Los adventistas y la formación de la identidad ministerial

Si bien el mensaje, la organización y otros factores han desempeñado un papel vital en el desarrollo de la Iglesia Adventista, el rol del ministro ha sido pasado por alto.[1] José Bates y Jaime White contribuyeron, desde 1848 hasta 1850, al armazón teológico de la incipiente iglesia. De acuerdo con mi investigación, hubo 51 pastores dentro del movimiento adventista sabatario desde 1846 hasta 1863.[2] Al momento de la organización en 1863, había 31 pastores activos. Este número creció rápidamente a 276, para 1881.[3]

El período comprendido entre 1863 y 1881 debería ser considerado como seminal para la identidad ministerial adventista. El puñado de pastores fundadores, aquellos que como Jaime White y José Bates desempeñaron un papel de liderazgo en la fase inicial, durante las décadas de 1840 y 1850, fue seguido por una segunda generación de reclutados (incluyendo pastores que se habían convertido). Los hombres y las mujeres del movimiento sabatario se sentían obligados a proclamar el mensaje adventista.

Este artículo arroja luz sobre un aspecto importante de la eclesiología adventista, al examinar el desarrollo del ministerio adventista desde el tiempo en que se formó la iglesia, en 1863, hasta 1881 (un año arbitrario, que coincide con la muerte de Jaime White). Durante este tiempo de formación, se establecieron muchos precedentes acerca de la naturaleza y el papel del pastor, la relación del pastor con los demás miembros de la iglesia, el soporte económico del pastor e, incluso, el desarrollo de la práctica de la ordenación entre los adventistas.

COMPOSICIÓN MINISTERIAL Y DESAFÍOS

De los 51 pastores activos entre 1846 y 1863, 14 estuvieron asociados con el reavivamiento millerita. De aquellos que tenían alguna clase de afiliación confesional, muchos estaban vinculados con alguna rama del Metodismo (14 pastores, el 27%). Otros creyentes estaban afiliados a alguna de las tradiciones bautistas (10 pastores, el 19%), incluyendo al menos a un pastor que creció en un hogar bautista del séptimo día.[4] Otros ministros, incluyendo a dos líderes prominentes ya mencionados, Jaime White y José Bates, eran pastores ordenados de la Conexión Cristiana, una rama del Movimiento Restauracionista, comprometido con el retorno a la pureza de la iglesia neotestamentaria; y al menos, un convertido congregacionalista.[5] Los primeros pastores adventistas reflejaban la amplia diversidad de trasfondos socioeconómicos y religiosos a partir de los cuales nació el adventismo (ver cuadro 1).[6]

PRIMEROS DESAFÍOS

Durante la última parte de la década de 1850 y la primera de 1860, líderes como Jaime White enfrentaron dos desafíos. El primero vino de parte de unos pocos ministros, que afirmaron ser pastores adventistas, para solicitar donaciones a los desprevenidos miembros de iglesia; estas personas eran meros artistas estafadores. Varios supusieron que los pastores engañaban a los primeros creyentes durante un tiempo, cuando en realidad los genuinos pastores eran a menudo de sostén propio y dependían de la generosidad de los creyentes para ayudar a costear sus gastos de viaje.[7] Un segundo desafío provino de parte de algunos ministros que desertaron. Así, Moses Hull se convirtió en espiritista, al igual que B. F. Snook y W. H. Brinkerhoff, que pasaron a formar parte de los “partidarios de Marion”. Algunos no desertaron, como J. B. Frisbie, sino que sencillamente se desanimaron y, por un tiempo, abandonaron el ministerio Estas pérdidas disminuyeron las filas de los pastores adventistas durante la década de 1860.

Cada situación fue extremadamente problemática. Una vez que desertaban, el patrón común era que usaban su esfera de influencia para apartar a otros de la Iglesia Adventista. De acuerdo con Jaime White en 1871, estos problemas requerían que fuese un deber sagrado para los miembros pedir que los pastores mostraran sus credenciales ministeriales.[8]

IDENTIDAD MINISTERIAL

La organización eclesiástica, por lo tanto, desempeñó un papel crucial en la formación de la identidad pastoral de los primeros adventistas.[9] Se extendieron credenciales a los pastores por parte de la Asociación local.[10] Parte del propósito de la Asociación local era proveer un mecanismo por medio del cual los pastores aspirantes recibieran una “licencia ministerial”.[11] Se esperaba, generalmente, que estos pastores aspirantes dieran origen a una congregación.[12] Hacia 1869, había suficientes pastores aspirantes como para que el sistema de dos niveles se hiciera patente. Después de una adecuada experiencia, un joven pastor recibía “credenciales ministeriales” junto con el servicio de ordenación, que reconocía su llamado al ministerio evangélico.

