El pastor es el dirigente espiritual y el consejero de la iglesia, designado para ocupar este cargo por la junta de la Asociación y por lo tanto es responsable ante ese organismo de todo su trabajo. Está por encima de todos los dirigentes locales de la iglesia por virtud de su cargo de pastor. (Véase el Manual de la Iglesia.) El deber del pastor consiste en instruir a los dirigentes de la iglesia para que desempeñen convenientemente sus deberes y en planificar con ellos todo el trabajo y la actividad de la iglesia. (Véase el Manual de la Iglesia.) Esto hace necesario que el pastor se reúna periódicamente con las diferentes comisiones de la iglesia, además de las sesiones con la Junta de la Iglesia. El pastor debe delegar alguna responsabilidad y al mismo tiempo mantener una supervisión general. Esto puede lograrse el primer tiempo detallando claramente en qué consisten las responsabilidades de cada uno; y en segundo lugar pidiendo informes regulares en las comisiones y juntas.
No temáis hacer preguntas para obtener la información necesaria. No deis por sentada ninguna cosa. Sed explícitos en vuestras instrucciones. Manifestad entusiasmo; sed optimistas; sed animosos; sed leales con la denominación, con sus campañas y proyectos; que vuestra dirección sea bondadosa pero positiva.
Si el pastor no tiene planes y un programa de actividad misionera que sugerir, no es probable que tales cosas salgan de la iglesia, aunque algunas veces ocurre. Cuando sucede esto, el pastor imprevisor debe apartarse y no estorbar el progreso, porque su dirección ha sido anulada.
“La mejor ayuda que los ministros pueden darles a los miembros de nuestras iglesias no consiste en sermonearlos, sino en planear trabajo para ellos. Dad a cada uno algo que hacer. Ayudad a todos a comprender que como receptores de la gracia de Cristo tienen la obligación de trabajar para él. Enseñad a todos a trabajar” (Testimonies, tomo 9, pág. 82). “Muchos pastores fracasan al no saber, o no tratar de conseguir que todos los miembros de la iglesia se desempeñen activamente en los diversos departamentos de la obra de la iglesia. Si los pastores dedicasen más atención a conseguir que su grey se ocupe activamente en la obra y mantenerla así ocupada, lograrían mayor suma de bien, tendrían más tiempo para estudiar y hacer visitas religiosas, y evitarían también muchas causas de irritación” (Obreros Evangélicos, pág. 208).
“Enseñen los predicadores a los miembros de la iglesia que, a fin de crecer en espiritualidad, deben llevar la carga que el Señor les ha impuesto —la carga de conducir almas a la verdad. Aquellos que no cumplen con su responsabilidad deben ser visitados, y hay que orar con ellos, y trabajar por ellos” (Id., pág. 211).
“Ministros, predicad las verdades que conducirán al trabajo personal por aquellos que aún no están con Cristo. Estimulad el esfuerzo personal en toda forma posible” (Testimonies tomo 9, pág. 124).
El pastor que desee aplicar correctamente estos principios debe ser bien organizado. Debe trazar planes detallados y presentarlos con entusiasmo a los feligreses. Debe dar una instrucción completa acerca de los deberes y las responsabilidades individuales. No hay sustituto para la instrucción personal dada con entusiasmo.
La mejor manera de lograr este plan consiste en conseguir que la junta pertinente ayude a trazar ese plan —la junta de la escuela sabática, la junta misionera, la junta de la sociedad de jóvenes o cualquier otra que esté implicada.
El éxito se alcanza con la ayuda de un plan de acción bien trazado y cuidadosamente seguido hasta sus últimas consecuencias. Todo depende de la persistencia en el empeño. Tal vez por eso la sierva del Señor dijo: “Dios no tiene lugar para hombres perezosos en su causa; él necesita obreros considerados, bondadosos, afectuosos y fervientes” (Id., tomo 4, pág. 411). Cuando los planes han sido puestos en movimiento, el deber del pastor consiste en estar enterado de las realizaciones, en aconsejar, animar, guiar, pero nunca en abandonar sus esfuerzos o en no manifestar interés.
La organización pastoral
Los escritos del espíritu de profecía indican que las horas matutinas son las mejores para dedicar al estudio. “La madrugada le encontraba con frecuencia en algún lugar aislado, meditando, escudriñando las Escrituras, u orando. De estas horas de quietud, volvía a su casa para reanudar sus deberes y para dar un ejemplo de trabajo paciente” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 69). Un tiempo y un lugar para el estudio son esenciales para el ministro de éxito. También es indispensable que tenga un lugar tranquilo. No debería permitir que se lo interrumpa innecesariamente durante las horas de estudio. No debe olvidar el pastor que después de la hora de estudio viene el tiempo de realizar visitas.
