SEGUNDA PARTE

IV. Descripción Inspirada del Templo, el Trono, el Altar y el Arca

    1. EL TEMPLO SITUADO EN EL CIELO. —A continuación, consideremos de cerca la múltiple descripción del apóstol Juan —en el Apocalipsis— del “templo” del cielo, del “trono” y del “altar”, como también del “arca de su pacto” (Apoc. 11:19). Esto nos permitirá obtener una vista general de las cosas particulares que impresionaron al inspirado vidente. También su interrelación, que el apóstol fue llevado a escribir para nuestra información y comprensión actuales. Juan es aquí nuestro guía que describe e interpreta; como si fuera “nuestro ojo que ve” y nuestro “oído que oye” (cap. 1:1).

    En primer lugar, el majestuoso “templo” (naos), que Juan ve una y otra vez en santa visión, es mencionado unas quince veces. No sólo es llamado “el templo” (siete veces), sino “el templo de Dios” (11:1, 19), “el templo de mi Dios” (3:12), y “su templo” (7:15). Se da su ubicación y se lo designa expresamente como el “templo que está en el cielo” (14:17).

    Aún más explícitamente se lo define como “el templo del tabernáculo del testimonio” en el cielo (15:5) —con su variante simplificada, “templo del cielo” (16:17).

    El “altar” está inseparablemente relacionado con él (11:1). También los siete candeleros (1:12). No hay error en el intento descriptivo del apóstol, ni en la ubicación. Ni en la realidad —para él y para nosotros— del templo el cielo o tabernáculo, con sus sagradas anexidades que le fueron mostrados en visión.

    2. EL TRONO DE DIOS, CENTRO DE TODO. —Luego está el “trono” al que Juan se refiere un total de 39 veces. Es, desde luego, el elemento central y predominante del templo, y aparece continuamente ante Juan a través de todas las series de sus visiones. No es sólo “un trono” (4:2), y “el trono” (29 veces), sino que es específicamente el “trono de Dios” (tres veces: 7:15; 14:5; 22:1). Y es tanto “su trono” [del Padre] (3:21; 12:5), como también conjuntamente “mi trono” [de Cristo] (3:21; 7:17). Más aún, Juan expresa definidamente que este trono está “en el cielo” (4:2).

    Es Dios quien se sienta en este trono —así dicho siete veces (4:2, 9; 5:7, 11; 6:16; 19:4; 21:5). Este trono majestuoso está circuido por un glorioso “arco iris” (4:3) y rodeado por ayudantes celestiales (4:4, 6; 5:11) —incluyendo a una innumerable compañía de ángeles. “Lámparas de fuego” arden delante del trono (4:5), y un mar de vidrio se extiende delante del mismo. Es la escena y el origen de graves y supremas directivas —como cuando Juan oyó dos veces una “voz” imperativa que procedía del trono (16:17; 19:5). Así pues, el templo y el trono están inseparablemente relacionados (16:17) —y siempre en el cielo. Hay, de parte de Juan, un sentido y una declaración de la realidad distintos.

    3. LUGAR CLAVE DEL “ALTAR”. —Por lo que respecta al “altar”, debía ser también específicamente medido. Se lo menciona ocho veces, y en dos ocasiones se lo llama “altar de oro” (8:3; 9:13). Se lo sitúa “delante del trono” (8:3), y “delante de Dios” (9:13). Debe notarse que además está en el templo (11:1). Y que había fuego en el altar (8:5).

    El ángel que le da la señal para que actúe al Hijo del Hombre —que está sentado sobre la gran “nube blanca” y descripto como a punto de volver a la tierra— procedía del altar (14:8). Y una voz imperativa se oyó una segunda vez desde el altar en relación con la recolección de las uvas de ira para el lagar de Dios. De esa manera el altar y el trono están íntimamente relacionados.

    Tales son algunas de las menudencias inspiradas del templo —su trono, su altar y su arca. Y todas están en el templo del cielo. El “Cordero” es mencionado continuamente en conjunción con el “trono”, estando allí cerca o sentado. Y hay adoración y servicio continuos a Dios “en su templo” (7:15).

    Ahora volvámonos a ciertos aspectos mayores —a la gran vista general.

