¿Qué fue lo que hizo a estos adventistas vulnerables al fuego fatal del fanatismo? ¿Hay lecciones que algunos de nuestro pueblo necesitan aprender para prevenir futuros engaños?

Mientras los guardianes del orden se abrían paso entre los escombros de las carbonizadas ruinas del reino de Koresh, los cristianos —los adventistas del séptimo día en particular— comenzaron su autopsia de la tragedia. Si bien la Iglesia Adventista del Séptimo Día no tenía ninguna conexión con el culto fanático davidiano, la ineludible realidad es que la mayoría de los miembros del grupo provenían de un fondo adventista, incluyendo a David Koresh.

¿Qué fue lo que hizo a estos adventistas vulnerables al fuego fatal del fanatismo? ¿Hay lecciones que algunos de nuestro pueblo necesitan aprender para prevenir futuros engaños? Busquemos las respuestas mientras continuamos con el análisis de la segunda parte de este artículo?

¿Quién se une a los cultos?

Los davidianos eran muy singulares entre los cultos porque surgieron de una secta derivada previamente de otra Algunos aspectos del grupo tenían semejanza con las sectas: acentuada enseñanza bíblica, una sensación de que sólo ellos tenían la “verdad” y la creencia de que eran los verdaderos seguidores de Dios. Otros aspectos tenían semejanza con los cultos: Koresh, que creía ser Jesucristo, la posesión de muchas esposas, y la obsesión por el sexo y las armas.

Siendo que las sectas y los cultos difieren en la forma en que responden al proceso de secularización, no atraen a la misma clase de personas. Las sectas tienden a atraer desproporcionadamente prosélitos de las clases socioeconómicas bajas, de entre los carentes de poder, de aquellos que padecen privaciones sociales o espirituales, y de entre los nuevos conversos. En cambio, los cultos conquistan sus miembros de las clases más privilegiadas de la sociedad, los educados, los que no pertenecen a ninguna iglesia, y aquellos que no tienen interés en la religión organizada.

Y los de la Rama Davidiana, a causa de su estatus de secta culto, atrajo a sus miembros de ambos grupos. Las evidencias que presentaban ex miembros e investigadores de cultos nos dan un cuadro interesante.

1. Conexión previa con el adventismo. Los davidianos fueron un grupo disidente de los davidianos originales (Vara del Pastor), quienes, a su vez, salieron de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, en 1929. Esta conexión histórica es importante porque la misión del grupo no era salvar al mundo sino reformar a la Iglesia Adventista. Ellos creían que la iglesia era Babilonia, y dirigieron la mayoría de sus profecías contra ella, incluyendo la matanza de Ezequiel 9.

2. Acentuado énfasis en las profecías apocalípticas. Los Adventistas del Séptimo Día han puesto fuerte énfasis en el mensaje profético desde el principio de su historia. Este énfasis se halla, no sólo en la persona de un profeta, Elena G. de White, sino en el concepto que los adventistas tienen de ellos mismos, de haber sido comisionados por Dios para proclamar las profecías del tiempo del fin de Daniel y Apocalipsis.

Cuando una iglesia se involucra demasiado en asuntos mundanos u organizacionales, al punto de descuidar su mensaje, surgen los “reformadores”, buscando la forma de volverla al camino correcto. Un creciente número de “ministerios independientes” desafían actualmente a la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Muchos prestan grandes beneficios, pero algunos se desvían en sus intentos de reformar a la iglesia.[1] Unos pocos grupos disidentes hacen énfasis en lo que ellos creen ser la interpretación correcta de las profecías.

Puesto que la Iglesia Adventista enfatiza la profecía, particularmente las de Daniel y Apocalipsis, no debería sorprendernos que la mayoría de los conversos a la Rama Davidiana y los grupos marginales fueran personas con un trasfondo adventista.