Un archivo o una carpeta de hojas sueltas que contengan toda la información necesaria referente a los miembros de iglesia dispuesto en orden alfabético es indispensable para el pastor que desee economizar tiempo y organizar provechosamente su trabajo. En adición a esto, debería tener listas de miembros organizadas por zonas geográficas a fin de economizar tiempo y combustible. Después de cada visita, el pastor debería anotar en la tarjeta respectiva la fecha y los datos de interés. Recordad que cuando realizáis una visita la hacéis como dirigentes espirituales de la iglesia. No confundáis las visitas pastorales con las visitas sociales. Dejad las últimas para ocasiones especiales. Muchos pastores han perdido su eficacia al cultivar con los miembros de la iglesia relaciones estrechas que no han permitido distinguir cuándo hacían una visita pastoral o una mera visita social. La visita pastoral no necesita ser larga. Uno de los pastores más eficientes que he conocido realiza visitas que a menudo duran solamente cinco minutos y raras veces pasan de los quince minutos. A fin de hacer esto, el pastor debe tomar la delantera en la conversación. Unas pocas declaraciones o preguntas bien dirigidas pueden conducir directamente al propósito de la visita. Pueden leerse versículos adecuados de la Biblia o consejos del espíritu de profecía. Es necesario presentar oraciones fervientes recordando las necesidades ‘esenciales de la familia. Recordad especialmente a cualquier familiar que aún no se haya entregado a Cristo. En la ciudad pueden hacerse cuatro o más de esas visitas por hora —doce o dieciséis en el día, con lo cual quedará bastante tiempo para dar estudios bíblicos, dirigir su junta y realizar otros deberes. Debería pasarse más tiempo en evangelismo personal que en las visitas pastorales. El evangelismo es nuestro trabajo.
“Alcanzad a los que os rodean mediante el trabajo personal. Familiarizaos con ellos. La predicación no hará la obra que necesita hacerse. Los ángeles de Dios os acompañan a las moradas de quienes visitáis. Esta obra no puede delegarse en otra persona… Los sermones no la realizarán. Ganaréis los corazones de la gente al visitarla, al conversar con ella, orar con ella, y al sentir con ella. Esta es la obra misionera más elevada que podáis realizar. Para hacerla necesitaréis una fe resuelta y perseverante, una paciencia inconmovible y un profundo amor por las almas” (Testimonies, tomo 9, pág. 41).
Los miembros de vuestra iglesia responderán mejor y trabajarán mejor cuando sepan que vosotros estáis trabajando. A fin de economizar tiempo, preparad un calendario eclesiástico en el que figuren las juntas y las comisiones que deben celebrarse. Si se realizan regularmente, si se prepara cuidadosamente la agenda, y si el análisis de los ítems se dirige con sabiduría, estas reuniones no necesitan ser innecesariamente frecuentes o largas. Aquí vuelve a presentarse la necesidad de la organización cabal.
“Los ministros deberían apreciar el orden y disciplinarse a sí mismos, y luego podrían disciplinar con éxito a la iglesia de Dios y enseñarle a trabajar armoniosamente como una legión de soldados bien preparados… Los ángeles trabajan armoniosamente. Un orden perfecto caracteriza todos sus movimientos. Cuanto más estrechamente imitemos la armonía y el orden de las huestes angélicas tanto más éxito tendrán los esfuerzos de esos instrumentos celestiales que trabajan en nuestro beneficio. Si no vemos necesidad para la acción armoniosa, y somos desordenados, indisciplinados y desorganizados en nuestra conducta, los ángeles, que son muy organizados y se mueven en perfecto orden, no pueden trabajar con nosotros exitosamente. Se alejan afligidos, porque no están autorizados para bendecir la confusión, la distracción y la desorganización” (Id., tomo 1, pág. 14-9).
Podríamos formularnos esta pregunta: “¿Se unen los ángeles a los servicios de la iglesia de los cuales somos responsables o bien se alejan afligidos?
La reunión de la escuela sabática y el sermón deberían ser los puntos culminantes de la experiencia espiritual de la iglesia. Que esto sea así depende de la consagración, la organización y los procedimientos ordenados de los que tienen la responsabilidad de dirigir estos servicios. Hay que eliminar toda influencia que pueda distraer la atención. La limpieza y el orden en todas las dependencias del santuario son muy importantes. Es esencial instruir a todas las personas que participan en estas reuniones.
El pastor es responsable del orden del servicio de culto y del boletín de la iglesia. Puede delegar el trabajo de pasar a mimeógrafo a otra persona, pero él es el responsable del contenido y de la organización; el boletín debería ser limpio, conciso y bien presentado.
Las visitas que asisten a cualquier servicio de culto de la iglesia deberían quedar impresionadas con la tranquila dignidad, la reverencia y la atmósfera espiritual que prevalezcan en ellos. El comportamiento de los que asisten a la reunión contribuirá en gran medida a causar esta impresión. No importa que la feligresía que asiste sea grande o pequeña, cada servicio debería conducirse con reverencia, orden y un sentido de dignidad espiritual, porque esto atrae al espíritu de Dios y a los ángeles a cada servicio.
Como ministros del último mensaje de Dios, no nos atrevamos a rebajar las normas de la iglesia remanente siendo descuidados en el trabajo o en el culto. Cada uno deberá dar cuenta de su dirección y de sus resultados.
“En cualquier ramo de trabajo, el verdadero éxito no es resultado de la casualidad y del destino. Es el desarrollo de las providencias de Dios, la recompensa de la fe y de la discreción, de la virtud y de la perseverancia. Las bellas cualidades mentales y un tono moral elevado no son resultados de la casualidad. Dios da las oportunidades, el éxito depende del uso que se haga de ellas” (Profetas y Reyes, pág. 357).
Sobre el autor: Presidente de Asociación de Wyoming.