Desde el principio este árbol representó los sueños más caros de Dios. Todos estuvieron pendientes de su crecimiento, llevando el registro cuidadoso de su desarrollo y orando por el crecimiento de sus ramas. Todo giraba alrededor del sueño de ver los primeros frutos.

 Finalmente llegó el día, y nuestro manzano dio su primer fruto. ¡Momento inolvidable! Durante varios años contamos con fiel exactitud los frutos recogidos. Queríamos que todo el mundo supiera de nuestro manzano y conociera nuestras manzanas. Nada podía empañar nuestro avance y el cumplimiento de nuestros sueños.

 Pasó el tiempo, ya habituados a lo cotidiano, sin que nadie lo notara y casi sin pensarlo, la cosecha se nos convirtió en rutina; ya no hablábamos tanto de las manzanas, ni del gozo de la primera cosecha. Ahora sólo hablábamos del arduo trabajo que representaba la cosecha y de los cuidados que había que prodigarle al árbol.

 Con el tiempo algunos comenzaron a preguntar. ¿Para qué tantas manzanas? Lo peor ocurrió cuando alguien notó que en algunas manzanas, incluso en el árbol, había gusanos. El enfoque del crecimiento y la producción de manzanas cambió radicalmente y pronto todo el mundo estaba hablando de los gusanos. Nuestros informes ya no daban prioridad al número de manzanas cosechadas, sino a la cantidad de gusanos detectados. Era curioso: el árbol seguía produciendo buenas manzanas, pero la mayoría se concentraba en los gusanos.

 El árbol de Dios ha producido muchas manzanas. He aquí algunas:

Las primeras manzanas

 Nuestra iglesia se organizó en 1863. El principio fue humilde. Primero fueron los 2,300 días y la segunda venida de Cristo, luego el mensaje del santuario, el sábado y el mensaje de salud. Estos fueron los primeros frutos doctrinales de nuestro árbol. Si bien al principio la iglesia surgió en lugares como Norteamérica, Europa Occidental, Australia y Nueva Zelanda, actualmente la situación ha cambiado y la iglesia tiene presencia en 200 de los 230 países reconocidos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

 Hace cincuenta años nuestra feligresía era de 600,000 almas; actualmente somos más de nueve millones en el mundo. Hace medio siglo el 37 por ciento de la feligresía estaba en Norteamérica, hoy sólo el 10.1 por ciento se encuentra allí. Cincuenta años antes Latinoamérica tenía el 16%, hoy representamos el 34% de la feligresía total, y junto con África somos el 66% de la iglesia mundial. Cada cuarenta y ocho segundos una persona se une a la iglesia y cada cinco horas se organiza una iglesia. En la actualidad contamos con 42,200 iglesias organizadas en todo el mundo. Si nuestras iglesias se distribuyeran equitativamente entre la población mundial tendríamos siete iglesias por cada segmento de un millón de personas o una iglesia por cada 142,000 personas. Nuestra feligresía tiene un promedio de 215 miembros por iglesia en el mundo.

 La feligresía ha estado duplicándose cada 11 años. Nuestro índice de crecimiento es de 6.5% al año, mientras que la población mundial crece a un ritmo de 1.6% al año. En 1880 había un adventista por cada 93,000 habitantes; en la actualidad, el promedio es un adventista por cada 660 habitantes. Poseemos el sistema educativo protestante más grande del mundo con más de cinco mil escuelas y universidades. La Radio Mundial Adventista transmite 140 horas diarias en 37 idiomas, con una potencia de 1.35 millones de watts, y recibe más de 100,000 cartas al año.

 ¿Y qué decir de algunos adventistas célebres? El primer ministro de Uganda, el Dr. Sam son Kisekka, es un fiel adventista y anciano de su iglesia. El Dr. Ben Carson, jefe de Cirugía Pediátrica del Hospital John Hopkins, famoso por sus operaciones de cerebro, ha recibido más de 20 doctorados honoris causa. Uno de los más famosos directores de orquesta del mundo, Herbert Blomstedt, director de la Orquesta Sinfónica de San Francisco, es adventista. Ha estipulado en sus contratos, y su agenda está llena hasta el año 2000, que no tendrá ninguna práctica o presentación durante el día sábado. Wintley Phipps, afamado cantante y pastor adventista, ha sido invitado a cantar en la Casa Blanca, a reuniones con Billy Graham y ha estado presente en varios programas de televisión con Diana Ross y Oprah Winfrey.

 Otro de los aspectos que llama la atención de nuestra iglesia, sobre todo hoy que está de moda el vegetarianismo y el consumo de mucha agua natural, es el hecho de que nuestro mensaje de salud, predicado durante más de cien años, ha adquirido más validez que nunca. Muchos estudios científicos han demostrado que un estilo de vida libre de tabaco, alcohol, una dieta vegetariana y un programa de ejercicio moderado, produce un promedio de vida 8.9 años más elevado en los hombres y 7.5 entre las mujeres. Esto significa que los adventistas tienen un promedio de vida mayor que la población. Y hay más manzanas.

 Unirse a la Iglesia Adventista del Séptimo Día es unirse a una familia de más de nueve millones de miembros en el mundo. Pocos individuos pueden sentirse tan seguros al viajar por el mundo como un miembro de la iglesia adventista. La unidad doctrinal y administrativa y el amor, la camaradería y la amistad cristianas constituyen el elemento unificador de nuestra iglesia mundial.

