El relativismo y la voluntad individual necesitan dar lugar al “así dice el Señor” en cada punto de fe y práctica.
¿Cuál es la relación entre (a Palabra y la entrega del Espíritu Santo, tal como la define la Biblia? ¿Cómo consideraban los pioneros a las Escrituras en el contexto del reavivamiento y la restauración de la verdad? ¿Qué enseñó Elena de White acerca de la centralidad de la Palabra de Dios para la iglesia remanente? Este artículo es una reflexión, más que una disertación sobre este tema.
El Espíritu y la Palabra
La visión de los dos olivos, dada a Zacarías, sugiere una relación directa entre la Palabra de Dios y la entrega del Espíritu Santo. En el contexto de la restauración del Templo -relato que se coloca en paralelo con la restauración de la verdad por medio del remanente-, Zorobabel y Josué recibieron la garantía de que la obra se terminaría gracias al poder del Espíritu Santo.
El Apocalipsis retoma la visión de Zacarías al referirse a los dos olivos como el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento (Apoc. 11:4). Al hacer esta relación, se señala el vínculo entre la Palabra y el Espíritu Santo.
De esta forma, los tubos de la visión de Zacarías, que unían los olivos a los candeleras, reflejan la unión entre la Palabra de Dios y los creyentes: condición necesaria para recibir el poder del Espíritu Santo. Son un símbolo elocuente de la necesidad de comunión, del estudio y la sumisión a la Palabra revelada de Dios.
Elena de White señala que “quienes escudriñan las Escrituras con diligencia y mucha oración, y confían en Dios con una fe firme y obedecen sus mandamientos, están representados por las vírgenes sabias” (Recibiréis poder, p. 18).
Jesús nos reveló la importancia de la autoridad de la Palabra al someterse a ella. Cada vez que repitió el célebre “Escrito está”, dio prueba de que él mismo, como Dios y Señor, el Autor de la Palabra, se sometía a su autoridad.
Las Escrituras en la Iglesia Adventista
A fin de ejercer su papel en la iglesia, las Escrituras deben ser aceptadas como la única y suficiente regla de fe y práctica. En el desarrollo del adventismo, constituyeron esta norma. Aun cuando Elena de White recibió visiones acerca de algunas doctrinas que eran discutidas por los pioneros, ella no compartió aquellas para indicar el camino que se debía seguir, sino para confirmar la convicción de la verdad descubierta por medio del estudio de las Escrituras con oración.
En los primeros años de circulación de la Review and Herald y de otras publicaciones adventistas, existían diversas sospechas hacia las visiones y los sueños. Jaime White llegó a escribir que, “como muchos manifiestan prejuicios hacia las visiones, creemos que es mejor, por ahora, no incluir este tipo de contenido en el periódico” (RH, 21 de julio de 1851). Esta actitud se mantuvo en los primeros años de las publicaciones, indicando cuán centrales eran las Escrituras para los pioneros, los que deseaban una restauración plena de las verdades reveladas por sobre las tradiciones humanas.
En octubre de 1855, él tocó nuevamente el tema al decir que “las opiniones publicadas en sus columnas provienen de las Santas Escrituras. Ningún autor de la Review se ha referido a ellas [las visiones de Elena de White] como autoridad en algún aspecto. […] El lema ha sido ‘la Biblia y solo la Biblia como la regla de fe y práctica’ ” (RH, 16 de octubre de 1855)
Las Escrituras son la única y suficiente fuente para entender la voluntad de Dios. También sugiere que las visiones fueron dadas para confirmar o ampliar los hallazgos, y para validar los puntos doctrinarios alcanzados por medio de la oración y el estudio exhaustivo de las Escrituras.
La Biblia es una fuente inagotable y completa de la revelación de la voluntad de Dios. Cada aspecto de la fe y de la experiencia cristiana ha sido revelado.
Lo esencial de las Escrituras
En el capítulo titulado “Nuestra única salvaguardia”, en el libro El conflicto de los siglos (CS), Elena de White delinea algunos principios fundamentales de la visión adventista sobre las Escrituras. Sus palabras no solo sirven para recomendar el estudio y la comprensión de la voluntad de Dios revelada en la Biblia, sino también destacan el papel y la independencia de las Escrituras en relación con las demás formas de conocimiento.
Ella escribió que “al pueblo de Dios se le indica que busque en las Sagradas Escrituras su salvaguardia contra las influencias de los falsos maestros y el poder seductor de los espíritus tenebrosos. […] El contra hacimiento se asemejará tanto a la realidad que será imposible distinguirlos sin el auxilio de las Santas Escrituras. […] Solo los que hayan fortalecido su espíritu con las verdades de la Biblia podrán resistir en el último gran conflicto” (GS 651).
Probablemente este capítulo sea el más elocuente en la exaltación de la Palabra de Dios. Basado en él, podemos decir que el adventismo defiende la experiencia personal e individual con la Palabra de Dios como una pieza esencial en la vida cristiana.
