peligrosamente engañosas. No hay certeza de la verdad en la profundidad de la experiencia. Mucha gente que ha tenido una experiencia profunda y notable se ha sentido después terriblemente defraudada.

“Tan pronto como surge el asunto de la decepción, el argumento de ‘la experiencia a la verdad’ se derrumba.

“Por lo tanto nos vemos forzados a volvernos a la norma del Nuevo Testamento: de la verdad a la experiencia”.[2]

Estudie Juan 8:32 y discernirá nuevas profundidades de significado: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. También en la advertencia de Pablo a los tesalonicenses: “La llegada de ese malvado se debe a Satanás, y llegará con mucho poder y con señales y milagros mentirosos. Usará toda clase de maldad para engañar a los que van a la destrucción, ya que no quisieron aceptar la verdad para ser salvados. Y por esto, Dios los deja engañarse por el error, que les hace creer la mentira, para que sean condenados todos los que no han querido creer en la verdad sino que les gusta más la maldad” (2 Tes. 2:9-12, versión Popular).

NO ES UNA SEÑAL SEGURA

Los sentimientos, los fenómenos físicos, las manifestaciones carismáticas no son señales seguras de que Dios está obrando. Para ilustrarlo, note la similitud de la experiencia de Roger Alexander, el estudiante de Michigan que fue a Notre Dame a participar en una sesión carismática, y aquélla en que sobreviene posesión del espíritu, como se la describe en un libro de texto espiritista.

Roger Alexander:

“Cuando comenzaron a orar por mí, sentí una extraña sensación física que partió de mis manos y pies y gradualmente cubrió todo mi cuerpo. Era semejante a una corriente eléctrica, o como si él interior de mi cuerpo golpeara contra mi piel”.

Médium genuino:

“Al entrar en la condición de trance, tus manos y cuerpo pueden crisparse y sacudirse como si estuvieras sometido a una serie de choques galvánicos. Cuando llega el poder del espíritu, ocurre un sacudimiento peculiar, hay crispamiento o vibración de las manos y brazos que a veces se ex- tiende a todo el cuerpo…

“Cuando el espíritu entra, en los brazos se siente un hormigueo particular, una sensación de picazón como si se tratara de agujas y alfileres, semejante a veces a una corriente eléctrica que pasara de la cabeza a los pies”.[3]

He aquí la manera en que un líder de los sanamientos por fe (Oral Roberts) describe sus sensaciones: “Sentí el contacto físico con la presencia de Dios en mi mano derecha. Era una sensación de hormigueo semejante a una corriente eléctrica”.[4]

“Sentí una extraña y gloriosa sensación semejante a una corriente eléctrica que fluía por mi mano”.[5] “Parecía como si diez mil voltios de electricidad brotaran de mi cuerpo”.[6]

Repasemos ahora las sobrias palabras de E. G. de White: “Sus agentes [los de Satanás] continúan pretendiendo curar la enfermedad. Atribuyen su poder a la electricidad, el magnetismo o los así llamados ‘remedios simpáticos’. A la verdad, no son sino conductos para las corrientes eléctricas de Satanás. Por este medio, él echa su ensalmo sobre los cuerpos y almas de los hombres”.[7]

Repito: los milagros, los fenómenos físicos, los sanamientos, las lenguas, no son señales seguras de que Cristo está obrando. En lugar de eso pueden ser “engaños del maligno”, un “fraude completo”. El amor de la verdad es nuestra única seguridad. Las señales y prodigios del movimiento carismático deben traerse “a la ley y al testimonio”.

Mi tercera observación es:

3. El hablar en lenguas no acompaña necesariamente al bautismo del Espíritu Santo, ni su ausencia indica que el creyente no está poseído por el Espíritu Santo.

La Escritura sólo registra “tres casos [de 19] donde el bautismo, el don del Espíritu Santo y el don de hablar en lenguas extrañas se manifestaron juntos”.[8]

Veamos brevemente, ¿qué es hablar en lenguas? Es el menor de los dones de Dios. En Pentecostés capacitó a los apóstoles para comunicarse en idiomas que no habían aprendido con hombres de un indeterminado número de naciones. Una manifestación en la Iglesia de Corinto (1 Cor.12-14) parece que no presentaba lenguaje inteligible, sino más bien “lenguaje de éxtasis”, como rinde una versión inglesa moderna. Podríamos llamarlo “pronunciaciones de sonidos”, resultado de intensa excitación emocional. El don de Pentecostés no requería traductor; el lenguaje de los apóstoles se entendía sin intermediarios. Los corintios, por el contrario, necesitaban un intérprete, que era el que poseía otro don espiritual, separado. Por estas y otras razones considero que el don de lenguas en 1 Corintios difiere del de Hechos.

LAS LENGUAS EN LA HISTORIA ADVENTISTA

Otra razón para no confinarlo únicamente a la expresión de sonidos inteligibles en lenguas extrañas son las varias formas en las cuales ha aparecido en la historia adventista.

Una experiencia, mejor documentada que otras, y ciertamente no paralela a la de Hechos 2, ocurrió en 1849 en Centerport, Nueva York. S. H. Rhodes, que había predicado el mensaje adventista antes de 1844, se sintió deprimido y abandonó la sociedad humana, viviendo como ermitaño durante tres años, a 50 km de cualquier pueblo. Algunos de sus amigos, entre los que se contaban Hiram Edson y Richard Ralph estaban preocupados por él. Edson había partido para visitar a Rhodes, viajó 22 km y bajo profunda impresión de que el viaje era prematuro, regresó a su casa.