A medida que la iglesia crecía, también lo hacía la necesidad de ministros. Durante la década de 1860, cartas publicadas en la Review and Herald, frecuentemente, contenían llamados para que los pastores visitaran a miembros de iglesia aislados. Era bastante común que los creyentes pasaran muchos meses, e incluso años, sin esta visita. Algunos pastores aparecían para una “reunión mensual” o “trimestral”, que eran convocatorias regionales de creyentes. Estas reuniones reflejaban las reuniones pietistas de los evangélicos del siglo XVIII.[13] Estas reuniones eran momentos intensos que recreaban las “ferias santas” de Escocia.[14] Eran reuniones centradas en la actividad del pastor, al que se le permitía predicar tanto como fuera posible; y los servicios, generalmente, terminaban con la administración de los ritos del bautismo y la Santa Cena el domingo de noche, al cierre de la semana. La Santa Cena llegó a ser un “rito adventista” que expresaba la fe en la eficaz sangre de Jesucristo, junto con el mandamiento de Cristo de seguir celebrándola hasta su segunda venida.[15]

La vida era frágil entonces. Muchos ministros sucumbían por enfermedades, lo que no hacía más que incrementar la necesidad de ayuda ministerial. Desde 1846 hasta 1863, 18 pastores ya no eran más ministros activos al momento de la formación de la organización en 1863. De esos 18, 3 desertaron por apostasía, y los 15 restantes no pudieron seguir pastoreando por causa de su frágil salud o su edad. Desde 1863 hasta 1881, la mayor causa de muerte, si nos basamos en una selección al azar de los obituarios publicados en las revistas de la iglesia, era la tuberculosis; aproximadamente, un 80% de los decesos. Incluso la adopción del mensaje de salud no pudo atenuar los estragos de esta enfermedad. Así, el papel prominente de los primeros pastores adventistas, además de la predicación itinerante, era conducir funerales. No obstante, con tan pocos pastores, se aconsejaba a los miembros de iglesia que buscaran a pastores de otras confesiones, dado que esta actividad se había convertido en una gran carga para el limitado número de nuestros ministros.

La tarea primaria del pastor era doble: asegurarse de que las iglesias locales funcionaran adecuadamente y de que alcanzara los objetivos evangelizadores. El primero se lograba al asegurarse de que la iglesia estuviera organizada en el ámbito de la iglesia local. Como resultado, se desarrolló una estructura básica entre 1863 y 1865: el líder espiritual de la congregación local, responsable de conducir los servicios cada semana, era escogido como anciano.[16] Además, se nombraba un diácono, que cuidaba del bienestar físico de la congregación; y un tesorero, que se hacía cargo de las finanzas y llevaba el control de los registros oficiales de la iglesia, incluyendo la lista de membresía oficial y las actas de las Juntas de Iglesia. A menos que la iglesia fuera particularmente grande, solo un anciano y un diácono eran necesarios para toda la congregación.

La única excepción, al menos hasta 1881, era la Iglesia de Battle Creek, que tuvo dos ancianos al momento en que la congregación constaba de más de cuatrocientos miembros. Durante ese tiempo, el anciano y el diácono eran ordenados. Si un diácono ordenado llegaba a ser anciano, esa persona debía ser ordenada nuevamente. Solo un pastor adventista podía presidir esta ordenación.[17] Las incorporaciones a la iglesia local podían ser aprobadas solo por el voto unánime de la congregación.[18]

La descripción de funciones más antigua para un pastor adventista data de 1873. En este documento, se aconseja al pastor que examine los registros de la iglesia, chequee la lista de miembros y verifique su condición espiritual, tome las medidas adecuadas hacia los que han apostatado, envíe cartas a los que se han ausentado, determine quién podrá unirse a la iglesia y pregunte por los que están guardando el sábado pero que no asisten a la iglesia. También, se esperaba que ellos presidieran la ceremonia de bautismo y la Santa Cena, examinaran los libros contables para asegurarse de que fueran fidedignos, animaran a las personas a contribuir al sostén de la iglesia, se aseguraran de que los miembros locales se suscribieran a los periódicos de la iglesia, animaran a los miembros a apoyar los esfuerzos institucionales (en ese momento, al comprar acciones de las instituciones de la iglesia, tales como el recién creado Instituto para la Reforma de Salud), velaran por las oraciones familiares, proveyeran publicaciones y se aseguraran de que los que eran pobres también recibieran esas mismas publicaciones.[19]

