CONCLUSIÓN
VII. Hebreos—Provisión Sacerdotal en el Plan de Redención
1. UNIDAD INSPIRADA DE APOCALIPSIS Y HEBREOS. — Mientras que en su aspecto de relación con el santuario el Apocalipsis es primordialmente el libro de la sala del trono del templo celestial, con su sacrificio suficiente del “Cordero de Dios”, el libro de Hebreos es principalmente el libro del mismo tabernáculo celestial, pero que pone el énfasis sobre Jesucristo como nuestro eficiente “gran sumo sacerdote’’, ministrando ahora allí.
Y de un modo muy singular, en la gran realidad celestial el sacrificio y el sacerdote son uno mismo y el mismo —Cristo Jesús, ofrenda y sacerdote a la vez. En consecuencia existen completa armonía y unidad, que convergen en Cristo.
Así es el mismísimo templo y las mismas provisiones redentoras, los que unen los dos elementos indispensables, con la inspirada representación de Juan complementada por la carta de Pablo —inspirada por el Espíritu— a los Hebreos. En ésta Pablo expone el profundo significado celestial del tabernáculo terrenal mosaico —con sus servicios y anexidades presentados a la luz de la realidad celestial. Y ésa era una realidad objetiva, no una mera abstracción en la mente de Dios. Y Cristo es el corazón activador de todo en ambos libros.
2. SE HIZO HOMBRE A FIN DE MORIR. —Sigue el breve bosquejo de Pablo a grandes pasos. Hebreos es el libro del Hijo Eterno de Dios haciéndose hombre por medio de la encarnación, a fin de que pudiese vivir primero victoriosamente en la tierra, y luego morir vicariamente por nosotros (Heb. 2:9) —hecho posible mediante la recepción de un cuerpo humano preparado por Dios para su permanencia en la tierra (10:5). Sólo así podía él cumplir el primer gran objetivo de la expiación —la provisión de un sacrificio vicario, propiciatorio.
Pero la expiación involucra tanto al sacrificio como al sacerdote. Y el Hijo —creador y sustentador de todas las cosas (Heb. 1:2, 3)— fue “engendrado” en forma y naturaleza humanas mediante la encarnación (vers. 5, 6; 5:5), para el cumplimiento de este formidable propósito redentor y restaurador.
Tres veces llamado “Dios”, y “Señor” (Heb. 1 8-10), llegó a ser uno con sus “hermanos” humanos en la tierra (Heb. 2:11-17). Muriendo en favor de “todos” (vers. 9), su muerte incluía un objetivo aún más amplio —el de destruir al mismo diablo (vers. 14), maligno originador del pecado y causa de catástrofe y muerte para el hombre. Cristo vino así para eliminar tanto la causa como el efecto del virus del pecado.
3. SE HIZO HOMBRE A FIN DE SER SACERDOTE. —Pero Cristo pasó por la muerte no sólo para convertirse en nuestro sacrificio expiatorio, sino además para ser nuestro “fiel sumo sacerdote”, para hacer así efectiva “reconciliación” por nuestros “pecados” (vers. 17).
Pablo presenta a Jesús no sólo como nuestro señalado “sumo sacerdote” (3:1), quien fue “fiel al que le constituyó” (vers. 1, 2), sino como nuestro incomparable “gran sumo sacerdote” (4:14), compadecido de “nuestras debilidades”, “tentado” y triunfantemente vencedor durante su vida encarnada en la tierra (vers. 15). El plan y la provisión son completos.
4. “CORDERO” Y “SACERDOTE” PARA SIEMPRE. —Y ahora es “sacerdote para siempre” (5:6; 6:20; 7:21), así como es “Cordero de Dios” para siempre. Una vez que las ha asumido, nunca se priva de una u otra relación. Fueron asumidas “para siempre”. Así pues, esta doble relación no es algo de lo que posteriormente se desprende, porque él es no sólo “el poder de una vida indestructible” (7:16), sino de un amor interminable. Ha sido perfeccionado mediante el sufrimiento terrenal (5:8, 9). No cambia nunca. Es nuestra seguridad eterna.
