El libro del Apocalipsis no fue escrito en las mejores circunstancias. El emperador Domiciano (81-96) había desatado una nueva persecución contra los cristianos en el Imperio Romano. Juan fue apresado y llevado a Roma. Allí, según relata Tertualiano (c. 155-220), el emperador intentó ejecutarlo públicamente arrojándolo en un tanque de aceite hirviendo. Sin embargo, el anciano apóstol fue protegido por Dios y resultó ileso. Enfurecido, el emperador ordenó exiliarlo a Patmos (De Praescriptionibus Adversus Haereticos, 36.3).

Ahora el anciano apóstol se encontraba prisionero en la isla-cárcel de Patmos (Apoc. 1:9). Sus iglesias se encontraban solas y sin líderes, pues los romanos solían comenzar su persecución con los dirigentes de las comunidades cristianas, con la esperanza de que, sin liderazgo, las iglesias simplemente se desintegren. Quizás entre los creyentes de las siete iglesias surgió una pregunta: ¿valdría la pena levantarse y liderar la iglesia, cuando al hacerlo se enfrentarían a tribulaciones, persecución y martirio?

Es maravilloso como, mediante tan solo una visión, Cristo respondió a las preguntas y las inquietudes espirituales que asolaban las mentes de los creyentes. Adorando un día sábado, Juan afirma que vio en visión “siete candelabros de oro, y entre los siete candelabros vi a uno semejante al Hijo del hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies; tenía el pecho ceñido con una cinta de oro. […] Tenía en su mano derecha siete estrellas, y de su boca salía una espada aguda de dos filos” (Apoc. 1:13-16)

Con una sola imagen, Dios les explica a los creyentes cómo estaba actuando a su favor mientras ellos sufrían tribulaciones:

1. Jesús estaba en medio de siete candelabros. Él mismo explica que “los siete candelabros son las siete iglesias” (vers. 20). Es decir, en este momento de persecución Jesús estaba en medio de ellos, acompañándolos, sin dejarlos solos.

2. Jesús estaba vestido como un sacerdote. Él intercedía por ellos en el Santuario celestial, asegurando que sus oraciones lleguen al Padre y siendo el canal por el cual las bendiciones celestiales fluían hacia los creyentes.

3. “…de su boca salía una espada aguda de dos filos” (vers. 16). Esta es la misma descripción que se hace de la Biblia en Hebreos 4:12. En momentos de tribulación, los creyentes podían escuchar la voz de Cristo al leer la Palabra de Dios.

4. Jesús afirma que las siete estrellas en su mano derecha “son los ángeles de las siete iglesias” (Apoc. 1:20). Juan había recibido la orden de escribir el Apocalipsis y enviarlo a las siete iglesias. Cada carta a las siete iglesias comienza con una frase: “Escribe al ángel de la iglesia de…”. Aquí se usa la palabra griega angelos, que significa simplemente “mensajero”. Aunque en ocasiones este vocablo se utiliza para referirse a seres angelicales, este significado no tiene mucho sentido en este contexto. Es evidente, por lo tanto, que esta es una referencia a siete valientes personas que dedicaron sus recursos, tiempo y energía para ser mensajeros del mensaje profético de esperanza del Apocalipsis y llevarlo a las siete iglesias. ¿Y cuál fue la recompensa por este servicio abnegado? Jesús consideraba a estas personas como estrellas brillantes, a quienes protegía y atesoraba en su mano. Tenían un lugar especial en la mente de Dios, un lugar de afecto por su liderazgo y servicio.

Para Cristo, nuestro ministerio y nuestra entrega abnegada, sobre todo en contextos difíciles, nunca pasan desapercibidos.

Sobre el autor: Editor asociado de la revista Ministerio, edición de la ACES