La dedicación adventista a la verdad se fundamenta en su amor por Jesús

La Asociación Ministerial de la Asociación General eligió el tema: “La verdad tal cual es en Jesús”, para los concilios ministeriales que celebro en varias partes del mundo durante este quinquenio. El tema revela un interés particular en la “verdad”. Esa ha sido, de hecho, una característica peculiar de la Iglesia Adventista del Séptimo Dia. Respetamos la verdad. Buscamos la verdad. Predicamos la verdad. Elena de White menciona “la verdad” más de mil veces en todos sus escritos.

Nuestro mensaje se conoce como la “verdad presente” (2 Ped. 1:12). Pedro usa esta expresión para referirse a la predicación del “poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo” (2 Ped. 1:16). La verdad es un término adventista.

El concepto adventista de la verdad

La primera declaración de fe en nuestra historia está en una declaración informal que Jaime White dio a la Iglesia Bautista del Séptimo Día. En esa declaración Jaime White describió al grupo de adventistas observadores del sábado como “unidos por los lazos del amor: amor por la verdad, amor unos por otros, y amor por un mundo que perece”.[1] Incluso hoy, el concepto de “verdad” está en el corazón de la vida, el mensaje y la misión de la iglesia. Por ejemplo, la introducción al libro Creencias de los Adventistas del Séptimo Día… nosda un resumen del concepto adventista de verdad bíblica. De allí emergen tres características básicas de la comprensión de la iglesia de lo que es “verdad”:

Primero, la naturaleza eterna e infinita de Dios se ve como la base para el concepto progresivo de la verdad y el conocimiento. “Reconociendo que Aquel que es la encarnación de la verdad es infinito, confesamos humildemente que todavía hay mucho de la verdad que queda por descubrir”.

Segundo, la Biblia se considera como un revelador de la verdad para quien abre sus páginas bajo la influencia del Espíritu Santo, resultando en nuestra comprensión progresiva de la verdad. Reconocemos la noble línea de testigos –Wiclef, Hus, Lutero, Tyndale, Calvino, Knox y Wesley—, cuyos progresos en la recepción de nueva luz hicieron avanzar a la iglesia hacia una comprensión más plena del carácter de Dios. Esta comprensión es siempre progresiva”.

Tercero, la actitud de apertura, obediencia y humildad del lector de la Biblia se presenta como una condición para hallar la verdad de la Palabra de Dios.[2] ¿Cuán vital es el amor adventista por la verdad? Jaime White concibió la verdad como esencial para la unidad de nuestra iglesia. Es “nuestro amor por la verdad” lo que nos une mutuamente y nos libra de “sentimientos partidistas”.[3] Esta en el mismo núcleo de nuestro mensaje, nuestra misión y nuestro ministerio.

Interés adventista por la verdad

¿Por qué nos interesamos tanto por la verdad? Primero, porque Dios es verdad y nosotros somos su pueblo.

Segundo, el concepto de verdad progresiva es claro tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos, y nos desafía a un continue estudio de la verdad.

Tercero, el impacto de la Reforma Protestante sobre el pensamiento adventista del séptimo día siempre ha sido importante. Parte de esa herencia nos ha guiado a aceptar la autoridad final de la Biblia y la necesidad de buscar la ver- dad a través de un escudriñamiento cuidadoso de la Biblia bajo la dirección del Espíritu Santo.

En cuarto lugar esta la herencia de los pioneros adventistas y su intensa preocupación por la verdad con el propósito de prepararse para la segunda venida de Cristo.

Finalmente, el tema del gran conflicto conlleva la perpetua preocupación de salvaguardar la verdad (véase 2 Tes. 2:10, 11).

Verdad y conflicto adventista

A pesar de nuestro compromiso con la verdad tal cual es en Jesús, hemos hallado que la iglesia entra en conflicto de tiempo en tiempo con respecto a esa verdad. En nuestra historia hemos cometido errores que Dios ha corregido. Algunas antiguas tensiones teológicas subsisten, sobre temas como la justificación por la fe, la naturaleza de Cristo, y las profecías de Daniel y Apocalipsis.

Al hacer declaraciones doctrinales existe el peligro de que nos olvidemos de lo que es de importancia suprema: la visión del Dios infinite y Eterno como la verdad, la verdad tal cual es en Jesús. Esta visión de la ultimidad de Dios debe trascender cualquier declaración de posiciones doctrinales escritas. Y, por lo tanto, la verdad tal cual es en Jesús debe ser el mismo centra en función del cual se comprendan todos los textos de la Biblia y todos los resúmenes doctrinales de su contenido.

