Muchas personas reaccionan negativamente ante cualquier novedad. Conceden su aprobación únicamente a los planes e ideas que han emergido del crisol del tiempo y la experiencia. Debido a que las relaciones públicas constituyen una innovación reciente dentro de la iglesia, algunos las han mirado con suspicacia, y otros han considerado alarmantes las perspectivas de cambio.
Es conveniente que repasemos el papel de las relaciones públicas en la obra y la misión de la iglesia. Este nuevo aspecto de la organización constituye algo más que un mero síntoma de estos tiempos cambiantes. Pone de relieve la vital importancia de las relaciones de la iglesia local con el público. No hay necesidad de alarmarse ante la conciencia de que están ocurriendo grandes cambios, aun dentro de la iglesia. El cambio no tiene nada de malo en sí mismo. Uno debiera preguntarse cuál es la naturaleza del cambio. Las relaciones públicas no constituyen un cambio en la substancia, sino más bien en la forma y el método. No implica un alejamiento de los principios básicos de la doctrina teológica.
El producto que se ofrece es el mismo; únicamente se ha cambiado la envoltura a fin de guardar el paso con el tiempo. La irrefutable evidencia de los números, representada por los datos estadísticos referentes al crecimiento de la Iglesia Adventista, exige inevitablemente que se introduzcan cambios. La transición de un puñado de creyentes a cientos de miles de ellos, de una secta insignificante y despreciada a una denominación religiosa respetada y reconocida, de un pueblo incomprendido y muy difamado a una organización mundial admirada y aceptada por sus magníficas contribuciones a la humanidad, no puede menos que llevar en su estela las aflicciones y los rigores del crecimiento.
Es digno de atención el hecho de que los adventistas han reconocido el papel de las relaciones públicas en el cumplimiento de la misión y el mensaje de la iglesia. Merece nuestra atención porque es un reflejo del avance de nuestra madurez denominacional. La madurez trae aparejada la responsabilidad. Donde antes nuestra misma insignificancia tendía hacia el estrecho parroquialismo y a las técnicas limitadas de evangelización, ahora nuestro desarrollo y reconocimiento universal exigen una reacción responsable, madura y oportuna ante las necesidades del mundo. Donde antes los mensajeros del adventismo llevaban las nuevas a pie o a caballo, o las transmitían mediante “señales de humo,” el presente requiere que se adapte este mismo mensaje para presentarlo mediante la televisión o transportarlo en veloces aviones a reacción.
Pertinencia de la comisión mundial de la iglesia
Es en este punto donde las relaciones públicas muestran su relación con la tarea de la iglesia. Es el eslabón de conexión entre el mensaje histórico y los nuevos tiempos y necesidades del mundo. Es el puente que salva la distancia entre el evangelismo arcaico y el nuevo concepto de “evangelismo total” surgido en el siglo XX. Puede servir de efectivo intérprete de las certidumbres eternas del Evangelio ante una sociedad que ignora totalmente el lenguaje extraño del Evangelio.
El que esto escribe, que se crió en un medio adventista en el que ha vivido durante un cuarto de siglo, ha percibido en el campo de las misiones—en menor grado en los Estados Unidos—lo que le ha parecido casi un complejo aislacionista que afligía al pensamiento denominacional. Todos los que no pertenecían a la familia de la iglesia eran considerados como “extraños.” Antiguamente algunos casi consideraban una apostasía ganarse el sustento en ocupaciones extrañas a la obra. En algunos casos la obra de la iglesia se desarrollaba poco menos que envuelta en una atmósfera de misterio. Un complejo de oscuridad trababa el desarrollo del evangelismo.
Conocedores de los contornos proféticos de los acontecimientos escatológicos, hemos estado tan enceguecidos por el halo del mártir que hemos fallado en ver las sólidas realizaciones que se requieren para merecer el martirio. Tal vez hemos estado tan prendados del futuro heroico, que no hemos logrado reconocer qué se necesita para realizar el heroísmo de testificar efectivamente de la verdad presente. No debe olvidarse que no existen atajos para llegar a la gloria.
Resumiendo el testimonio total de la iglesia en cuanto al evangelismo mundial, sugerimos que el evangelismo fructífero es el resultado de las relaciones públicas esclarecidas y motivadas por el Espíritu. La misión básica de la iglesia consiste en la proclamación del Evangelio, en informar a los seres humanos de la oportunidad y pertinencia del Evangelio. La salvación de las almas resulta del ministerio del Espíritu trabajando conjuntamente con el testimonio público de la iglesia.
