La Votación

Tiempo atrás estuve presente en la escuela sabática de una de nuestras iglesias. Un alumno dirigía la reunión. En ella se iba a decidir el blanco de la ofrenda de los doce sábados y la del 13cr. sábado. Presentó el plan general en forma fragmentaria y más bien desordenada; acto seguido preguntó si los presentes estaban conformes. Supongo que habrá visto alguna expresión de consentimiento, porque siguió diciendo que el blanco sería el que había sugerido, sin que nadie hubiese hecho y apoyado moción alguna, y sin siquiera haber discutido la proposición. Creo que cualquiera diría que esta presentación no estuvo a la altura a que debieran estar nuestras reuniones.

Los directores de distrito harían bien en enseñar a los miembros laicos a presentar los blancos, tanto los de la escuela sabática como los de la iglesia en forma clara, que nos revele como un pueblo que hace las cosas con orden y precisión.

Hay que tener en cuenta seis puntos en la presentación de cualquier asunto que necesite la aprobación de una asamblea o del público en general. Son los siguientes:

1. La persona que preside la reunión expondrá el asunto a decidirse con toda claridad y precisión. Es conveniente hacer una breve reseña del mismo a fin de que todos comprendan bien de qué se trata.

2. El presidente averiguará la opinión del grupo solicitando que alguien haga una propuesta. Cualquier miembro puede hacerlo, y existen diferentes maneras de manifestarlo: levantando la mano, o diciendo: “Lo propongo,” o “propongo que …”

3. Toda moción tiene que ser secundada o apoyada. Basta que alguien se levante y diga: “Lo apoyo,” o que levante la mano dando evidencia de su apoyo.

El siguiente paso es invitar a quienes están de acuerdo o en contra de lo propuesto y apoyado a que manifiesten su opinión, es decir, a que hagan observaciones. Al hacerlo simplemente se da lugar al ejercicio del derecho que asiste a todos los presentes de expresarse a favor o en contra del proyecto en discusión.

5. Luego viene una parle importante: la votación. El que preside la reunión establecerá con claridad la forma en que se han de computar los votos. No es necesario que la asamblea designe la forma de la votación. Será suficiente que el presidente diga algo por el estilo de: “Los que están de acuerdo, sírvanse levantar la mano,” o “Sírvanse decir sí,” o “Sírvanse ponerse de pie para expresar su voto.”

Después de haber dado lugar a las manifestaciones de opinión a favor del proyecto, el presidente deberá dar lugar a que los opositores manifiesten su disconformidad diciendo: “No,” levantando la mano, o poniéndose de pie.

6. Por último, el presidente tiene el deber de anunciar el resultado de la votación. Si fue favorable al proyecto presentado, debe decir algo como sigue: “Declaro votado el asunto,” o “El asunto quedó votado así o asá.” Es necesario hacerlo porque la congregación no puede ver cuántos votaron a favor o en contra. El presidente define, mediante la votación, si se aprueba o no la propuesta.

El saber desempeñarse ante una asamblea repercute en la personalidad. Una persona que sabe conducir una votación de acuerdo con lo establecido en los puntos que anteceden, no necesita temer actuar en público. Saber conducir correctamente las reuniones públicas añade confianza propia. No hay nada que nos dé mayor seguridad personal que el conocimiento de que estamos haciendo lo que es correcto, y que lo estamos haciendo de acuerdo con las normas prefijadas.

Los dirigentes de nuestras iglesias apreciarán recibir instrucciones más detalladas sobre estas cosas. Por otra parte, sería bueno darles de vez en cuando la oportunidad de practicarlas. Es nuestro deber de ministros corregir los métodos defectuosos de quienes dirigen nuestras reuniones administrativas, ya sean de la escuela sabática o de la iglesia.