3. Personas marginadas de la iglesia y de la sociedad. Muchos de los que son atraídos hacia nuevas sectas y cultos, iracundos ultraconservadores, pertenecen a un sector de personas marginadas de la iglesia y de la sociedad. Es posible que estén en contra del sistema y miren negativamente e incluso con hostilidad al liderazgo de la iglesia. Algunos de ellos experimentan una sensación de falta de poder social y espiritual. Aquellos que han invertido menos en la organización pueden convertirse en críticos de ella; tienen muy poco que perder dejándola, puesto que el sistema ha invertido muy poco en ellos. Es la razón por la cual las mujeres, los jóvenes, las personas de color, y los nuevos conversos, son atraídos a las nuevas sectas y cultos. Sienten que la vieja organización no suple sus necesidades. La mayoría de los conversos a las sectas y los cultos son reaccionarios que luchan contra la complacencia, la mundanalidad, y los puntos de vista liberales y el estilo de vida que ven en la iglesia. Creen que las normas de la iglesia han sido rebajadas y quieren revertir el proceso de secularización.

Los cristianos deberían preocuparse e interesarse en no disminuir las demandas del Evangelio. Lo que diferencia a los miembros de las sectas y los cultos de los miembros saludables es la recalcitrante e inflexible creencia en su propia rectitud, y que todos aquellos que no concuerdan con su pensamiento están equivocados. Así ponen su énfasis en el pecado y lo exponen, en vez de ponerlo en el amor. El estatus marginal y social de estas personas dentro de la iglesia resulta a menudo en un aura negativa que los envuelve, toda vez que ponen su énfasis en el perfeccionismo. Cuando se forma una nueva secta, el perfeccionismo conduce a nuevos cismas, puesto que la gente perfecta no puede tolerar a quienes no considera perfectos (que no son como ellos). Consideran a los nuevos conversos como niños en desarrollo moral y espiritual. Llegan a anclarse en una etapa estacionaria de crecimiento espiritual, inmaduros, y susceptibles a todo viento de doctrina (véase Efe. 4:14).

4. Personas que carecen de fuertes vínculos personales. Las investigaciones sociológicas sobre los cultos concluyen que “el factor crucial que conduce a la membresía de una nueva religión es el desarrollo de lazos sociales con personas que ya son miembros” de la nueva religión.[2] Con frecuencia pensamos que la doctrina es la atracción primaria de estos nuevos conversos, pero las investigaciones muestran que la falta de vínculos sociales son más a menudo la base primaria de su conversión.[3] “Antes que ser atraídos al grupo principalmente a causa de sus doctrinas, la gente se interesa en la doctrina a causa de sus lazos con el grupo”.[4]

Las personas que carecen de fuertes lazos afectivos interpersonales con los miembros de una organización religiosa son vulnerables al reclutamiento por personas de grupos subversivos de la sociedad. Esto no significa que sean anormales. La teoría del lavamiento de cerebro que se piensa está detrás del reclutamiento para ser miembro de un culto no resiste la investigación objetiva.[5] La gente que se une a los cultos o a las sectas lo hacen a causa de sus necesidades espirituales que no fueron suplidas por las organizaciones existentes. Encuentran el calor y la amistad de los miembros de la secta o culto atractivos para sus necesidades sociales o espirituales.[6] Según Stark y Bainbridge, las historias de los lavamientos de cerebro son populares en los medios masivos de comunicación porque excusan a la gente de haber hecho una mala decisión uniéndose a grupos disidentes.[7] La gente que no recibe apoyo a sus ideas y que carece especialmente de fuertes vínculos interpersonales, puede ser desviada por el establecimiento de grupos descarriados.

5. Las personas que renuncian al juicio crítico y delegan toda la autoridad a una sola persona, por lo general una figura carismática. Vivimos en una época confusa que es también bíblicamente analfabeta, aun cuando las Biblias abundan como nunca antes. Las percepciones de la profecía se desalinean debido a las torcidas exposiciones que salen de Hollywood. En un tiempo de grandes cambios sociales, donde los valores espirituales y morales casi han desaparecido, la gente anda en busca de estabilidad. Esto requiere firmeza de pensamiento. Pero la televisión, las películas, el video, y la publicidad tienden a sofocar el pensamiento individual. Otros ofrecen respuestas para las situaciones que parecen demasiado complejas, y que somos incapaces de resolver personalmente.

