Los cadáveres carbonizados de 86 hombres, mujeres y niños son el triste testimonio de que la fuerza más seductora en el mundo es el poder. Es lo que más anhela el ser humano, y para poseerlo, se cometen los más horrendos crímenes.

     El mundo observaba horrorizado mientras un terrible infierno ponía fin al impasse entre una secta armada y la policía. El drama de 51 días que se escenificó en las afueras de la ciudad de Waco, Texas, comenzó el domingo 28 de febrero de 1993 por la mañana, cuando unos cien agentes del orden invadieron la sede de los así llama dos davidianos para confiscar armas ilegales. Los miembros de la secta respondieron con disparos y mataron a cuatro agentes de la policía. El sitio que siguió llegó a su clímax con la horrible destrucción de las instalaciones de la secta y de veintenas de sus miembros.

     Lo espantoso es que quienes dispararon contra los representantes de la ley pertenecían a una organización religiosa. ¿Qué había ocurrido con aquello de “poner la otra mejilla” y “bienaventurados los pacificadores”? Los periodistas se refirieron al grupo como “la Rama Davidiana de los Adventistas del Séptimo Día”. Esa preposición “de” ha suscitado gran preocupación entre los adventistas. ¿Qué puede hacer la iglesia para protegerse de la mala información periodística que surge por los actos delictivos de sus ex miembros?[1] ¿Y qué puede hacer cualquier iglesia para evitar la incubación en su seno de sectas y cultos?”

     En primer lugar, debemos aclarar la diferencia que existe entre un culto[2] y una secta. Algunos informes de los medios masivos de comunicación acerca de la tragedia de Waco denominaron a la Rama Davidiana como culto pero otros la llamaron secta.[3] Esta confusión puede resolverse si consideramos el proceso de secularización y sus relaciones con la religión.

Religión y secularización

     Cuando la Primera Enmienda se incorporó a la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica, prohibió al Congreso la promulgación de leyes que establecieran alguna religión o impidieran el libre ejercicio de ella. Habiendo aprendido de la experiencia de Europa, el Congreso se negó a establecer una iglesia o una religión del Estado. El singular resultado de todo esto fue lo que Rodney Stark llama “una economía religiosa”: el vasto mercado de una diversidad de grupos religiosos que compiten por atraer conversos o clientela.[4] Esta economía religiosa dio origen al pluralismo religioso, definido aquí como un gran número de grupos religiosos en competencia para suplir las necesidades espirituales de una población tan heterogénea. En el Pluralismo religioso no domina ningún grupo en particular.[5] Esta política contrasta agudamente con lo que sucede en otros países donde existe el monopolio religioso, y el Estado favorece a un grupo determinado.

     Casi todas las confesiones religiosas comienzan como grupos espirituales, conservadores en creencias y en comportamiento. Con el tiempo, sin embargo, se acomodan a su entorno social y pierden su fervor espiritual. Este desplazamiento hacia la mundanalidad preocupaba a Juan Wesley. Sabiendo que un reavivamiento religioso no puede sostenerse, observaba: “Temo que en cualquier lugar donde las riquezas aumentan, la esencia de la religión habrá disminuido en la misma proporción. Por tanto, no veo cómo puede ser posible, en la naturaleza de las cosas, que un reavivamiento de la verdadera religión continúe durante mucho tiempo. Porque la religión produce necesariamente tanto industriosidad como frugalidad, y esto no puede resultar en otra cosa que en el aumento de las riquezas. Pero a medida que la riqueza aumenta, aumentan también el orgullo, la ira, y el amor al mundo en todas sus manifestaciones. ¿Cómo es posible, entonces, que el metodismo, es decir, una religión del corazón, aunque florece ahora como un árbol verde, continúe en este estado? Porque los miembros se vuelven diligentes y frugales en todo lugar; y consecuentemente, aumentan sus posesiones. Y de aquí que aumente proporcionalmente en orgullo, ira, deseos de la carne, deseos de los ojos, y soberbia de la vida. De modo que, aunque la forma de la religión permanece, el espíritu se desvanece rápidamente. ¿No habrá modo de evitar esta continua degradación de la religión pura?”[6]