El objetivo principal del programa de las relaciones públicas de la denominación consiste en sostener comunicaciones efectivas, porque el trabajo de la iglesia es esencialmente una obra de comunicaciones. Aunque la oficina de relaciones públicas debe realizar algunas actividades ineludibles, básicamente, las relaciones públicas constituyen la tarea de cada miembro. Puede decirse sin temor a equivocación que la comunicación satisfactoria del mensaje de la iglesia se logra o fracasa en la esfera de la congregación. El caso es que cada comunicante debe ser un buen comunicador.
Las relaciones públicas en la avanzada del evangelismo de la comunidad
En este punto nos percatamos del papel vital del pastor y de su grey. Cualquier actitud indiferente o inconsciente de los elementos básicos en las comunicaciones efectivas, queda inmediatamente revelada. De este punto depende el éxito o el fracaso de la iglesia—por lo menos en lo que se refiere a su obra en la comunidad. Porque toda la excelencia de los administradores y los dirigentes de una asociación no pueden compensar plenamente los resultados negativos de un trastorno ocurrido en la avanzada del evangelismo de la comunidad.
Sin embargo, hay ciertos principios básicos que se aplican con igual validez a la esfera de la congregación como al plano administrativo, en lo que se refiere a la obra. de la iglesia. Aunque en algunos casos puede variar la amplitud de la aplicación, los principios fundamentales y operativos permanecen inalterables.» En este artículo limitaremos nuestra consideración al plano de la iglesia local y de su relación con la comunidad inmediata.
Aunque la feligresía de la Iglesia Adventista ha estado bien informada en lo que respecta a las condiciones y necesidades de las misiones extranjeras, le ha sido fácil descuidar el conocimiento de la realidad local, porque lo ha dado por sabido. Estas consideraciones de ninguna manera intentan debilitar la visión de las misiones. En cambio, esta indiferencia hacia la comunidad inmediata sí puede debilitar seriamente nuestro esfuerzo en favor de las misiones, porque se requerirán más fondos, tiempo y talentos para vencer la inercia y la fricción resultantes de la prosecución de la tarea de la iglesia en el campo local.
En efecto, cada progreso logrado en el país fortalece los esfuerzos hechos en pro de la obra en el extranjero. Toda economía hecha en términos de tiempo, talentos y medios deja disponibles más recursos para promover la termina- nación de la gran tarea de evangelización de los países lejanos.
Responsabilidad pastoral en las relaciones públicas
La educación de una congregación está en gran parte en las manos de su pastor. Esto demuestra cuán importante es que el ministerio posea conceptos inteligentes y amplios acerca de las relaciones públicas como un complemento humano de un ministerio consagrado e investido del Espíritu Santo.
Como ejemplo concreto de una buena comprensión de los principios de las relaciones públicas aplicados en la esfera de la congregación, consideremos una de las necesidades básicas de la iglesia frente a cualquier comunidad. El “factor apariencia” en cuanto al santuario y a los adoradores requiere una cuidadosa atención. El templo puede hacerse atrayente sin incurrir en grandes gastos. No sólo el verdadero culto lo requiere así, sino también el verdadero testimonio que debe dar la iglesia.
Si se quiere que el testimonio colectivo de la congregación produzca un resultado máximo, debe tenerse en cuenta la necesidad de mantener una iglesia limpia, pulcra y bien conservada. No es necesario que se disponga de un edificio monumental. Pero la capilla más humilde debe dar muestras inequívocas de un cuidado y una devoción esmerados. En este sentido “la limpieza se acerca a la piedad,” y ninguna iglesia puede permitirse la mínima disminución de esta clase de piedad.
Amistad y cordialidad
Todo el aspecto exterior de la iglesia debe revelar la bienvenida que espera al miembro y al adorador ocasional. En el exterior del edificio no debe haber nada que repela u ofenda al amigo potencial de la iglesia. Ninguna inscripción puesta en el frontispicio o en las paredes interiores debe suscitar la controversia doctrinal de los visitantes.
Las buenas maneras y la correcta apariencia de los miembros constituyen un aspecto de las relaciones públicas de la iglesia que tiene gran importancia. Los vestidos llamativos desmerecen tanto como los trajes desaliñados o sucios; pero el buen gusto, el refinamiento y la modestia en el vestir atraen a las personas no hacia el que viste de esta manera, sino hacia el Objeto Supremo de su adoración.
