Las visitas a los enfermos constituyen una parte importante de la obra del pastor. Este puede ser de mucha bendición en el hospital al ministrar a las necesidades espirituales de los dolientes. El ministro es en realidad un médico del alma, pero para desempeñar con eficiencia esa responsabilidad debe conocer la mente y el cuerpo.
Las visitas a los hospitales con sus oportunidades es una forma de evangelismo que exige lo mejor del pastor. Debería saber que la función de la religión en tiempo de necesidad consiste en fortalecer al paciente con ayuda de una fe activa en Dios.
¿Qué espera al ministro cuando entra en la pieza del enfermo? Puede encontrar a un paciente que enfrenta problemas desconocidos que giran en torno al temor por el desenlace de su enfermedad, a la ansiedad provocada por el miedo a perder el trabajo y por la cuenta de hospitalización, o a la preocupación por la familia en el hogar. Tal vez el paciente sufre a causa de un sentimiento de culpa y condenación, como los que aquejan al que ha matado a otro en un accidente de automóvil provocado bajo la influencia del alcohol. Tal vez la persona a quien el pastor se aproxima es alguien que se durmió mientras fumaba ocasionando así un incendio que quemó la casa y provocó la muerte de tres hijos. Tal vez el cuarto aloja a una paciente que oyó voces instándola a matar a su esposo con un puñal. Y ella por escapar de esas voces salió corriendo a la calle y sufrió un accidente. ¿Exageramos? No, porque estas son experiencias que les han ocurrido a personas visitadas por un pastor en un hospital en los últimos meses.
El pastor que se dedica a las visitas en los hospitales debe estar preparado para encarar cualquier situación, y debe decir como Pablo: “A todos me he hecho todo”. Antes de entrar en el cuarto del enfermo, muchas veces no sabe si el paciente es viejo o joven; si será sometido a intervención quirúrgica o si acaba de volver de la sala de operaciones; si está asustado por lo que los médicos encontrarán o de lo que ya encontraron; si ‘le gusta el alimento o si lo rechaza violentamente; si es adventista o bautista; si tiene ánimo o está enfermo mentalmente. Este campo es suficiente para desafiar todos los talentos del pastor. Después de realizar unas tres mil visitas en el último año, puedo decir personalmente que me siento incapaz de aproximarme al cuarto del enfermo sin buscar antes la dirección de Jesús.
Escúchese al paciente
No hay una regla fija para seguir ni una fórmula establecida para guiarse en las visitas a los enfermos hospitalizados. El ministro debe estar alerta para captar las necesidades a medida que se presentan. Debe dejarse guiar por la intuición, y sentir lo que debe hacer y decir en el momento preciso. Debería recordar que la primera necesidad básica de la gente es que se los escuche con interés y atención. Los que están muy enfermos posiblemente no podrán hablar, pero los que estén en condiciones de hacerlo deben ser animados a hablar, porque el compartir sus sentimientos le proporcionará gran alivio. Permitid que se expresen sin temor, procurando ser amigables con ellos. Debéis considerar confidenciales todas las cosas que os cuentan.
Las siguientes sugestiones pueden ser útiles en la tarea de visitar a los enfermos hospitalizados.
Ante todo, recordad que formáis parte de un equipo que procura restaurar la salud de los que la han perdido, y que debéis colaborar con las directivas del hospital.
Si veis en la puerta un letrero que diga “No se admiten visitas”, o si la puerta está cerrada, pedid información a la enfermera a fin de no cometer errores. Nada es más desagradable para un paciente que la visita del pastor cuando le están administrando un tratamiento.
Cuando entréis en la pieza de un enfermo, hacedlo con tranquilidad pero confiadamente, y nunca en puntas de pie. No habléis en voz alta con alegría forzada, pero tampoco susurréis. Actuad en la forma más natural posible. Si el enfermo os ofrece la mano, estrechádsela, pero es mejor no invitarlo a hacerlo. Llevad tacos de goma, porque el ruido de la suela es indeseable. Personalmente prefiero permanecer de pie junto al lecho y no sentarme, porque la visual es demasiado baja cuando se está sentado al lado de una cama de hospital, y resulta incómoda para el visitante y el paciente. En la casa, donde la cama es más baja, es preferible sentarse; pero cualquiera sea el caso, mostraos tranquilos. No os sentéis en la cama porque puede hacer ruido, moverse y aun provocar dolor al paciente.
