Este artículo es el primero de tres que aparecen como capítulo 40 en la obra del autor titulada Movement of Destiny
I. NUESTRA CONTRIBUCIÓN DISTINTIVA A LA DOCTRINA CRISTIANA
1. La “Verdad del Santuario”, Exclusividad Adventista. —La única verdad distintiva, peculiar y estructural —la sola verdad doctrinal que identifica y coloca a los adventistas del séptimo día aparte de todos los otros cuerpos cristianos pasados y presentes— es la que siempre hemos designado como la “verdad del santuario”. Ha sido así desde el mismo comienzo, porque la verdad del santuario fue, después del chasco, la primera posición que se discernió y enseñó. Y nunca perdió su condición de fundamental.
Todas las otras grandes doctrinas que sostenemos y enseñamos —el sábado, la inmortalidad condicional, la segunda venida, el espíritu de profecía, la interpretación profética, el premilenarismo, la justificación por la fe, la inmersión, el diezmo etc.— han sido sostenidas por un grupo o más, en todo o en parte, en el pasado o en el presente.
Pero ni en la iglesia primitiva (cuando y mientras las enseñanzas apostólicas estaban aún intactas), ni en la iglesia reformada (cuando una gran porción de las posiciones apostólicas fue recuperada y restaurada) se enseñó la verdad del santuario celestial, con su sacerdote ministrador oficiando en dos fases distintas de ese servicio mediador, con la segunda fase que abarca las actividades de la gran hora del juicio presente de Dios.
2. No Conveniente para Recalcarlo en lo Pasado. —Este silencio en lo pasado existió por la simple razón de que la verdad del santuario no era propia para ser discernida y puesta de relieve hasta que la anunciada hora del juicio de Dios llegara realmente en el tiempo asignado en la secuencia del plan divino de los siglos. El juicio fue esperado en los tiempos apostólicos y postapostólicos como algo importante para el futuro día final, y Lutero consideraba que no se cumpliría hasta pasados unos 300 años. Nosotros lo reconocemos y proclamamos no sólo como apropiado para la promulgación actual, sino como que se trata de una realidad presente, obligatoria en la anunciación del Evangelio eterno en su posición y énfasis final. Lo consideramos con justicia un tremendo imperativo de la verdad presente.
En consecuencia nos corresponde no sólo creer verdaderamente y enseñar hoy la verdad del santuario, sino darle el lugar central en nuestro énfasis distintivo e identificado!’ para este tiempo. Por tanto nos incumbe claramente entenderla y luego proclamarla en y por medio de nuestro mensaje a los hombres. Y por esta razón muy simple: es la esencia abarcante de todo el adventismo.
En verdad, si no hay un santuario real en el cielo, y tampoco un gran Sumo Sacerdote ministrando allí; y si no hay un mensaje de la hora del juicio para anunciar de parte de Dios a la humanidad en este tiempo, entonces no tenemos un lugar justificado en el mundo religioso, ni una misión y mensaje denominacionalmente distintivos, ni excusa para funcionar en la actualidad como una entidad eclesiástica separada.
3. Ataca la Integridad del Adventismo. — Consecuentemente, cualquier debilitamiento o negación o sumersión de la verdad del santuario no sólo es una cuestión seria sino crucial. Cualquier desviación o negligencia a este respecto ataca al mismo corazón del adventismo y es un desafío a su misma integridad.
Hemos surgido Dios mediante —y llegado a la existencia como una respuesta histórica directa— para destacar esta verdad presente única y abarcante, que en sí incluye y constituye “todo un sistema de verdades” (El Conflicto de los Siglos, pág. 476). Todas las otras verdades esenciales están en realidad contenidas en ella —la ley moral, el sábado, el sacrificio expiatorio, la mediación del sumo sacerdote, el juicio, la justificación y la santificación, la justificación por la fe, el castigo y la recompensa finales, el segundo advenimiento y la total destrucción de los impíos incorregibles.