     Wesley describe aquí el proceso de secularización por medio del cual lo supernatural pierde significado. Pero el proceso gradual que lleva de lo sagrado a lo secular se vuelve autolimitante en el sentido de que la declinación espiritual da a menudo origen a un reavivamiento y a la formación de cultos.[7]

     Durante la década de los sesenta se produjo una declinación de la religión en las principales iglesias, si se considera que hubo una caída en la asistencia de los miembros[8] que parecía tener como causa una pérdida de interés en la religión. La gente no se dio cuenta que el interés religioso no había muerto sino cambiado hacia una variedad creciente de denominaciones conservadoras.[9] Stark y Bainbridge dicen que Dios simplemente cambió de residencia: “Los eruditos en el corazón de la cristiandad que proclaman la muerte de Dios se han dejado engañar por un simple cambio de residencia. La fe vive en las sectas y denominaciones afines, y en el corazón de una abrumadora mayoría de personas individuales. Nueva esperanza entra en el mercado de la religión con cada nuevo movimiento cúltico…”

     “La secularización, lejos de marcar una partida radical en la historia y una era de incredulidad, es un viejo proceso de transformación. La fe se reaviva en un ciclo interminable, y nuevas confesiones de fe surgen para tomar el lugar de las denominaciones que perdieron su sentido de lo sobrenatural. Las iglesias reducen su tensión con el ambiente sociocultural, por medio de la secularización, abriendo campo para que las sectas crezcan, y para que, a su vez, ellas mismas sean transformadas”.[10]

     Para Stark y Bainbridge, la secularización “no termina con la necesidad que la humanidad tiene de la religión”; al contrario, “alienta la experimentación religiosa”.[11] Esta experimentación da entrada a las sectas, “puesto que la secularización significa transformación de la religión, no su destrucción”.[12] Cuando la religión se vuelve demasiado secular, o un reavivamiento estalla en la formación de sectas, habrá innovaciones religiosas que se verán en el surgimiento de cultos. Las sectas y los cultos son dos respuestas bastante diferentes de la secularización.

Sectas

     Podemos definir como secta a un grupo religioso que pretende ser la verdadera expresión de una confesión tradicional, y cuyas creencias y comportamientos desafían las normas de la sociedad. Las sectas son grupos cismáticos disidentes que “se presentan en el mundo como algo antiguo. Dejan el cuerpo maternal, no para formar una nueva fe, sino para reestablecer la antigua, de la cual el cuerpo maternal se había ‘desviado’ (por lo general volviéndose más y más eclesiástico). Las sectas pretenden ser la versión auténtica, purificada, renovada, de la fe de la cual se apartaron. Por ejemplo, Lutero no pretendía guiar a una nueva iglesia, sino a la verdadera iglesia, libre de incrustaciones mundanales”.[13] El cristianismo mismo comenzó como una secta derivada del judaísmo.

     Encontramos reavivamientos en las organizaciones religiosas. Por ejemplo, los Adventistas del Séptimo Día comenzaron después que varios creyentes se apartaron de los metodistas, bautistas y otras religiones importantes para formar el movimiento milerista, que anunciaba el advenimiento de Cristo para el 22 de octubre de 1844. Después de ese gran chasco, muchos adventistas se recuperaron y salieron para corregir enseñanzas bíblicas que sentían que otras iglesias habían tergiversado.

Cultos

     Un culto, en cambio, es un nuevo movimiento religioso que representa un rompimiento radical con las tradiciones religiosas existentes. A veces una secta llega a ser “la fase inicial de una religión enteramente nueva”: un culto.[14] Si bien al cristianismo del primer siglo lo llamamos una secta del judaísmo, fue en rigor un culto para las diferentes religiones de la Roma pagana (tales como el mitraísmo, que el cristianismo reemplazó allá por el siglo cuarto). Un culto, representa una nueva y diferente forma de expresión religiosa de la sociedad.