En tiempos de gran confusión y cambio, la gente siente la necesidad de un fuerte liderazgo moral. Esto explica por qué las iglesias conservadoras y no las liberales son las que más crecen. Dean Kelly dice que “las organizaciones fuertes son estrictas… Mientras más estrictas, más fuertes”.[8] En una economía de mercado, como en todas las cosas, la gente evalúa la religión en términos de “cuánto cuesta”: lo que cuesta poco, vale poco, mientras que lo que cuesta mucho (en términos de tiempo, esfuerzo, inversión, sacrificio), es muy valioso. Rodney Stark y Roger Finke lo expresan muy claramente en la siguiente proposición: “Las organizaciones religiosas son más fuertes al grado de que imponen significativo costo en términos de sacrificio e incluso estigma sobre sus miembros”.[9]

Lo anterior significa que en tiempos de gran confusión [como el nuestro], la gente quiere que otros piensen por ellos. Esto les evita el riesgo de hacer decisiones equivocadas. También los releva de la responsabilidad personal de actuar. Simplemente hacen lo que se les ordena. Esto explica también por qué, cuando las personas desertan de un culto esgrimen el lavado de cerebro, puesto que se quita una vez más el sentido de responsabilidad de sus acciones. A la gente no le gusta aceptar que han cometido errores.

En la película, The Wave (La ola), un experimento filmado de cómo hacer una sociedad fascista, el líder le dice a un amigo: “Es increíble cómo le quieren a usted cuando toma las decisiones por ellos”. Cuando surge un líder poderoso y persuasivo como Adolfo Hitler, Jim Jones y David Koresh, ¿a quiénes atraen? A los bobos, a los crédulos, a los que no piensan responsablemente, a los que andan en busca de soluciones fáciles a problemas complejos, y a aquellos que desean acomodarse rápidamente. Sus decisiones de unirse a una secta o culto se refuerzan cuando son llevados a creer que ahora pertenecen a un movimiento que tendrá significado en la historia del mundo. La sensación de pertenecer a algo que trasciende lo mundano es una fuerza muy seductora. ¡La gente es capaz de morir por ello! Esto se puede ver en el martirologio, no sólo a lo largo de la historia del cristianismo, sino también en la conflagración final de la Rama Davidiana.

6. Nivel educativo. La mayoría de las personas que se unen a una nueva secta tienden a tener bajos niveles de educación, proceden de un estrato socioeconómico bajo y de la clase obrera. Estas personas creen que no es necesaria tanta educación, especialmente aquella que imparten las escuelas del mundo, para comprender el mensaje del Señor. Suponen que mientras menos influidos estén por filosofías mundanas y puntos de vista humanísticos, más aptos serán para la educación verdadera que imparte el Espíritu Santo.

Aquellos que se unen a los cultos, sin embargo, tienen características diferentes. Siendo que los cultos abrazan un nuevo punto de vista religioso, atraen con frecuencia a gente que vive al margen de la religión organizada y que ha abandonado la iglesia. Muchos de éstos son personas cultas, proceden de esferas profesionales, e incluso son económicamente acomodados. Algunos conversos a los cultos se vuelven hacia la religión cuando la ciencia ha fracasado en darles respuestas a sus preguntas básicas acerca de la vida, siendo las más importantes aquellas que se refieren a la inmortalidad y a la eternidad. Como Rodney Stark observó: “Frente a las grandes preguntas de la vida, todos los seres humanos se hallan desprovistos de respuestas”.[10] Tanto los ricos como los pobres necesitan de la religión para encontrar significativa su existencia.

Cuando la gente abandona la iglesia, apelan a la escena de la oportunidad para suplir sus necesidades de innovaciones religiosas en la forma de cultos. Así, los socialmente cómodos, que anhelan más que la mera satisfacción material, se vuelven a los cultos en busca de ideas innovadoras para explicar los misterios de la vida. Cambian con frecuencia el provecho económico por las profecías y los profetas. Descubrir a alguien que le pueda dar específicamente el tiempo y la fecha del fin del mundo, cuando la mayoría de nosotros ni siquiera sospecha lo que traerá el día de mañana, es importante para algunas personas. No debería sorprendernos, entonces, que un individuo con estudios de posgrado de la escuela de leyes de Harvard, un abogado, un programador de computadoras, y personal médico se contaran entre los seguidores de Koresh.[11] Todo esto responde al tipo de personas que son atraídas por los cultos.