En otra descripción, los pastores eran exhortados a asegurarse de dirigir la Junta de Nombramientos, cuando visitaran la iglesia local. Con frecuencia, había “juicios eclesiásticos”, de manera tal que el pastor era una persona más neutral que podía ayudar a resolver conflictos entre miembros. De acuerdo con los primeros manuales, el pastor seleccionaba la Junta de Nombramientos, al escoger “dos hermanos de buen juicio con los que conformaba la Junta de Nombramientos para escoger candidatos […] y su nominación debía ser ratificada por tres cuartos de los votos, siempre y cuando ninguna objeción válida fuera mencionada por los que no votaron a favor”. Los miembros de iglesia eran animados a nominar personas y a hacer uso del voto secreto.[20]

Así, desde 1863 hasta 1873, la identidad ministerial estuvo estrechamente conectada tanto con la evangelización como con la iglesia local. La tarea primaria del pastor era la evangelización: los pastores debían predicar el evangelio y organizar campañas de evangelización. Esto se aplicaba particularmente a los jóvenes aspirantes al ministerio. Al mismo tiempo, el papel del pastor estaba estrechamente conectado con la eclesiología y la vida de la iglesia local. Mientras los pastores viajaban, eran responsables de asegurarse de que fuera mantenido el orden.

CRECIMIENTO MINISTERIAL

Una serie de deserciones de prominentes pastores, sumada a la expansión de la obra, solo acentuaron la necesidad de pastores. Tanto Elena como Jaime White, de 1869 a 1873, repetidamente llamaron a jóvenes adventistas a prepararse para el servicio. Esta fue una razón significativa por la que los líderes de la iglesia apoyaron los emprendimientos educativos de Goodloe Harper Bell, a partir de 1872, que culminaron en la fundación del Colegio de Battle Creek en 1874. Las conferencias bíblicas del editor de la Review and Herald, Urías Smith, estuvieron vinculadas a estos esfuerzos. Complementaba sus clases diarias de Biblia con breves Institutos Bíblicos, a los que asistían los pastores del área, junto con sus esposas, en períodos intensivos. Llegaron a ser tan populares que los White lo animaron a viajar a California y a Nueva Inglaterra para entrenar pastores. El libro de Smith Biblical Institutes fue el primer libro de texto teológico para la primera generación de pastores adventistas, y sirvió como una referencia rápida acerca de las creencias adventistas.

En respuesta a los repetidos llamados de los líderes de la iglesia, una nueva generación de jóvenes, hombres y mujeres, comenzaron como aspirantes al ministerio. Esta ola de nuevos ministros realmente tomó vuelo en 1871 (ver cuadro 2), cuando el número de nuevos reclutas por primera vez superó al número de pastores ordenados. La década de 1870 fue testigo de dos grandes olas de pastores: la primera, de 1871 a 1873; y la segunda, de 1877 a 1879. Elena de White, en particular, expresó sus preocupaciones en una serie de mensajes durante la década de 1870. Ella y Jaime estaban preocupados porque los jóvenes pastores no apreciaban el espíritu de sacrificio que caracterizó a los primeros pastores. Sus advertencias a los jóvenes pastores, especialmente a los de 1874 y 1875, y nuevamente alrededor de 1879, se corresponden con los llamados a limitar las licencias ministeriales para los aspirantes al ministerio, y consecuentemente, el número de reclutas también disminuyó. Pareciera que la mayoría de los líderes de la iglesia tomó muy en serio su consejo acerca del papel sagrado de los pastores, y la necesidad de entrenarlos. Como resultado, esos mismos líderes de la iglesia frenaron la rápida expansión, al restringir las licencias ministeriales. Jaime y Elena de White, por su parte, llamaron no solo a los pastores sino también a los “obreros” a que tuvieran el sacrificio necesario para verdaderamente ser exitosos en el ministerio.