 Otro milagro de la unidad es el hecho de que cada sábado los adventistas se reúnen para estudiar el mismo folleto de Escuela Sabática en todo el mundo. Por ejemplo, si el próximo sábado, usted visita alguna iglesia adventista en Venezuela, Alemania o japón, estará al corriente con su estudio de la lección porque ellos tendrán el mismo folleto en la mano, en su respectivo idioma, naturalmente. Nuestra iglesia, como ninguna otra, hasta donde sepamos, produce millones de folletos para el estudio de la Biblia adaptados a cada edad y necesidad. La Escuela Sabática demuestra la universalidad de la iglesia.

 Por ejemplo, podría decirse que los Luteranos de México no tienen relación administrativa con los Luteranos de otros países; en esencia, son iglesias nacionales. En cambio, los adventistas de México y de otros países somos una iglesia mundial, no una confederación de iglesias nacionales.

 ¿Y los gusanos?

 Recuerdo cuando estudiaba en la escuela de nivel medio, un maestro se presentó cierto día en el aula con una cartulina debajo del brazo. Nos pidió que tomáramos asiento, luego abrió la cartulina y nos mostró lo que había preparado. En el centro de la misma había un punto negro. El maestro preguntó a la clase:

  -¿Qué ven en esta cartulina? Todos respondimos:

  -Un punto negro.

 El maestro dijo a continuación:

  -Así somos los seres humanos, siempre vemos puntos negros en el horizonte, nunca el amplio espacio luminoso.

 Esta anécdota ilustra lo que probablemente ocurre en las iglesias en el mundo. Es casi seguro que hay gusanos. De hecho, siempre los ha habido. El crecimiento y el cambio producen movimiento y confrontaciones inevitables, si no necesarios. Recordemos que nuestro Señor dijo: “Imposible es que no vengan tropiezos” (Luc. 17:1).

 Nuestra iglesia no podía quedar al margen de este fenómeno. Recordemos sencillamente a Coré, Datán y Abiram que desafiaron la autoridad de Moisés y Aarón, acusándolos de ser los culpables de su permanencia en el desierto. El Dr. John Harvey Kellogg se rebeló contra la iglesia, y profetizó que de seguir así la nave adventista se haría pedazos. Las acusaciones y falsedades lanzadas contra Elena G. de White y sus escritos; las crisis teológicas, como el panteísmo predicado por Kellogg; los rowenitas que afirmaban que Margarita Rowen poseía el don de profecía; el movimiento reformista que surgió durante la Primera Guerra Mundial; los cuestionamientos de Desmond Ford sobre la doctrina del santuario; las acusaciones de plagio de Walter Rea contra los escritos de Elena de White en su libro The White Lie (La mentira White. Podría traducirse como La mentira blanca, pensando en una fina ironía del autor). Sí, hubo gusanos en la iglesia. Ignorarlo, no sería honesto de nuestra parte; asombrarse demasiado por ello o desanimarse, sería un error peor. Siempre el pueblo de Dios ha sido y es atacado, desde adentro y desde afuera, y creemos que así será hasta el día final. ¿Qué le ha ocurrido a la iglesia con todo ello? Nada. Sigue adelante venciendo y para vencer.

El equilibrio

 Decir que en el árbol sólo hay manzanas sería un extremo. Decir que no hay sino gusanos, sería otro peor. La iglesia no es perfecta. Es evidente que necesita un reavivamiento y una reforma, y está predicho que eso pronto ocurrirá. “Un reavivamiento de la verdadera piedad entre nosotros es la mayor y más urgente de todas nuestras necesidades. El buscar esto debe ser nuestro primer trabajo.

 “Ha llegado la hora de hacer una reforma completa. Cuando ella principie, el espíritu de oración animará a cada creyente, y el espíritu de discordia y de revolución será desterrado de la iglesia” (Servicio cristiano, pág. 53).

 Dios está obrando para producir esa reforma en su iglesia, y estamos seguros de que la visión no mentirá. Dios siempre ha protegido a su pueblo, y continuará haciéndolo hasta que logre introducirlo en la Tierra Prometida. Dios no ha guiado a su iglesia a través de los siglos porque sea perfecta, sino a causa de las promesas del pacto. Si Dios la ha soportado tanto tiempo, a pesar de las evidentes fallas de carácter que siempre han manifestado sus miembros, ¿hemos de separamos de ella a causa de los ocasionales gusanos que hallamos en el árbol de Jehová? (Isa. 61:3).

 La iglesia se representa como un barco que navega en medio de una tempestad hacia el puerto celestial ¿Hemos de abandonarlo a causa de los problemas suscitados por quienes viajan en él? “La iglesia es la fortaleza de Dios, su ciudad de refugio, que él sostiene en un mundo en rebelión. Cualquier traición a la iglesia es traición hecha a Aquel que ha comprado a la humanidad con la sangre de su Hijo unigénito… A través de los siglos de persecución, lucha y tinieblas, Dios ha sostenido a su iglesia. Ni una nube ha caído sobre ella sin que él no hubiese hecho provisión; ni una fuerza opositora se ha levantado para contrarrestar su obra… Durante los siglos de tinieblas espirituales, ha sido como una ciudad asentada sobre un monte. De siglo en siglo, a través de las generaciones sucesivas, las doctrinas puras del cielo se han ido revelando dentro de ella. Por débil e imperfecta que parezca, la iglesia es el objeto al cual Dios dedica en un sentido especial su suprema consideración” (Hechos de los apóstoles, págs. H, 12).

 Mientras avanzamos hacia la Tierra Prometida, mantengamos los ojos fijos en el Capitán del barco. Mantengamos firme nuestra profesión y miremos confiados hacia el futuro, hacia el momento cuando nos encontraremos con Dios, como lo describe Juan en Apocalipsis 21:2: “Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido”.

Sobre el autor: era director de actividades laicas de la Misión de Occidente de la Unión Mexicana del Norte cuando escribió este artículo.