Lo que podemos aprender de la manera en que Dios ha hablado a las personas desde tiempos antiguos.

Dios busca a las personas dónde ellas están. Ese es un principio bíblico no solo aplicable al evangelismo, sino también a la interpretación bíblica. Al comunicar su mensaje, Dios no lo reveló de manera desconocida para el público, sino de la manera en que significara algo para quien lo recibiera. En este sentido, el libro de Daniel demuestra la aplicación de este principio. Evidentemente, el libro del profeta Daniel tiene un significado especial para el adventismo. Eso explica la razón por la cual, durante los últimos años, se han producido muchos estudios nuevos por parte de teólogos adventistas. Pero en este artículo veremos cómo el libro de Daniel nos enseña mucho sobre la didáctica divina, y de qué manera este contenido puede ayudar en nuestro trabajo pastoral.

Daniel 2

Este capítulo del mencionado libro es uno de los más abordados en los estudios bíblicos y los sermones evangelizadores. Nos gusta enfatizar el poder de la profecía bíblica, y su capacidad de revelar el futuro. Pero ¿por qué es que Dios utilizó una imagen, con el objeto de representar la historia de la humanidad? Entre los pueblos del Antiguo Oriente Medio, se acostumbraba describir la historia de la humanidad a través de una estatua.[1] Si los sabios de la corte hubieran sabido cuál era el sueño, no habrían tenido ninguna dificultad para entenderlo, pues estaban familiarizados con ese lenguaje.

Pero esa no era una simple imagen: era un ídolo. El capítulo 3 lo indica claramente. En ese capítulo, encontramos que el rey Nabucodonosor construyó una imagen de oro, el mismo metal que representaba su reino en la estatua de Daniel 2. Para un rey pagano como Nabucodonosor, Dios reveló el futuro de la humanidad en la forma de un ídolo, que terminó siendo destruido. Dios fue al encuentro del rey en su misma realidad. La visión concluyó con una piedra que destruye la estatua, convirtiéndose luego en un monte que llena toda la Tierra. Se trata del Reino de Dios, que es establecido para siempre (2:44, 45). Este lenguaje no era desconocido para Nabucodonosor, ni para el profeta. Un sinnúmero de textos de Sumer, como el Cilindro de Gudea (c. 2500 a.C.), de Lagash, describen la inauguración de un templo con una piedra que se convierte en un monte que llena toda la Tierra.[2] ¿Qué significa el Reino de Dios, sino su presencia con su pueblo, proporcionándole paz y seguridad? ¿Qué significa un templo, sino la habitación de Dios entre su pueblo? Parte del currículo académico de Babilonia comprende el estudio de la lengua y la literatura sumeria, materias a las que Daniel debe haber sido expuesto durante sus tres años de estudio (Dan. 1:5).[3]

Dios moldeó su mensaje de manera tal que Nabucodonosor y Daniel pudieran comprenderla. Para nosotros, que tenemos un abismo cultural y lingüístico que separa nuestra realidad de la de ellos, puede ser difícil reconocer esto, pero al examinar la cultura de aquella época, esos símbolos cobran mucho sentido.

Daniel 7

La visión de Daniel 7 es, básicamente, la misma que la del capítulo 2. En un intento por amenizar el hecho de que un rey pagano haya recibido una revelación divina, acostumbramos a decir que Nabucodonosor tuvo un sueño, y que Daniel tuvo una visión. En verdad, ambos recibieron una revelación divina; el arameo empleado tanto en Daniel 2:28 como en 7:1 es prácticamente idéntico. En el caso de Daniel, fiel judío, la visión fue de un ídolo compuesto de varios metales.

En lugar de eso, Dios utilizó el esbozo de la Creación. En Génesis 1, tenemos las aguas caóticas (1:2); el ruach, palabra que puede significar tanto espíritu como viento; la descripción de varias clases de actividades divinas, la creación de los animales y la creación del ser humano, recibiendo este el dominio sobre toda la creación (Gén. 1:26-28). Se puede observar la misma secuencia en Daniel 7. La visión comienza con los cuatro vientos (ruach) del cielo, que agitan el mar (aguas caóticas) en el versículo 1. De allí, surgen cuatro animales (vers. 3). Este simbolismo no era claro para Nabucodonosor, pero sí para Daniel; Dios fue al encuentro de este con un lenguaje conocido por el profeta.[4]

Además del Génesis, otros elementos parecen haber influido en la manera por la cual Dios presentó la visión del capítulo 7. El lenguaje del capítulo es muy parecido al usado en manuales de interpretación de sueños y presagios de la religión babilónica; algo familiar para quien era responsable por todos los magos, encantadores y adivinos (Dan. 5:11). Expresiones como “cuatro vientos del cielo” (Dan. 7:1) y las figuras de animales con múltiples cabezas y cuernos son comunes en esta clase de literatura.[5] Otra probable influencia en la elección de los animales de la visión se puede encontrar en Oseas 13:7 y 8. Allí, Dios usa las imágenes de un león, un leopardo y una osa para significar que atacarían a Israel. Lo que tenemos en Daniel 7 es justamente eso: poderes opresores del pueblo de Dios a lo largo de los siglos; es decir, Babilonia, Medopersia, Grecia y Roma. Si esta reconstrucción es correcta, Dios presentó una que tenía muchísimo sentido para el profeta, no solo como fiel seguidor y conocedor de las tradiciones del Antiguo Testamento, sino también como académico de la religión babilónica.