7. Atracción por la autoridad antes que por la Santa Escritura. Las personas obsesionadas en reformar la iglesia y corregir las vidas de los demás quieren una voz autorizada que tenga claramente un “así dice Jehová” en sus vidas. Sin embargo, no les basta el testimonio directo de la Palabra de Dios expresado en la Biblia. Para ellos la Biblia no es suficientemente específica y es demasiado abierta a la interpretación. Así, este tipo de gente quiere algo más detallado, exento de ambigüedad, expuesto claramente, y menos confuso. Los judíos de la época de Jesús tenían la Mishnah, los Mormones tienen el Libro del Mormón, y los Adventistas del Séptimo Día, los escritos de Elena G. de White.

Los adventistas que son atraídos por las enseñanzas de las sectas y los ministerios independientes se sienten mucho mejor con los escritos de Elena G. de White que con la Biblia. Consideran sus escritos como menos susceptibles a las malas interpretaciones y más comprensibles. Pero eso se debe a que ellos buscan una lectura selectiva de sus escritos: los que van de acuerdo con sus propias interpretaciones. Cuando una secta evoluciona hasta convertirse en culto, como ocurrió con la Rama Davidiana, incluso esos escritos se prestan a ser mal interpretados. Ahora sienten la necesidad de la palabra viva de un verdadero profeta: el líder del culto, cuyas palabras y enseñanzas son capaces de sostener tanto como o más valiosas que la propia Biblia. Las interpretaciones de la Biblia que hace el líder del culto se convierten ahora en la nueva norma de conducta y de doctrina. El líder no permite que los demás interpreten la Biblia por ellos mismos.[12] Esto le ocurrió al Catolicismo Romano durante la Edad Media hasta que Martín Lulero tradujo la Biblia al alemán vernacular.

8. Deseo de poder. Las personas que carecen de poder social o moral en una organización respetable ven con frecuencia en una secta o un culto la oportunidad de explotar la ingenuidad espiritual y el hambre de otros por las ganancias materiales y sociales. Estas personas pueden ser líderes potenciales que se unen a un culto y se apoderan del liderazgo del grupo. Son los luchadores espirituales y artistas de la estafa. Jim Jones, la familia Roden, y David Koresh carecían de reconocimiento y respetabilidad en la organización de la cual procedían, de modo que se volvieron a los cultos para lograr algunos minutos de gloria terrenal.

9. Pequeños grupos que no tienen liderazgo oficial. Un lugar donde las doctrinas y enseñanzas subversivas hallan una audiencia receptiva, es una pequeña iglesia que no tiene un líder espiritual oficial; o si existe, los miembros tienen poca confianza en él. Hace mucho tiempo Salomón declaró que donde no hay visión el pueblo perece (Prov. 29:18). El fenómeno de la no existencia de un líder oficial abre el camino a los oportunistas espirituales y artistas de la estafa religiosa para cruzar la brecha y llenar el vacío. El apóstol Pablo habla de una cosecha de “niños” espirituales que “cambian fácilmente de parecer y que son arrastrados por el viento de cualquier nueva enseñanza hasta dejarse engañar por gente astuta que anda por caminos equivocados” (Efe. 4:14). En vista de estos fenómenos que frecuentemente ocurren en la vida de la gente que la tornan susceptible a los cultos, ¿qué pueden hacer las iglesias para disuadir a las personas que siguen ciegamente a cualquier flautista de Hamelín espiritual?

Previniendo el caos

Una clara expresión del problema, tal como lo hemos discutido, descubre los pasos y las acciones que una iglesia debe dar para prevenir el caos espiritual. Desafortunadamente, es más fácil hablar de estos pasos que darlos. Los pasos son sencillos, pero la oposición puede tornarlos difíciles:

1. Eleve la temperatura espiritual de la iglesia local. La frialdad caracteriza a muchas iglesias locales hoy en día. H. M. S. Richards, el finado fundador de la Voz de la Esperanza en idioma inglés, dijo hace varios años que muchas iglesias están tan frías que uno podría patinar sobre el hielo del pasillo central. Yo no creo que nuestras iglesias estén mucho más cálidas en nuestros días. El corazón humano necesita el calor del amor de Cristo de modo que, desde el momento en que o los buscadores o los miembros lleguen al estacionamiento, se sientan bienvenidos. Pueden recibir la bienvenida de la persona encargada del estacionamiento, un recepcionista en la puerta, una persona que registre el nombre de los asistentes y les entregue el boletín, un pastor bondadoso y cariñosos miembros de iglesia que nos recuerden al padre de la parábola del hijo pródigo de Lucas 15.

