Había estado en el ministerio por cerca de nueve meses cuando tuve una conversación con el pastor de mi distrito. Estábamos en plena campaña de recolección, la cual parecía avanzar muy lentamente. La iglesia tenía fama de ser siempre la última de la asociación, pero le dimos una palabra de ánimo al director de actividades laicas de la asociación diciéndole que íbamos a cubrir fuertemente la retaguardia. Dije que me preguntaba por qué teníamos que hablar tanto de dinero y hacer tantos esfuerzos para juntarlo. La respuesta fue: “Mientras Ud. esté en esta obra vivirá con dos cosas: dinero y problemas”.
Lo que había dicho el pastor de mi distrito era correcto. Para mis adentros hice la resolución de que trataría con los problemas en la mejor forma posible dejando que el Señor solucionaba el resto, y en cuanto al dinero, ése no sería un problema si había una organización adecuada. ¿Por qué la iglesia a mi cargo no había de ser tan solvente como mis propias finanzas personales? Si mis finanzas personales eran llevadas en forma irreprochable, ciertamente podría lograr que mi iglesia las llevara en la misma forma.
La importancia del debido culto a Dios está bien resumida en las siguientes palabras:
“Culto es lo que se da cuando un buen hombre se compenetra completamente del propósito y de la presencia de Dios… Toda vez que los cristianos se han compenetrado profundamente de la presencia real y del verdadero propósito de Dios, las llamas del altar de su corazón y del altar de la iglesia han ardido con fulgor y han iluminado el camino de Aquel que es ‘el camino, la verdad y la vida’. Cuando quiera que, por otra parte, el narcótico del pecado ha dañado los nervios sensorios del alma, cuando la visión que el hombre tiene de Dios se anubla y su conciencia de las cosas espirituales se malogra, las llamas del culto declinan, el altar del corazón se enfría y el hombre se contenta jugando con las cenizas. No adora más” (Brenner, The Way of Worship, pág. 128).
He aquí algunos breves pensamientos en cuanto a las finanzas de la iglesia que a través de los años he descubierto que constituyen un buen programa financiero.
Téngase un plan financiero
El hombre que trata de librarse de los compromisos financieros, está prisionero en ese momento. El hombre que sabe con cuánto puede contar de su tesorería está libre de tomar decisiones sólidas. ¡Qué tragedia es pastorear una iglesia en la cual no hay un plan financiero! Es muy difícil para un pastor o para una junta de iglesia trazar un programa eficiente de actividades cuando no hay fondos’ en la tesorería. Esto pone al tesorero en una situación desventajosa ante su amigo el pastor y sus compañeros de la junta de iglesia. Siempre se ve obligado a decir:
“Hermanos, no tenemos dinero”. Todos sabemos que es más fácil votar algo cuando tenemos el dinero para pagarlo. Por lo tanto, es bueno que el pastor sepa cómo anda la tesorería al fin de la semana en una iglesia grande, y al fin del mes en una iglesia pequeña.
Es esencial un fondo de reserva
Cada iglesia debiera tener un fondo de reserva. Roger Babson escribe en uno de sus libros, Twenty Ways to Save Money (Veinte maneras de ahorrar dinero), que el dinero debiera estar a nuestro favor, y no en contra nuestra. Lo compara al agua que corre montaña abajo. Debiéramos tener algo de dinero en el banco que esté ganando intereses, y cuando se presente un proyecto que demande unos pesos, siempre los tendremos. El pago al contado también significará un descuento en el comercio donde nos abastecemos.
Una iglesia pequeña no debiera tener menos del equivalente de quince a veinte dólares cada mes como fondo de reserva. Una iglesia mediana quizá podría apartar de cuarenta a sesenta dólares por mes, y una iglesia que tenga varios centenares de miembros, hasta mil o más, para una buena administración debiera ahorrar de cien a doscientos dólares por mes, según la naturaleza de su gestión. Este fondo de reserva dará cierta seguridad a los miembros de la junta. He comprobado que cuando presento un proyecto a una iglesia que posee un buen fondo de reserva, ellos invariablemente votan un importe mayor que el que yo pido. Recuerdo una iglesia que siempre daba más para las diferentes ofrendas denominacionales y locales de lo que yo había pronosticado. Es bueno lograr que una iglesia esté en una situación tal que los miembros de la junta puedan estar confiados.
Ud. podría decir: “Bueno, ¿para qué vamos a hablar tanto de dinero?” Pero, ¿no ha notado Ud. que la Biblia habla mucho acerca del dinero? La posesión de dinero puede ser una gran bendición, o el origen de penosos sentimientos. Es fácil para nosotros votar cualquier proyecto que no demande inversión de dinero, pero cuando se trata de billetes y de monedas los hermanos comienzan a mostrar sus verdaderos sentimientos. Hay una manera correcta y otra incorrecta de hablar de dinero. Aprendamos la manera correcta y usémosla.
Los mejores meses para la promoción
Es sabio usar los mejores meses del año para la promoción. En la mayoría de las iglesias éstos son meses de buenas entradas para los fondos de construcción, de ofrendas denominacionales, gastos de iglesia, etc. No pongo el diezmo en esta lista porque debiera ser separado automáticamente y entregado semanal o mensualmente. Haríamos bien en tomar rápidamente la delantera durante este tiempo para formar reservas para los meses en los que las entradas generalmente son más bajas que el promedio anual. Usemos de imaginación para hacer la promoción.