Otra cuestión que nos perturba es si la verdad cambia. Robert Spangler, ex secretario ministerial de la Asociación General y editor de la revista Ministry, hizo la siguiente observación en un editorial publicado en 1982: “El adventismo crea una situación más bien paradójica en algunos asuntos. Al enseñar a la gente enfatizamos la necesidad de una mente abierta… Somos expertos en el arte de lograr que la gente examine la verdad y la investigue totalmente, reconociendo su superioridad contra las creencias erróneas. Para después de haber trabajado arduamente con ellos para que vuelvan a estudiar y pesen su comprensión de las doctrinas bíblicas, confiamos en que ‘están establecidos’ o que ‘llegaran a afirmarse y establecerse’ en la verdad a tal grado que jamás volverán a surgir dudas o preguntas en sus mentes”.

Spangler detecta un peligro inherente aquí. “Con demasiada frecuencia damos a entender que ‘estar afirmados y establecidos en la verdad’ significa que ya no hay necesidad de estudiar, pensar o razonar de nuevo. De este modo alentamos la fosilización. O si instamos al ‘estudio’ muchas veces damos a entender que nos referimos al conocimiento intelectual, no a un conocimiento que involucra al corazón… Y esto es tan peligroso como la fosilización, si no más. Debemos tener en el corazón “la verdad tal cual es en Jesús”, recién recibida del cielo (véase Efe. 4:21).

Tener la verdad “cálida del cielo en nuestros corazones” implica una verdad creciente: creciendo a la semejanza del Dios infinite. Spangler continua: “Si la verdad no llega a ser una realidad vibrante y viviente, si no llega a ser parte de nuestra carne y nuestra sangre espiritual, si no se expande constantemente, junto con nuestra comprensión del Señor Jesús, en algo más real, personal y precioso, entonces se volverá legalista, vacía y carente de significado”.[4]

Desafortunadamente, muchos no escucharon este mensaje en la década de 1980. Algunos ministros no escucharon; por lo tanto, continuaron con sus vidas y sermones fosilizados, y sus congregaciones comenzaran a morir. Como reacción contra eso. otros que tampoco escucharon el mensaje, comenzaran sus ministerios independientes basados en la fosilización doctrinal y la crítica descuidada contra el liderazgo de la iglesia.

A medida que avanzamos en la década de 1990, la pregunta ya no es: “¿Qué es verdad?” sino “¿cuál verdad es la más importante?” o “¿Cual verdad necesitamos?”[5]

La respuesta es muy sencilla: “La verdad tal cual es en Jesús”.

La verdad tal cual es en Jesús

¿Qué significa eso en realidad? La frase se encuentra en Efesios 4:21. Elena de White la usa en el hermoso capítulo “Donde hallar la verdad” en Palabras de vida del gran Maestro.

Pablo, habiendo dicho en el versículo 17 que los cristianos de Éfeso ya no debían vivir como los gentiles, “ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay” (vers. 18), dice: “Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído, y habéis sido por el ensenados, conforme a la verdad que está en Jesús” (Efe. 4:20, 21).

La frase es central para el argumento de Pablo en Efesios 4:17 a 5:21. La carga del apóstol es sobre la forma en que los cristianos deberían vivir: “como hijos de luz”. Antes de esto ha hablado acerca de “la unidad del cuerpo de Cristo” (vers. 1-16).

Al parecer, fue Pablo quien acuño la frase “la verdad tal cual es en Jesús” con el propósito de describir un estilo de vida: “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (vers. 22-24).

Note como “la verdad tal cual es en Jesús” tiene mucho que ver con el tipo de vida cristiana, lo cual es algo nuevo, “creado para ser como Dios, en verdadera justicia y santidad”. De este modo, “la verdad tal cual es en Jesús” se define básicamente como la vida de Dios. Sólo bajo esa premisa puede comprenderse la vida cristiana como una nueva creación a la semejanza de Dios.

Mientras Pablo desarrolla el argumento de la vida de Dios como el nuevo patr6n de vida en la iglesia cristiana, amonesta primero a sus lectores a cumplir la ley; no hablar falsamente y no robar, con el propósito de preservar la unidad del amor (vers. 25-28).

Luego, en Efesios 4:29 a 5:2, el apóstol amplía la perspectiva. “Ninguna palabra corrompida saiga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se-entrego a si mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante”. Nuestra iglesia necesito esto como la base para su unidad. Esta es la verdad tal cual es en Jesús.

La verdad y la vida, y la misión adventista

El amor por Dios es el poder que nos capacita para damos a nosotros mismos a otros en servicio abnegado como “ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante”. Esa es la verdad tal cual es en Jesús: ser transformados por su gracia salvadora y por su gracia conducidos a una vida de amor. Recordemos las palabras de Jesús: “Permaneced en mí, y yo permaneceré en vosotros” (Juan 15:4). “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo” (Juan 6:51). “Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz” (Juan 18:37).