No manifestéis horror o sorpresa ante la vista de un brazo que falta, de un ojo menos o de terribles quemaduras. Esos infortunados deben enfrentar la realidad, y podéis ayudarlos desde el mismo comienzo mediante vuestra propia aceptación de ellos tal como están.
El humor tranquilo puede ser un acierto indispensable cuando se visita a los convalecientes. Por supuesto que estaría fuera de lugar estimular a un enfermo grave a reír de buena gana aun cuando sea capaz de manifestar humor, y no sería acertado provocar la apertura de la herida de un operado de apendicitis a causa del reír violento. Sin embargo la risa moderada a menudo es como un rayo de esperanza, y debéis llevar alegría, y no pesar, al cuarto del doliente.
Háblese bien del personal
Hablad bien del médico y de las enfermeras a la persona visitada. Manifestar confianza en el médico ayuda a infundir seguridad al paciente que está bajo su cuidado. Si sabéis que un médico es incompetente, no lo digáis al enfermo, pero podéis mencionarlo a sus parientes para que tomen las medidas necesarias.
No discutáis su enfermedad con el paciente, a no ser de un modo general. Por supuesto que no podéis desentenderos de ella, pero no manifestéis un interés mórbido por los detalles. No aconsejéis en cuanto al tratamiento. Algunos visitantes pueden sugerir interesantes sustitutos para lo que el médico y las enfermeras están procurando llevar a cabo. Una vieja hermana irlandesa que me visitó cuando yo estaba enfermo me sugirió animosamente que hirviera clavos en agua y que luego bebiera el agua. ¡Estuve contento porque no insistió en que también comiera los clavos!
El pastor visitante no debe limitarse a una sola persona cuando hay otras en la pieza. Si conversa con los demás enfermos promoverá la camaradería y contribuirá a promover la salud mental de aquellos que necesitan ser animados. Si atiende a un solo enfermo, su influencia queda limitada y será criticado cuando se vaya.
¿Debe orar o leer la Biblia el pastor? Estáis ahí para servir los mejores intereses y las necesidades del paciente, por lo tanto es imposible seguir la misma norma con todos los pacientes en todas las situaciones. Debéis actuar con sentido común y discernir el momento apropiado para aplicar estos recursos tan deseables. Hay casos cuando podéis leer cortos pasajes de la Biblia. Sabiendo que sois ministros del Evangelio, generalmente la gente no opone resistencia a vuestro ofrecimiento de orar para beneficio de ellos. Modificad la forma de la oración para que sea apropiada para el católico, el judío, el incrédulo o el protestante.
El momento más propicio para la visita
¿Cuál es el momento más apropiado para visitar a los enfermos en el hospital? Pienso que la mañana no es conveniente, porque generalmente los tratamientos se administran en esas horas, y además los médicos realizan sus visitas. Las horas destinadas a las visitas no son muy convenientes. Por lo tanto, yo diría que las horas que preceden y siguen a la hora de las visitas es el tiempo más propicio. También es mejor visitar al paciente y orar con él la tarde antes de la operación que la mañana cuando ha sido operado. Probablemente en los primeros momentos aún está semi dormido por la anestesia. Vuestra visita y oraciones de la noche antes lo ayudarán a reposar tranquilo y estará preparado espiritualmente para hacer frente a lo que le espera.
La duración de la visita depende de la condición y el interés del paciente. De ordinario no debería durar más de cinco o diez minutos, y hasta tres minutos pueden ser muy provechosos. Es un verdadero arte no dar la impresión de que se está apurado aun en una visita corta, pero ello es importante. Cuando llega el momento de irse, entonces idos.
El ministro que recorre los pasillos de un hospital está siguiendo las pisadas de su Maestro. Las palabras de Cristo: “Estuve enfermo, y me visitasteis”, constituyen el mejor comentario en favor del ministro considerado que puedan hacer los que están enfermos en la casa o en el hospital.
El ministro que comprende esta responsabilidad y se prepara para llevarla a cabo, puede ejercer una influencia positiva para la salud y la felicidad de aquellos a quienes sirve. También puede tener la certeza de que está realizando una valiosa clase de evangelismo. El Señor bendecirá sus esfuerzos.