     Es necesario mencionar cuatro puntos adicionales acerca de las sectas y los cultos. En primer lugar, si bien las sectas y los cultos difieren, “no son funciones alternativas” a la secularización. Más bien son diferentes respuestas a la secularización en diversas etapas del proceso. “La formación de sectas es, en parte, una respuesta a etapas tempranas de debilidad en la [religión] provista por las iglesias convencionales. La formación de cultos tiende a erupcionar en etapas más tardías de debilidad en la iglesia [o denominación], cuando grandes sectores de la población se han desviado de todos los lazos organizacionales de la fe prevaleciente”.[15] (Véase la figura 1.)

    En segundo lugar, siendo que las sectas están entusiasmadas con el reavivamiento, tienden a proliferar en áreas donde las religiones conservadoras son más fuertes. Sin embargo, los cultos, tienden a surgir donde la secularización ha tenido los más fuertes efectos, áreas débiles en religión tradicional.[16]

     En tercer lugar, no todos los reavivamientos terminan en la formación de sectas. Puede haber períodos ocasionales de renovación espiritual en una organización que la hace volverse del borde de la declinación espiritual y del secularismo. Los Adventistas del Séptimo Día han experimentado varios de estos reavivamientos episódicos en algunas partes del mundo, como África, Asia, y Latinoamérica y en instituciones educativas de los Estados Unidos. El hecho de que estos reavivamientos hayan tenido lugar en sociedades menos desarrolladas y en instituciones educativas no es una casualidad, puesto que los cambios por lo general comienzan con grupos que tienen poco que perder y mucho que ganar con su cambio espiritual.

     Cuarto, también es posible que las sectas evolucionen y se conviertan en cultos. Este es el significado de la flecha quebrada en la gráfica que aparece abajo (véase la figura 1), indicando que una secta puede convertirse a veces en culto. Esto se produce cuando las enseñanzas de una secta dejan de ser un “retorno” a las viejas verdades y se convierten en “nueva luz”, de modo que lleva al grupo completamente lejos de las viejas conexiones, dando origen a la aparición de una “nueva religión”.[17] Este fue el caso de la secta “Templo del Pueblo” y Jim Jones. Comenzó como una secta cristiana muy emotiva, con Jim Jones, tras nueve años de ser ordenado por los discípulos de Cristo, que evolucionó hasta convertirse en un culto cuando aquél comenzó a considerarse a sí mismo como Dios y se fue a los extremos tanto en doctrina como en comportamiento.[18] Lo propio ocurrió con los davidianos, que comenzaron como una secta bajo el liderazgo de Víctor Houteff y evolucionaron hasta convertirse en un culto bajo el liderazgo de Ben Roden y posteriormente David Koresh.

Sectas establecidas

     Como ya dijimos antes, el adventismo del séptimo día es una secta, si bien se ha estado acomodando más y más al mundo, ha ido semejándose más a una denominación, particularmente en áreas donde dominan sus instituciones como hospitales y colegios. En dichos lugares es donde por lo general irrumpen los reavivamientos, como dijimos antes. Las iglesias adventistas latinas y negras, tienden a ser más sectarias y separatistas —en tensión con el mundo— que las iglesias blancas y euroamericanas. Esto se debe en parte a la realidad de que la sociedad, creadora de hostilidades raciales y de clases, está en tensión con la persona de color, quien, a su vez, busca refugio en la iglesia.[19] Decir que la Iglesia Adventista del Séptimo Día es una secta no es sugerir algo negativo, sino reconocer cómo surgió en la escena norteamericana, su crecimiento y desarrollo y sus creencias doctrinales.