Elena de White señala que “Dios tendrá en la Tierra un pueblo que sostendrá la Biblia, y la Biblia sola, como piedra de toque de todas las doctrinas y base de todas las reformas. Ni las opiniones de los sabios, ni las deducciones de la ciencia, ni los credos o las decisiones de concilios tan numerosos y discordantes como lo son las iglesias que representan, ni la voz de las mayorías, nada de esto, ni en conjunto ni en parte, debe ser considerado como evidencia en favor o en contra de cualquier punto de fe religiosa. Antes de aceptar cualquier doctrina o precepto, debemos cerciorarnos de si los autoriza un categórico “Así dice Jehová” (CS 653).
Contra el relativismo
En la actualidad, es común que la ciencia, la experiencia o la voluntad individual se pongan por sobre lo que Dios dice en su Palabra. Sin embargo, solo la Palabra de Dios servirá de luz en contra del engaño de los últimos días.
Dios habla por medio de su Palabra de forma clara, simple y directa, por lo que nada impide que “los que hayan estudiado diligentemente las Escrituras y hayan recibido el amor de la verdad en sus corazones [sean] protegidos de los poderosos engaños que cautivarán al mundo” (CS 683). En una cultura que favorece la tolerancia y los discursos políticamente correctos, se ha vuelto rutina enfrentar la verdad como un asunto que depende del punto de vista, sujeto a la interpretación personal o a ciertos paradigmas. Cuando alguien afirma que las declaraciones de las Escrituras pueden ser comprendidas de manera conservadora o liberal, ya se ha instituido el relativismo. Cristo afirmó, a diferencia de los maestros de la ley, que la voluntad se revela en claros “sí, sí”, o “no, no” (Mat. 5:37); cualquier cosa que vaya más allá proviene del maligno. No pueden existir dos opiniones correctas o aceptables sobre un mismo punto de fe y práctica sin que nos hayamos sumergido en el relativismo de la Posmodernidad.
Una experiencia individual e inteligente
No basta que se aprenda acerca de Dios en la iglesia, por medio de los pastores o leyendo libros. Cada creyente necesita aprender por sí mismo la voluntad de Dios, por medio de su Palabra.
Elena de White escribió: “Satanás trata continuamente de atraer la atención hacia los hombres en lugar de atraerla hacia Dios. Hace que el pueblo considere como sus guías a obispos, pastores y profesores de teología, en vez de estudiar las Escrituras para saber por sí mismo cuáles son sus deberes (CS 653; énfasis agregado). Sin embargo, esta experiencia personal debe ser viva, directa, inteligente y con poder transformador. Abarca el intelecto y las emociones, los que deben ser definidos e instruidos por medio de la verdad revelada. Debemos “ejercitar en el estudio de las Santas Escrituras todas las fuerzas del entendimiento y procurar comprender, hasta donde es posible a los mortales, las profundas enseñanzas de Dios […]. Debemos acercamos con espíritu humilde y dócil para obtener conocimiento del gran Yo Soy (CS 657).
Para muchos cristianos, la verdad es tan solo la persona de Cristo. Sin embargo, la persona de Cristo, cuando se la considera independiente de su voluntad objetiva para nosotros, se convierte en una idea emocional que no tiene nada que ver con la revelación. Elena de White afirma que “la verdad y la gloria de Dios son inseparables, y nos es imposible honrar a Dios con opiniones erróneas cuando tenemos la Biblia a nuestro alcance. Muchos sostienen que no importa lo que uno cree, siempre que su conducta sea buena. Pero la vida es modelada por la fe. Si, teniendo la luz y la verdad a nuestro alcance, no procuramos conocerla, de hecho, la rechazamos y preferimos las tinieblas a la luz” (CS 655). En este sentido, ella afirmó que “el primero y más alto deber de toda criatura racional es el de escudriñar la verdad en las Sagradas Escrituras y luego andar en la luz […] con la ayuda de Dios, debemos formarnos nuestras propias opiniones, ya que tenemos que responder a Dios por nosotros mismos” (CS 656).
De esta manera, en contraste con la “teología del encuentro”, que predica una religiosidad expresada en el sentimiento de una relación personal con Cristo, el Adventismo entiende que “Dios nos ha dado su Palabra para que conozcamos sus enseñanzas y sepamos por nosotros mismos lo que él exige de nosotros” (ibíd.); y conocer y vivir las verdades espirituales nos capacita para descubrir “al engañador bajo su disfraz” en los últimos días (CS 683).
No puede haber reavivamiento sin la restauración de la verdad, sin desatarnos de las tradiciones y las opiniones particulares que compiten con la Palabra de Dios. Opiniones personales que pretender tener sentido, tradiciones y costumbres seculares, el relativismo y la voluntad individual, necesitan dar lugar al “así dice el Señor” en cada punto de fe y práctica.
Sobre el autor: Editor de libros de la CPB.