La rápida expansión de pastores durante la década de 1870 (ver cuadro 2) trajo nuevos desafíos. Uno de ellos fue qué título dar a los ministros adventistas. El título de reverendo fue rápidamente repudiado. Jaime y Elena de White se referían a los primeros clérigos como “ministros”, y menos frecuentemente como “pastores”; pero estaban más preocupados de que fueran “obreros”. Jaime White, por ejemplo, se refirió frecuentemente al papel del ministro, pero se describía a sí mismo como “pastor” de la iglesia de Battle Creek; aun cuando la mayor parte del tiempo se ausentaba de esa congregación debido a las cargas de su función como líder.[21]

Antiguos problemas de la década de 1860 resurgieron durante la década de 1870. Si bien el número de clérigos se fue incrementando rápidamente durante la década de 1870, todavía existía una grave carencia de pastores. En los obituarios de la década de 1870, frecuentemente aparecían pastores de otras confesiones que habían oficiado el funeral. Se animaba a los miembros de iglesia a acudir a pastores de otras confesiones que no enfatizaran diferencias doctrinales.

Aún más desafiante, a medida que los adventistas adoptaban las prácticas del estilo de vida adventista, era el problema de algunos pastores que eran “adictos al hábito del tabaco”. El asunto fue referido a la “junta de resoluciones”, que propuso que “es inconveniente para nuestras iglesias admitir a pastores de otras confesiones que son declaradamente hostiles a aspectos importantes de nuestra fe”.[22] Si bien el empleo de pastores de otras confesiones fue un recurso temporal a medida que la iglesia crecía, las nuevas expectativas que llegaron con las prácticas del estilo de vida requerían la formación de una identidad ministerial distintiva.

Desde 1875 hasta 1881, la identidad ministerial adventista maduró algo más. Los directivos de las asociaciones exhortaron a todos los pastores a enviar informes periódicos, muchos de los cuales eran publicados en las revistas de la iglesia. Se instruyó a los pastores que tuvieran una copia de Robert’s Rules of Order, de manera tal que pudieran dirigir apropiadamente las juntas de la iglesia.[23] Entender y aplicar estas reglas ayudaría a aliviar los “juicios eclesiásticos” locales, a medida que se animaba a las iglesias a tener elecciones anuales para elegir a los líderes de la iglesia local.[24] Y, si no podían obtener educación de alguna clase, la práctica de desarrollar un listado de lecturas para pastores comenzó en 1881.[25]

ORDENACIÓN

Quizá la práctica más interesante relacionada con los primeros pastores adventistas haya sido la de la ordenación. Los primeros pastores adventistas habían sido previamente ordenados en sus confesiones de origen. Así, el primer asunto en el desarrollo de una identidad ministerial adventista exclusiva estuvo relacionado con la ordenación. Jaime White argumentó, en 1867, que al igual que el bautismo, “cuando es practicado a las personas y por las personas adecuadas, una vez es suficiente, si el candidato no apostata”.[26] En mi estudio de los pastores desde 1863 hasta 1881, encontré solo dos ejemplos en que los pastores adventistas fueron ordenados nuevamente. Si bien esta era una opción, pareciera que en líneas generales los adventistas reconocían como todavía válida la ordenación otorgada por otras confesiones.

Esto cambió, a medida que los jóvenes pastores que aspiraban al ministerio demostraban ser valiosos como ministros. Si bien no todos los aspirantes eran ordenados, a aquellos que sí lo eran pareciera que les llevaba entre cuatro y seis años de servicio, comenzando así una práctica que continúa hasta el presente. Las primeras ordenaciones que encontré registradas ocurrieron en 1872, el mismo año en que Elena de White fue incluida en la lista con otros pastores ordenados que habían recibido credenciales ministeriales.

De las 117 ordenaciones que logré documentar entre 1872 y 1881 (pudo haber habido otras ordenaciones antes de 1872, pero restringí mi búsqueda a las publicadas en la Review and Herald), pareciera existir una práctica uniforme.[27] En todas las descripciones, claramente el servicio de ordenación era un evento solemne y sagrado. El evento incluía un “sermón de ordenación”, que contenía algunos aspectos de admonición personal a la fidelidad. Era seguido por una oración, con frecuencia por parte de un pastor diferente, en la cual los pastores que participaban de la ceremonia imponían sus manos sobre el ordenado. Y luego, continuaba una comisión que uniformemente mencionaba la “diestra de camaradería”, en reconocimiento de su papel especial.

OBSERVACIONES

Repetidamente, Jaime White aconsejó que los pastores adventistas no revolotearan alrededor de las iglesias. Los pastores raramente permanecían en una localidad por más de dos o tres años. Más a menudo operaban como itinerantes, que mantenían una ruta de iglesias. La razón era que la tarea primaria del pastor era la evangelización. Tanto los miembros de iglesia como los pastores que fracasaban en compartir su fe llegaban a debilitarse espiritualmente. Los líderes de la iglesia reconocían que existía un equilibrio, por el que el pastor tenía una responsabilidad por el bienestar espiritual del rebaño confiado a su cuidado, pero no debía hacer la obra que les correspondía a ellos. Este doble enfoque entre supervisión y evangelización muestra una tensión inherente que caracterizaba la vida y la obra de los primeros pastores adventistas.