     Dado su crecimiento numérico, su presencia institucional, y su organización global la Iglesia Adventista del Séptimo Día refleja más específicamente la tipología sociológica de una secta establecida. Esta categoría describe mejor al adventismo puesto que el mismo término, secta establecida, refleja una dualidad, una tensión dinámica. William H. Swatos, Jr„ describe esto como una “aparente contradicción… ‘secta’ indicando rechazo del mundo y sin embargo, ‘establecida’ connotando aceptación del mundo”.[20]

     La figura 2 muestra que hay grados de tensión sectaria. La secta y la denominación/iglesia son polos opuestos. Entre ellos hay grados de desarrollo sectario y denominacional. Stark y Bainbridge afirman: “La secta ideal cae en un polo, cuando la tensión circundante es tan grande que los miembros de ella son una especie de fugitivos sociales”.[21] Ese fue el caso de la iglesia primitiva bajo el judaísmo y el imperio romano, y luego bajo la inquisición española. “La iglesia ideal [o denominación] se ancla en el otro extremo del continuo y es virtualmente el ambiente sociocultural: los dos se identifican de tal manera que es imposible postular una base para la tensión”.[22] Tal fue la posición de la Iglesia Católica Romana durante la Edad Media, y es también la situación de muchas denominaciones importantes en los Estados Unidos y de las Iglesias de Estado Europeas.

     Desde que se fundó la iglesia, han surgido varios grupos colaterales u otros grupos sectarios. Además de individuos claves como el Dr. John Harvey Kellog, A. T. Jones, D. M. Canright, A. F. Ballenger, y Desmond Ford, ha habido grupos separatistas como el Messenger Party (1853-1854); The Hope of Israel y el Marión Party (1858-1866); The Seventh-day Adventist Reform Movement, Alemania (1915); The Reformed Seventh-day Adventist, Rowenita (1916); The United Sabbath Day Seventh-day Adventist (1930); y The Shepherd Rod Movement (1929). que después tomó el nombre de Davidian Seventh-day Adventists.[23]

     Como puede notarse o deducirse de los nombres de estos grupos, y a semejanza de la actitud de Martín Lutero hacia el catolicismo y la actitud de Guillermo Miller hacia las iglesias protestantes en las décadas de 1830 y 1840, estos grupos no estaban interesados necesariamente en romper con la iglesia, sino en reformarla. Cada uno creía tener “nueva luz” y que era la versión “auténtica, renovada y purificada de la fe”.[24] Pero como eran deficientes tanto teológica como sociológicamente (en términos de conducta y actitud), las relaciones quedaron cortadas.

Rama Davidiana

    Los davidianos surgieron de la persona de Víctor Houteff, de nacionalidad búlgara y miembro de una congregación adventista del séptimo día de Los Angeles EE. UU.  En 1929 empezó a propagar sus enseñanzas en una clase de escuela sabática. En 1930 publicó sus enseñanzas en The Shepherd’s Rod (La Vara del Pastor), de donde el grupo tomó su nombre inicial. No hay espacio en este breve artículo para analizar sus enseñanzas, que se centraban en la profecía bíblica.[25] El grupo creía, esencialmente, que Dios restauraría el reino de David, de los cuales los davidianos eran el núcleo, después que Dios matara a todos los adventistas del séptimo día que rechazaran el mensaje de la Vara del Pastor. “Los 144,000 serían los adventistas del séptimo día que quedarían después de la matanza de Ezequiel 9”.[26]

    Houteff, desfraternizado en 1930, junto con once seguidores (incluyendo niños) se cambió a Waco, [27]una zona religiosamente conservadora que tiene actualmente más de 200 iglesias, la mayoría de ellas fundamentalistas. (Recuerde lo que se dijo antes acerca de las sectas que florecen en áreas donde la religión tradicional es fuerte.) Ellos compraron una propiedad cerca de la ciudad y la llamaron Monte Carmelo, adoptando el nombre del lugar donde Elías venció a los profetas de Baal.[28]