Esa visión debió de haber animado al profeta. Durante años estuvo viviendo en Babilonia y, hasta ese momento, Nabucodonosor era quien recibía los mensajes divinos (capítulos 2 y 4). Entonces, Daniel recibió la confirmación de que, un día, el Hijo del Hombre tendrá la totalidad del dominio en sus manos; y ese dominio no pasará a otra persona.

Daniel 8

Estudiosos del libro de Daniel han intentado discernir algún vínculo entre el capítulo 8 y los calendarios astrológicos usados por los persas griegos. En esos calendarios, el carnero simbolizaba a Persia, el macho cabrío a Siria, territorio dominado por los seléucidas después de la muerte de Alejandro Magno. A pesar de que es atractiva, esta idea presenta serias debilidades. La principal es el hecho de que está fundamentada sobre fuentes tardías (siglo II a.C.), lo que hace difícil verificar si alguien que vivió en Babilonia en el siglo VI estaba familiarizado con esta asociación.

Si el trasfondo de Daniel 7 parece haber sido Génesis 1 y los manuales de interpretación de sueños y presagios babilónicos, el contenido de la visión del capítulo 8 parece ser exclusivamente cúltico;[6] es decir, estaba totalmente relacionado con el lenguaje del tabernáculo israelita. Por ejemplo, los símbolos del carnero y del macho cabrío nos remiten a Levítico 16, capítulo que describe la ceremonia del Día de la Expiación. El “príncipe de los ejércitos” (vers. 11) está relacionado con el hombre vestido de lino de Daniel 10:5; exactamente la clase de vestimenta que el sumo sacerdote utilizaba durante ese día (Lev. 16:4, 23, 32).[7] El uso del término pesha’, traducido como transgresión o abominación, es sugestivo, ya que esa clase de pecado también era removido del tabernáculo en el Día de la Expiación (Dan. 8:12, 13; Lev. 16:16, 21). El uso del verbo purificar (del hebreo nisdaq) también parece tener una connotación cúltica, dado que es utilizado como sinónimo del verbo hebreo tahar (purificar; ver Job 4:17; 17:9),[8] utilizado para describir la actividad de purificación en el Yom Kippur.

Un judío piadoso como Daniel entendería todo el simbolismo del capítulo 8. Después de revelar que existe un futuro promisorio (cap. 7), Dios también reveló cuándo respondería a los diversos ataques de sus enemigos; en este caso, del cuerno pequeño (8:9-14). El contenido básico del mensaje divino era comprensible para el profeta. Al revelar su mensaje, Dios no lo hizo de manera aleatoria.

Reflexiones

Dios se comunicó con un rey pagano y con un profeta hebreo, por medio de temas bien conocidos por ellos. Si Dios encuentra a las personas donde ellas están, ¿por qué, en nuestro ministerio, muchas veces no conseguimos hacer lo mismo? Cuando el pastor visita a los miembros de la iglesia, y llega a conocer sus dilemas o sus alegrías y la historia de cada uno, se hace más fácil presentar sermones relevantes y prácticos. De acuerdo con lo que algunas personas acostumbran decir, “debemos hacer dos exégesis: en texto bíblico y en las personas”.

Estar actualizados con las noticias del mundo y ligados a las redes sociales nos proporciona el conocimiento acerca de los miembros de la iglesia. La interacción personal es necesaria. Cuando Cristo anduvo por este mundo, demostró en su ministerio lo que es ir al encuentro de las personas en el mismo lugar en que ellas están. Sus diálogos y llamados, dirigidos a muchas personas en los evangelios, demuestran que era certero en su abordaje.

Al predicar, nuestras palabras ¿tienen significado para todos los oyentes, alcanzándolos en sus necesidades? ¿Será posible que la razón por la cual usan teléfonos celulares o smartphones durante el sermón sea porque no llegamos a ellos con un mensaje inteligible? Como pastores, necesitamos alcanzar a las personas donde ellas se encuentren.

Sobre el autor: Licenciado en Teología, actualmente está estudiando una maestría en Arqueología de Oriente Medio.


Referencias

[1] A. Leo Oppenheim, The Interpretation of the Dreams in the Ancient Near East (Georgias Press, 1956).

[2] Greg K. Beale, The Temple and the Church’s Mission: A Biblical Theology of the Dwelling Place of God (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2004), p. 51.

[3] Jacques B. Doukhan, Secrets of Daniel: Wisdom and Dreams of a Jewish Prince in Exile (Hagerstown, MD: Review and Herald, 2000), p. 17.

[4] Martin G. Klingbeil, Journal of the Adventist Theological Society 20, n° 1-2 (2009), pp. 47, 48.

[5] Ernest Lucas, Tyndale Bulletin 41.2 (1990), pp. 161-185.

[6] Winfred Vogel, The Cultic Motif in Book of Daniel.

[7] Lewis Anderson, The Michael Figure in the Book of Daniel, pp. 296-317.

[8] Richard Davidson, Journal of the Adventist Theological Society 7, n° 1 (1996), pp. 107-119.