Jesús, con su “sacerdocio inmutable” (7:24) —”santo, inocente, sin mancha” y “apartado de los pecadores”— al ofrecer sacrificio, como dice, se ofreció “a sí mismo’“ (vers. 27). Únicamente él podía hacer esto. Únicamente su vida podía ser suficiente. En esta gran transacción él fue —notémoslo otra vez— tanto ofrenda como oferente, sacrificio y sacerdote. Todo se centra en él en esta completa relación dual. Él es la grande, abarcante y viviente Realidad de la redención en cada una de sus fases. Por esta causa es consagrado “para siempre” (vers. 28).
VIII. “Sacerdocio”—Contribución Principal de la Epístola a los Hebreos
1. EL SACERDOCIO SITUADO EN EL SANTUARIO CELESTIAL. —Esto nos conduce al corazón de la presentación de Pablo, expuesta en los capítulos 8 y 9. Jesús, como “tal sumo sacerdote” es mencionado a la “diestra” del “trono de la Majestad en los cielos” (8:1). Allí él es “ministro del santuario”, el “verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre” (vers. 2) —tabernáculo levantado en el cielo. Y si Cristo es real, el santuario celestial donde ministra es real.
Esteban vio a Cristo estando a la diestra de Dios (Hech. 7:55, 56). Y Pablo en Colosenses 3:1 y Romanos 8: 34 afirma que Jesús estaba sentado a la diestra. Y tres veces en Hebreos el apóstol lo ubica allí (1:3; 10:12; 12:2).]
2. SOMBRA TERRENA DE LA REALIDAD CELESTIAL. —El tabernáculo terreno, mosaico y simbólico era una “sombra” pasajera de la permanente realidad celestial (Heb. 8:5), que permanece en actividad en tanto exista el problema del pecado. Este símbolo terrenal fue confeccionado por Moisés “conforme al modelo” que se le mostró “en el monte” (vers. 5).
La concepción original de la estructura no tuvo su origen en la tierra. Fue de invención celestial. La de Moisés no fue más que una tosca réplica —una copia terrena, un facsímil adaptado, una imitación acomodada, una reproducción modificada, una representación producida por y para el hombre.
El ministerio de Cristo en el cielo es consecuentemente un “mejor ministerio”, porque estaba basado en “un mejor pacto” establecido sobre “mejores promesas” (vers. 6). No hay comparación. Es infinitamente mejor. Es perfecto, celestial —una gloriosa realidad.
3. EL SANTUARIO TERRENAL TENÍA DOS SECCIONES. —Así que había un “santuario terrenal” —símbolo del celestial—con “ordenanzas de culto” (9:1). Y el símbolo tenía dos divisiones o secciones del “tabernáculo” como un todo. La primera era el “lugar santo” —con su candelabro, mesa y los “panes de la proposición”— llamada “santuario” o “santo”.
Más allá estaba el tabernáculo llamado “lugar santísimo” (vers. 3). Ese era el lugar donde se manifestaba la presencia de Dios. Esta inviolable sección contenía el “arca del pacto” con la majestuosa ley de Dios —las “tablas del pacto” (vers. 4).
También el “incensario de oro”, la “urna de oro que contenía el maná” y la “vara de Aarón” (vers. 4). Y especialmente el propiciatorio cubriendo el arca (vers. 5), combinando la justicia y la misericordia, la ley y la gracia. Las provisiones eran completas.
4. ENTRADA AL MINISTERIO DEL SANTUARIO DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN. —Como en el servicio sacerdotal, el sacerdote terrenal ministraba diariamente en “la primera parte del tabernáculo”, o lugar santo (vers. 6), cumpliendo su servicio establecido. Pero sólo una vez al año el sumo sacerdote terrenal entraba en el “segundo”, o “santísimo” (9:7, 8), en el “día de la expiación”.