    En 1942 el grupo tomó el nombre oficial de Adventistas del Séptimo Día Davidianos, por problemas legales y gubernamentales durante la Segunda Guerra Mundial. Houteff murió en 1955. No dejó sucesor como líder de los davidianos, pues no esperaba morir. Pero desde antes de su muerte, como ocurre en las nuevas sectas, ya estaban surgiendo grupos disidentes por desacuerdos con sus enseñanzas.[29] En medio de la confusión surgió Florence, viuda de Houteff, quien asumió el liderazgo del grupo.

    En 1959 ella predijo que Dios intervendría en la historia y restablecería el reino de David. Unas 1000 personas vendieron todo lo que tenían y se mudaron al Monte Carmelo para esperar la restauración del reino, pero la profecía falló.[30] Después del gran chasco surgieron más grupos disidentes; pero el grupo fundado por Benjamín Roden, la Rama Davidiana, llegó a ser el más grande y más importante. En 1962 Florence Houteff disolvió oficialmente a los Davidianos Adventistas del Séptimo Día,[31] aunque varios grupos de ellos continuaron operando sin conexión con la Rama Davidiana de Waco.

     A esta altura del proceso de transformación de la secta, los davidianos dejaron de ser una secta para convertirse en un culto, la Rama Davidiana (el significado de la flecha quebrada en la figura 1). El proceso de cambio de secta a culto tuvo lugar con la aparición de grupos disidentes que comenzaron a adoptar, no enseñanzas nuevas o viejas, como hacen las sectas, sino enseñanzas radicalmente nuevas que rompen fundamentalmente con la Biblia y el cristianismo básico y el Adventismo del Séptimo Día. Finalmente su líder llegó a considerarse a sí mismo el rey David y Jesucristo. Hizo asimismo demandas y exigió comportamientos extremos de sus seguidores.

    Roden relocalizó el Centro Monte Carmelo donde se encuentra actualmente, no lejos del sitio original. Pretendió ser el David Arquetípico, pero murió en 1978. Su esposa, Lois Roden, tomó el control del grupo y esta vez, más fuerte que nunca, adoptó la enseñanza que su esposo no había apoyado: que el Espíritu Santo era la parte femenina de la Deidad. Comenzó a publicar una revista llamada Shekinah, con énfasis en She que significa ella en inglés. Lois Roden promovió también la ordenación de las mujeres.[32]

     En 1981, un ex adventista de nombre Vernon Howell se unió al grupo y pronto le arrebató el liderazgo a George Roden, hijo de Lois y Ben Roden, tras una confrontación que incluyó una balacera. Howell cambió su nombre por el de David Koresh, proclamando su creencia de que él también era el antitípico David de la Biblia, y Koresh: Ciro, Rey de Persia, en hebreo, de quien la Biblia dice que Dios “enderezará todos sus caminos”, y que él reedificaría la ciudad de Jerusalén y libertaría a los cautivos (Isa. 45:13). David Koresh aplicó todas estas profecías a sí mismo.

     Koresh enseñó también que él era una encarnación pecaminosa de Jesucristo. Y puesto que era Cristo, sólo él podía tener relaciones sexuales con las mujeres del grupo. Además, sólo él podía abrir los siete sellos del libro de Apocalipsis. Koresh se aprovechó de su vasto conocimiento de las Escrituras para favorecer sus propios intereses y manipular a sus seguidores induciéndolos a la sumisión.

Ansia de poder

    Se puede hablar mucho más de Koresh, pero cuatro cosas con las cuales él se obsesionó suscitan importantes preguntas. ¿Por qué la obsesión con los siete sellos y la creencia de que sólo él podía abrirlos? ¿Por qué la centralización de las posesiones y el control del dinero? ¿Por qué la obsesión con el sexo promiscuo que sólo él podía practicar? ¿Por qué la obsesión con las pistolas y las armas de alto calibre?

