El hábito de la lectura es indispensable para los pastores y para sus esposas. Esto contribuye al crecimiento espiritual personal, y en la eficiencia de su trabajo.
Somos una generación habituada a Internet, la televisión y otros recursos, que nos condicionan para que recibamos mensajes preparados en el formato de imágenes. Estas no necesitan pasar por el proceso de codificación lingüística, para ser asimiladas.
Vivo en un país en el cual el promedio de libros por habitante es menor a uno; y no me admiro porque la mayoría prefiera ceder a los encantos visuales, antes de intentar “digerir” los trazos textuales de una buena lectura. No es que las imágenes sean malas, pero nuestra capacidad de interpretación se potencia cuando no están presentes.
Diversos educadores se han unido con el propósito de difundir los beneficios de la lectura, inculcarles a los niños el gusto por lo literario y discutir cómo enfrentar el gran desafío de enseñarles a interpretarlo que leen. Y nosotros, líderes cristianos, que tenemos nuestra fe basada en las Escrituras, ¿acaso estaremos incluidos en la cifra de quienes leen menos?
Un hábito que debe ser cultivado
Los pastores y sus esposas no pueden prescindir de la lectura. Ellos son formadores de opinión, instructores de verdades eternas, y necesitan estar “preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que [nos] demande razón de la esperanza que hay en [nosotros]” (1 Ped. 3:15). La oración y la meditación, la lectura de la Biblia y de buenos libros, ayuda al predicador a preparar mensajes espirituales ricos, nutritivos, relevantes y que transforman vidas.
Al referirse al desarrollo de buenos hábitos, Elena de White escribió: “Cuando nos oponemos a los malos hábitos, estos ofrecen la más vigorosa resistencia; pero, si la lucha prosigue con energía y perseverancia, es posible vencerlos” (Mente, carácter y personalidad, t. 2, p. 624). La misma perseverancia debe ser empleada al cultivar el hábito de la buena lectura. Si reconocemos que nuestro crecimiento espiritual también depende de la lectura, debemos darnos prisa en aplicar este consejo.
Dios se encargó de guiar la producción de las Escrituras y de que llegaran a nosotros, con el propósito de preservarnos del mal. Tal como lo expresara David: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Sal. 119:11). Si nos cuesta entender lo que leemos, recordemos la promesa divina: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Sant. 1:5).
Alimento mental nutritivo
Al asimilar un texto, la participación del lector es fundamental. Durante la lectura, cada idea del autor evoca conceptos, imágenes, productores de sentido en lo que es leído: a esto se llama inferencia. Según este proceso, las palabras leídas activan nuestro conocimiento previo (las vivencias), lo que nos permiten entender (o no) lo que estamos leyendo. Por esta razón, el mismo texto puede ser leído por dos personas diferentes y ser entendido en forma diferente. Cada uno interpreta según sus conocimientos previos particulares.
Esto explica el hecho de que también debemos familiarizarnos e involucrarnos con los temas que forman parte de nuestros intereses eternos. Debemos alimentar nuestra mente con material que facilite la comprensión de textos que posean un contenido ennoblecedor.
Necesitamos la dirección del Espíritu Santo. Si no tenemos un sólido bagaje espiritual, el proceso de comprensión de lo que leemos será penoso, y podrá disminuir nuestro interés en alimentar y desarrollar nuestra salvación (Fil. 2:12). Cuando nos concentramos demasiado en las cosas del mundo, aunque sean cosas y actividades importantes, las del Cielo se hacen difíciles de entender. Por esta razón, Pablo aconsejó: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento […]” (Rom. 12:2).
Algunas sugerencias
- Comienza leyendo sobre asuntos que sean de tu interés.
- Elije textos cortos. Después, intenta explicar lo que has leído. Si no lo consigues, léelo nuevamente.
- Procura que la extensión y la profundidad del texto vayan en aumento. Nuestra mente necesita ser desafiada, para crecer.
- Usa un diccionario, para aclarar el significado de palabras desconocidas.
- Desarrolla un interés por temas importantes, y no te desanimes frente a las dificultades.
Acuérdate de que Dios tiene bendiciones maravillosas para ti, por medio de las lecturas de palabras inspiradas e inspiradoras.
Sobre el autor: Esposa de pastor. Escribe desde la Asociación Rio Sur, Rep. del Brasil.