He comprobado a través de los años que el uso del sobrecito de ofrendas anima a mayores donativos. El uso del plato o de la bolsita favorece las ofrendas de monedas, pero el sobrecito sugiere ofrendas más grandes. Esto hace que el importe de ofrendas que concurren para el gran programa denominacional sea mayor. Uno de los miembros de la iglesia del colegio dijo que en las tres semanas de promoción que celebramos encuentra que su mano se mete profundamente en su bolsillo la primera semana, aferra el dinero en la segunda semana y lo saca afuera en la tercera semana. He seguido el método, con el director de actividades laicas de la iglesia y con los directores de otros departamentos, de darles tres semanas para presentar una necesidad, para que vayan trabajando poco a poco hasta alcanzar un clímax el día de la ofrenda, promoviendo así el uso de los sobres para ofrenda.
Hallo que Benjamín Franklin sentía un poco como el hermano que mencioné. Tenía que ser bastante poco dispuesto a dar. Un día fue a un sermón de su amigo George Whitefield. Anteriomente había tenido una pequeña diferencia con Whitefield acerca del lugar en que había de edificarse un orfanatorio. Franklin se había negado a contribuir ulteriormente, pero no había contado con la oratoria de su amigo. “Al asistir poco después a uno de sus sermones”, dice Franklin, “me propuse para mis adentros que no le daría nada. Tenía en el bolsillo un puñado de monedas de cobre, tres o cuatro dólares de plata y cinco de oro. Al escucharlo comencé a ablandarme y decidí darle las monedas de cobre. Otro arrebato de su oratoria me hizo avergonzar y resolví dar la plata. Y terminó en forma tan admirable que yo vacié mi bolsillo en el plato de la ofrenda, con oro y todo” (A. D. Belden, What America Otees to George Whitefield).
Participación de los jóvenes
Otro experimento que se ha ensayado en la iglesia del colegio ha sido la participación de los estudiantes. Después de todo, ésta es su iglesia lejos de la casa, y durante los tres o cuatro años pasados centenares de ellos han dedicado pequeñas sumas cada mes para los diferentes proyectos de la iglesia. Miles de dólares han ayudado en el avance de la causa de Dios mediante la imaginación, la dedicación y la generosidad de estos jóvenes. Esto ayuda a los jóvenes a ir a las iglesias y a ser sostenedores liberales del programa. Espero que muchas de nuestras iglesias se vean beneficiadas por la preparación financiera recibida por los jóvenes que asisten a la iglesia del colegio.
Un pastor sabio nunca descuida las ofrendas de la escuela sabática para las misiones. Algunas iglesias prefieren que se pongan en carteles murales las cifras alcanzadas la semana anterior. Yo he encontrado que imprimir la cifra en el boletín cumple con la misma finalidad de informar sin el inconveniente de la distracción que significa un cartel mural en las paredes de la iglesia. El secreto para alcanzar un blanco elevado, sin embargo, está en la pequeña promoción medular que efectúa el maestro de escuela sabática cada sábado en su clase. Este llamado personal produce una respuesta meditada y liberal en la ofrenda.
Aumentar el capital
Un poco más de filosofía. Cada mes que pasa sin que se hayan reunido fondos para acrecentar el capital de la iglesia destinado a construcciones y mejoras es un mes derrochado. Aunque se reciban apenas entre veinticinco y cincuenta dólares y no esté en marcha ningún plan de construcciones, eso significa mucho. Ud. tendrá dinero anticipadamente para los gastos de llevar a cabo otra campaña o para pagar a un arquitecto.
Otra ley no escrita acerca de las finanzas de la iglesia: a menos que sea por una circunstancia muy especial, nunca deje a su sucesor con obligaciones financieras para construcciones para más de un año. El merece desarrollar un programa de construcciones suyo propio. Se levantará y lo llamará a Ud. bienaventurado si Ud. tiene las finanzas de la iglesia en orden. Lo amará a Ud. hasta el día de su muerte si Ud. le deja una pequeña suma para completar cualquier obligación de construcciones. Oí acerca de un presidente de asociación que tenía comprometidos todos los fondos que debía administrar su sucesor por cuatro años. Esta clase de política no favorece la reputación financiera del ministerio.
El ministro debe ser un ejemplo
El ministro debiera ser tan liberal en sus contribuciones como se lo permita su presupuesto. Debiera enseñar familia a traer algo a la casa de Dios onda sábado. Debiera dar la bienvenida al tesorero de la asociación que viene a investígar en los libros de la iglesia acerca de sus contribuciones personales al programa mundial. Debiera evitar hacer demasiado hincapié en una campaña tan especial, eliminando de esa forma la turbación que pueda tener al no poder cumplir su cometido. Debiera ser un “ejemplo de los creyentes” en relación con su dadivosidad.
Es más importante tener dinero para pagar los gastos corrientes que tener un gran fondo para construcciones. Si Ud. saca demasiado del fondo operativo de la iglesia o escuela en beneficio del fondo de construcciones, confundirá a su congregación y se meterá en problemas. Las dos cuentas deben llevarse separadas y debe dársele primacía a la primera. No le haga morder a su gente más de lo que puede masticar. Una construcción se completa en tres o cinco años. El edificio se hace generalmente de una vez por todas, pero su mantenimiento, más los otros gastos, son algo permanente.
La iglesia debiera subvencionar a la escuela tanto como sea posible, siendo ese subsidio lo que la hará verdaderamente una “escuela de iglesia”, y no una escuela sostenida únicamente por los padres cuyos hijos asisten a la misma. El espíritu de profecía exhorta a todos los que son miembros de la iglesia a tomar parte en el sostén de la escuela. Mantenga la subvención tan fuerte y el precio de la enseñanza tan bajo como sea posible, dando así a todos la oportunidad de obtener una educación cristiana.
Usted es el pastor. Mantenga a su iglesia fuerte financieramente y lleve adelante un programa enérgico que saque a relucir las mayores virtudes que la iglesia debe tener antes de recibir a su Señor que viene.
Sobre el autor: Pastor en el Colegio Walla Walla, Washington