     Si bien todos estos factores parecen muy diferentes viéndolos superficialmente, tienen un importante denominador común: ¡Poder! David Koresh, como la mayoría de los líderes de los cultos (Jim Jones, Charles Manson, y otros), llegó a obsesionarse con el poder. Todos deseamos el poder, porque sin él nos sentimos desamparados, y porque no hay nada significativo en una existencia sin poder. Pero el uso correcto del poder se basa en la elección, no en la coerción. Así es como Dios utiliza el poder: sin violar la libre elección moral.[33] ¿Qué hay, entonces, en estos cuatro factores?

     En una época de rápidos cambios sociales y culturales, donde los valores sociales se regatean, la confusión espiritual es el resultado natural. Algunas personas se vuelven vulnerables ante el líder de un culto que se pone de pie y proclama que sólo él o ella tiene la clave para develar el futuro y dar significado a la historia y a la vida cotidiana. Cuando el líder tiene carisma, persuasión, y un profundo conocimiento de la Biblia, rezuma un tremendo poder personal, que genera mucha adulación y estima de parte de sus seguidores, muchos de los cuales son neófitos en la comprensión bíblica. Tal es el significado que se oculta detrás de la pretensión de ser el único capaz de abrir los siete sellos del Apocalipsis, una serie de profecías muy complejas que muchos cristianos no entienden.[34]

     Vivimos en una sociedad donde el dinero es considerado como una de las más grandes fuentes de poder. Según el apóstol Pablo, el amor al dinero es la base de toda clase de mal (1 Tim.6:10). Por extensión, la riqueza y las posesiones se llegan a convertir en una fuente de independencia y una manifestación de voluntad propia. Cuando las personas se unían al grupo de Koresh, tenían que abandonar todas las formas de independencia, incluyendo sus posesiones materiales. Al privar a los miembros de toda influencia exterior, Koresh no sólo centralizaba la riqueza en él, sino también controlaba al grupo, haciéndolo completamente dependiente de él.

     El sexo siempre ha sido uno de los más poderosos impulsos humanos y una de las armas más violentas usadas contra las mujeres. Uno no necesita más que reflexionar en el uso de la violación como arma de guerra, con el ejemplo más reciente perpetrado contra las indefensas mujeres de Bosnia-Herzegovina por los serbios. Conecte esta fuente de poder con el concepto de que las mujeres deben ser absolutamente sumisas a los hombres en todas las cosas, al grado de no tener conciencia personal. Koresh exigió a las mujeres davidianas que le ayudaran a vivir la experiencia del Cristo pecaminoso para poder salvar a los seres humanos de su pecaminosidad. Al hacerlo, les prometía que serían “reinas en el cielo”.[35] La fuerza avasalladora del engaño le dio a Koresh tremendo poder para manipular y controlar.

     En una sociedad violenta como la nuestra, la fuente última de poder está en las armas. Los líderes de cultos extremos como Manson, Jones y Koresh habían comprado la filosofía de Maotse-Tung que dice: “El poder político crece a partir de un barril de pólvora”. La obsesión de Koresh por las armas no era más que una manera de asegurarse la forma definitiva del poder: la capacidad de infligir la muerte. Para Jim Jones fue el poder de convencer a la gente para que se quitara la vida voluntariamente. ¡Eso es poder! Para Koresh, abrir los siete sellos, controlar el dinero y las posesiones de todos sus seguidores, y tener el uso exclusivo de las mujeres para propósitos sexuales, y la posesión de un arsenal de armas de alto poder, constituían cuatro niveles de poder, la forma suprema del cual es la capacidad de controlar la vida y la muerte. Así, lo que importa no es quién muere, sino quién determina el tiempo, el lugar y la forma de la muerte: lo que sólo puede hacer quien tiene el poder.