Elena de White entendió la inconmensurable grandeza de esta verdad. “La verdad en Cristo y por medio de Cristo es inconmensurable… No comprenderemos en esta vida el misterio del amor de Dios al dar a su Hijo en propiciación por nuestros pecados… La verdad, tal como se halla en Cristo, puede ser experimentada, pero nunca explicada. Su altura, anchura y profundidad sobrepujan nuestro conocimiento. Podemos esforzar hasta lo sumo nuestra imaginación para ver solo turbiamente la vislumbre de un amor inexplicable, tan alto como los cielos, pero que ha descendido hasta la tierra a estampar la imagen de Dios en todo el g6nero humano”.[6]

“Millares han sacado agua de estas fuentes de vida, y sin embargo, la provisión no ha disminuido. Millares han puesto al Señor delante de sí, y contemplándolo han sido transformados a su misma imagen… Pero estos investigadores no han agotado estos temas grandiosos y santos. Millares más pueden empeñarse en la obra de investigar los misterios de la salvación… El tema es inagotable… ‘Grande es el misterio de la piedad’ ”.[7]

 ¿Dónde podemos investigar para hallar una apreciación más profunda de este misterio? El gran tesoro de la verdad es la Palabra de Dios. La Palabra escrita, el libro de la naturaleza y el libro de la experiencia referente al trato de Dios con la vida humana”.[8]

¿Qué hemos de hallar en el tesoro de la verdad? “El amor de Cristo nacido del cielo”,[9] “el evangelio”,[10] “las cosas profundas de Dios”,[11] y “la verdad, tal como se halla en Cristo”.[12]

Siendo que “nos es posible ver todo lo que podemos soportar de la compasión divina”, la verdad tal cual es en Jesús “se descubre al alma humilde y contrita”. Así, “al estudiar la Palabra de Dios con humildad de corazón, el grandioso tema de la redención se abrirá a nuestra investigación”.[13] Hay una conexión entre la vacuidad humana y la plenitud divina: mientras más nos humillamos a nosotros mismos y confesamos nuestras necesidades, mas puede Dios proveemos sus dones. El modo de crecer es tener una conciencia de nuestro propio vacío; como el publicano que, estando lejos, ni siquiera se atrevía a levantar sus ojos al cielo, y solo suplicaba a Dios que tuviera misericordia de é1 porque se reconocía pecador.

Esta humilde y diligente búsqueda de la verdad es un esfuerzo espiritual que no puede tener éxito sin oración, fe en Dios, y entrega de nuestros tesoros a otros. Cuando “confie[mos] en Dios en oración, el Espíritu de Cristo vendrá [sobre nosotros], y obrara por [nuestro] medio con el Espíritu Santo sobre los demás”.[14]

Deberíamos buscar la verdad con la actitud de un siervo. “Si escudriñas las Escrituras para vindicar tus propias opiniones, nunca alcanzaras la verdad. Estudia para aprender qué dice el Señor. Y cuando la convicción te posea mientras investigas, si ves que tus opiniones acariciadas no están en armonía con la verdad, no tuerzas la verdad para que cuadre con tu creencia, sino acepta la luz dada. Abre la mente y el corazón, para que puedas contemplar las cosas admirables de la Palabra de Dios”.[15]

Cuando eso ocurra, redescubriremos la novedad, frescura y relevancia de nuestro mensaje y nuestra misión. Los viviremos y proclamaremos con poder y efectividad.

Este artículo es una adaptación del sermón principal presentado en el Concilio Ministerial Mundial de la División Transeuropea celebrado en Budapest, Hungría, del 28 de agosto al 3 de septiembre de 1995.

Sobre el autor: Bertil Wiklantier, Th.D., es presidente de la División Transeuropea de los adventistas del séptimo día.


Referencias

[1] Jaime White, “Resolution of the Seventh Day Baptist Central Association” [Resolución de la Asociación Central Bautista del Séptimo Día], Review and Herald, 11 de agosto de 1853.

[2] Creencias de los Adventistas del Séptimo Día, pág. 7.

[3] White.

[4] Robert Spangler, “Does Truth Change” Ministry, octubre de 1982.

[5] Véase William G. Johnsson, The Fragmenting of Adventism (Boise, Id.: Pacific Press Pub. Assn., 1995).

[6] Elena G. de White, Palabras de vida del gran Maestro (Bogotá: Asociación Publicadora Interamericana, 1971), págs. 98, 99.

[7] Id., págs. 103, 104.

[8] Id., págs. 96, 97.

[9] Ibid.

[10] Id., 103.

[11] Ibid.

[12] Id., págs. 99,100.

[13] Ibid.

[14] Id., pág 101.

[15] Id., págs. 83, 84.