Una fase preliminar del servicio sacerdotal de la gran Realidad estaba ya en operación en el momento de la muerte y resurrección de Cristo en la tierra —cuando se “ofreció a sí mismo” en la cruz. Pero posteriormente a su resurrección y ascensión fue que él entró a ministrar en su sacerdocio celestial aplicando los beneficios del acto expiador de la cruz. El terrenal fue sencillamente un “símbolo para el tiempo presente” (vers. 9). Sirvió para su establecido pero limitado propósito.
5. EL VERDADERO SANTUARIO SITUADO EN EL CIELO. —Cristo, nuestro “sumo sacerdote”, ministra ahora en aquel “más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos [humanas]” (vers. 11) —expresamente situado en el cielo. Habiendo sido muerto para nuestra redención, Cristo entra en el lugar santo celestial, “habiendo obtenido eterna redención” (vers. 12).
Y como las “figuras” de “las cosas celestiales” (vers. 23) podían únicamente ser purificadas con “sangre”, así las “cosas celestiales” mismas podían ser purificadas sólo por el sacrificio infinito de la “sangre de Cristo” mismo.
6. DESPUÉS DE LA MEDIACIÓN, JUICIO Y ADVENIMIENTO. —Hablando con claridad, Pablo dice que Cristo entró no en una réplica terrenal sino en “el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios” (vers. 24). En el Calvario, Cristo se presentó “una vez” para “quitar de en medio el pecado” por el “sacrificio de sí mismo” (vers. 26).
Pero Pablo afirma que, después de la muerte de Cristo y de su mediación establecida que siguió en el cielo, vendría “el juicio” (vers. 27). Y después del juicio se producirá la cataclísmica segunda venida de Cristo, cuando aparezca “por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar” (vers. 28). Esa es la secuencia. ¡Qué cuadro formidable y conmovedor! ¡Qué amplitud más imponente, abarcante y completa! Incluye el todo de la actividad redentora provista en y a través de Cristo.
7. LA SOMBRA TERRENA, UNA IMAGEN NO EXACTA. —Nótese otra vez que la “sombra” terrena no era la “imagen” exacta —o representación— de la realidad celestial (10: 1); los sacrificios simbólicos de animales terrenos era obvio que no podían en realidad “quitar los pecados” (vers. 4). Pero el sacrificio de Cristo de sí mismo, perfecto y suficiente —llevado a cabo en el “cuerpo” preparado para él (vers. 5)—quita el pecado. Santifica “una vez para siempre” (vers. 10). Ese es el gran objetivo.
Después de ese “solo sacrificio”, Cristo ocupó su lugar “a la diestra de Dios”, su “sola ofrenda” perfecta y perfeccionando para siempre (vers. 12, 14). Así es como Cristo es “gran sacerdote sobre la casa de Dios” (vers. 21). Así fue como Cristo, “autor y consumador de la fe” en todos sus aspectos ocupó su lugar asignado “a la diestra del trono de Dios” (12:2) —en el santuario del cielo.
IX. Formidable Descripción de las Realidades del Santuario Celestial
1. NADA MÁS REAL EN EL UNIVERSO. —Pablo y Juan hablan así el mismo idioma. Hablan de las mismas cosas, subrayando el solo y único plan de la redención, llevado a cabo desde el centro de comando en el santuario del cielo. Y destacándose en todas y cada una de las fases del mismo, está Jesucristo, “el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (13:8) —nuestro gran sumo sacerdote— que ha efectuado nuestra salvación “por la sangre [vertida y aplicada] del pacto eterno” (vers. 20).
La conclusión es ineludible: Verdaderamente tenemos un Cristo real, que hizo un sacrificio real por medio de una muerte real. Y después de una real resurrección y ascensión se convirtió en nuestro real sumo sacerdote, que ministra en un real santuario (tabernáculo o templo) en un cielo real. efectuando una redención real. Y va a venir para llevarnos consigo en una real segunda venida. No hay nada más real en el universo que esta inexorable secuencia —cada fase de la misma, incluyendo el santuario.
