Aveces los recién convertidos a la fe adventista participan de la idea errónea de que después de recibir el bautismo y ser aceptados como miembros de la iglesia, experimentarán pocas dificultades y pruebas que estorben su tránsito por la vida. Esperan entrar en un éxtasis espiritual comparable al cielo mismo. Sin embargo, los que militamos por más tiempo en la iglesia, sabemos que entrar en las filas de la fe verdadera es entrar en una verdadera batalla contra el pecado y el mal. Y las batallas siempre ocasionan sufrimientos. Sin demasiado esfuerzo, todos podemos recordar que cuando éramos nuevos en la fe tuvimos más de un choque con los problemas de la vida, cuyas repercusiones casi malograron nuestras conquistas espirituales. Pero para el ojo observador del gran Vigilante celestial, bien pudimos haber sido soltados de nuestras amarras y barridos por la tormenta.

La obra de la instructora bíblica no puede darse por terminada hasta que haya familiarizado a los futuros miembros de iglesia con la posibilidad de que en su nueva vida cristiana tengan que experimentar pruebas más severas que nunca antes, y prepararlos para enfrentarlas con valor y fortaleza cristianos. La instructora debe explicar que las dificultades, aunque no sean necesariamente enviadas por Dios, pueden ser permitidas por él con un buen propósito. Si el Señor hubiera prometido una vida de gozo ininterrumpido después del bautismo, habría cumplido esta halagadora promesa; pero en ninguna parte de la Biblia es posible encontrarla.

Muchas experiencias de sufrimiento triunfante de parte del pueblo de Dios en el pasado se han registrado para animar a los que vivirían más tarde. Su pueblo ha recibido la seguridad de que bajo su bendición, todas las dificultades, aflicciones y persecuciones serán benéficas si se las soporta varonilmente. Debiéramos destacar que Dios le ha ordenado a su pueblo: “Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón…” (Sal. 27:14.) No deben vacilar ante la adversidad. Deben recibir la seguridad de que Dios sobrepujará todos los intentos que haga Satanás para derrotarlos, y que esas mismas aflicciones servirán, como medios de purificación, a fin de prepararlos para la venida del Señor. Deben mirar más allá de esas tribulaciones, hacia el día cuando “heredarán el reino” y desaparecerán las pruebas. El siguiente bosquejo será de utilidad para la presentación de este tema.

Las pruebas como procesos purificador de Dios

I. La comprensión del plan de Dios

1. ¿Qué le dice Dios claramente a su pueblo acerca de la certidumbre de pasar por pruebas? (Juan 16:33, p.p.)

2. ¿Cómo debemos comportarnos frente a ellas? (Juan 16:33, ú.p.)

3. ¿De qué fuente proceden las pruebas?

a. ‘‘El Señor al que ama castiga.” (Heb. 12:6.)

b. “Vuestro adversario… anda alrededor buscando a quien devore.’ (1 Ped. 5:8.)

II. El cuidado amante de Dios

1. ¿Le agrada a Dios afligir a su pueblo? (Lam. 3:33.)

2. ¿Por qué permite las pruebas? (1 Ped. 1:7; 2 Cor. 1:4.)

3. Cuando Dios llamó a Pablo al servicio, ¿qué le dijo que le mostraría? (Hech. 9:16.)

4. ¿Cómo contestó Pablo a los que estaban perplejos por sus sufrimientos? (1 Tes. 3:4.)

5. ¿Cuáles fueron algunos de los sufrimientos de Pablo? (2 Cor. 11:24-28.)

6. ¿Cómo reaccionó Pablo ante esas aflicciones? (2 Cor. 4:17.)

7. ¿Cuál dice el Señor que debiera ser nuestra reacción ante las dificultades? (1 Ped. 4:12, 13.)

III. El gozo y la victoria finales

1. ¿Cuál será la recompensa final de los que soportan las pruebas? (Mat. 24:13.)

2. ¿Olvidará Dios a sus hijos? (Isa. 49:16; Mat. 28:20; Apoc. 2:10. ú.p.)

3. ¿Qué cosa hará Dios por su pueblo en los últimos días? (Apoc. 21:4.)

Dejad al alma atribulada con una confianza en el propósito de Dios. Dirigidla a buscar a Dios con más sinceridad en la oración. Haced que las promesas de la Biblia sean reales para ella, fortaleced su fe para que crea que Dios esta llevando a cabo su plan para su vida. Ayudad al que está en dificultad a que vea ahora, mediante el ojo de la fe, el triunfo final en el conflicto. En lugar de agrandar sus dificultades, enseñadles a regocijarse en el poder de Dios. Explicadle que así dará testimonio del amor eterno de Dios y de su cuidado por todas sus criaturas. Esto es vivir una vida cristiana victoriosa.

Sobre el autor: Instructora bíblica jubilada, California, EE. UU.