Diez días más tarde Richard Ralph arribó a Centerport, donde a fin de semana se celebrarían reuniones de observadores del sábado en el hogar de William Harris. Le dijo a Edson que sentía que debían visitar a Rhodes. ¿Irían? ¿Obraría Dios por intermedio de ellos para recuperar el alma y el talento de Rhodes? En la reunión de oración del domingo de noche Ralph suplicó que Dios confirmara el viaje que emprenderían derramando su Espíritu en la reunión. Mientras Edson preguntaba quedamente a Dios si el Hno. Ralph había sido enviado desde “tan lejos” (desde Connecticut) para ir con él a “cazar al Hno. Rhodes”, Ralph “irrumpió”, dice Edson, “en una nueva lengua desconocida para todos nosotros. Luego vino la interpretación: ‘Sí, para ir contigo’”.[9]

Incidentalmente, la Sra. de White, que estaba en Centerport, se había mostrado escéptica acerca del valor de la misión a Rhodes, que había rechazado visitas previas.

Ella le había aconsejado a Ralph estar seguro de que el llamado provenía del Señor antes de embarcarse en una empresa que temía resultara tan estéril como las anteriores. Ralph y Edson fueron y le dijeron a Rhodes que habían ido en el nombre del Señor a fin de que él volviera y caminara con sus hermanos hacia el reino. Nuevamente el Espíritu descansó sobre ellos. Edson escribió:

“Dios desplegó su poder convincente, y el Hno. Ralph habló en una nueva lengua, y dio la interpretación con poder, y con la demostración del Espíritu Santo”.[10]

Como consecuencia Rhodes se reconsagró a enseñar la verdad del sábado y trabajó lealmente hasta su muerte en 1897.

Manifestaciones posteriores en la Iglesia Adventista del Séptimo Día incluyeron a la Sra. de White, que predicó en inglés pero fue oída por una dama alemana en su idioma materno; a uno de nuestros ministros que comúnmente no hablaba portugués y se valía de un traductor pero que fue capacitado para hablarlo fluidamente, y a un católico italiano que leyó El Conflicto de los Siglos en inglés, a pesar de que no conocía el idioma.[11]

ADVERTENCIAS DE E. G. DE WHITE

También hemos tenido nuestras lenguas espurias. Catorce años después del caso de Centerport surgió en Portland, Maine, un movimiento fanático entre los adventistas. Escribió la Sra. de White:

“Algunas de esas personas han ejercido lo que llaman dones y dicen que el Señor los ha colocado en la iglesia. Tienen una jerigonza sin sentido a la que denominan lengua desconocida, que es ignorada no sólo por el hombre sino por el Señor y todo el cielo. Tales dones son producidos por hombres y mujeres, apoyados por el gran engañador”.

Y agrega:

“Una cierta clase parece estar encantada con esas manifestaciones… El Espíritu de Dios no está en la obra de tales obreros ni los asiste. Ellos tienen otro espíritu… Dios libre a su pueblo de tales dones.[12]

Sin embargo también escribió:

“Es con ferviente anhelo que miro hacia el tiempo en que los sucesos del día de Pentecostés se repetirán con poder aún mayor que en aquella ocasión… Entonces, como en el momento pentecostal, la gente oirá que se les habla la verdad, cada hombre en su propia lengua”.[13]

Ella no hace tal comentario acerca del don de 1 Corintios 12-14, y uno se pregunta si la falsificación de este don ha convertido en dudosa la aparición del genuino.

Sea lo que fuere que veamos en el reavivamiento de la glosolalia en el mundo, haremos bien en no olvidar que para cada don de Dios hay una falsificación; y falsas profecías, falsa sabiduría, falsas curaciones. Por lo que he estudiado y observado, creo que mucho de lo que pasa por lenguas puede ser explicado como inducción hipnótica personal (autohipnosis) o de grupo.

Algunos de los medios empleados para inducir las lenguas pueden describirse nada más que con incredulidad. Tengo una “hoja de alabanza” que me ha sido enviada por un grupo de sanamientos. En cada uno de los dieciséis cuadros en que está subdividida hay palabras: “Jesús”, “Aleluya”, “Alaba a Jesús”, etc. Estas palabras —dicen las instrucciones— deben repetirse tres o cuatro veces, a una velocidad normal, en períodos de dos o tres minutos, o hasta que la voz comience a desarticularse, lo cual, según la hoja, es una indicación de que está llegando el espíritu.

De esto, reitero, podemos estar seguros: el don de lenguas no acompañará necesariamente al bautismo del Espíritu Santo, ni su ausencia indicará que el creyente no está poseído por el Espíritu Santo. (Continuará.)

Sobre el autor: Director de la revista Liberty


Referencias

[1] El Conflicto de los Siglos, pág. 609.

[2] Bernard Ramm, “Let God Be your Compass”, en His, junio de 1969, pág. 8.

[3] Vishita, Bhakta, Swami, Genuine Mediumship, Chas. T. Powner, Pub., Chicago, 1941, pág. 37.

[4] Oral Roberts, Life Story, Tulsa, Oklahoma, pág. 110.

[5] Oral Roberts, The Fourth Man, Tulsa, Oklahoma, pág. 113.

[6] Oral Roberts, Life Story, pág. 90.

[7] Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 52.

[8] Cari G. Turland, “Speaking With Tongues” (manuscrito inédito, estudio filosófico y de análisis de texto), Apéndice B.

[9] D. E. Robinson, “The Gift of Tongues in Early Advent History”, manuscrito inédito, Corporación Editorial E. G. de White, Washington, D. C., 1938, págs. 2-4.

[10] D. E. Robinson, Id., pág. 4.

[11] W. E. Read, “The Gift of Tongues”, The Ministry, agosto de 1964, págs. 18-23.

[12] Testimonies, tomo 1, págs. 412-419.

[13] SDA Bible Commentary, comentario de E. G. de White, Hech. 2: 1-4, pág. 1055.