4. Obligación Inseparable de la Iglesia Remanente. —Por lo tanto, la verdad del santuario no es una doctrina extraña, peculiar, anormal, distorsionada e indefendible —o simplemente un expediente para explicar el chasco de 1844, como lo han pretendido algunos antagonistas. No es un alejamiento de la fe cristiana histórica. En lugar de eso es la completación y la consumación lógica e inevitable de esa fe. Es simplemente la aparición final y el cumplimiento del énfasis profetizado que caracterizaría al Evangelio eterno por parte de la iglesia remanente en la etapa postrera de su testimonio al mundo. Testifica a la tierra en lo que respecta a las grandes transacciones que se operan en el cielo, de lo más fascinantes en su alcance, y vitales por lo que auguran.
Debido a su naturaleza y significado cruciales la verdad del santuario está destinada a ser objeto de desafío, ataque, insinuación y mofa, tanto del interior como del exterior. Debemos anticiparnos a esto y estar preparados para hacerle frente. Debemos ser celosos por la integridad de la verdad del santuario, y estar alerta y firmes para su defensa efectiva. No podemos callar en esto, porque no es un simple dogma por el que se pueda optar.
5. Ineludible Blanco de Ataque. —Satanás odia la verdad del santuario. Sabe que es la suprema verdad del Cielo para este tiempo. Tiene que ver directamente con él —su destino y condena, su restricción venidera y su final extinción. Busca ganar tiempo. Con desesperación anhela arrastrar consigo a tantos como pueda a la destrucción. Por lo tanto originará y estimulará todo intento para modificar, reconstruir, distorsionar o alterar el hincapié sobre la verdad del santuario, y cambiará el concepto de la misma. Y para entorpecer su testimonio, sofoca su enseñanza y vicia su integridad.
Estamos sentenciados a tener revisionistas, reconstructores, desviadores y destructores declarados. Esto constituye una evidencia palmaria de su importancia y de su carácter decisivo. Tales maniobras nunca se concentran en un asunto de importancia menor. Debemos estar preparados para sostener y defender las posiciones correctas del santuario contra todos los manipuladores y pervertidores.
6. Los Enemigos Ocultos Finalmente Desaparecen. —Insistimos: habrá quienes se burlarán de su validez, cuestionarán su base bíblica y se pondrán al margen de las confirmaciones del espíritu de profecía. La verdad del santuario, más que cualquier otra enseñanza básica adventista ha sido —aparte de la oposición no adventista— objeto de ataques internos durante toda nuestra existencia denominacional. Desde el mismo comienzo ha habido individuos que periódicamente se han levantado para mofarse o negar primero uno y luego otro aspecto.
Pero finalmente todos esos zapadores nos abandonaron y, por lo general, nos han combatido. Sin embargo, todos terminaron en la nada, sin excepción. Sus infelices restos están esparcidos a lo largo de los años. Una vez comprometidos con su posición quedaron perdidos para la fe y nunca realizaron una contribución constructiva para la misión y la obra de la iglesia.
7. Guardarse de Luchar contra Dios. —La verdad del santuario, encomendada por Dios, está destinada a prevalecer, de manera que quienes la combaten están luchando contra Dios y su mensaje señalado para el hombre. El Señor siempre ha contado con defensores leales y capaces, como sucede hoy. Debe haber, claro está —como con toda la verdad—, constante perfeccionamiento, fortalecimiento, ensanche e incremento en la calidad y la envergadura del concepto. Pero las mejoras genuinas nunca invalidarán los probados fundamentos del pasado. Los auténticos fortalecedores de la verdad nunca la subvertirán. Dios nunca niega o abandona después lo que una vez señaló y confirmó.
Por consiguiente debemos mirar con desconfianza a quienes minarían y estropearían lo que nuestros antepasados trabajaron con tanta fidelidad y firmeza para establecerlo bajo la manifiesta bendición de Dios y que su Espíritu ha certificado repetidamente.