V. Secretos Seculares Revelados

    1. PANORAMA REDENTOR DE LOS SIGLOS. —Veamos el marco del aspecto redentor del Apocalipsis. El vasto alcance del abarcante plan redentor de Dios pasó rápidamente ante el apóstol Juan en infalible visión —el inspirado desfile de los siglos. Pero incluía mucho más que los asuntos de la tierra y el tiempo del hombre. Comprendía a Dios y la eternidad y el cielo —con sus miríadas de ángeles. En visión tras visión las escenas de las incesantes actividades del cielo —destinadas a restaurar al hombre y destruir el pecado— fueron puestas al descubierto mediante la revelación al entendimiento de Juan.

    Una serie completa de visiones, que en su enfoque abarcaban desde la eternidad del pasado hasta la eternidad futura sin fin de lo por venir, está incluida —abarcando este crucial período presente para nosotros llamado tiempo. Transportado más allá de las constrictivas escenas de la tierra Juan contempla las inefables actividades del cielo, y las íntimas escenas internas de la Deidad para la completa restauración del hombre —ve a las divinas fuerzas de la justicia en formación contra los poderes del mal en lucha implacable y triunfo final.

    A ningún profeta anterior le fue mostrada una amplitud tan abarcante—información hasta entonces secreta, conocida sólo por Dios. Ahora se reveló para el hombre. Se concentra particularmente en los sucesos de la era cristiana —hasta el fin del tiempo, el amanecer de la eternidad. Constituye el momento culminante de la revelación divina, el cierre del canon sagrado.

    2. CENTRO VITAL DE LA VASTA EMPRESA. —A Juan se le mostró el lugar más recóndito, el corazón de la vasta empresa —el mismo trono de Dios, en la parte más interna del templo de la actividad redentora, con sus anexidades escogidas y su innumerable hueste de asistentes celestiales.

    Fue una visión pavorosa, porque ése es el centro de comando estratégico del universo —puesto en funcionamiento a fin de ocuparse de la catástrofe del pecado y la rebelión que se introdujeron por su cuenta en el universo, y luego se localizaron en este planeta con sus habitantes humanos. Es para continuar sus operaciones estratégicas hasta que el problema del pecado sea resuelto y se ponga fin para siempre a los originadores y perpetradores del pecado —con un universo limpio en adelante y los redimidos de la tierra establecidos para siempre en la tierra nueva profetizada.

    3. CENTRO DE COMANDO Y TRONO SUPREMO. —El movimiento y la realidad majestuosa de todo pasó vívidamente ante los asombrados ojos del apóstol. Fue llevado de una escena a otra —contemplando primero un aspecto y luego otro. Se le ordenó a Juan que registrara todo, para que nosotros también —especialmente hoy— pudiésemos ver a través de sus ojos, y ser iluminados y guiados en eso. Pero fue el terrible centro de comando, con su trono supremo en el mismo corazón del templo de Dios en el cielo, lo que más le impresionó a Juan. Vez tras vez lo repite.

    Cerca de cuarenta veces en veintidós capítulos se siente constreñido a mencionar y describir ese importante trono-centro, y a destacar su poder, sus características y sus sorprendentes realizaciones. Los asuntos de tiempo y eternidad son todos inherentes y emergen de ese trono, como lugar de decisión y origen de toda acción. Y Aquel que creó todas las cosas y controla el universo es el que está sentado en él —él y el Cordero de Dios. Todas las decisiones son tomadas por él y llevadas a cabo mediante sus instrucciones. Y ese trono, reitera Juan, está situado en lo más interno del templo trascendente del cielo. Ese énfasis que se repite por parte del apóstol escogido es intencionado y significativo.

    Vez tras vez Juan es impelido a comentar sobre ese templo de Dios —sus características y anexidades y sobre todo sus trascendentales actividades. Eso lo fascina. Allí está contenido el destino de todos los hombres. Cada caso se decide dentro de sus límites. Abarca la amplia extensión de los siglos. Es el lugar del poder, la justicia y la rectitud abrumadores.

    4. UN PANORAMA QUE SE DESDOBLA PARA NUESTRA ORIENTACIÓN. —Con pasos largos y rápidos sigue los puntos principales del panorama abierto ante Juan —y tratemos de ver, a través de sus ojos tocados por el Espíritu, las cosas secretas de Dios puestas aquí al descubierto para orientación de sus seguidores terrenales, para que podamos sentir las divinas obras y directivas en el infinito plan de la redención, que ahora se apresuran hacia sus escenas finales.

