¿Cómo han llegado Uds. los adventistas a su interpretación de la palabra griega parusía que aparece en las Escrituras del Nuevo Testamento? Los que hacen esta pregunta son personas que creen que el regreso de Cristo a este mundo para llevar consigo a su pueblo será un algo invisible y que solamente unos pocos justos lo advertirán cuando ocurra.

La palabra griega parusía se emplea 24 veces en las Escrituras del Nuevo Testamento. En la mayoría de las versiones se ha traducido generalmente como “venida” y dos o tres veces como “presencia”. El léxico griego define el término como “estar presente” “presencia” o “llegada”. Los adventistas no niegan esto. Lo que rechazamos es la noción de que el hecho de estar presente Cristo, su presencia o llegada cuando vuelva a la tierra deba ser espiritual, impersonal, secreta, invisible, y deba ocurrir de tal forma que solamente las pocas almas justas que estén vivas en la tierra en ese tiempo se den cuenta de ello. No hay nada en la palabra parusía en sí que indique o que siquiera deje entrever eso.

Pablo escribió desde Éfeso a los creyentes de Corinto: “Me regocijo con la venida de Estéfanas, de Fortunato y de Acaico, pues ellos han suplido vuestra ausencia” (1 Cor. 16:17). ¿Qué razón puede darse para suponer que la venida (parusía) de esos tres hombres a Éfeso con el apóstol fuese tan secreta, invisible e impersonal que nadie más que Pablo se percatase de ella?

El mismo apóstol escribió a los creyentes de Filipos para decirles que esperaba visitarlos “para que abunde vuestra gloria de mí en Cristo Jesús por mi presencia [parusía] otra vez entre vosotros” (Fil. 1:26). ¿Hay alguna razón por la cual la presencia de Pablo entre ellos no fuera literal, personal, visible, o porque sólo unas pocas personas de entre ellos pudiesen darse cuenta de ello cuando ocurriera?

Al mismo grupo de cristianos Pablo escribió: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia [parusía] solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Fil. 2:12). La presencia del apóstol en Filipos no había sido secreta, invisible e impersonal cuando trabajó allí como evangelista. La historia (Hech. 16:12-40) revela que la ciudad entera estuvo sumamente bien enterada de ella.

Pablo le hizo saber a la Iglesia de Corinto que algunos de sus miembros pensaban en él, diciendo: “Porque a la verdad, dicen, las cartas son duras y fuertes; mas la presencia [parusia] corporal débil, y la palabra menospreciable” (2 Cor. 10:10). ¿Significa esto que la presencia corporal del apóstol no había sido literal, personal y visible, y que solamente unos pocos de aquellos corintios se habían percatado de ella, cuando él trabajó entre ellos un año y seis meses? (Hech. 18:11.)

Pedro, como uno de los doce apóstoles, escribió con convicción: “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad” (2 Ped. 1:16). Cuando Cristo vino a este mundo hace aproximadamente diecinueve siglos, su presencia fue literal, personal y visible. Los hombres lo veían en su carne, lo oían hablar, conversaban con él y lo veían trabajar. Lo clavaron literalmente en la carne a la cruz. Juan, uno de sus discípulos, escribió de él como “lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos” (Juan 1:1). Además, amonestó a todos contra la doctrina docetista de los pretendidos maestros cristianos que negaban que Cristo hubiera venido en carne (1 Juan 4:2, 3).

Los discípulos de Jesús le preguntaron: “¿Qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mat. 24:3). En su respuesta el Señor dijo:

“Así que si os dijeren: Mirad, está en el desierto, no salgáis; o mirad está en los aposentos, no lo creáis. Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida [parusia] del Hijo del Hombre… Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (vers. 26-31).

De acuerdo con esta declaración de Cristo, una de las señales de su venida (parusia) sería la propagación de la teoría según la cual eso sería una cosa secreta, como algo que no sería visible y abiertamente manifiesto a los habitantes del mundo en general. Nos amonestó contra esa idea engañosa y declaró enfáticamente que su venida (parusia) sería tan abiertamente manifiesta y visible para todos como lo es un gran resplandor de un relámpago que ilumina tierra y cielo del horizonte oriental hasta el occidental. Todos los habitantes vivientes de la tierra se percatarán de ello cuando se realice, porque “entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo”. No habrá solamente un despliegue visual de “poder y gran gloria” sino también efectos de sonidos audibles, porque se enviará a ángeles “con gran voz de trompeta” para juntar a los redimidos con su Señor.

Cristo también dijo: “Mas como en los días de Noé, así será la venida [parusia] del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida [parusia] del Hijo del Hombre” (vers. 37-39).

El diluvio que ocurrió en los días de Noé no fue un suceso secreto, invisible, conocido sólo por unas pocas personas justas. Fue una catástrofe literal de proporciones globales, que cubrió las más altas montañas con agua y destruyó casi todas las plantas y animales de este planeta (véase Gén. 7: 18-23). Si bien es cierto que solamente unas pocas personas justas (ocho en total) se salvaron de entre los que vivían en ese tiempo, ciertamente los muchos que perecieron estaban bien conscientes de la presencia del diluvio cuando llegó.

Pablo escribió que “como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida [parusia]” (1 Cor. 15:22, 23).

¿Será la venida de Jesús y la resurrección de los justos algo secreto e invisible?

El apóstol sigue diciendo en el mismo capítulo: “No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles” (vers. 51, 52). Esto está en armonía con lo que dijo Cristo, como hicimos notar antes, de que a su venida enviaría a sus ángeles “con gran voz de trompeta” para juntar a su pueblo consigo. También está de acuerdo con la declaración que Pablo escribió a otra iglesia:

“Nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida [parusia} del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tes. 4:15-17).

Estos diversos pasajes de la Sagrada Escritura indican que la venida (parusia) de Cristo a la tierra será literal, personal, universalmente visible, y hasta audible. “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él” (Apoc. 1:7; véase también Apoc. 6:14-17).

En otros pasajes el Señor nos exhorta a estar listos para su venida (parusia) y nos amonesta a no dejarnos engañar por ningún hombre en cuanto a ello (véanse 1 Tes. 3:13; 5:23; 2 Tes. 2:1-9; Sant. 5:7, 8; 1 Juan 2:28).

A la luz de lo que Cristo y sus apóstoles han dejado registrado para nuestra información tocante a su venida (parusia) de nuevo a la tierra para llevar a los justos, vivos y muertos, al cielo, los adventistas del séptimo día tienen ciertamente una base bíblica para su creencia de que será literal, visible, y de que toda la humanidad viviente en este planeta se dará perfecta cuenta de ello cuando ocurra.