8. Ámbito Multiforme de los Ataques. — A veces los ataques se centrarán en la realidad del santuario en el cielo —en lo que respecta a la realidad del gran original. Esto no es imaginario. Hemos sido advertidos de que “el enemigo introducirá falsas teorías, tales como la doctrina de que no hay santuario. Este es uno de los puntos en que se producirá un alejamiento de la fe” (Review and Herald 25 de mayo de 1905).
O bien pueden concentrarse en la cronología, el cómputo del tiempo o las relaciones integrales de Daniel 8 y 9. Acaso se ocupen del lado semántico —en lo que concierne a los aspectos técnicos de la expiación, el alcance y el propósito de la purificación del santuario, la perfección de los santos o los acontecimientos y procedimientos de la hora final de la transición.
Nada satisface tanto al maligno como apartarnos del cuadro de la verdad positiva y apiñarnos para perder tiempo y esfuerzo en digresiones, disputas o la oposición a las desviaciones. No se le debe dar tal satisfacción.
II. REALIDAD DEL SANTUARIO CELESTIAL
1. El Santuario tan Real como Dios Mismo. —A la luz de los factores expuestos hasta aquí, hagámonos cargo del desafío básico mencionado por Elena G. de White y examinémoslo francamente: ¿Hay en realidad un santuario celestial? ¿O el término no es más que una importante figura de lenguaje, empleada para simbolizar alguna provisión abstracta, algún propósito y actividad de la mente de Dios para la salvación del hombre?
El testimonio de la Palabra dice que el templo en el cielo es una realidad celeste, una realidad divinamente revelada —tan real como Dios mismo, o la Nueva Jerusalén, o el Cordero de Dios que ahora, como sacerdote celestial, ministra allí dentro— y con todas las actividades redentoras proveniendo de allí. Es el comando central en donde se’ originan y desde donde se dirigen todas esas sublimes empresas. Todas éstas, y muchas más, llegarán a ser progresivamente esclarecidas —y establecidas— a medida que avancemos.
2. Propósito de “Actual” y “Real”. —Definamos nuestros términos. ¿Es el santuario celestial actual y real, o nada más que metafórico —una abstracción antes que una realidad? Al considerar esto no debemos confundir actualidad y realidad celestiales con los toscos elementos y materiales terrenos de nuestro mundo físico maldito por el pecado (1 Cor. 15:48, 49). Una cosa tal incluiría, claro está, los componentes del tabernáculo terrenal de Moisés, hecho de oro, plata, bronce, madera, género de lino, piedras, aceite, todo de esta tierra (Exo. 25:3-7). No debemos confundir los dos, porque se hallan en agudo contraste.
En esencia, actual representa realidad —como opuesto a lo meramente figurativo, retórico, metafórico, hipotético. Actual es lo cierto, verdadero, tangible, real. Todo esto está en contra de lo irreal, mítico, imaginario, fantasioso, quimérico, visionario, etéreo. El santuario celestial es verdaderamente real, no una abstracción.
III. TODO CONVERGE HACIA LA VERDAD CENTRAL DEL SANTUARIO
1. La Verdad del Santuario Comprende la Esencia del Adventismo. —El Evangelio eterno —inalterado e inalterable— alcanza su grandiosa consumación en el mensaje final de que “la hora de su juicio [de Dios]ha llegado”. La proclamación mundial del primer ángel, que surgió en el pasado siglo XIX, simplemente se desarrolla y alcanza su consumación bajo los mensajes segundo y tercero de Apocalipsis 14. En realidad no son sino uno —sólo que triplicado con un énfasis amplísimo, creciente y acumulativo.
El juicio es la fase final de las provisiones y procedimientos del santuario, tanto en la realidad como en el símbolo. Está íntegramente ligado a las provisiones del santuario —o tabernáculo o templo— porque los términos se emplean de una manera intercambiable.