2. TODO EL ALCANCE DE LA REDENCIÓN INCLUIDO. —Resumiendo el mensaje de Pablo: Todo el alcance de la redención está incluido. La eterna Deidad de Cristo, como la segunda Persona de la Divinidad Triuna —“toda la plenitud de la divinidad”. Su muerte vicaria en la cruz como Cordero de Dios, cuando Cristo como sacerdote se ofreció a sí mismo en el Calvario. Luego verdaderamente resucitó y ascendió, y ahora ministra como sacerdote y aplica los inefables beneficios del expiador acto del Gólgota.
Al final asume su responsabilidad culminante como Juez en la gran “hora” del juicio, ahora en solemne sesión. Cuando éste concluya vendrá otra vez como Rey de reyes para reunir los trofeos de su total redención. Tal es la portentosa descripción presentada por el apóstol Pablo. Y toda esta extraordinaria actividad redentora, que se sucede en el cielo, se concentra en e irradia desde el santuario celestial —punto focal y origen de todo procedimiento redentor.
Únicamente Dios podía idear un plan tan asombroso. Sólo Cristo podía llevarlo a cabo. Solamente la Inspiración podía revelarlo. Y esto fue hecho sucinta y completamente por medio de los dos apóstoles-profetas más conspicuos del Nuevo Testamento —Juan el revelador y Pablo el teólogo.
X. Confirmaciones del Espíritu de Profecía sobre la “Verdad del Santuario”
1. AFIRMACIONES LUMINOSAS DEL ESPÍRITU DE PROFECÍA. —Vamos a concluir con declaraciones del espíritu de profecía acerca de la verdad del santuario. Son impresionantes y asombrosamente amplias. Bieh pueden constituirse en nuestra guía al contemplar el campo cubierto en nuestro examen de este tema. Nótense las expresiones destacadas en letra cursiva —tales como “fundamento de nuestra fe”, “sistema completo de verdad”, “gran esencia”, “verdad central”.
El tema del santuario fue la llave que permitió desentrañar el misterio del chasco de 1844. Dejó al descubierto un sistema completo de verdad, relacionado y armonioso.
“El santuario en el cielo es el centro mismo de la obra de Cristo en favor de los hombres” (El Conflicto de los Siglos, pág.543).
“La correcta comprensión del ministerio [de Cristo nuestro Mediador] del santuario celestial es el fundamento de nuestra fe” (Evangelismo. pág. 165).
“La expiación de Cristo debe ser la gran esencia, la verdad central” (Id., pág.167).
“Estos pilares de verdad permanecen tan incólumes como las montañas eternas sin ser conmovidos por todos los esfuerzos de los hombres combinados con los de Satanás y su hueste” (Ibid.).
“La intercesión de Cristo por el hombre en el santuario celestial es tan esencial para el plan de la salvación como lo fue su muerte en la cruz. Con su muerte dio principio a aquella obra para cuya conclusión ascendió al cielo después de su resurrección” (El Conflicto de los Siglos, pág. 543).
“A medida que fueron presentados los grandes pilares de la fe, el Espíritu Santo les ha prestado testimonio, y especialmente esto es cierto con respecto a las verdades del santuario. Muy repetidamente el Espíritu Santo ha respaldado de una manera notable la predicación de esta doctrina. Pero hoy en día, así como en lo pasado, algunos serán inducidos a idear nuevas teorías y a negar las verdades sobre las cuales el Espíritu de Dios ha colocado su aprobación”. (Evangelismo, pág. 168).
2. NEGACION DEL SANTUARIO REAL. —Se nos dice que aparecerán negaciones específicas y teorías especiosas:
“El enemigo traerá falsas doctrinas, tales como la doctrina de que no existe un santuario. Este es uno de los puntos en los cuales algunos se apartarán de la fe” (Ibid)
“Aun algunos de aquellos que en lo pasado han sido honrados por el Señor se apartarán tan lejos de la verdad como para abogar por teorías erróneas acerca de muchos aspectos de la verdad, incluyendo la cuestión del santuario” (Evangelismo, pág. 360).