Walter Douglas, que fue primer anciano en mi iglesia y ahora es pastor en la Iglesia de All Nations, Michigan, llama a eso “¡amor desordenado!” Los miembros de los cultos lo llaman “bombardeo de amor”. Y yo no hallo nada erróneo en eso, mientras sea sincero y salga del corazón. ¿Ha realizado alguna vez su iglesia una fiesta por el retorno de un pródigo? ¿No será que por eso tan pocos pródigos regresan al redil?

En este año de búsqueda de los ex miembros, ¿por qué no hacer una fiesta anual? A nuestro Dios le gusta hacer fiestas, y la más grande está todavía por venir. Él ya ha enviado las invitaciones. Usted puede leer la noticia en Apocalipsis 22:17.

2. Enseñe a sus miembros la forma de establecer sólidos vínculos sociales. Si el desarrollo de vínculos sociales es el factor más crucial en el proceso de conversión, ¿por qué habríamos de permitir que los cultos se especialicen en ello mucho más que nuestras iglesias? La amistad era el método de Cristo y es el único que tendrá éxito. “Sólo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El Salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía a sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les decía: ‘Seguidme”’.[13]

La “fórmula para el éxito” contiene simplemente cuatro pasos:

a. Socializar: “El Salvador se mezclaba con la gente”.

b. Simpatizar: “Les mostraba simpatía”.

c. Servir: “Atendía a sus necesidades”.

d. Salvación:” Entonces les decía: ‘Seguidme’“.

La combinación de los tres primeros pasos da por resultado la confianza. Una vez que la confianza de una persona se ha ganado, puede extendérsele la invitación a la salvación. Desafortunadamente, por lo general, comenzamos con el cuarto paso sin desarrollar primero la amistad y los vínculos sociales. Y todavía nos maravillamos porque la gente no responde. La verdad es que ellos son movidos más por nuestros métodos que por nuestro mensaje. Una vez que los métodos, entre ellos la amistad, han llamado su atención, ellos escucharán lo que tenemos que decirles. ¿No es eso lo que Elena G. de White quiere expresar cuando dice que debemos ser tiernos de corazón, corteses y amables?

Muchos se sientan en nuestras iglesias en un estado solitario, marginados, hambrientos de afecto y atención personal. ¡En una era de alta tecnología, la gente necesita un toque elevador! ¿Quién dijo que la AT&T debería controlar el mercado “alcanzando y tocando a alguien?” Los cristianos están llamados a hacer del mundo un lugar más cálido.

3. Predique un mensaje sólido y espiritualmente equilibrado. Predique el Evangelio combinando felizmente la predicación profética con la Cristocéntrica. Esto significa que debemos recordar que el libro de Apocalipsis es la Revelación de Jesucristo. La gente debe salir, tras haber escuchado nuestra predicación profética, con una mejor comprensión de Cristo como el centro del mensaje y nunca con una imagen negativa, deprimente, que los deja sin esperanza y desalentados.

4. Predique la Biblia. La iglesia no tiene dos autoridades, sino una: la Biblia. Los escritos de Elena G. de White existen sólo para guiar hacia la Biblia, no para desplazarla. En demasiados púlpitos y clases de Escuela Sabática adventistas, los visitantes suelen escuchar que se cita a menudo el nombre de Elena G. de White, no así el nombre de Jesucristo. Sus escritos son citados más que la Biblia. ¡Debemos ser predicadores de Jesús, no de Elena! Sus escritos existen para promover a Cristo.