    Es fundamental para nosotros entender el gran bosquejo presentado a fin de tener certeza y convicción. Únicamente así podemos saber dónde estamos en el plan y el propósito divino de los siglos, y su progresión y ubicación temporal reveladas. Y todo esto girando alrededor de las supremas decisiones e instrucciones que proceden de la sala del trono de Dios ubicada en el templo de Dios en el cielo —como le fue revelado a Juan. Notemos el majestuoso alcance de las secuencias reveladas.

VI. Sala del Trono del Templo—Centro de Comando del Universo

    1. FUENTE DE PODER ILIMITADO. —Así la sala del trono del templo es el lugar recóndito de ilimitados poder, resolución, amor y acción. Toda actividad redentora del hombre se centra en y emana de aquel trono inefable —el trono del Padre tanto como del Hijo, en forma conjunta (3:21). Pondere esto.

    Mirando a través de una “puerta abierta” (4:1) el apóstol Juan vio en visión que ese trono se hallaba “establecido en el cielo”. Un arco iris dominante lo circundaba. Estaba rodeado por un vasto mar de vidrio. Cerca de Dios estaban sentados unos ayudantes especiales —veinticuatro de ellos (vers. 4), con otros representantes difíciles de describir (vers. 6-11). Juan observó una enorme actividad y oyó “voces” e himnos de alabanza al poder y al amor de Dios. Esto frustra toda expresión humana.

    2. INNUMERABLES ASISTENTES AYUDAN ACTIVAMENTE. —Juan vio a Jesucristo, el “Cordero” de Dios, que había sido muerto (5:6), y notó la actividad especial del Cordero. Los secretos del cielo habían de ser descubiertos. Pero primero oyó alabanzas que se le atribuían al Cordero (vers.8-14), y vio la operación del múltiple Espíritu de Dios. Algunos de los redimidos estaban allí. Vio un vasto concurso de ángeles ministradores —“millones de millones” (vers. 11)— en ese poderoso templo. Su vastedad era pavorosa. Pero allí estaba. (Cf. Dan. 7:10; Heb.12:22.)

    El trono inefable es el centro de todo; el Cordero la figura central en todas las actividades. Juan vio también un “altar” cerca (6:9), tan pronto como hubo visto los “siete candeleros de oro” (1:12), con el Hijo del Hombre en especial relación con ellos (vers. 13). Y oyó palabras concernientes a la retribución de los mártires, como también para hacer notar el temor de la retribución por aquellos que los habían matado (vers. 16, 17).

    3. EL TRONO Y EL TEMPLO SITUADOS. —Juan estaba impresionado por la innumerable “multitud” de redimidos que se hallaba ante el trono del Cordero (7:9). Y ángeles que rodeaban el trono (vers. 11) sirviendo a Dios —nótese esto particularmente— “en su templo” (vers. 15), mientras está sentado en su trono con el Cordero en medio del mismo (vers. 17). Eso incontrovertiblemente sitúa al trono como estando en el templo de Dios.

    En el templo “del cielo” (8:1) el profeta ve que se llevan a cabo actividades especiales —unas series de juicios que van a visitar la tierra. Nuevamente Juan ve aquel “altar” allí (vers. 3, 5) —esta vez llamado el “altar de oro”— que está situado “delante del trono” (vers. 16, 17).

    Entonces oyó “una voz” que procedía del “altar de oro que estaba delante de Dios” (9:13). Tales son las relaciones generales y marcos específicos.

    4. MOVIMIENTOS TERRENALES DIRIGIDOS DESDE EL CIELO. —Luego Juan vio que los juicios divinos que vendrían sobre la tierra eran dirigidos desde el “altar de oro que estaba delante de Dios” (vers. 13, 14). Se impartieron las órdenes y fue asignado el poder (vers. 5) como también se fijaron las restricciones. Estas son todas partes de cosas que se desarrollan en la tierra, ordenadas en el cielo.

    Hay una conexión de “línea directa” entre el cielo y la tierra —y emisarios angélicos (10:1) y voces con autoridad (vers. 3, 4, 8). Hay una preparación para tremendos acontecimientos en la tierra, decretados en el templo del cielo (vers. 6). Los movimientos se intensifican y aceleran en la tierra.

    Existe así inseparable relación entre las directivas del trono y las extraordinarias actividades en la tierra. Estos acontecimientos se aceleran a medida que se aproxima el fin —dirigidos específicamente desde el trono en el templo.