2. Daniel Proporciona el Marco del Antiguo Testamento. —Debido a su carácter básico investiguemos ahora con alguna profundidad esta verdad cardinal, a la que se reconoce como plataforma fundamental de la fe adventista —pues algunos, en su confusión, han ido tan lejos como para negar la realidad del santuario celestial. Al tratar este asunto lo enfocaremos primeramente desde la evidencia expuesta en los libros de Apocalipsis y Hebreos. Sin embargo, es la anterior profecía de Daniel la que proporciona el marco bíblico y la vinculación con todo lo que sigue. Examinémoslo sumariamente.
Daniel 7, 8, y 9 nos resultan tan familiares que sólo requieren que se haga alusión a su contenido. En primer término aparece la escena del juicio del capítulo 7: 10 —el Anciano de días, con millones de millones de asistentes. Entonces, “el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos” (Dan. 7:10). Pero esto ocurre después de las osadas proezas del pequeño cuerno papal, pero antes del establecimiento del reino eterno de Dios (vers. 14). Eso proporciona la relación y la secuencia del tiempo.
3. Hazañas Pérfidas del Cuerno Pequeño. —Este, desde luego, era el mismo cuerno pequeño que quitó el “continuo” y echó por tierra el santuario del “príncipe de los ejércitos”. Y la “verdad” del príncipe fue audazmente echada “por tierra” (cap. 8:11, 12).
Específicamente, los Diez Mandamientos fueron alterados. El sábado como día santo de Dios, fue desplazado por el domingo. La inmortalidad innata sustituyó a la vida sólo por Cristo. La aspersión reemplazó a la inmersión, y así sucesivamente. El único y suficiente sacrificio de Cristo en el Calvario fue reemplazado por el sacrificio de la misa en diez mil altares terrenales. El sacerdocio peculiar de Cristo —quien es tanto Dios como hombre— fue sustituido por un único sacerdocio humano en esos mismos altares terrenales. Y el pan y el vino de la Cena del Señor fueron suplantados por la hostia y la transubstanciación. Toda doctrina fue afectaba.
4. Restaurar al Santuario a su Correcto Centralismo. —Luego, en el capítulo 8:14, en el momento señalado se produce la “purificación del santuario”. Y seguidamente el antecedente vinculador con las setenta semanas de años del capítulo 9:24, conduciendo al corte del “Mesías príncipe”, para “poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable”. Ese fue el luminoso prólogo y marco del Antiguo Testamento. Es indispensable y básico.
Pasan los siglos. En el momento señalado —dentro del denominado “tiempo del fin”— surge con precisión el movimiento adventista, primariamente para enaltecer y restaurar la indispensable y múltiple “verdad” que había sido desechada —la verdad del santuario de Dios y sus variadas implicancias— elevarla a su justo y céntrico lugar, y sus operaciones finales trascendentes que son una parte integral de toda ella.
5. Amarga Enemistad contra el Tabernáculo de Dios.—En la profecía paralela de Juan en el Nuevo Testamento este antagonismo contra Dios y “su tabernáculo” se describe como tan grande que ese mismo poder —presentado allí bajo el simbolismo de la primera “bestia” de Apocalipsis 13, que sale del mar de las naciones durante el mismo período profético de los 1260 años días— “abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo [skenén], y de los que moran en el cielo” (Apoc. 13:6).
Hay pues una interminable enemistad contra el templo-tabernáculo de Dios. Y este “tabernáculo” de Apocalipsis está expresamente definido en el capítulo 15:5 como “el templo del tabernáculo [skenés] del testimonio”) En este templo-tabernáculo, lleno de la “gloria de Dios”, es donde se decretan las directivas relacionadas con el derramamiento de las siete últimas plagas (vers. 8). Tal es su identificación y su lugar central. (Continuará).