    Los cadáveres carbonizados de 86 hombres, mujeres y niños son el triste testimonio de que la fuerza más seductora en el mundo es el poder. Es lo que más anhela el ser humano, y para poseerlo se cometen los más horrendos crímenes. Aunque la partida de Koresh en una llamarada de gloria autoimpuesta puede no haber sido el clímax que él hubiera preferido para el sitio, le permitió controlar el resultado final. Llevó su codicia de poder hasta sus últimas consecuencias.


Referencias:

[1] Esta pregunta no se analizará en este artículo, ya que es el tema de una investigación en la que estoy trabajando para una monografía, “La sociología del control del daño: La Iglesia Adventista del Séptimo Día y los Branch Davidian de Waco, Texas”, que presentaré en la reunión anual de la Sociedad Para el Estudio Científico de la Religión, 29-31 de octubre de 1993, en Raleigh, Carolina del Norte.

[2] Como el término cult tiene una connotación tan negativa en el pensamiento popular, los sociólogos prefieren muchas veces el término New Religious Movements. Pero Eileen Barker, una de los sociólogos más importantes de Inglaterra en NRMs y autora del libro New Religious Movements: A Practica! Introduction, dice: “Algunos no son nuevos, algunos no son religiosos, y algunos no se están moviendo en absoluto” (tal como lo cita Andrew Brown en “Over the Edge Into Collective Lunacy”, Independent, 4 de marzo, 1993 ([un periódico de Londres Inglaterra]).

[3] Véase “Secrets of the Cult” Newsweek, 15 de marzo, 1993; “In the name of God”. Time, 15 de marzo, 1993; The Evil Messiah”, People, 15 de marzo, 1993. Los reportes de los periódicos son demasiado numerosos para enumerarlos, pues prácticamente todos ellos registraron la historia durante las primeras dos semanas de marzo de 1993 y las que siguieron. El principal periódico que presenta una importante serie sobre el grupo, fue el Waco Tribune-Herald. La serie de cuatro partes se publicó del 27 de febrero al 2 de marzo de 1993.

[4] Rodney Stark, Sociology, cuarta edición (Belmont, Calif.: Wadsworth Pub. Co., 1992), pág. 410. Para una elaboración más completa del paradigma de la economía religiosa, véase Roqer Finke y Rodney Stark, The Churching of America, 1770-1990 (New Brunswick, N.J.: Rutgers University Press, 1992); y R. Stephen Warner, “Work in Progress Towards a New Paradigm for the Sociological Study of Religion in the United States”, American Journal of Sociology 99 (marzo 1993).

[5] El espectro del suicidio masivo de los miembros del Templo del pueblo en Guyana, el bombazo del World

Trade Center, fue está conectado con los musulmanes extremistas, y el impasse de la Branch Davidian en Waco, están suscitando nuevamente preguntas como si no sería necesario controlar la religión. Para una discusión de este asunto, véase Thomas Robbins, William C. Shepherd, y James Mcbride, Cults, Culture and the Law: Perspectives on New Religious Movements (Chico, Calif.: Scholar Press, 1985).

[6] Como lo cita Niebuhr, pág. 70.

[7] Véase Rodney Stark y William Sims Bainbridge, The Future of Religion: Secularization, Revival, and Cult Formation (Berkeley, Calif.: University of California, 1985).

[8] Véase Wade Clark Root y William Mckinney, American Mainline Religion: Its Changing Shape and Future (New Brunswick, NJ.: Rutgers University Press, 1987).

[9] Véase Dean Kelley, Why Conservative Churches Are Growing (New York: Harper and Row, 1972).

[10] Stark y Bainbridge, pág. 529.

[11] Id., pág. 304.

[12] Rodney Stark y William Sims Bainbridge, A Theory of Religion (New York: Peter Lang, 1987), pag. 279.

[13] Stark y Bainbridge, The Future of Religion, pág. 25.