Las buenas relaciones públicas deben reflejarse en la personalidad y comportamiento de cada miembro. La bondad, la cortesía y el amor revelados en las cosas pequeñas y en las grandes realizaciones constituyen elementos que no pueden reemplazarse; son imprescindibles. La opinión del autor es que tiene mayor importancia fomentar el desarrollo de estos rasgos de carácter cristiano que levantar unos pocos puntos el promedio de las ofrendas de los miembros, por muy importante que sea esto. Debiéramos preocuparnos de que las normas de conducta de los miembros sean de tal naturaleza que no retarden la obra de la iglesia, y que su verdadera conversión se manifieste en su amor hacia sus semejantes.
Interés en el bienestar de la comunidad
El pastor debe respaldar su actuación en el púlpito mediante un interés vivo y sincero en el bienestar y el progreso de la comunidad que sirve. Debiera dejar una fracción de su tiempo para las causas dignas de la comunidad. Ofrecen oportunidad de servir la Asociación Ministerial local, la Cruz Roja, el Círculo de Padres, las campañas contra la delincuencia juvenil, las actividades de clubs como el Rotary. Esto, por cierto, no debe absorber el tiempo y la atención del pastor, sino que debe considerarse como ventanas que se abren para mostrar algunas de las necesidades de la comunidad que permitirán servirle con amor cristiano.
Cuando el pastor no puede atender estas actividades debe animar a los laicos más capaces a que lo hagan. Esto no debilitará su contribución a la iglesia. Por el contrario, si éstos ejercitan sus habilidades especiales podrán prestarle un servicio más eficiente y valioso. Un hombre de negocios, un médico, un abogado, un dentista o un maestro están en condiciones de actuar e influir en esferas donde generalmente un pastor no es bienvenido. Esta clase de servicio le da un aire de coherencia al testimonio de la iglesia.
La iglesia orientada hacia el servicio de la comunidad
Cada actividad de la iglesia puede ponerse en el molde del servicio, sin perder su propósito original. Por ejemplo, la Sociedad Dorcas puede hacer énfasis en el bienestar y el servicio desarrollando un programa de verdadera asistencia social a la comunidad, en lugar de conformarse con la realización de trabajos menores, o con las meras reuniones de costura.
El Club de los Exploradores de la iglesia podría ampliarse para admitir a los jóvenes no adventistas de la comunidad. Así abriría una nueva senda para compartir la fe, que podría resultar una contribución muy efectiva para los jóvenes de la iglesia y para los de la comunidad.
Estos ejemplos pueden sugerir una manera de obrar para los demás departamentos de la iglesia. Los miembros pueden organizarse en grupos que admitan la participación de los vecinos no adventistas. No debemos encerrarnos en un exclusivismo farisaico, porque ésa es una actitud anticristiana condenada por Cristo.
El pastor puede llevar a cabo otra forma de servir a la comunidad. Puede ampliar sus servicios fuera de la inmediata familia denominacional, llegando con esto a ser el pastor de toda la comunidad. Su oficina puede convertirse en el santuario donde los extraños puedan encontrar consuelo, orientación y ayuda. Así el pastor adventista será un verdadero consejero de las personas necesitadas de dirección en las cuestiones del alma y el espíritu. En este lugar tranquilo y amigable el pastor puede llevar a cabo una parte muy efectiva de su obra de evangelización.
De manera que las relaciones públicas de la iglesia local no se limitan a la cantidad de centímetros de columna publicados en la prensa acerca de sus actividades, o a los minutos concedidos gratuitamente en la radio o la televisión para transmitir sus programas. Las relaciones públicas implican, además de esto, llevar el mensaje confortador del alma a todos los hombres mediante el desarrollo y el empleo de todos los medios de comunicación, a fin de servir al mayor número posible de personas con la verdad evangélica presentada en forma que sea fácilmente comprendida y aceptada. Esto es sólo el comienzo de un evangelismo orientado hacia las relaciones públicas.
Es nuestra opinión que un programa de relaciones públicas inteligentes, sólidas y progresivas llevadas a cabo en todos los aspectos de la tarea evangélica de la iglesia, constituye un medio auxiliar efectivo y probado que apoyará las realizaciones de la iglesia. Hará más fáciles muchas de las campañas, y dará un impulso muy necesario a otros esfuerzos y proyectos evangélicos. Ayudará a quitar la inercia asfixiante, y a menudo destruirá las barreras del prejuicio y de los conceptos falsos.
Sobre el autor: Director de Relaciones Públicas de la Unión Canadiense.