Es más, los primeros pioneros de la Iglesia Adventista eran pragmáticos. La organización era un asunto de necesidad; y la necesidad de reconocer a los pastores contribuyó a la necesidad de la organización de la iglesia. Los líderes de la iglesia alcanzaron este objetivo al emitir credenciales ministeriales por medio de las asociaciones locales, colocando así la sede de la autoridad para aprobar a los candidatos ministeriales un escalón más allá de la iglesia local. Era demasiado fácil que los primeros adventistas se dejaran embaucar por estafadores y disidentes. A medida que varios pastores desertaban, a fines de la década de 1860 y comienzos de la década de 1870 hubo un auge de jóvenes pastores que recibieron licencias ministeriales. La capacidad de compartir su fe era considerada la prueba de fuego del llamado de Dios. Con el tiempo, las autoridades de la iglesia desarrollaron maneras más intencionales de entrenar a los ministros, que estaban asociadas a la educación adventista. Los primeros pioneros de la iglesia creían que esta educación no haría más que aumentar su eficacia. El pastor debía ser apartado para la obra del ministerio evangélico por medio de la ordenación; un reconocimiento del llamado de Dios que confirmaba la función sagrada del ministro dentro de la eclesiología de la iglesia adventista.

Sobre el autor: Doctor en Teología, profesor de Estudios Histórico-Teológicos en el Adventist International Institute of Advanced Studies (AIIAS), Silang, Cavite, Filipinas.


Referencias

[1] Recientes contribuciones de David J. B. Trim y Denis Kaiser ahora ayudan a matizar y aumentar esta visión acerca del papel de los pastores adventistas en el adventismo temprano, particularmente en relación con las recientes discusiones acerca de la ordenación Por otro lado, este artículo se centra en el contexto histórico más amplio del desarrollo ministerial. Ver D. J. B. Trim, “Ordination in Seventh-day Adventist History”, estudio presentado en el Theology of Ordination Study Committee [Comité de estudio de la teología de la ordenación], 2013 (http://www.adventistarchives. org/ordination-in-sda-history.pdf); “The Ordination of Women in Seventh-day Adventist Policy and Practice”, estudio presentado en el Theology of Ordination Study Committee [Comité de estudio de la teología de la ordenación], 2013 (http://www.adventistarchives.org/theordination-of-women-in-seventh-day-adventist-policy-and-practice.pdf ); Denis Kaiser, “Setting Apart for the Ministry: Theory and Practice in Seventh-day Adventism (1850–1920)”, Andrews University Seminary Studies 51, Nº 2 (Autumn 2013), pp. 177-218.

[2] Una búsqueda página por página de la Review and Herald indica que los siguientes pastores estuvieron activos desde 1846 hasta 1863: J. M. Aldrich, J. N. Andrews, D. Arnold, H. F. Baker, E. L. Barr, J. Bates, J. Bostwick, J. C. Bowles, A. C. Bourdeau, D. T. Bourdeau, W. H. Brinkerhoff, H. G. Buck, J. Byington, H. S. Case, M. E. Cornell, R. F. Cottrell, S. Cranson, D. T. Evans, E. Everts, J. Fisher, J. B. Frisbie, N. Fuller, H. Grant, D. P. Hall, J. R. Hart, G. W. Holton, J. Howlett, M. Hull, A. S. Hutchins, W. S. Ingraham, R. J. Lawrence, H. Lothrop, J. N. Loughborough, W. Morse, S. Pierce, D. C. Phillips, E. A. Poole, S. W. Rhodes, I. Sanborn, B. F. Snook, C. W. Sperry, J. M. Stephenson, T. M. Steward, A. Stone, C. O. Taylor, J. R. Towle, I. N. Van Gorder, J. H. Waggoner, F. Wheeler, J. White y J. G. Wood.

[3] Estas estadísticas están basadas en un detallado compendio de pastores adventistas que recopilé. Ver Michael W. Campbell, “Compendium of Seventh-day Adventist Ministers 1863-1881”, manuscrito no publicado, 2013.