Los sábados por la mañana Cristo debe ser el foco central de todas las actividades de la iglesia. Durante los cultos de mediados de semana podemos tener estudios sobre el espíritu de profecía y su importancia para el bienestar de la iglesia. Pero cuando convertimos a Elena de White en la autoridad principal, nos hacemos culpables de abusar de su don. La juventud adventista no conoce la Biblia y, de hecho, muy pocos son los que la llevan a la iglesia. ¿Por qué habrían de llevarla? La Palabra de Dios se usa rara vez en muchas iglesias, y su estudio no se promueve tanto como se debería. Necesitamos una predicación expositiva sólida, relevante, oportuna, que muestre al pueblo la belleza del Evangelio. La centralidad de la Escritura debe volver a los púlpitos. Si no regresa, numerosos David Koresh podrían aguardar a los lados del vestíbulo de la iglesia preparándose para seducir a toda una generación de jóvenes con su “nueva” comprensión de la Biblia.

5. Enseñe a la gente a pensar por sí misma. Estos tiempos cambiantes y confusos no sólo demandan la presencia de gente “que no se venda ni se compre”,[14] sino también que sean pensadores. Hace mucho tiempo Elena de White hizo el siguiente encargo: “Cada ser humano, creado a la imagen de Dios, está dotado de una facultad semejante a la del Creador: la individualidad, la facultad de pensar y hacer… La obra de la verdadera educación consiste en desarrollar esta facultad, en educar a los jóvenes para que sean pensadores, y no meros reflectores de los pensamientos de otros hombres”.[15] Desafortunadamente, no siempre se ha seguido este consejo. El poder del Creador, “la facultad de pensar y hacer”, no es una mera prioridad en nuestra experiencia. Con mucha más frecuencia de lo que quisiéramos, los productos de las escuelas cristianas han sido más programados en la regurgitación crucial que en la reflexión crítica. Con mucha frecuencia a los jóvenes no se les enseña a pensar por ellos mismos y hacer decisiones independientes, sino a seguir fielmente las normas y reglamentos prescritos. Así, en virtud de su obediencia y acatamiento de las reglas, los jóvenes y las señoritas se consideran cristianos decentes, cuando en realidad lo que tienen es miedo de salirse de la raya.

El ciego conformismo-no necesariamente conduce a un liderazgo vigoroso. Más si a un grupo de fuertes seguidores de un liderazgo ciego. Esto podría explicar por qué tantos de los seguidores de David Koresh eran jóvenes adventistas, reclutados en colegios adventistas. ¿Qué estamos haciendo mal en nuestras instituciones académicas para crear mentes susceptibles al engaño? Para ser justos, permítanme afirmar que la mayoría de nuestros jóvenes no son arrastrados, sino que permanecen firmes en su dedicación a Cristo y a la iglesia. Sin embargo, ¿está allí el potencial? ¿Queremos secar el océano o enseñamos a nuestros jóvenes a nadar?

En resumen, debemos enseñar a nuestros jóvenes a ser pensadores, capaces de hacer una crítica reflexiva y constructiva y de tomar decisiones sabias.

6. Desarrollar una fuerte declaración de misión. Cada iglesia debería desarrollar una fuerte declaración de misión derivada de las necesidades de la comunidad a la cual sirve (dentro y fuera de ella). La declaración debe ser un esfuerzo de toda la congregación, no sólo del pastor o de la junta de la iglesia. La gente considerará suyo únicamente aquello que haya contribuido a formar. Esta declaración debe ser un documento operante, no una pieza de museo que deba exhibirse. Todos los aspectos del programa de la iglesia deben reflejar la puesta en marcha de la declaración de misión.

La importancia de desarrollar una declaración de misión descansa en la realidad de que algunas iglesias se han convertido en incubadoras de iracundos miembros potenciales de algún culto. Estas congregaciones no tienen una misión o un propósito para su existencia. No tienen un programa fuerte de testificación, evangelismo, y ministerio en su comunidad. Como las energías espirituales de la feligresía carecen de un sentido de dirección, éstas se consumirán inútilmente en cauces equivocados: se disiparán en la complacencia de la inactividad y la falta de dedicación: se volverán hacia adentro como crítica destructiva y facciones; o todavía peor: dejarán a los miembros al alcance de las influencias de persuasivos agitadores externos con su propia agenda de “nueva luz”. La mejor manera de evitar estos desmanes y corrientes desorientadoras es comprometer a la iglesia en un ministerio integral que surja de una captación del sentido de su misión.