     5. EL ARCA EN EL TEMPLO DEL CIELO. —Juan fue entonces introducido activamente en el cuadro—se le ordenó: “Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar” (11:1). Fue orientado para que captara el significado. Se hizo distinción entre el templo celestial y el patio terrenal (vers. 2). Juan fue llevado luego siguiendo la corriente del tiempo hasta los días finales de la tierra, cuando las “naciones” de la tierra se “airaron” porque la “ira” de Dios “ha venido” (vers. 18).

     Juan fue nuevamente orientado al “templo de Dios abierto en el cielo”. No hay error posible en cuanto a la ubicación. Entonces vio “el arca de su pacto” en el templo (vers. 19). Tanto el ambiente como el propósito le resultaban muy familiares a Juan, debido a los símbolos terrenos tan bien conocidos por todos los judíos, que se remontaban al tabernáculo mosaico de los tiempos antiguos, prefigurando y reflejando la gran Realidad celestial que ahora él observaba.

     6. “GUERRA” CONTRA LA IGLESIA EN LA TIERRA. —Entonces, en una visión posterior, le fue revelada la asombrosa e histórica guerra-conflicto “en el cielo”, en la eternidad del pasado —la desvergonzada revuelta contra Cristo y la defección de “la tercera parte” de los ángeles (12:4).

Luego el demonio y sus seguidores fueron vencidos y expulsados —“fue arrojado a la tierra” (vers. 7-10)— como su lugar de reunión para hacer daño a la humanidad. A continuación fue desarrollada ante Juan la cruel y prolongada guerra contra la iglesia cristiana, dentro de los 1260 años-días del período papal (vers. 6).

     Es llevado hasta el “remanente” del tiempo y su iglesia remanente. Observa las características duales de sus miembros, descriptos como que guardan los “mandamientos de Dios” y poseen el “testimonio de Jesucristo” (vers. 17).

    Se vuelven a ver los conflictos de los siglos. Los principales actores y factores cruzan el escenario de la acción. Está implicada la confabulación entre la iglesia y el estado (cap. 13). Y el triunfo del Cordero y sus seguidores (14:1-4), que son declarados “sin mancha delante del trono de Dios” (vers. 5) debido a las provisiones redentoras del Cordero.

    7. TRIPLE MENSAJE ANTES DEL SEGUNDO ADVENIMIENTO. —Entonces aparece el triple mensaje postrero de Dios para la tierra (cap. 14) —la hora del juicio, la caída de Babilonia y el mensaje de la marca de la bestia para la humanidad, comenzando su proclamación a principios del siglo XIX. Esto resulta en aquel fiel remanente, los que “guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (vers. 12). Luego se produce la gloriosa segunda venida en el momento de la gran cosecha, al fin del mundo.

    Con el Hijo de Dios sobre la gran “nube blanca” (vers. 14) ya para volver, Juan oye la indicación de que actúe, dada en alta voz que salía “del templo” en el cielo (vers. 15). Luego siguió una segunda “gran voz”, que partía del mismo “altar” en el mismo templo, ordenando que las “uvas” de ira sean juntadas en “el lagar” de Dios (vers. 18, 19). Estas escenas marcan el fin de la era.

    8. LAS SIETE ÚLTIMAS PLAGAS DIRIGIDAS DESDE EL TEMPLO. — Los ojos de Juan estaban otra vez observando. Una vez más vio —“en el cielo”— aquel vasto “mar de vidrio” delante del trono (15:2). Vio los “juicios” de Dios a punto de ser manifestados (vers. 4). Nuevamente en visión Juan es impelido a mirar. Vio que “fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio” (vers. 5). Contempló grandes actividades. Siete ángeles salieron del “templo” (tres veces mencionado en los vers. 6-8) para derramar sobre la tierra las siete copas del castigo, “llenas de la ira de Dios” (vers. 7).

    Juan oyó una indicación posterior —en la forma de “una gran voz” que hablaba “desde el templo” (16: 1)— que les ordenaba que derramaran sus copas de “juicio” en mortal secuencia. Las siete plagas, una después de otra, cayeron sobre los hombres. Una vindicadora voz de ángel clamó desde el “altar” en el templo del cielo: “Tus juicios son verdaderos y justos” (vers. 7). Estos culminan con la última gran triple alianza y el conflicto del Armagedón sobre la tierra (vers. 13-16).

    Cuando el séptimo ángel hubo derramado su copa, Juan otra vez oyó “una gran voz del templo del cielo, del trono, diciendo: Hecho está” (vers. 17).