[4] Conexión Cristiana (2): Jaime White, José Bates; Metodista Episcopal (13): David Arnold, Harry G. Buck, Samuel Cranson, J. B. Frisbie, Nathan Fuller, John Howlett, J. N. Loughborough, Moses Hull, B. F. Snook, Washington Morse, Frederick Wheeler; Metodista Wesleyana (1): John Byington; Bautista (9) J. H. Waggoner, R. J. Lawrence, A. C. Bourdeau, D. T. Bourdeau, John Fisher, A. S. Hutchins, Stephen Pierce, T. S. Steward, A. Stone; Bautista del Séptimo Día (1) R. F. Cottrell; Congregacionalista (1): Ezra A. Poole.

[5] Quienes ejercieron como pastores desde 1863 que desempeñaron un papel activo en el reavivamiento millerita fueron: (6): Jaime White, José Bates, M. E. Cornell, R. J. Lawrence, David Arnold y Washington Morse.

[6] Jaime White celebró esta diversidad; ver [Jaime White] “Seventh-day Adventists”, Review and Herald (24 de octubre de 1871), p. 148.

[7] Como ejemplo, ver la advertencia mencionada en Review and Herald del 15 de octubre de 1872, p. 144.

[8] [Jaime White] “Organization”, Review and Herald (22 de agosto de 1871), p. 76.

[9] Ver Trim, “Ordination in Seventh-day Adventist History”, “The Ordination of Women in Seventh-day Adventist Policy and Practice”, y Kaiser, “Setting Apart for the Ministry”.

[10] “Aquellos que sientan que es su deber cultivar sus dones como mensajeros o predicadores primero deben exponer sus ejercicios mentales ante la Junta de la Asociación, para recibir una licencia emitida por ellos, si la Junta los considera calificados”. Ver “Report of General Conference of Seventh-day Adventists”, Review and Herald (26 de mayo de 1863), p. 205.

[11] En el artículo V, sección 2 del “Modelo de Constitución” para las asociaciones (1863), aparece la siguiente provisión: “Aquellos que sientan que es su deber cultivar sus dones como mensajeros o predicadores primero deben exponer sus ejercicios mentales ante la junta de la Asociación, para recibir una licencia emitida por ellos, si la Junta los considera calificados”. “Report of General Conference of Seventh-day Adventists”, Review and Herald (26 de mayo de 1863),

p. 205.

[12] Un ejemplo es el caso de D. M. Canright, a quien Jaime White puso como modelo de pastor joven en 1871. Ver la descripción de Jaime White, “What Shall Be Done? Laborers Wanted”, Review and Herald (12 de diciembre de 1871), p. 204.

[13] Thomas S. Kidd, The Great Awakening: The Roots of Evangelical Christianity in America (New Haven, CT: Yale University Press, 2007), pp. 30, 31.

[14] Para un resumen, ver Leigh Eric Schmidt, Holy Fairs: Scotland and the Making of American Revivalism, 2a ed. (Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans Pub. Co., 2001).

[15] Para tener una visión general de estas reuniones, ver Michael W. Campbell, “A Holy Spell: Worshipping With Early Adventists”, Adventist Review (22 de octubre de 2009), pp. 26-28.

[16] H. A. St. John, “Local Elders”, Review and Herald (13 de enero de 1876), p. 11.

[17] Ver las preguntas y las respuestas, probablemente escritas por Urías Smith, en Review and Herald del 16 de agosto de 1864, p. 96.

[18] Review and Herald (6 de junio de 1871).

[19] “Pastoral Responsibilities”, Review and Herald (24 de junio de 1873), p. 13.

[20] “Answers to Correspondents”, Review and Herald (28 de octubre de 1873), p. 160.

[21]  [Jaime White] “Battle Creek”, Review and Herald (8 de agosto de 1871), p. 60.

[22] Review and Herald (14 de octubre de 1880), p. 253.

[23] Comparar con “Illinois Conference”, Review and Herald (30 de septiembre de 1880), p. 237.

[24] General Conference Committee, “A Change of Church Officers”, Review and Herald (4 de enero de 1881), p. 11.

[25] “Report of Committee on Course of Reading for Ministers”, Review and Herald (20 de diciembre de 1881), p. 395.

[26] Jaime White, “Re-Ordination”, Review and Herald (6 de agosto de 1867), p. 120.

[27] Como uno de los ejemplos más detallados, ver la ordenación de Sands H. Lane: “Ordination”, Review and Herald (1º de octubre de 1872), p. 128. Ver también la ordenación de Santee, Review and Herald (21 de noviembre de 1878), p. 164.