7. Crear un estilo de adoración basado en las necesidades de la iglesia. La mayoría de las formas de adoración adventistas, ya sea el culto tradicional o el de celebración, no son más que préstamos de otras iglesias o denominaciones. Estos enfoques eclécticos no consideran las necesidades de todos los miembros. El estilo de adoración de toda congregación local debe ser único y exclusivo para esa congregación y su misión, y no prestado porque lo vio en otra iglesia y le gustó. Debemos ser pensadores y hacedores, más que copiadores o reflectores.

8. Desarrollar un modelo de ministerio inclusivo. Por demasiado tiempo las iglesias han estado operando con modelos exclusivos de ministerio. Los modelos exclusivos dividen, separan y alejan a la gente del centro, que es Cristo. Cuando nos centramos más en la exclusión que en la inclusión, empujamos a la gente hacia los brazos abiertos de los movimientos religiosos espurios, los cuales están más interesados en separar que en unir. Un modelo inclusivo une, construye sobre la diversidad, mueve a la gente hacia el centro, Jesucristo. Nuestro objetivo no es la uniformidad, puesto que ni siquiera Dios aspira a eso. Nosotros propugnamos la unidad en la diversidad en Cristo, aprendiendo colectivamente aquello con lo que cada uno puede contribuir. Ese desafío es real en estos tiempos de cambios rápidos.

Cerca del fin del siglo pasado, una era también marcada por dinámicos cambios, el gran filósofo hispano norteamericano, George Santallana, declaró: “Aquellos que olvidan el pasado están condenados a repetirlo”. Al aproximarnos al año 2000, más y más cultos apocalípticos aparecerán, pretendiendo ser anclas en medio de las tormentas sociales. David Koresh fue simplemente el modelo para 1993. ¿Cómo será el de 1994? ¿Tendrá también antecedentes adventistas? Aprendamos las lecciones de Waco y estemos en guardia.

Sobre el autor: Caleb Rosado, Ph D., es profesor de Sociología en la Humboldt State University en California, donde se especializa en la sociología de la religión.


Referencias

[1] Issues: The Seventh-day Adventist Church and Certain Private Ministries (Silver Spring, MD.: North American Division of Seventh-day Adventista, 1992).

[2] Rodney Stark y William Sims Bainbridge, The Future of Religion: Secularization, Revival, and Cult Formation (Berkeley, Calif.: University of California Press, 1985), pág. 424.

[3] John Lofland y Rodney Stark, “Becoming a World Saver: A Theory of Conversion to a Deviant Perspective”, American Sociology Review 30 (1965), págs. 862-875.

[4] Rodney Stark, Sociology, cuarta edición (Belmont, Calil.: Wadsworth Pub. Co., 1989), pág. 86.

[5] Eileen Barker, New Religious Movements: A Practical Introduction (London: Her Majesty’s Stationary Office, 1989); Stark y Bainbridge.

[6] Véase la experiencia de Jeannie Mills, una ex adventista del séptimo día, que fue inducida a unirse al Templo del pueblo. Jeannie Mills, Six Years With God: Lile Inside Jim Jones’s Peoples’ Temple (New York: A&W Publishers, Inc., 1979). Su historia se narra de nuevo en el libro de Caleb Rosado, Broken Walls (Boise, Idaho: Pacific Press Pub. Assn., 1990).

[7] Stark y Bainbridge, págs. 417-423.

[8] Véase Dean Kelly, Why Conservative Churches are Growing (New York: Harper and Row, 1972).

[9] Rodney Stark y Roger Finke, The Churching of America, 1776-1990 (New Brunswick, N.J.: Rutgers University Press, 1992), pág. 238’.

[10] Stark, pág. 430.

[11] Marc Breault, “Some Background on the Branch Davidian Seventh-day Adventist Movement From 1955 to Early Part of 1991”. (Manuscrito inédito, 17 de abril, 1991, revisado el 27 de mayo, 1991), págs. 14, 22.

[12] Véase Breault para una discusión de estas profesiones entre la Rama Davidiana.

[13] Elena G. de White, El ministerio de curación (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1976), pág. 142.

[14] Elena G. de White, La educación (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1978), pág. 57.

[15] Id., pág. 17 (la cursiva es nuestra).