[14] Keith A. Roberts, Religion in a Sociological Perspective (Belmont, Calif.: Wadsworth Pub. Co., 1990), pág. 196.

[15] Stark y Bainbridge, The Future of Religion, págs. 444,445.

[16] Véanse las dos obras de Stark y Brainbridge; The Future of Religion y A Theory of Religion (1987), así  como Finke y Stark, The Churching of America 1776-1990

[17] Stark y Bainbridge, A Theory of Religion, 186,187.

[18] Véase Jeannie Mills, Six Years With God Life Inside Rev. Jim Jones Peoples Temple (New York: A&W Pub., Inc., 1979), Véase también Mel White, Deceived (Old Tappan, NJ.: Fleming H. Revell Co., 1979).

[19] En cuanto a la experiencia de la Black Church, véase C. Eric Lincoln, The Black Experience Into Religion (New York: Anchor Books, 1974); y C. Eric Lincoln y Lawrence H. Mamiya, The Black Church in the African American Experience (Durham, NC: Duke University Press, 1990). No se ha escrito nada comparable acerca de la iglesia de origen latinoamericano. Sin embargo, hay trabajos que están en proceso.

[20] William H. Swatos, Jr. Intro Denominationalism: The Anglican Metamorphosis, Monografía, Serie No. 2 (Storrs, Conn.: Society for the Scientific Study of Religion, 1979), pág. 12. Para un excelente estudio de esta dualidad en el Adventismo véase Gary Schwartz, Sect Ideologies and Social Status (Chicago: University of Chicago Press, 1970); y el más reciente estudio escrito por Malcolm Bull y Keith Lockhart, Seeking a Sanctuary: Seventh day Adventism and the American Dream (New York: Harper and Row, 1989).

[21] Stark y Bainbridge, The Future of Religión, pág. 23.

[22] Ibid.

[23] Para información relativa a todos estos grupos, véase The Seventh-day Adventist Encyclopedia (Washington, D. C.: Review And Herald Pub. Assn., 1976).

[24] Véase la definición de secta que dimos en este artículo.

[25] Se publicaron varios documentos por la Comisión de Defensa de la Literatura de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, delineando brevemente las enseñanzas de los davidianos: The History and Teachings of “The Shepherd’s Rod”, The Story of The Shepherd’s Rod” (1955); Some Teachings of lhe Shepherd’s Rod Examinad (1956); Report of a Meeting Between a Group of Shepnerd’s roo” Leaders and a Group of General Conference Ministers (1959).

[26] Marc A. Breault, “Some Background on the Branch Davidian Seventh-day Adventist Movement From 1955 to the Early Parí of 1991”, manuscrito no publicado, 17 de abril, 1991, revisado, 27 de mayo, 1991.

[27] El nombre Waco es una corrupción inglesa de la palabra española hueco.

[28] 1 Reyes 18:20-40.

[29] Véase The History and Teachings of “The Shepherd’s Rod: The Story of the Shepherd’s Rod”.

[30] Breault. Para una discusión de la forma en que los grupos religiosos responden cuando la profecía falla, véase Leon Testinger, Henry W. Riecken, y Stanley Schachter, When Prophecy Fails (New York: Harper and Row, 1956.

[31] Davidians SDA’s—Shepherd’s Rod”, Seventh-day Adventist Encyclopedia.

[32] Véase Shekinah, tomo 1:1, Diciembre, 1980. La revista que tiene un formato de 8” X 11”, publicación con formato de periódico consta no sólo de artículos escritos por los miembros del culto, sino también reproducción de artículos sobre las enseñanzas del grupo de periódicos locales y nacionales.

[33] Véase Caleb Rosado. “The Stewardship of Power”, The Ministry, julio, 1989.

[34] Para una mejor comprensión de las enseñanzas de David Koresh sobre los siete sellos, véase Marc, A. Breault. “Vernon Howell and The Seven Seals”, documento fotocopiado, s.f.

[35] Id., pag. 15.