    Esto igualmente procede del centro de comando de la actividad redentora y judicial. Señala el cierre culminante de la retribución final. La actividad redentora quedaba cerrada para siempre.

    9. PODER FINAL Y EXHORTACIÓN DEL CIELO. —Volviendo a los detalles, le fueron descubiertas a Juan (cap. 17), las profundidades de la apostasía eclesiástica, estimulada e incitada por las naciones, que había ocasionado todo este terror durante la era cristiana. Pero aquí interviene Dios y le ordena a un deslumbrante ángel que descienda desde el trono y el templo en el cielo e ilumine la tierra con su gloria (18:1).

    Entre el anuncio de la completa y final caída de Babilonia, Juan oyó algo más —esta vez una tierna “voz del cielo” que rogaba: “Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas” (vers. 4). Eso indica el tierno cuidado de Dios por sus leales seguidores esparcidos en medio de la apostasía organizada. Y ellos responden. Pronto vamos a presenciar esto.

    Nuevamente los ojos de Juan se levantaron hacia el “trono”. Oye la voz desde el trono. Contempla esas grandes escenas finales del juicio retributivo cuando el Hijo de Dios cabalga desde el “cielo” (19: 11), ahora para “herir” a las “naciones” entregadas a la rebelión (vers. 15). Es otra descripción de la segunda venida, presentada con énfasis acumulativo, con la reunión de los santos y la pronta destrucción de los impíos.

    10. SATANÁS Y SUS SEGUIDORES DESTRUIDOS PARA SIEMPRE. — Rápidamente se presenta la culminación. Otro ángel poderoso desciende “del cielo” (20:1) y ata a Satanás —confinándolo en la tierra desolada por el período permitido de mil años. Al mismo tiempo en el cielo los justos juicios y la justicia de Dios son revisados y vindicados ante el universo —atestiguados por los santos resucitados y trasladados. Así concluye el gran panorama.

    Al cierre de los mil años, Satanás y sus cohortes malignas y la vasta hueste de impíos resucitados de la tierra realizan un final y desesperado •pero inútil asalto contra la ahora descendente Ciudad de Dios —la Nueva Jerusalén. Entonces son destruidos por el fuego devorador que “descendió” del “cielo” (vers. 7-9). Esta es la muerte segunda y final, para siempre, para todo lo que tenga que ver con el episodio del pecado —Satanás, los ángeles caídos, los hombres impíos.

    11. NO VE TEMPLO EN LA SANTA CIUDAD. —La escena cambia súbitamente. Juan ve “un cielo nuevo y una tierra nueva” que reemplazan a los antiguos, manchados y desfigurados por el pecado. Dios mismo habita otra vez con los hombres en el paraíso restaurado (21:1-6). Esta tierra —escena de un planeta en voluntariosa rebelión— se convierte en el inmaculado hogar de los santos, salvados para siempre por gracia.

    Pero hay una consecuencia en medio de las impresionantes escenas creativas: en la Nueva Jerusalén, capital de la tierra nueva, que descendió “del cielo, de Dios” (vers. 2), Juan no vio “en ella templo” (vers. 22). Ya no hace falta más para el centro de comando o la acción redentora, la mediación y el juicio. El pecado está erradicado para siempre. La redención es completa. La comunión cara a cara ha sido restablecida para siempre.

    12. NO MÁS NECESIDAD DE ACTIVIDADES DEL TEMPLO. —Nótese bien: Ya no hay más necesidad de un Intercesor en un templo dedicado a la redención del hombre y que tiene que ver con todas las implicancias del problema del pecado (vers. 21-24). Pero el perdurable “trono de Dios del Cordero” está para siempre allí. Estos son mencionados dos veces (22:13). Los redimidos ahora ven “su rostro” (vers. 4), en una comunión cara a cara.

    El trágico experimento del pecado—el descarado desafío, la guerra contra Dios y sus seguidores— ha terminado. Dios se halla para siempre sobre su trono —pero ya no más con las anexidades del templo, centro de todas las actividades redentoras durante el tiempo de la gran rebelión.

    De manera que en la actualidad hay un trono en el cielo, situado en el templo de Dios en el cielo —con sus anexidades tales como el altar de oro y el arca— tan ciertamente como Dios está en su cielo. Toda nuestra esperanza de redención y triunfo se centra en ese templo. Nada es más real y actual —salvo Dios mismo y el Cordero de Dios, que activan el plan de redención. (Continuará.)